Harrison

Apenas abro la puerta, escucho los pasos acelerados de cierta persona. Stiles y Monty apenas se levantan cuando llego, se miran y gruñen.

Sara aparece y se lanza a mis brazos, obligándome a dejar caer mi bolso al suelo. La giro, ella hunde su rostro en mi cuello. Parece un koala aferrada a mí. Levanta la cabeza y me besa. Dios, como extrañaba verla. Tiene un moño alto sosteniendo su cabello rizado.

Se separa sonriente, le sonrío de vuelta. Adoraba ver sus ojos verdes achinados por tanto sonreír.

—Te extrañé —susurra. Le doy un beso en la punta de la nariz.

—Yo también.

La deposito en el suelo, me ayuda a entrar mi maleta hasta nuestra habitación. Sobre la cama hay un desastre de papeles, revistas, fotografías de torta, hojas con diseños de vestido, envoltorios de dulces y trozos de tela blanca.

—Wow. —Es lo único que soy capaz de decir. Sara mira el desastre que tiene y suspira.

—Planear una boda es más difícil de lo que parece —comenta, acercándose a los papeles, comienza a ordenarlos—. Sobre todo cuando será en un par de meses.

La miro, haciendo una mueca. Frunzo el ceño y miro la pared, llena de fotos de nosotros haciendo el tonto. Sara me mira de reojo y nota que algo estoy ocultando.

—¿Qué pasa? —pregunta, arrugando el entrecejo. Suspiro, sabía que debía hacerlo, pero esperaba comer algo antes de soltar la noticia.

—Hay... un pequeño problema. Verás, mi agenda está bastante ocupada —digo. Ella asiente, hago una mueca—. La película "Oráculo" ha cambiado sus fechas, por lo que estaré aquí para tu cumpleaños.

—Eso es bueno ¿no? —pregunta ella. Suspiro.

—Sí, pero no puedo tomarme diciembre. Tendremos que posponer la boda —sentencio. Abre la boca sorprendida.

—¿Estás bromeando? —pregunta. Niego con la cabeza, sintiéndome tan culpable por hacerle esto.

—No, lo siento.

—Hazza, me he desvivido por esto y me avisas ahora, cuando quedan un par de meses. ¡Ya mandé las invitaciones! —se queja.

—Seguro la gente entenderá, Sara. Además, así tendremos más tiempo de planearla ¿no? —digo, intentando animarla. Pero sé que en el minuto que digo eso, estoy en problemas. Arquea las cejas, su expresión de molestia es clara.

—¿Planearla? ¿O que yo la planee? Porque me has dejado sola en todo el proceso —espeta. Suspiro.

—Lo sé, pero tú sabes que mi trabajo...

—Yo también trabajo, Hazza. Puede que no tenga que viajar al otro lado del mundo para ello, pero es muy demandante. Me la paso viendo niños. Y aun así, me hice el tiempo para ver esto —me interrumpe, apuntando a los papeles sobre la cama.

—Sara...

—No, nada de "Sara". Fuiste tú quien eligió aquella fecha, yo te dije que no tenía apuro. Elegiste la fecha y luego te marchaste, y no fuiste capaz de reparar en lo que planearla conlleva.

—Para eso tenemos a una organizadora —argumento. Ríe con sarcasmo.

—La organizadora no escoge de que puto color son las benditas servilletas, o la tipografía de las invitaciones, o si vamos a querer a John Legend cantando —dice molesta.

—¿Va a cantar John Legend en nuestra boda? —pregunto sorprendido. Sara gruñe.

—¡Es un decir! Dios, Hazza. ¿Lo ves? Estás tan despreocupado por la boda, dejándome toda la carga a mí, que ni siquiera sabes quién viene a cantar.

—Lo lamento ¿de acuerdo? Pero ambos sabíamos que iba a ser difícil organizar nuestra boda con nuestros trabajos —me defiendo.

—¿Es que no lo ves? Yo no digo que sea fácil, pero te marchaste y no has reparado en nada de esto. Ni siquiera eres capaz de responder cuando te pregunto algo de la boda. Mi trabajo es tan importante como el tuyo, y me hago el espacio para esto. No veo la reciprocidad contigo.

—¿Pero qué quieres que diga? ¡Si no sé cuál es la diferencia entre un amarillo pastel y un amarillo canario!

—¡Pues di eso que sea! —exclama molesta—. Ignoraste por completo todo. Al principio, al menos respondías un "elige tú". Pero después ya ni eso. Y la última vez que me fije, las invitaciones decían "están invitados a la boda de Harrison Osterfield y Sara Martin Ruiz".

—¿Por qué seguimos discutiendo? Ya te he dicho que la correremos, así tendremos más tiempo.

—¿Para que la planeemos juntos o para que la planee sola? —espeta.

—Sara, sabes que no me es fácil. Primero porque no entiendo nada de planificación, y segundo por el trabajo. Eso no significa que no me importe nuestra boda.

Sara niega los ojos con los ojos cerrados. Vuelve a mirarme, noto en ellos la decepción.

—Ese es el problema, Hazza. Que no siento que sea nuestra boda. Siento que es solo mía.

Auch. Sus palabras duelen. Se da media vuelta y sale de la habitación, dejándome solo. Resoplo. Ella tiene un punto. Se ha hecho el tiempo para ver estas cosas, siento que su trabajo es tanto o más demandante que el mío. ¿Por qué no he hecho lo mismo?

No es que no me interese nuestra boda, pero... no me interesa mucho la organización.

Y puede que a ella tampoco le guste.

Hice mal en asumir que a ella le agradaría aquello, que sabe de esas cosas. ¿Cómo va a saber? ¡No tiene como!

Que idiota he sido. Y ahora, ya la he cagado bastante como para arreglarlo con una simple disculpa.

Cuando termino de ordenar la ropa limpia y la ropa sucia, salgo de la habitación. Me acerco despacio, solo para notar que no está ni en la sala ni la cocina. Observo en el refrigerador una nota adhesiva. Me acerco a este y leo.

«He salido con Stiles, vuelvo en media hora»

Resoplo y veo a Monty, acostado en toda su extensión sobre la alfombra. Tengo hambre. Me acerco a un estante y saco un paquete de galletas. Veo el archivador en el mesón, lo cojo y me voy con él al sillón. Al abrirlo, me doy cuenta que es de nuestra boda.

Observo las preguntas y las opciones. Dios, solo es la primera página y ya me siento mareado, con ganas de lanzarlo al mar.

Miro la nota del refrigerador. Tal vez podría intentar compensar toda mi negligencia, o al menos parte de ella. Me levanto, cojo el paquete de notas adhesivas y un lápiz, vuelvo al sillón y comienzo a leer meticulosamente cada página. Iba a planear mi boda, o moriría en el intento.

***

Ay, Hazza, como la caga

Les leo, lectores insaciables <3