—Estúpida, tonta, hipócrita, charlatana, egocéntrica, depresiva, anoréxica de mierda, tírate por un puente, ah no, que no puedes, cobarde, cagada, enferma mental, no eres capaz de hacer nada sola, dependiente del resto, odiosa, haces que odias a todos y así te dejan, te lo mereces, tómate tus pastillas para dormir, tómalas, tómalas todas y muérete de una puta vez, parásito, que eres una parásito, a ver si dejas de malgastar el dinero de tus padres viviendo, consíguete un trabajo y gana algo, ah que tampoco puedes, porque eres una inútil, una que se hace la lista pero no vale ni medio céntimo, nada, que no vales nada, nadie te echará en falta, de hecho, les harás más felices a todos, vete, córtate las venas de una vez, acaba con esto, hazme caso que yo sé de esto, cada vez irá a peor y no vas a conseguir nada, nada de nada, tanto como lo que vales, hazme caso que te dolerá más luego, yo sólo intento ayudarte, basura, te ayudo a ver que no mereces estar aquí, y no te quejes, porque serás tachada de emo, que eso es lo que eres, que sólo lo haces para llamar la atención, ¿quieres que vean que no? pues muérete, es lo que mereces por tu inutilidad.— Y se calló, mirándose al espejo.