14. D R E A M S
— ¡Jeff! ¡Mírame! ¡Mirame! ¡Ya puedo andar en bicicleta! —el pequeño de cabellos rubios presumía su logró con una sonrisa en su rostro.— ¡Jeff, hermano! ¡Mírame! ¡Lo he logrado!
— ¿Qué? ¡Eso es trampa! —reclamó el mayor de los hermanos.
— ¡Claro que no! ¡Yo he aprendido a andar en bicicleta!
— ¡Pero estas usando llantitas, así no vale, Liu!
El pequeño rubio de pronto había dejado de avanzar. Sus mejillas se habían inflado y se encontraba cruzado de brazos.
— ¡Si vale así! —reclamo totalmente enojado, mientras que su hermano mayor sólo negaba con la cabeza.
—Claro que no, eso no vale. En cambio yo —sonrió triunfante— si sé andar en bicicleta. —alzó sus cejas—. Y sin llantitas.
— ¿¡Qué!? ¡Claro que no! ¡Estas mintiendo, Jeff!
—Claro que no, yo no digo mentiras. Sólo mírame —presumió el mayor, mientras se montaba en su bicicleta sin llantitas y comenzaba a pedalear.
— ¡Eso no es justo, seguro y papá te enseño! ¡Es un fraude! ¡Te demandare con mamá! ¡Eres un hermano muy mal--! ¡JEFF! ¿¡Estas bien?!
El pequeño corrió hacia su hermano mayor, quién yacía llorando en el suelo.
En su rodilla izquierda había un gran raspón cubierto de sangre.
— ¡Jeff! ¿¡Estas bien!? ¿¡Te duele mucho!? ¡Hermanito, por favor respóndeme!
—Estoy b-bien... —balbuceó el mayor de los hermanos.— Estoy bi-bien... —limpió sus lágrimas mientras un par de hipidos salían de sus labios.
El pequeño rubio hizo un mohín con sus labios, antes de ponerse a llorar...
•••
Eran las tres, o tal vez las cuatro de la mañana.
Noah había despertado más exaltado que el resto de los días. Su pecho se movía con rapidez y lloraba como si fuese el fin del mundo.
—Vamos, por favor deja de llorar —pidió su padre al borde del sueño, quién ya lo mantenía en sus brazos y lo mecía de un lado a otro.— ¿Acaso tuviste un mal sueño? Si es así por favor no te preocupes, no pasara nada malo mientras yo este aquí.
Pero pareciera que el bebé siquiera pudiese escucharlo, puesto que su llanto se había hecho un poco más fuerte que antes.
—Noah, por favor... —suplico—. Sólo vuelve a dormir, yo cuidaré de ti. —suspiro.— En verdad no puedo saber qué es lo que te ocurre. Rechazas el biberón y tu pañal está limpio, en verdad sigo sin saber lo que ocurre.
Pero nada parecía funcionar. El pequeño siguió emitiendo pequeños sollozos desde sus labios, mientras movía desesperadamente las manos y arrugaba la nariz.
— ¿Te he dicho que tienes la nariz como mi hermano?
Y entonces Jeff sintió su pecho contraerse. La sola mención de Liu le hizo sorprenderse a sí mismo, ya que el comentario salió por si sólo de sus labios. Pero sobre todo fue el sentimiento encontrado que sintió al hablar de él, y referirse como hermano a aquella persona que tanto odio le tenía.
Pero no mentía. El pequeño en verdad tenía la misma nariz de su hermano; era tan pequeña y frágil, que al llorar se ponía tan roja como una cereza.
Instintivamente llevo un dedo a la pequeña nariz y agrego:
—Es igual a la de él —sonrió.— Es pequeña, como del tamaño de un cacahuate. Pero se convierte en una cereza diminuta cuando te pones a llorar.
Para ese entonces el llanto de Noah cada vez iba disminuyendo.
— ¡Y esos ojos! ¡Grandes y brillosos como los de ella! —luego, en una voz baja y lastimera agrego:— Como los de mi madre. Pareciera que a través de ellos se puede ver la esperanza y el amor, como si todo el dolor del mundo fuese a desaparecer con sólo una mirada.¡Y mira ese cabello! Creo que fue herencia de tu madre. Ella tenía un lindo cabello color miel.
Ahora el pequeño miraba a su padre. Sus grandes ojos no se perdían de vista ningún detalle. Su padre estaba frente a él, y hablaba de un montón de cosas.
—Eres muy similar a ellos. —pausó—. A todos ellos. A mamá y a papá. Te pareces a tu madre. Te pareces a él... A Liu...
Una segunda voz hablo.
—Su tío, Jeff.
Era Jack, quién había escuchado todo si hacer ningún comentario, hasta ahora.
—Creí que estarías dormido...
—Nop. Ese maldito sillón es una basura —se quejó mientras masajeaba con cuidado su dolorido cuello.
—Lo es. Lamento que no haya otro lugar, en verdad...
—Da igual, después de todo no vengó a quejarme de mi basura, sólo vine porque escuche lo que hablabas con el mocoso.
— ¿Lo escuchaste todo?
Jack asintió.
—Así que... Ahora crees que se parece a su tío, ¿no?
Jeff trago saliva.
—No... No me gusta como suena eso.
— ¿Qué cosa? ¿El que se parece a él?
—No. Sino en la manera en como te refieres a él. No me gusta que le nombres como tío.
—Jeff, sabes que lo es. No puedes evitarlo.
—Si puedo.
— ¿Qué? Claro, como puedes separar o cambiar el ADN del niño, ¿verdad?
—No puedo hacer eso, pero si puedo evitar que le llamemos así.
—Es su tío. Liu es tu hermano y--
—Liu no es mi hermano —dijo con cierto rencor.
—Lo es. Aún con sus problemas, aún así es tu hermano. Y es tío de ese niño. Y no puedes cambiarlo puesto que el mocoso es casi identifico a Liu.
—¡Noah no es idéntico a él!
Jack rodó los ojos.
—Ahorita has dicho de su nariz...
— ¡Pues me equivoque! ¡Su nariz es igual a la mía!
—Claro que no.
—Claro que si.
Hubo un ligero silencio entre ambos.
Hasta qué la débil voz del pelinegro fue lo único que se escucho.
— ¿Qué pasara cuando se entere, Jack?
El castaño se quedo en silencio.
¿Qué pasaría? Es decir, ¿cómo lo tomaría? ¿Bien o mal?
No lo sabía. Y por más que lo intentara jamás lograría obtener una respuesta. Pero lo cierto es que no esperaba la mejor reacción, tampoco esperaba que Liu se convirtiera en el tío ideal para Noah de la noche a la mañana. Los hermanos tenían problemas, unos muy fuertes, así que tal vez Noah no sería más que un punto de venganza para Liu. Pero no lo diría. Tal vez lo único que Jeff necesitaba era que alguien le dijera que todo estaría bien. Que no habría problemas ni peligro.
Así que Jack suspiro y le brindo una delicada sonrisa de lado.
—Saldremos adelante. Al final es lo que importa, ¿no?
—Sí... Es lo que importa...
Pero en el fondo el pelinegro sentía que nada sería así.
Y todo se convertiría en un millón de problemas.
•••
— ¿Jeff? —murmuro el pequeño rubio, quién permanecía acostado sobre el pecho de su hermano mayor.
— ¿Mmh? —respondió el mayor, mientras acariciaba los suaves cabellos de su hermanito con la yema de sus dedos.
El pequeño cerró sus ojos y suspiro, luego, en una voz baja preguntó:
— ¿Prometes que siempre seré el pequeño de tus ojos?
Sin pensarlo, el mayor asintió:
—Siempre serás el único niño de mi vida, Liu.
— ¿Eso significa que nunca tendrás hijos, verdad?
—Nunca. Lo prometo.
— ¿Sólo nosotros dos, verdad hermano?
—Sólo nosotros dos.
Hubo un ligero silencio entre ambos niños, quienes se negaban a dejar de abrazarse o estar juntos.
Hasta qué nuevamente el menor fue quién rompió el silencio.
—Te quiero, Jeff.
—Te quiero, Liu.
Y ambos continuaron abrazados, mientras mantenían una promesa en sus corazones.
•••
Lo bueno está por venir.
¡Gracias por todo!
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