El maestro de la estupidez

Harrison

Dejo la botella de cerveza sobre la barra y miro al bartender. No sé qué tan miserable me vea, pero es lo suficiente para que, sin decir una sola palabra, me quite la botella vacía y me sirva otra.

Mi teléfono vuelve a vibrar. Agh. Quiero apagarlo, pero mi agente ha dicho que me va a llamar en cualquier momento. Me inclino sobre la barra y veo el identificador: Sara.

Tomo un sorbo de cerveza. No quería escucharla. No quería escuchar a nadie. Y parte de ello no era porque estaba herido (que así era). Sino porque me sentía culpable de esto. Dije que estaría más presente, y no lo hice. Todo estaba muy tenso, me sentía irritable. No me gustaba estar lejos de Sara, y ahora, después de haberla cagado por enésima vez, podía ver que tal vez lo nuestro no iba a funcionar después de todo.

—Hola —escucho a mi lado. Levanto la cabeza. Una chica de cabello rizado castaño claro y labios pintados de rojo me observa, ladeando la cabeza. Su rostro me parece conocido.

—Hola —saludo borde. No estaba de ánimos para nada. La chica se sienta junto a mí, la quedo mirando.

—¿No te acuerdas de mí, verdad? —pregunta. Arqueo una ceja. Entonces si la conocía, pero ¿de dónde?—. Soy Adriana, la editora de ________.

Claro que la recuerdo. A ella y sus insinuaciones. Le tiendo la mano.

—Lo recuerdo, perdón. Soy algo distraído, ¿Cómo estás? —digo, intentando arreglar mi falta de educación. Estrecha mi mano.

—Mejor que tú, definitivamente —responde con sinceridad. Auch—. ¿Por qué tan solo?

—Quiero estar solo —replico, vuelvo a beber un sorbo de cerveza. Se acerca un poco más.

—¿Y eso? —pregunta. La miro. Por supuesto que ha visto las noticias, simplemente quiere que diga algo. ¿Para qué? Quien sabe, no me interesa. Vuelvo la cabeza al frente y no le respondo—. Si yo fuera tu novia, jamás te dejaría solo.

Rio con amargura. Novia. ¿Tengo novia siquiera aún? Tal vez Sara se había hartado de mí. Pero ¿Cómo coño no habla antes? la sangre me hierve. ¿Cómo pudo engañarme? Miro a Adriana. Tengo rabia. Estoy ebrio y tengo rabia.

Sacudo la cabeza y miro al frente. No debo actuar cuando lo que me domina son las emociones y el alcohol.

—Vamos, te invito a un tequila —ofrece Adriana. Vuelvo a mirarla.

—¿Por qué? —pregunto. Se encoge de hombros.

—Porque si vas a ser miserable, que sea con ganas —sonríe ella. Suelto un bufido.

—¿Hace cuando te dedicas a editar? —pregunto. Nos sirven el primer shot y lo bebemos rápidamente.

—Trabajo en la editorial hace un par de años. Antes trabaja como diseñadora —responde—. Otra —le pide al bartender.

—Se supone que yo soy el miserable, ¿Por qué bebes tú? —Ella ríe.

—¿Tengo que inventar una excusa? —pregunta, con una sonrisa coqueta. No puedo evitar sonreírle.

Continuamos bebiendo. Adriana me comenta que ella era fanática de Tom y de mí, que no puede creer que ahora sea quien edite los libros de ________ y nos haya conocido. No sé cuántos shots más tomamos. Nos reímos sin sentido. De pronto mi teléfono suena. Miro y es ________. Contesto sin pensarlo.

—Demonio infernal, ¿Qué tal? —pregunto, arrastrando las palabras.

—Hazza... ¿estás ebrio? —pregunta. Un eructo sale de mi boca.

—No —niego, Adriana ríe a carcajadas.

—Hazza...

—Tengo derecho a beber —sentencio. Escucho que dice algo pero no la entiendo.

—Hazza, ¿Dónde estás? —pregunta.

—En... —miro el cartel del bar, pero las letras se ven borrosas—, ¿dice bar meditar?

—Bar mediterráneo —me grita Adriana.

—¿Adriana? —pregunta ________.

—Mira, estoy ocupado ahora, ¿por qué no hablamos otro día? Adiós —le digo, y cuelgo.

Miro a Adriana, que se balancea en su asiento.

—Vamos a bailar —le digo, tendiéndole la mano.

—Probablemente vomite pero bueno —accede ella.

Nos vamos cerca de uno de los parlantes e intentamos bailar. No lo sé, veo todo borroso, y la música me tiene algo tonto. Adriana me toma las manos y me hace girar. Se ríe ante mi torpeza. Comenzamos a saltar dando vueltas.

Volvemos a nuestros asientos. Mi estómago está revuelto, creo que vomitaré. Adriana toma mi rostro, le sonrío. Antes de que pueda entender algo, se inclina y me besa. Abro los ojos sorprendido, sin entender nada.

—¡¿Harrison?! —escucho de pronto. Volteamos. ________ está boquiabierta y echando humo. Me enderezo y doy un paso hacia ella.

—Hola demonio —saludo. Y vomito.

***

Ay dios, este Harrison...

Les leo, lectores insaciables <3

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