6. Mi hijo


Ahí iba la enfermera, una joven de escasos veinte años cargando entre sus flacuchos brazos un bulto de apenas dos kilos y medio.
Para ella ese pequeñín era fascinante. Era la primera vez que traía a un bebé al mundo, y no podía evitar sentirse emocionada con la idea de cargarlo.
Vio al padre del bebé, un enfermero le extendió un vaso con agua y le preguntó si todo estaba en orden. El muchacho asintió con su cabeza, su tono de piel era amarillento, ella pensó que quizás el susto si le había pegado fuerte.
Por otro lado Jeff se bebió el agua de un sólo trago, sentía la campanilla pegada a su garganta seca. Y sus manos no podían dejar de sudar. Él estaba muy nervioso, nervioso y feliz. Al fin había llegado esa personita que había esperado con ansias. Jeff estaba feliz, después de tantos años hundido en la oscuridad se había olvidado por completo del sentimiento satisfactorio que esta dejaba a su paso. Al fin se sentía vivo de nuevo, y eso, por difícil que le costará aceptarlo, le agradaba.
Levantó la mirada, vio a una enfermera de cuerpo esbelto caminar hacia él. En verdad ella le importaba muy poco, es más, ni siquiera le interesaba ella, le interesaba lo que venía con ella.
Se levantó del asiento donde un enfermero le había obligado a sentarse a causa del mareo. Pegó un brinco y estiro el cuello ansioso, quería verlo, quería contemplarlo.... Quería tenerlo entre sus brazos.
¿Acaso era normal? ¿Era normal desear agarrarlo? No lo sabía, y la pregunta lo atormentaba. Entonces retrocedió un poco. ¿Y sí lo tiraba? ¿Y si lo abrazaba tan fuerte que le tronaría los huesos? Esperen... ¿Los bebés tenían huesos? ¡Oh dios! ¡Jeff estaba lleno de dudas y miedos absurdos! De un segundo a otro se había puesto paranoico.
La enfermera llego hasta él. Le sonrió.
—Muchas felicidades, Señor —dijo con una voz dulce, pero Jeff no presto atención es eso. El muchacho estaba nervioso, miraba hacia la pequeña brazada con terror, como si dentro estuviese un demonio o algo por el estilo.
—Debe cargarlo, usted es su única familia —la muchacha menciono con melancolía, recordando el momento exacto en el que la madre del bebé había muerto. Eso era una pena—. Tómelo —acercó con cuidado al bebé al pecho de Jeff. Este trago saliva y se puso alerta, tenía mucho miedo.
Ella se acercó cuidadosa a él, y sus brazos se estiraron entregándole algo que le pertenecía.
Esa fue la primera vez que Jeff lo agarro. Sus inexpertos brazos lo rodearon de una forma tierna, cuidadosa y posesiva. Lo apego a su cuerpo. Su corazón se contrajo al sentir aquel calor aferrandose a su pecho. Sus pelos se pusieron de punta cuando lo escucho gemir en voz baja. Estaba apunto de tirarlo al suelo y huir, pero la enfermera se apresuro a quitarle la sábana de la cara.
Esa también fue la primera vez que Jeff lo vio de cerca. Parecía un anciano miniatura. Inclusive creyó que ese bebé estaba defectuoso, ¡todo era tan pequeño! ¡Eso no era normal! Pero su corazón se contrajo con ternura.
Su mente lo traiciono al pensar que eso era lo más hermoso que sus ojos pudieron observar. De un segundo a otro estaba fascinado con él.
Y en muchos años, por primera vez sintió que tenía que protegerlo de todo aquel que quisiera hacerle daño. Después de todo ese bebé era...
—Mi hijo —susurro—, mi bebé —musito acariciando su mejilla con su gigante dedo pulgar.

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