Miel sobre hojuelas
—¿Dónde está Laura...? ¡Aquí está!
—Deberías jugar a "¿Dónde está el demonio?" ahí tiene para elegir entre su madre y tú —se burla Harrison, que tiene a Elías en brazos.
—Mira, no te golpeo solo porque estás con mi ahijado en brazos —le respondo mordaz, su sonrisa burlona se amplía—. Pero si quieres hablar de jueguitos, mejor sería el de "Ponle la cola al burro", ahí entre los dos estarán persiguiéndote cuando aprendan a caminar.
Su sonrisa se esfuma y me mira con odio. Río victoriosa y Sara intenta ocultar una carcajada haciendo como que tose.
—Te odio —masculla entre dientes.
—Supéralo —ruedo los ojos y vuelvo mi atención a Laura nuevamente.
—Odio los sujetadores de lactancia, son horribles —comenta Sara, sentándose junto a mí, exhausta.
—¿Y para que quieres sujetadores bonitos, si estas amamantando? —pregunta Harrison. Nos lo quedamos mirando llenas de odio.
—Si que eres idiota... —dice Sara.
—¿Y qué tiene que este en lactancia? Puede igual querer sentirse bonita —reclamo yo.
—¿Acaso no te das cuenta que tetas así de grande no volveré a tener? Quiero lucirlas —continúa Sara.
—Que esté dando pecho o que sea madre no la hace menos guapa, y si quiere lucir sus tetas, lo hará.
—Ok, ok, lo siento —se disculpa Hazza rápidamente ante nuestro enojo—, vamos Elías, que ser hombre significa cagarla desde el día uno.
—A Elías lo dejas acá —sentencia Sara.
—Lo criaremos como feminista —asevero.
—Y así no dirá las burradas de su padre —prosigue Sara.
Se levanta y se lo quita con delicadeza de los brazos. Harrison nos mira rendido.
—¿Esto es porque soy hombre?
—Sí —respondemos l unísono.
—Y además, porque eres Hazza —acoto. Entrecierra los ojos, fulminándonos con la mirada.
—Mejor ve y tráenos helado, que hace mucho calor —le pide Sara, con sonrisa inocente. Harrison rueda los ojos, murmura algo ininteligible, y se va. Una vez escuchamos que la puerta se cierra, nos reímos a carcajadas.
—Es que tiene un don para cagarla —comento entre risas.
—Espero que no lo hayan heredado —ríe Sara.
Elías comienza a llorar así que Sara se acerca para alimentarlo. Se recuesta en el sillón y suspira, está agotada. Acurruco a Laura entre mis brazos y observo como comienza a quedarse dormida. Sonrío.
—¿Sabes? Tenía mucho miedo de como esto te afectaría a ti —susurra Sara. Levanto la cabeza y la miro.
—¿A qué te refieres? —pregunto. Ella mira a Elías y hace una mueca.
—Tener un hijo... pensé que ver a un bebé te traería... recuerdos —explica. Sonrío con amargura.
—Sara, no tienes que pensar en mí cuando algo así de emocionante te ocurrió. Querías ser mamá y ahora tienes a dos pequeños hermosos. Deberías estar feliz.
—Y lo estoy, en serio. Feliz y agotada. Pero... recordar como estabas cuando perdiste a Martin... me daba miedo que el estar cerca de ellos te haría mal.
—Honestamente Sara, nunca lo voy a olvidar —vuelvo a mirar a Laura, siento las lágrimas en mis ojos, pero me contengo—. Eso no significa que no pueda volver a ser feliz. Y que tú y Hazza sean padres, y que todo haya salido bien, no me lo recuerda más o menos, ni tampoco me hace sentir mal.
—¿Entonces... te gustaría volver a intentarlo? —pregunta. La miro. Mi boca no puede articular palabra. Ha hecho la pregunta del millón.
—Yo... no... Tom y yo no hemos vuelto a hablar de eso... —tartamudeo.
—Pero ¿lo has pensado?
Muerdo mi labio.
Claro que lo había pensado, especialmente después de que Sara tuvo a los pequeños. Aquello había puesto de nuevo las cartas sobre la mesa. Y claro, después de semanas, creía ya tener una respuesta. Una mía, personal. Pero que muy bien podía ser contradictoria a lo que Tom deseara.
—Sí, lo he pensado —admito. Trago saliva. La mirada inquisitiva de Sara es ineludible—. No... siento la necesidad de volver a pasar por ello.
—¿En el corto plazo?
Suspiro.
—En ningún plazo.
Y aquella resolución, bien sabía, era lo bastante extrema para determinar el futuro de mi matrimonio.
—Después de... tanto, por fin me encuentro bien, feliz. Venir a verlos, ayudarte a ti y a Hazza... me parece más que suficiente para suplir ese plano de mi vida.
—No estoy atacándote, y no me debes explicaciones ______ —me sonríe Sara—. No puedo ni imaginar todo lo que has tenido que vivir, y lo que tú hagas está bien y te apoyaré.
—Gracias —le digo de corazón—. Pero me temo que, para este tema en particular, necesito también el apoyo de otra persona.
Sara hace una mueca.
—¿No han siquiera tocado el tema? —pregunta, niego con la cabeza—. Bueno, supongo que aún no tienen por qué pensarlo, no hay apuro. Pero definitivamente es algo que deben conversar.
—Lo sé —afirmo—, pero, como bien dices, aún hay tiempo, y tal vez aun quede por sanar algunas pequeñas heridas.
Sara sonríe y asiente.
—Ahora cuéntame que tal te ha ido con el último libro, esa... loca, ¿no habías dicho que habían tenido que hacer otra edición más?
Me río por la forma a la que se refiere a Adriana y asiento. Y mientras le cuento del éxito y las ventas, mi cabeza no deja de pensar que estoy atrasando lo inevitable. Porque, aunque aún seamos jóvenes y tengamos tiempo, debo hablar. Aunque eso me destruya. Aunque nos destruya. Más temprano que tarde deberé enfrentarme a eso.
Es difícil atreverse a reventar la burbuja de felicidad. Y me temo que aún no encuentro las fuerzas para hacerlo.
***
¿Se viene drama? Pos si
¿Cuando? Quien sabe
Les leo, lectores insaciables <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top