3. Mundo bebé
Los meses pasaban rápido, y muy pronto el pequeño asesino llegaría. Sí, Jack le había puesto ese apodo, era gracioso pensar en un bebé con un mini cuchillo y una sudadera similar a la de su padre. Si ese bebé viviría con ellos, sin duda aprendería el significado de asesinar. O eso pensaba Jack.
Por otra parte Jeff contaba los días, inclusive había colgado un calendario cerca de la estufa para contar con precisión los días que faltaban. Y ahí, por increíble que pareciera, el día 23 de junio permanecía encerrado en un círculo rojo y llamativo. Ese día estaba planeado el parto de Debie, o al menos eso le había dicho la chica a Jeff. Y para ese día sólo faltaban dos semanas. Era pronto, muy pronto. Y sin duda el pelinegro tenía que aprender a asimilarlo pronto.
Esa tarde Jack y Jeff estaban afuera de la cabaña, sentados sobre un tronco que usaban como asiento. Jack planeaba tener una charla con su amigo, una charla que tarde o temprano tenían que tener. El castaño también estaba nervioso, sólo faltaban dos semanas y se había dado cuenta de muchas cosas. Por ejemplo, ¿dónde dormiría el bebé? ¿Cómo lo alimentarían? ¿Cómo iban a aprender en dos semanas algo que naturalmente se les daba a las mujeres? Eran muchas cosas, y tenía que hablarlas de una vez, pues carecían de tiempo.
—Jeff... Tenemos que hablar de algo.
—¿Mm? —el pelinegro hizo un sonido con la garganta, pidiendo a Jack se siguiese con su plática.
—Jeff, cuando el crío llegue, es decir, cuando lo traigamos acá... ¿Cómo va a sobrevivir? —su voz era temerosa—. Un bebé necesita cuidados, necesita leche, pañales y otro puñetero de cosas más. No tenemos nada, no tenemos ni siquiera una cama, ni mantas, ni nada.
Jeff se quedo en silencio. ¡Demonios! ¿Cómo lo había olvidado? ¿Cómo había sido capaz de olvidarlo? Su amigo tenía razón, no tenían nada. Y tampoco tenía ni la más remota idea de lo que un bebé pudiese necesitar. ¿Y si se enfermaba? Oh dios... Si eso ocurriese entonces... Joder. Esto era difícil. Jeff estaba muy confundido y nervioso, sólo tenía dos semanas para la llegada del bebé, y dos semanas no eran nada. Necesitaba muchas cosas, tanto materiales como de conocimiento. Y por ahora no disponía de efectivo.
—Leí que necesitaban una cuna
—Jack comento— pero no tenemos nada de eso.
—No tengo dinero, yo... —bufo—
¡Demonios! No sé como conseguir todas esas cosas.
—Tengo efectivo, te lo daré. Pero eso será todo, tú te encargarás de comprar las cosas necesarias
—dijo Jack, lo que dejo sorprendido a su compañero.
Jeff quería agradecer pero la sorpresa lo había dejado mudo, al fin el castaño accedía a esta idea del bebé. Sin embargo ahora venía lo difícil: las compras.
Así mismo a la mañana siguiente Jeff se veía diferente. Nada de piel blanca y sonrisa grande, ahora era como cualquier otra persona normal. Estaba en lo que otras personas llaman su forma ilusión.
Se había visto obligado a verse así, pronto llegaría el bebé y tenía que tener todo listo. Salió de la cabaña con una suma de dinero, eran al menos unos tres mil dólares con lo que contaba, y todo gracias a su amigo. En la carretera tomo un taxi y le pidió que lo llevara a Walmart, ahí compraría lo que fuera a necesitar para su... Bueno, para el bebé.
En el camino Jeff se perdió en su propio mundo, estaba otra vez nervioso, ¿que se supone que compraría? No tenía ni la más remota idea, pero se relajó cuando recordó que ahí podrían ayudarlo ¿verdad?
Una vez que llegaron, pago y bajo del taxi. Entro a la tienda y camino durante unos buenos minutos hasta que dio con los pasillos de bebé. Se frenó en seco y miro horrorizado todas esas cosas, Jeff pensó que era como el mundo bebé, pues había de todo, ropa pequeña, juguetes y cunas. No sabía que un ser tan chiquito pudiese necesitar tanto. Tomo aire y dio un paso, no estaba seguro de lo que debía tomar primero. Si pudiera verse habría asegurado estar pálido y a punto de desmayarse, pero no fue así, pues una señora de cabello corto se acercó amablemente. Entonces Jeff pudo sentirse mejor.
—¿Padre primerizo? —preguntó la mujer. Jeff hizo un sonido extraño con la garganta, pero a esto la mujer sonrió con ternura—. Dime hijo, ¿en cuanto tiempo llega?
—Do-dos semanas —Jeff respondió.
—Oh, eso es pronto. Y bueno, ¿buscas algo en especial?
—Verá..., necesito lo más básico, lo principal para cuando nazca.
—¿Aún no tienen nada? —Jeff negó. La mujer palmeo la espalda del pelinegro y sonrió para tranquilizarlo—. Bien, vamos, hay mucho por escoger.
Así mismo Jeff paso unas buenas horas ahí dentro, y no se marcho hasta que tenía todo lo necesario, aunque claro, se fue con la cartera casi vacía. Sin embargo el chico al fin pudo sentirse más tranquilo.
En el camino a casa hizo una lista mental de todo lo que había comprado: diez latas de fórmula para bebés de 0-6 meses, cuatro biberones gordos, un par de chupetes, ocho pantalones de tela, cinco playeritas (de colores azul, verde y amarillo), once pares de calcetines, tres gorritos, quince bolsas de pampers para recién nacido, una pequeña bomba saca mocos, tres servilleteros (que servían para que el pecho del bebé no se llenara de leche), cuatro mantas con figuras de animalitos, un bolso para cargar sus cosas, toallitas húmedas, talco, crema, una bañera, un calentador de agua, un porta-bebé, tres cobijas, un par de guantes, una toalla amarilla de pato para la hora del baño y tres pijamas, una de ellas era de oso. Y sin darse cuenta, Jeff se veía bastante ilusionado con todas esas cosas que había comprado. Sí, eran muchas y no sabía como las arrastraría a casa, pero por ahora eso era lo de menos.
Ahora su mente se ocupaba en algo, en ese 23 de junio que permanecía encerrado en el calendario de su hogar.
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