Clumsy

Zendaya

Yo y Timotheé, yo y Jacob, yo y Harry Styles...

Estoy harta de las noticias, de los chismes. ¿Por qué demonios no pueden meterse en sus vidas? ¿A quién demonios le importa con quien salgo o no?

Agh.

Ya estoy malhumorada. Todo por el estúpido mensaje que me ha enviado Hunter. Sé que lo hizo para hacerme reír, ya que una vez salía que ella y yo nos habíamos casado. Dios, hay que ver lo que se inventan.

Odio que hablen de mi vida amorosa como si fuese una de esas telenovelas que _________ me nombra, como "La Rosa" de algo.

La verdad es que mi vida amorosa esta en cifras negativas.

Sí, salí con Timotheé, pero duramos un suspiro. ¿Por qué? Porque lo cierto era que, aun me siento extraña. Es como que un día estoy bien, y de un momento a otro, recuerdo que él ya no está. Y me siento culpable por haberlo olvidado. En otros días, hay ciertos segundos al despertar en que olvido que está muerto, y pienso en que lo veré. Esos días, son los peores.

El dolor es inconstante, pero llega, y es abrumador. Mi terapeuta, porque sí, he decidido ver una, dice que es el curso normal. Pero no se siente normal. Han pasado tres años, ¿Cómo es que aún pienso en él?

Y entonces me pongo a pensar en si nosotros estamos destinados a tener solo un gran amor en nuestras vidas, y en como yo perdí al mío, mucho antes de su muerte. Por mi estupidez, por estar confundida con Jacob.

No quiero creer eso. Quiero pensar que el mundo es demasiado grande, que mi corazón es demasiado grande, que tengo mucho amor que dar y recibir. Pero aquella sensación no se va del todo. Porque lo que más pesa siempre es la culpa, el remordimiento. El "y si..."

Me coloco sobre el andamio, comienzan a ajustarme el arnés.

Quiero volver a sentirme yo. No es que no lo sea, lo soy, la mayor parte del tiempo. Pero cuando olvido que él no está, cuando incluso olvido quién fue él para mí, el remordimiento es demasiado grande.

No es tan fácil seguir adelante como uno cree. No es tan fácil olvidar las huellas que deja una persona en ti. A veces, mientras duermo, juro que pudo sentir sus brazos rodeándome. En mis sueños aparece, con aquella sexy sonrisa arrebatada, los rizos que su cabello rubio formaba con la humedad, sus ojos azules observándome con intensidad cuando no nos habíamos visto en mucho tiempo. Esos minutos son los más felices, e infelices. Porque siento que lo tengo en la punta de mis dedos, y luego desaparece, dejando un vacío.

Ni siquiera pude despedirme como corresponde. Ni siquiera pudieron hacer un funeral. Simplemente, entre todo el caos de la época, lo cremaron y ya. Aún recuerdo el ajetreo, las salas llenas, los doctores y personal de salud corriendo de un lado a otro. Los llantos desconsolados de familias que habían perdido a un ser querido. La sensación de sentirme en una película, y saber que nadie estaba actuando. Ni la gente a mí alrededor ni yo.

Hasta hoy es difícil para los sobrevivientes olvidar todo. Los muertos en los pasillos, las salas de emergencia llenas, el no saber quién era familiar de quien, el imposible contacto con familiares, la angustia... eso era lo más terrible, la angustia y la incertidumbre.

Y lo peor es que aun vivíamos las consecuencias. No solo por las secuelas de la enfermedad, sino por el caos generado. Las cuentas a pagar, las deudas que los países tenían, algunos cuerpos aun no reconocidos.

—Listo —me indica la asistente.

—Debes tirar de esta palanca cuando te muestre la bandera roja —me indica el otro asistente. Asiento.

—Entendido.

Bajan del andamio y me concentro en la toma que debo hacer. Mi personaje está escapando y decide lanzarse al agua desde un edificio en construcción. Claro, yo no tenía agua abajo, sino una cama de aire gigantesca, pero debía caer en el momento preciso. Normalmente usarían un doble, pero no me parece una escena tan difícil como para que yo no pueda hacerla.

El director indica acción, me meto en mi personaje. Corro, mirando hacia atrás, siguiendo las marcas en el piso. Es una secuencia continua y difícil, por lo que enfoco toda mi concentración.

Me acerco al borde. Me muestro indecisa, miro como he practicado múltiples veces, y me lanzo.

Cuando veo la bandera roja, tiro de la palanca. Pero no pasa nada. Frunzo el ceño, vuelvo a tirar. Nada. Comienzo a ver cómo me aproximo al otro andamio a una velocidad vertiginosa.

—¡Tira la palanca! —me gritan.

—¡No funciona! —replico, tironeando.

Observo como alguien sube rápidamente el andamio, quedándose en uno de los espacios abiertos. Tiro la palanca desesperada, pero no ocurre nada.

Voy a chocar, quedaré aplastada como un bicho contra el parabrisas de un auto. Subo mis manos, intentando proteger mi rostro. Y cuando creo que voy a estrellarme, unos brazos atrapan mi cintura y caigo sobre algo blando. O mejor dicho, alguien.

Me levanto, apoyándome en mis manos. Un chico joven, de mi edad, hace una mueca adolorido. Su piel es cremosa, tiene los ojos rasgados y el cabello negro corto.

Me levanto rápidamente. Los demás asistentes intentan atenderme, mientras que yo quiero saber si el chico que me salvo está bien.

—Dios, gracias. Pensé que moriría —comento, ayudándolo a sentarse. Los demás gritan caóticamente, intentando soltarme el arnés, revisando que fue lo que fallo. El chico se soba la nuca y me sonríe adolorido.

—No hay de que, señorita Coleman —dice.

—Zendaya. Si has salvado mi vida, creo que puedes llamarme por mi nombre —rio.

Se levanta del suelo, está un poco mareado. Llaman al doctor, nos hacen sentarnos en una banca del andamio. Todos corren, agitados.

—¡Aquí tengo hielo! —grita un chico menudo. Me levanto y lo cojo. Se lo coloco al desconocido que me ha salvado.

—Auch —susurra.

—Lo siento —me disculpo. Hace una mueca. Se queda sosteniéndose la bolsa de hielo.

—Gracias, en serio —le repito.

—No se preocupe. He tenido caídas peores. —Me rio nerviosa.

—Bueno, es una manera muy original de conocernos. ¿Cómo te llamas? —pregunto amable. El chico sonríe sin muchos animos.

—Connor —replica.

—Un gusto en conocerte, Connor. Desearía que fueran mejores circunstancias —digo nerviosa. Connor hace una mueca y suspira.

—Ya nos hemos presentado. Unas tres veces. He trabajado con usted en más de seis producciones —dice.

Mi sonrisa se desvanece. Abro la boca para decir algo, no sé qué, pero ¡algo! Sin embargo él se levanta y se quita la bolsa de hielo.

—Si me disculpa, iré con el doctor —sentencia, y se aleja.

Dios, soy lo peor. ¿Cómo no voy a recordar a alguien que ha estado allí todo el tiempo?

***

No se mal acostumbren, esto es solo porque he avanzado muchos caps jeje

Les leo, lectores insaciables <3

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