2. En las buenas y en las malas.


Cuando Jack llego se encontró a Jeff vagando por el lugar, moviéndose desesperadamente entre la mesa y el sofá. Jack sabía que su amigo tenía problemas, se había enterado del bebé que tendría, y aunque le sorprendió, decidió no ponerse paranoico. Eso pondría peor a su amigo.
Lo miro bien: tenía el cabello revuelto, manchas de sangre en la sudadera blanca y los tenis sucios y en un —ya— muy mal estado. Suspiro. Esto ya se estaba saliendo de control.
—Ya no puedes seguir así, Jeff
—Jack dijo con su mirada aún puesta en su amigo.
El pelinegro se estremeció, estaba tan sumido en sus propios pensamientos que no se había dado cuenta de la presencia de Jack, claro, hasta que este hablo.

—¿De que hablas? —preguntó con una fingida voz de «estoy bien, no te preocupes».
El castaño le lanzo una bolsa de plástico, dentro había unas bolsas de papas fritas y una lata de refresco. Sabía que Jeff no había comido esta tarde... justo como muchas otras veces.
—Así —repitió Jack—, desesperado, a tal punto de volverte más loco de lo que ya estas.

—Estoy bien, n-no pasa nada.

Pero su compañero no se escuchaba convincente, «nada» pensó Jack. Era triste verlo así, desde hace unos meses las cosas para Jeff habrían cambiado, y para el castaño era difícil ver como su compañero casi se arrancaba los pelos del estrés. Él debía terminar con esto.

—Ese bebé. Es ese puñetero bebé
—Jack hablo con frialdad. El pelinegro (quién ahora ya estaba sentado en el sofá mientras comía de las bolsas de papas) levantó la mirada para verlo con una expresión vacilante, su amigo se veía enojado, tenía los puños a sus costados y su máscara azul estaba descansando sobre su cabeza—. Es eso Jeff, te estas preocupando por él ¿cierto?

Jeff lo miro con una ceja en alto.

—Bueno... —trago saliva—, no es fác-fácil —tartamudeo apenado.
Jack negó con la cabeza.

—No. Tú no debes seguir así, te vez patético, es sólo un niño. ¡Un maldito crío, Woods! —grito—. Sólo imaginálo, imagina a un estúpido bebé contigo, ¡por favor! —se burlo con sacasmo— muy apenas y te cuidas a ti, ¿y realmente crees que podrás con una carga como esa?

—¡Debie morirá! —Jeff se levantó y se puso a la defensiva. Sí, sin duda ya todo estaba cambiando.

—¿¡Y eso qué?! Sabes... —sonrió con malicia—. Puedes matarla ahora, puedes matarla a ella y el bebé morirá. Morirán juntos. No habrá Debie y por lo tanto no habrá bebé —su voz sonaba psicópata, como desesperada por matar. Malévola.
Jeff negó, se estaba asustando por primera vez. No iba a matarla, no lo haría.

—Es mi hijo, Jack —dijo en una voz triste—. Y un padre no mata a su hijo.

El castaño ahora estaba confundido. No entendía por qué había dicho todas esas cosas malas, quizás había comenzado a sentirse presionado, o lo más seguro es que la lástima que sentía por su amigo lo llevo a decir tales cosas. Pero en cierta parte había tenido razón, Jeff no sabía cuidarse a sí mismo, un bebé era una responsabilidad. Y ninguno de los dos sabía como afrontarla. Tomo un poco de aire, y la vergüenza lo llevo a mirar a otro lado, otra cosa que no fuese la mirada llena de confusión del pelinegro. Maldición, se sentía muy mal. Pero no podía permitir la llegada de ese bebé a sus vidas, no podía permitirlo. Entonces Jack regreso su mirada a Jeff, tomo aire y preparo su mente para lo que diría.

—Mírate —dijo Jack, y el tono de su voz sonaba más allá de la tristeza. Sonaba a dolor—. Los mismos pantalones todos los días durante semanas. Manchas de orina en los calzoncillos. Necesitas un jodido corte de pelo... Y en el peor de los casos sólo permaneces ahí, pensando y quebrándote la cabeza por un niño que solamente viene a dificultarnos las cosas. ¿Es que enserio no lo entiendes? ¿No entiendes que los asesinos no estamos hechos para tener hijos?

—No lo entiendes Jack, he matado tanta gente, pero en ocasiones hasta el más mísero asesino tiene corazon para no terminar con algo que, por más difícil que sea, le importa —Jeff susurro—. No puedo matar algo que yo mismo he creado, Jack. Simplemente no puedo...

Y fue entonces cuando el castaño comprendió algo. Su amigo se había encariñado con algo que aún ni siquiera tenía en sus brazos, por primera vez en años se había ilusionado con algo. Y ese algo era su hijo. Jeff había tenido mucha razón en algo: No puedes matar algo que tu mismo haz creado. Es imposible, y ahora tenía que asimilarlo.
Su amigo tendría un bebé, y ahora Jack tenía que acostumbrarse a ello. Ya no sólo serían sólo ellos dos, pues próximamente un nuevo ser llegaría a sus vidas.
Jeff tendría un hijo... Y Jack lo apoyaría con ello. Claro que lo haría, eso hacen los amigos.

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