I'm way too good at goodbyes

Sentada en el sillón de la sala de estar, mis exámenes esparcidos sobre la mesa de centro, observo a la nada, con un vaso de agua en mi mano, bebiendo poco a poco, esperando a que Tom llegue.

Lo que ocurrió después del incidente me parece borroso, al menos después de las noticias que me entregó Aidan. Un momento estaba en el box de urgencias, y al siguiente, en el coche con Emery trayéndome a casa. Y ahora, esperando, con la luz tenue de la tarde oscureciéndose cada vez más.

La puerta se abre y Tom entra ataviado con unos trípodes, una cámara y su maleta.

—______ —me llama. Con el pie cierra la puerta. Deja las cosas en la entrada sin preocuparse y se acerca rápidamente a la sala de estar, donde estoy. Suspira aliviado al verme—. Vine tan pronto como pude, tome el primer vuelo, lo siento. ¿Cómo te sientes? Aidan dijo que te golpeaste en tu hombro izquierdo.

Se acerca y me abraza. Pero yo me siento paralizada ahora, por miedo a contarle, por la bomba que se nos viene encima. Besa mi coronilla y luego coge mi rostro entre sus manos y me da un corto beso. Acaricia mis mejillas y me observa preocupado.

—¿Estás en shock? ¿Qué ocurre? ¿Cómo estás? —Dispara preguntas como una metralleta. Y yo ya no tengo tacto, ni mucho menos paciencia. Lo observo sin saber que esperar.

—Estoy embarazada —suelto. Y de pronto todo se hace real.

El rostro de Tom pasa por expresiones que me parecen indescifrables, aunque logro reconocer la sorpresa y el miedo. No sé cuánto tiempo pasa. No emite palabra, y yo tampoco. En mi interior, un remolino de voces y emociones se confluyen sin poder dejarme pensar una sola cosa, me siento como adormecida, ni siquiera soy capaz de sentir nada al respecto.

—Eso... —susurra, lo miro atenta, realmente no sé que esperar de él, no sé ni que sentir yo—. Eso es... increíble.

Sonríe y me abraza. Frunzo el ceño, sin corresponderle su abrazo. Ríe y se aparta, vuelve a darme un beso y aparta unos mechones de mi frente.

—Va a llevarse muy bien con los mellizos, hay poca diferencia de edad —bromea. Arrugo el entrecejo aún más.

—¿Qué?

—¿Cuántas semanas tienes? ¿Ya programaste la ecografía?

—Tom...

—Espera a que le digamos a los demás, van a estar muy felices —continúa, entusiasmado.

—Tom, para.

—¿Qué ocurre? ¿No te sientes bien? —pregunta preocupado.

—No, no me siento para anda bien. Te acabo de decir que estoy embarazada —replico. Sonríe.

—Y eso es maravilloso, después de todo lo que hemos pasado...

—Exacto, después de todo lo que hemos pasado, no estoy segura de que esto sea para alegrarse —le interrumpo. Tom frunce el ceño.

—¿Qué quieres decir?

—Que no esperaba esto, ni mucho menos tener esta conversación. Tom, después de todo... yo no sé si quiera tener otro hijo. —Y así suelto la mayor bomba.

Lo observo. De a poco se aleja de mí y se queda sentado a mi lado, procesando todo, procesando mis palabras.

—¿Y no creíste prudente decirme esto antes? —pregunta en voz baja, siento como está conteniendo su molestia.

—No creía que debíamos hablarlo ahora, pero obviamente pretendía conversarlo contigo. Tom, esto puede...

—Salir mal, si, lo has dicho siempre. Porque parece que todo tiene que ser una tragedia ¿no? ni por un segundo puedes pensar positivo, simplemente asumes lo peor —escupe molesto. Y entonces yo exploto.

—¿Es que no lo entiendes? ¡Ya pasó lo peor! ¡Ya vivimos lo peor! —grito exasperada. Me levanto de golpe y él me observa—. Perdí a mi padre, a mi mejor amigo, y cuando creí y tuve fe, perdí a mi hijo, ¡A nuestro hijo! Me he convertido en una persona demasiado buena en decir adiós, y que es escéptica para la felicidad. He perdido y perdido, Tom. Y lo de Martin estuvo a punto de destrozarme. ¿Es que no lo entiendes? Estoy rota. Y he intentado recuperarme, recobrar lo poco que queda de mí, pegando cada pedazo. Pero no puedo volver a ello, no puedo volver a romperme, porque no sé cómo podría volver a ponerme de pie. No puedo. Apenas estoy sosteniéndome, y cada día que vivo, cada día que yo respiro es un recuerdo de que nuestro hijo no lo hace, ni tampoco mi padre ni Tintin. Así que no, no estoy feliz por esto, porque no puedo volver a pasar por lo mismo, no puedo perder a más gente, y menos aún a otro hijo.

Tom se levanta y me toma de las manos.

—No tiene por qué ser así, podemos estar preparados, ver que no vaya a ocurrir de nuevo, hacer exámenes.

—¡Los hicimos! Y aun así las cosas salieron mal.

—No tiene por qué ser así ahora, _______...

Me alejo y suelto sus manos, negando con la cabeza.

—No puedo, Tom. No puedo. Y el hecho de que no logres entender mis razones, entenderme a mí... no creo que te des cuenta de lo frágil que soy —limpio las lágrimas de mis mejillas.

—Sí que lo entiendo, ______, pero podemos hacer algo al respecto, estoy seguro —suplica. Niego con la cabeza.

—No. No puedo con esto. Estoy... no puedo.

Y antes de que pueda decir algo más, me marcho. Cojo las llaves del coche y mi cartera y cierro tras de mí la puerta. Y mientras conduzco por la calle en dirección a quien sabe dónde, estallo en llanto. Porque estoy rota, por más que intente no estarlo, por más que pase el tiempo. No hay vuelta atrás.

***

... me esconderé en el bunker

Les leo, lectores insaciables <3

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