Just the two of us

Cierro la puerta del horno y dejo el tenedor y cuchillo a un lado, sobre un plato. La cocina entera huele delicioso, a la mezcla de especies con la que he aliñado el pavo. Romero, orégano, tomillo, hojas de apio y un poco de maní. Me acerco a la sartén y agito un poco las verduras salteadas que estoy cocinando.

Hacía una eternidad que Tom y yo no teníamos un tiempo para nosotros, entre nuestros trabajos, nuestros horarios habían estado prácticamente incompatibles. Por fin, después de varias semanas, íbamos a poder cenar juntos. Y la ocasión ameritaba una celebración. Además, había mucho que celebrar. Una de las películas que había dirigido junto a Harry estaba siendo alabada por la prensa, se hablaba de incluso una nominación a los Oscar. Y yo, pues, yo había cumplido uno de mis sueños: realizar una toracotomía de emergencia. Si, definitivamente no tenemos las mismas de vida con Tom, pero bueno, detalles.

Me sirvo en mi copa un poco más de vino tinto y bebo un sorbo. Observo nuestra casa. No quería admitirlo, pero había empezado a sentirme sola en un lugar tan grande. Sara apenas podía visitarme por lo de los mellizos, Aidan estaba inmerso en el hospital (cosa que veo como una forma de evitar sus sentimientos, suele hacerlo) y Zendaya estaba tan plagada en proyectos como Tom.

Leo era mi única compañía en este último tiempo, y aunque lo pasaba bien con él, extrañaba mis amistades. En particular, a una.

Martin.

Estos tiempos eran los que más me recordaban de su ausencia. El último tiempo no paraba de soñar con él. Para evitarlo, acepte la mayor cantidad de entrevistas que Adriana había programado para promocionar el libro, que aún seguía siendo un éxito.

La puerta principal se abre, capturando mi atención. Dejo mi copa en el mesón y aliso mi vestido. Por supuesto que había elegido mi atuendo acorde a la ocasión: vestido amarillo pastel que contrastaba con mi piel bronceada, ceñido a mi cuerpo (¿a quién le importan mis kilos demás?), con escote en V pronunciado, que se amarraba en mi cuello. Me apresuro a colocarme mis tacones beige. No iba a estar cocinando con ellos, claramente.

—¿Y ese olor? —pregunta Tom, acercándose a la cocina. Se detiene cuando observa mi atuendo, mirándome de arriba abajo. Sonrío coqueta.

—Hola —le saludo, acercándome a él. Apoyo mis manos en su pecho, el me envuelve en sus brazos y sonríe.

—Wow —susurra.

—Creí que nos hacía falta un tiempo para nosotros, ¿Qué te parece? —pregunto. Me observa unos segundos y luego mira tras mío, hacia la cocina.

—Creo que no estoy vestido para la ocasión —afirma. Lleva unos jeans y una camisa blanca. Me río ante su comentario.

—Estás perfecto. Vamos a comer —le insto.

Me estruja entre sus brazos y se inclina a besarme. Sus labios son gentiles, se mueven con lentitud, como disfrutando del beso. Hacía siglos que no besaba así, o al menos así lo sentía yo.

Tras unos minutos, nos separamos y comenzamos a servir la comida, con vino tinto. Mientras cenamos hablamos de nuestro día, comentamos ciertos chismes que no habíamos tenido tiempo de hablar, y comenzamos a planear unas merecidas vacaciones. Nuestro posible destino, Cuba o Puerto Rico, aun no nos decidíamos.

Cuando acabamos, llevamos los platos al lavadero, me siento satisfecha pero no a un nivel en que no pueda moverme, algo que suele pasar cuando salgo con Sara. Apoyo mis manos en el mesón y suspiro. Las manos de Tom se posan en mis caderas. Siento su torso pegado a mi espalda. Deposita con ternura un beso en mi hombro.

—Estaba exquisita la comida —susurra. Besa mi cuello, cierro los ojos.

—Me alegra que te haya gustado —replico. Recorre mi cuello con tiernos besos hasta el reborde de mi mandíbula. Pega sus labios a mi oreja.

—¿Te apetece un postre? —pregunta, su tono de voz ha bajado unas décimas, y un escalofrío recorre mi espalda. Abro los ojos y volteo la cabeza para mirarlo.

—¿Qué tienes en mente? —pregunto con fingida inocencia.

Una sonrisa arrebata se forma en sus finos labios. Sin tener que decir absolutamente nada, nos miramos en completo silencio, mientras sus manos recorren mis caderas y muslos, nuestros alientos se entremezclan. Sus dedos se cuelan bajo mi vestido, dejando un camino de calor mientras avanzan por mis muslos, subiendo. Acaricia mi centro, arqueo la espalda, siento su erección. Su boca captura la mía y comienza a besarme con premura. Me siento tan desesperada como él. Mientras sus dedos hacen magia en mi entrepierna, yo restriego mi trasero contra la suya. Su excitación es patente.

Muerdo sus labios mientras introduce un dedo en mí, haciéndome gemir. Saca una de sus manos para subirme el vestido. Lo escucho desabrochar su pantalón. Lo quiero sentir, quiero que me haga gritar. Los movimientos de sus dedos se hacen más rápidos. Intento con una mano acercarme a su miembro, pero de inmediato me detiene. Se separa de mí.

—No —murmura, el fuego llamea en sus ojos, y es lo más sexy que he visto en la vida.

Con rudeza, aunque sin ser brusco, me obliga a apoyarme completamente sobre el mesón. Hace a un lado mis bragas y se introduce en mí. Ambos gemimos. Sus movimientos son delicados al principio. Una de sus manos aprieta mi cadera contra las suyas, mientras que la otra se apoya en mi espalda, manteniéndome aprisionada. Me gusta cuando se pone dominante, sentir sus músculos tensos, su respiración pesada.

Cada una de sus estocadas es más profunda que la anterior, sus jadeos son música para mis oídos, el sonido de nuestros cuerpos chocando y mis gemidos inundan la habitación. Siento el fuego avasallador crecer en mi interior, el remolino de placer a punto de explotar y consumirme por completo.

—Tom —gimo cuando estoy a punto de dejarme llevar por el orgasmo.

Arqueo mi espalda, Tom suelta mi espalda y se apoya en el mesón, sus movimientos más torpes, más rápidos, su respiración agitada y entrecortada. Antes de escucharlo gemir, sé que ha terminado también: sus músculos se tensan, el sudor de su frente cae sobre mi espalda, y luego, gime.

Cae sobre mi espalda, rendido, agotado. El frio del mesón nos sienta bien, siento su corazón en mi espalda latir desbocado, como el mío.

—Muy buen postre —comento con voz entrecortada. Ríe por lo bajo.

—Estaba delicioso —replica.

***

Mini spoiler del próximo cap: Hazza a quebrarse un dedo. ¿Por qué? Leeré sus teorías

Les leo, lectores insaciables <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top