Retomando el rumbo
—Con cuidado —le indico a Tom, mientras le ayudo a acostarse.
—No sé como soportas trabajar en el hospital, estuve como dos semanas y ya me sentía atrapado —comenta, mientras acomodo las almohadas bajo su yeso.
—Estuviste cinco días —le corrijo.
—Casi lo mismo —replica. Río por lo bajo y me acerco a sus pies para quitarle las zapatillas.
Finalmente todo había salido relativamente bien. Habían tenido que operar a Tom de su muñeca, pero su hemorragia esplénica no había avanzado, y no requirió de mayor intervención. Lamentablemente Harrison debía quedarse unos días más, ya que el neumotórax no había mejorado tan rápido como esperaban, debido a que las fracturas costales hacían difícil los ejercicios de kinesioterapia, pero con suerte y un poco de rehabilitación, en un par de días estaría en casa. Así que, por fin, estábamos en casa, a solas, sin tantos tubos, sin tantos miedos.
Termino de quitarle las zapatillas y cojo una manta para cubrirle las piernas. Me sonríe agradecido y le acerco el control remoto del televisor.
—¿Quieres un poco de agua? ¿Algo para comer? —pregunto.
—¿Qué tal si te recuestas un rato a mi lado? Prometo avisarte si quiero algo, pero en este momento, preferiría abrazarte —responde. Sonrío, mis mejillas se sonrojan. Me acuesto a su lado y, con delicadeza, me apoyo en su pecho, mientras me envuelve con su brazo bueno.
—Es primera vez que soy yo quien te tiene que cuidar, y no al revés —comento—. Siempre soy yo la que termina en el hospital.
—Creo que no me gusto ese cambio de roles —bromea, suelto una carcajada y levanto la cabeza para mirarlo.
—A mí tampoco. De hecho, no me gusta que ninguno termine en el hospital.
—Intentemos que no vuelva a pasar entonces —replica.
—Es un trato —sonrío.
Me inclino lentamente y le doy un suave y tierno beso. Hacía mucho tiempo que no estábamos así, que no teníamos esta pequeña pausa. Supongo que desde lo de Martin, nos enfocamos en siempre tener las manos ocupadas con algo, para no pensar tanto, para evitar el dolor. En todo ese tumulto y remolino que es la vida, creo que se nos olvidó darnos también nuestro espacio.
—No quiero romper este pequeño momento de felicidad —comienza a decir, aun con los ojos cerrados—, pero debemos hablar.
Asiento. Su mirada es precavida. A pesar de los últimos acontecimientos, todo ello me había ayudado a mantener la cabeza más "fría", y no una actitud tan defensiva.
—Tengo miedo —confieso.
—Y yo.
—¿Entonces no crees que sea una locura que, si resulta que tiene la misma enfermedad, decidamos... abortar? —pregunto, sintiendo el pánico arremolinarse en mi interior. Tom acaricia mi espalda y niega con la cabeza.
—No, no lo creo.
Suspiro aliviada.
—No es lo que quiero tampoco.
—Lo sé —replica—, pero tampoco podemos volver a pasar por lo mismo.
—Entonces... ¿Qué te gustaría hacer? —pregunto. Se queda en silencio unos segundos, sopesando.
—Tal vez esperar, hacer exámenes... aunque la última vez los hicimos y, bueno... —su voz se apaga. Hago una mueca.
—Podríamos ir con algún experto esta vez —sugiero al cabo de un rato—, alguien que sea especialista en medicina fetal y diagnóstico prenatal, que tenga más herramientas para anticiparnos.
—Un especialista suena bien —concuerda Tom. Sonrío, llegar a un consenso me hace sentir que realmente estamos juntos en esto.
—Entonces... no nos adelantemos, veamos paso a paso y decidamos que paso seguir en el camino —afirmo.
—Es un buen plan —Tom sonríe y me acerca más a su cuerpo—. Estoy feliz de que podamos llegar a un acuerdo.
—Solo nos tomó tres años de matrimonio y un accidente de tránsito —bromeo, él ríe pero luego hace una mueca de dolor.
—Auch —se queja, tocándose el abdomen.
—Hmm —miro mi reloj—, creo que es hora de tus analgésicos.
—¿Los que me dejan drogado? Porque no me gustan mucho —Me levanto de la cama y río.
—Técnicamente sí, pero... si quieres podemos intentar con otra medicina y, si sigues con dolor, te doy los que te dejan grogui —le ofrezco. Sonríe pícaro.
—¿Qué otra medicina? —pregunta, mirándome de arriba abajo. Le lanzo un cojín a la cara.
—No eso, degenerado. Estuviste en un accidente, ¿Cómo puedes pensar en sexo? —le regaño. Busco en mi estante de medicinas por algún analgésico.
—¿Sabes lo sexy que te ves en tu delantal blanco? —se defiende. Suelto una carcajada y saco una caja de analgésicos.
—Me casé con un pervertido —comento.
—Y te encanta —replica. Me río.
—Iré a buscarte un vaso de agua, ahora deja de pensar ene so. Debes guardar reposo —le indico.
—¿Y eso que significa? —pregunta. Lo sopeso un rato.
—Unas dos semanas sin sexo —respondo finalmente.
—¡¿Dos semanas?! —exclama.
—Por lo menos —agrego.
—Y... ¿si estás tú arriba? —pregunta.
—¡Tom! —le regaño.
—Ni siquiera tengo que moverme, literalmente haces tú todo el trabajo —continúa. Intento mantenerme seria pero no puedo evitar reírme.
—Eres terrible —le lanzo la caja de analgésicos—. El peor paciente que he tenido.
—¿Si soy tu paciente, te vas a vestir de doctora sexy? —pregunta. Niego con la cabeza y me alejo en dirección a las escaleras.
—¡El peor! —grito mientras me marcho.
—¿Eso es un sí o un no? —insiste—, ¿______? ¿Sí o no?
Carcajeo mientras bajo las escaleras en dirección a la cocina. Pero en el fondo, me siento feliz. Es extraño que haya tenido que pasar algo tan terrible para que finalmente estemos en la misma página, pero se siente tan bien, algo que hacía mucho tiempo no sentía, y extrañaba.
***
¿Alguien más extrañaba al Tom y ______ tiernos?
¿Qué opinan de su decisión?
Les leo, lectores insaciables <3
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