Crossover [5/5]: Hogar dulce hogar

Al día siguiente, cuando Adora se levantó sintió que debía ser pasado el mediodía. Buscó a ciegas a Bodoque en la cama, pero el gato se había ido sin dejar rastro. Había dormido muy bien, casi igual de bien que cuando dormía con Carlos o en su propia cama en Mónaco, pero aceptaría la victoria por ahora. Luego de hacer su usual rutina decidió bajar en pijama, con cómo terminaron la fiesta anoche creía que nadie estaría en condiciones para reclamarle.

Efectivamente, cuando bajó las escaleras y entró en la cocina estaban los dos Carlos y Vic tomando café, todos en pijamas o en la misma ropa del día anterior.

—Buenos días, ¿cómo durmieron? —preguntó la venezolana sirviéndose una taza de café. No sabía cuál era su Carlos, pero sí que uno se veía peor que el otro.

—Bien —Está vez fueron los tres quienes respondieron al mismo tiempo, cada uno con la mirada perdida y sin dejar de tomar su café.

Nadie tenía ganas de hacer para desayunar, y esperaban que la casa se apiadara de ellos para que les diera un poco de comida.

—Revisaré por última vez si hay algo en el refrigerador fácil para cocinar —Carlos V se levantó y fue hasta la puerta.

Él estaba usando su traje de baño y una sudadera que le había robado a Victoria, siempre se robaba la misma.

—Hay waffles congelados y tocino, tómenlo o déjenlo.

—Yo haré el tocino —Victoria se levantó y fue hasta donde Carlos V estaba para arrebatarle la bolsa de la mano —Tú pon los waffles en el tostador saben muy buenos así.

Victoria fue hasta la estufa y sacó un sartén lo suficientemente grande para que la mayoría del tocino se hiciera. Ella se había cambiado y tenía un pantalón de pijama con sus ya conocidas playeras enormes.

—¿Tú qué tal dormiste? —Vic preguntó a la castaña una vez que se sentía de mejor humor —¿Pudiste llevar a este sin que hiciera berrinche?

—Yo bien, Bodoque me hizo compañía sorprendentemente —sonrió y cuando miró a Carlos él le estaba sonriendo también —Y sobre el berrinche, pues sí, aunque pesaba un montón, casi me desplomo a medio camino. No sé cómo pudiste tú —bromeó.

Carlos A la volteó a ver sumamente ofendido mientras Carlos V se reía.

—No deberías burlarte, tú también fuiste un dolor en el culo a la hora de subirte —Victoria puso el tocino en la sartén —Me empujó contra la pared para que no pudiera pasar y luego no se quería ir a su habitación. Peor que un niño pequeño.

Adora contempló sin contarle lo que pasó entre Carlos y ella, pero solo por esa vez se lo quiso guardar. No quería avergonzarlo.

—Éste quería que me quedara para sostenerle el cabello por si fuera a vomitar y yo me quedé como "¿qué cabello?"—contó Adora, divertida —Ni que lo tuviera tan largo como nosotras que lo fuera a embarrar.

Carlos A la miró con los ojos entrecerrados, pero se podía ver una expresión entretenida en su rostro. Agradeció que contara eso y no que trató de seducirla para ir a la cama y luego se encontró con su cuarto lleno de rosas.

Victoria y Carlos V soltaron una risita divertida sin dejar de hacer el desayuno.

—Victoria y yo todavía comimos un poco de las galletas que horneó mientras escuchábamos música, todo tranquilo.

—Por suerte no vomitaste o te hubiera corrido de mi cuarto —Carlos V sabía que ella odiaba cuidar gente borracha.

—Y lo hacías limpiarlo con la lengua por andar de borrachito y luego de desastroso —añadió Adora asintiendo.

Vic se rió volteando a ver a Carlos V hablando entre risas —¿Lo hubieras hecho?

—Probablemente no, pero te hubiera dejado mi habitación y yo dormiría en la tuya.

—Que asco —Vic respondió moviendo el tocino para que no se quemara.

—Lo que hace la gente cuando está enamorada —murmuró Carlos A tomando de su café, esperando que ninguno lo hubiera escuchado porque sino Carlos V lo colgaba de las bolas. Aunque creía poder defenderse, pero con la migraña que tenía no le provocaba pelear.

Carlos V y Victoria creyeron haber escuchado lo que Carlos A había dicho, pero ambos lo ignoraron, las cosas no estaban lo suficientemente bien entre ellos como para poder bromear sobre aquel tema. Apenas y estaban descifrando todo esto de actuar como amigos y mantenerse al margen.

—¿Alguien se acuerda qué pasó después del beer pong? Lo cierto es que no recuerdo cómo llegué a la alberca —Carlos V se apresuró a cambiar el tema.

—Fácil —Adora respondió sirviéndose más café —Te aventaste, dijiste que una persona te había retado.

—Pues qué imbécil, porque por la mañana descubrí que me había cortado el pie.

—Yo te curé, grandísimo idiota —Victoria tomó un plato y fue colocando el tocino ya crujiente —Además, los dos lloriquearon como bebés creyendo que te ibas a morir.

Los dos Carlos se quedaron serios mirándose el uno al otro tratando de averiguar si el otro se acordaba, al parecer ninguno lo hacía.

—Y luego lloraste más cuando Carlos A sugirió que la única opción para salvarte era cortarte la pierna —Victoria comentó sin voltearlos a ver mientras Carlos la ignoraba y seguía con su tarea de hacer waffles congelados.

Carlos A soltó una carcajada—¿Y ni te acuerdas?

Adora lo ignoró—Yo te sigo viendo que te sobas y te sobas la cabeza, ¿sabes por qué te duele? —Carlos la miró confundido —Porque te golpeaste nadando de espaldas, bobo. Andabas diciendo que eras mejor que Carlos V nadando. Así que ni hables.

—No recuerdo eso, y si no lo recuerdo no pasó —se encogió de hombros Carlos A.

Tanto Adora como Victoria soltaron una risita nasal y continuaron en silencio por un rato con cada uno tratando de armar las piezas del rompecabezas de la noche anterior.

Ninguno tuvo ganas de moverse al comedor y decidieron que lo mejor era comer ahí en la isla, Victoria colocó todo el tocino en plato mientras que Carlos había hecho lo mismo con los waffles, ya cada quien que se sirviera como pudiera.

Victoria fue hasta la isla y tomó dos waffles junto con algunas tiras de tocino y luego fue a sentarse a la barra para comenzar a comer.

—Están buenos.

Mientras Victoria comía volteó a ver a los dos Carlos y pensó que durante toda esta estadía en la casa se había divertido muchísimo molestándolos, y de nuevo, se le ocurrió una forma de hacerlo.

—Entonces, ¿qué sí se acuerdan de anoche? —La voz de la cantante fue la que rompió el silencio que se había creado.

—Su trampa en el juego de beer pong —Carlos V comentó antes de servirse un poco más de café.

—¿Qué trampa? Nosotras no hicimos nada —Adora defendió el juego porque sabía que sin Bodoque esos dos las hubieran destruido, pero no pensaba darles esa satisfacción —Ganamos limpiamente, no es nuestra culpa que Bodoque quisiera participar.

Carlos V rodó los ojos y localizó al gato que justamente se había subido a la barra donde Victoria estaba sentada mientras que la rubia le daba un poco de tocino ya frío.

—Deja de darle eso, por eso está gordo —La regañó y fue hasta donde ella estaba para tomar a Bodoque entre sus manos y alejarlo de la rubia.

—¡Oye! Bodoque no está gordo, así es su complexión.

Victoria se ofendió al ver como Bodoque era alejado de ella, pero el gato estaba tan feliz con Carlos que ni siquiera le molestó cuando lo alejó de su comida. Bodoque no había visto a sus dueños desde hace tiempo por estar planeando su venganza o durmiendo con Adora.

—Carlos, ayúdame —Carlos V pidió refuerzos sin saber que esta vez estaba solo.

—Lo siento, hermano. Esta vez estás solo, Bodoque y yo tenemos una tregua y no pienso volver a insultarlo.

Tanto Carlos V como Victoria se sorprendieron al escuchar eso, se voltearon a ver para asegurarse que habían escuchado lo mismo.

—Le pediste perdón ¿verdad? —Carlos V sonrió satisfecho al saber que el otro Carlos había utilizado el consejo que le había dado, como si de alguna manera fuera superior y más sabio —¿Este amargado te pidió perdón, gordo?

Ese comentario fue directo a Bodoque que comenzó a ronronear al sentir los dedos de Carlos detrás de su oreja y después de unos segundos lo bajó para seguir comiendo, no sin antes lavarse las manos, no quería pelo de gato en sus waffles.

—Algo así, supongo que el alcohol me ablandó un poco.

Carlos A se alzó de hombros indiferente, no quería hablar más sobre que le había pedido perdón a un gato que básicamente lo había hecho sufrir todas las noches y que parecía ser más inteligente que él.

—Ya era hora —rodó los ojos Adora —No soportaría ni un día más con tu paranoia con el gato.

—No cambió mi opinión, Bodoque es malvado, pero solo cuando quiere y si no lo tratas bien. De resto, es un gato muy inteligente —aseguró asintiendo. No volvería a subestimar a un gato nunca más, y en especial a ese.

—Creo que tiene la inteligencia que le falta a algunos... —Adora tomó de su taza de café sabiendo que Carlos le estaba rodando los ojos. Ella sonrió divertida.

—Entonces, además del juego de beer pong, ¿no recuerdan nada más? ¿Es que acaso no saben tomar?

—No —dijeron ambos al mismo tiempo mientras se encogían de hombros.

Tenían piezas faltantes de la noche, desde que se pusieron a tomar de manera descontrolada toda la imagen se había vuelto menos nítida. Apenas tenían pequeños recuerdos de cosas que pasaron anoche, pero nada muy claro.

—¿Y si se los recordamos, guapa? —Adora miró a Vic y le guiñó el ojo.

Vic rió mordiendo un poco de tocino y preparándose para hablar —No lo sé, no creo que quieran recordarlo. Tal vez debería de ser nuestro secreto y ya.

Carlos A miró entre las dos con sospecha. ¿Qué carajos habían hecho esas dos?

—Hmm, no me molestaría ser tu secreto —La venezolana dijo con un tono coqueto y se metió un bocado del waffle a la boca queriendo contener las ganas de reírse por las caras de los Carlos.

—¿Por qué siempre son así? ¿Qué les hemos hecho para que se comporten así con nosotros? —Carlos V habló en tono de queja. Estaba claro que la mezcla de Adora y Victoria era su karma sobre algo que debía de estar pagando.

—Sí, ¿qué tanto les hemos hecho para que sigan con este jueguito? —Carlos A lo apoyó tomando de su vaso de jugo.

Victoria y Adora rieron.

—No fue un jueguito, bueno, tal vez sí.

Y entonces todo llegó de golpe a los Carlos, los retos, las cartas, los shots. Todos los momentos llenando su mente y entonces los dos recordaron, Victoria y Adora coqueteando descaradamente, la nalgada a la piloto, el pico.

—Ugggg —Los dos se quejaron en voz alta.

—Ya me acordé, claro que tenías que besar a Adora —Carlos V la señaló entrecerrando los ojos.

—Y por supuesto que tenías que elegir a la rubia para que te toqueteara —Carlos A fue ahora quien acusó a la castaña.

Tanto Vic como Adora alzaron las manos inocentemente.

—¿Cuál es el problema con reforzar la amistad? —preguntó Adora como con quien no era la cosa.

—¿Ciil is il priblimi cin rifirzir li imistid? —la imitó Carlos V, irritado. Adora le sacó la lengua.

—Reforzemos la amistad ahorita mismo a ver si les gusta —soltó Carlos A hacia el otro Carlos sin pensar por lo molesto que estaba.

Claro que cuando procesó lo que acababa de decir se formó un silencio, los dos Carlos se miraron disgustados con la idea y negaron con la cabeza volviendo a sus desayunos, sus cuerpos retorciéndose con escalofríos como si solo el pensamiento de besar al otro les diera asco.

—Olviden lo que dije. Estamos muy guapos, pero sería muy raro —Carlos A arrugó la nariz. Narcisista era, pero besarse con su otro yo ya era mucho. Solo estaba dispuesto a hacerlo para probarle a Vic que no era gay ni incesto. Ojala pudieran encontrar la manera de ponerlas celosas sin tener que ser entre ellos, pero sin nadie más en esa casa se volvía difícil la competencia.

—Incestuosos —Vic susurró para ella misma, pero supo que la habían escuchado cuando los dos Carlos la fulminaron con la mirada y Adora se reía —Cambiando de tema, ¿han pensado que haremos ahora? Me refiero, seguimos sin encontrar una salida.

Los cuatro se quedaron en silencio, cada vez esa casa se iba cimentando más como su nueva realidad y el volver a sus vidas se veía más y más lejano. Casi como si hubiera sucedido en otra vida.

—Te diría ser optimistas y creer que saldremos de esta, pero eso se me fue al segundo día cuando desperté y seguía aquí —comentó Adora con una mueca.

—Sí. supongo que sí estaremos así para siempre, me agrada que sea con ustedes chicos —Victoria soltó con una mueca que parecía sonrisa.

—Opino igual... aunque nos saquen canas verdes tanto en nuestro mundo como en éste —bromeó Carlos A. Habían creado una buena relación entre los cuatro, pero también se estaría mintiendo si dijera que la idea de una eternidad en esa casa sin posibilidades de ver a su familia o amigos no le aterraba un pico.

—Está claro que tenemos que buscar actividades para no morir de aburrimiento, pero también estoy contento de estar con ustedes —Carlos V ya estaba buscando soluciones.

—Yo igual, cada día se vuelve un poco más normal esto de ver doble —reflexionó Adora.

Hubo unos segundos de silencio en lo que asimilaban todo.

—¿No se han puesto a pensar que nuestro propósito aquí sea repoblar el planeta? —dijo Carlos A con ojos entrecerrados —Digo, dos Carlos, porque somos la raza superior y nuestros hijos serían muy guapos. Una mansión de la que no podemos salir... Para mí que esto es obra de aliens y esto es una clase de experimento.

—Carlos, todo mundo sabe que te quieres acostar con Adora, no tienes que inventarte esas ideas —Victoria soltó apenas conteniendo una carcajada mientras sentía las dos miradas de los Carlos —¿Qué? No es un secreto.

La venezolana se atragantó con su comida en cuanto Vic terminó de decir su nombre, Carlos A teniendo que darle palmadas en la espalda mientras Adora tosía, siendo forzada a tomar un gran sorbo de jugo para que le pase la comida. Miraba a Vic con ojos entrecerrados y un completo enrojecimiento en sus mejillas por ponerla en esa situación.

—No creo que sea el único —murmuró Carlos V con resentimiento. Después del beso entre esas dos el día de ayer le quedaba claro que había una clase de competencia entre Carlos A y Vic por la atención de la piloto.

Victoria rió divertida —Sí, pero yo no tengo que inventarme cosas como "repoblar" el planeta y la llegada del Mesías porque claramente no podemos embarazarnos entre nosotras.

La rubia contestó engreída cruzándose de brazos.

—Y yo que les estaba dando una excusa a ustedes dos para que pudieran divertirse —Carlos A no iba a dejarse ser avergonzado por la rubia en esta ocasión, el camino iba hacia ambos lados —Supongo que ninguno de los dos sabe tomar un salvavidas cuando se los lanzan.

Carlos V y Victoria se voltearon a ver solo para quitar su mirada de inmediato, Victoria se había quedado callada tratando de controlar a su corazón que iba a mil por horas, mientras que Carlos no sabía si golpear a Carlos A o darle un abrazo por dejar a Victoria en silencio.

—El punto aquí es que nadie va a repoblar nada, y solo fue una teoría, muy loca —dijo Adora mirando a Carlos A los ojos mientras decía eso último para luego volver a mirar a sus dos acompañantes —Pero siquiera un intento de darle sentido a todo esto, al fin y al cabo.

—Ya me perdí, ¿sí van a tener un bebé? —Victoria preguntó más confundida, ¿el plan de Carlos A sería viable?

—¿Qué? ¡No! Pero no los veo a ustedes diciendo teorías más sensatas de qué es todo esto, genios —señaló Adora alrededor. Estaban en una casa que se limpiaba sola, tenía pasillos infinitos, hacía aparecer cosas y traía de vuelta habitaciones del pasado. ¿De verdad la idea de aliens les parecía tan descabellada en ese momento? Solo quería un intento de sentido, no le gustaba dejar las cosas sin interpretar.

—Vale, me pondré a trabajar en buscar una solución que no tenga que ver con niños y bebés y aliens —Victoria soltó, hoy se dedicaría a revisar la casa de arriba hacia abajo.

—Yo tengo cosas que hacer —Carlos V soltó haciendo que los demás lo voltearan a ver esperando una respuesta menos vaga.

—¿Cosas como qué?

—Nada que les incumba, y si quiero que me dé tiempo lo mejor será retirarme, el desayuno estuvo genial, si deciden tener un bebé me avisan, amaría ser el padrino —Y sin esperar respuesta alguna Carlos V subió a su habitación.

Victoria no le despegó la mirada hasta perderlo de vista.

—¿Alguno de ustedes sabe qué es lo que le ocurre? —Preguntó a los que quedaban con ella en la cocina.

Tanto Adora como Carlos A negaron.

—Pensamos que si alguien sabría de seguro serías tú —Carlos soltó mientras recogía los platos sucios para dejarlos en el lavavajillas. Más por costumbre que porque los fuera a lavar.

—Nope, no hemos hablado mucho —Victoria le pasó sus platos —Cuando nos despertamos solo hicimos el café y luego llegaste tú, así que no.

De nuevo, ninguno supo qué decir.

—Como sea, en ese caso voy a darme un baño, los veo al rato chicos.

Y Victoria salió de ahí siendo seguida por su gato.

—Adiós, Vic —se despidió Adora mientras se terminaba su taza de café para dejarla con los demás platos.

—¡Adiós! —Vic gritó desde lejos.

Luego de aquel brunch con los demás en el que todos se dispersaron, solo quedaron en la cocina Adora y Carlos A.

—Un pajarito me comentó de que ibas a cumplir tu parte de la apuesta hoy —sonrió Carlos, todavía no podía creer que Adora en realidad iba a cumplir su parte del trato. Normalmente perdía él sus apuestas y siempre cumplía, pero ahora que perdió la venezolana no sabía qué esperar.

—Pues claro, ¿por quién me tomas, Sainz? Yo siempre espero que cumplas tus apuestas así que mínimo puedo hacer lo mismo —se encogió de hombros.

—¿Estás nerviosa? —él la observó —No tienes que hacerlo si no quieres, Torres, no planeaba dormir con Bodoque de todas formas.

—Nope, nadita, y no trates de convencerme de que no, tú querías que hiciera una cena para los dos y eso es lo que planeo hacer —dijo decidida. No había manera de que la hiciera cambiar de opinión —Así que si se incendia la casa pues queda en tu conciencia.

—Eh, yo te estoy lanzando un salvavidas y no lo quisiste agarrar, eso ya no es mi culpa —se quejó el español.

—Tú lo propusiste, cariño, ahora te toca enfrentarte a las consecuencias —bromeó.

En realidad Adora quería tratar de hacer el mejor trabajo posible, o lo que estuviera dentro de sus capacidades culinarias. No era tampoco un bache de honor propio el que no supiera cocinar, de hecho le avergonzaba. No porque fuera mujer y está el estereotipo de que las mujeres deben saber cocinar, sino más porque es una habilidad básica de supervivencia que no poseía. Quería ser capaz de poder cocinar algo decente y esperaba que la casa la ayudase con ello.

—¿Segura que no quieres que te ayude con nada? —volvió a ofrecer. Tal vez si pudiera supervisar lograría que no queme la casa.

—De hecho, sí —Carlos la miró atento —¿Por qué no te bañas y te pones algo lindo, eh? —propuso burlona y Carlos le lanzó un pedazo de migaja que quedaba en la mesa que Adora esquivó entre risas.

—Muy chistosa —dijo con sarcasmo —Pero bien, te haré caso —el madrileño se dio la vuelta para caminar hasta su cuarto, pero se le ocurrió algo para molestar a la castaña —Casa, un extintor de incendios.

Cuando Adora se volteó y encontró en la encimera un jodido extintor de fuego, supo que debía ser él—¡Jodete, Sainz!

—¡Jodeme tú, Torres! —dijo subiendo entre risas.

Adora rodó los ojos bajando el pesado extintor y queriendo tirarlo a la basura, pero luego de tenerlo entre sus manos lo contempló mejor y decidió dejarlo a un costado donde no estorbe, solo por si acaso se dijo antes de subir para cambiarse y ponerse a trabajar.

Victoria había hecho lo que había dicho en el almuerzo, después de su baño se había dedicado a revisar toda la casa, había encontrado que había otro tipo de cuartos como una biblioteca, más baños, cuartos de "visita", un cine (sin pantallas, lo cual sonaba estúpido), de verdad la casa estaba equipada con todo.

Pero no importaba cuanto buscara, no había nada que le indicara una salida de ese lugar, se quejó varias veces.

En una de esas se volvió a aventar por una ventana sin que nadie se diera cuenta solo para volver a aparecer en el recibidor y regresar a su cuarto.

Estuvo fumando por un rato sin saber qué otra cosa podía hacer y una vez que se había rendido fue hasta la sala para recostarse en los sillones, no quería estar encerrada en su cuarto por alguna razón.

Un rato después de que Victoria llegara a la sala, escuchó una puerta abrirse y luego la voz de Carlos V.

—¿Qué harás hoy, rubia? —El "rubia" lo soltó fingiendo una voz que no era la de él burlándose del otro Carlos y haciendo ademanes exagerados para que se entendiera su interpretación.

—¿Tanto te afectó el apodo? —Victoria preguntó burlona sentada en el sillón de la sala con una revista en las manos.

—No me molestó, ¿de qué hablas? —Carlos actuó ofendido a pesar de que Victoria lo había descubierto.

—Si lo piensas bien, técnicamente tú me lo pusiste.

Carlos fue hasta donde ella estaba y la hizo sentarse en el sillón para él ocupar el lugar de al lado.

Victoria se percató de que Carlos estaba sudado, parecía haber estado haciendo algún tipo de ejercicio. ¿Qué era lo que estaba haciendo ese hombre?

—No fui yo —El madrileño respondió limpiándose dicho sudor con su antebrazo.

—No puedo creer que te enceles hasta de ti mismo —Victoria negó divertida.

—No son celos, preciosa. Solo que el otro Carlos no es bueno para poner apodos. —Carlos comentó cruzándose de brazos. —Ahora dime, ¿tienes planes?

—Oh sí mírame, me dispongo a salir a ¡ABSOLUTAMENTE NINGÚN LUGAR! —Victoria gritó señalando la casa.

—Si te vas a poner así ya mejor no.

—Oh vamos, solo era un comentario, es solo que ya me quiero ir —Victoria admitió derrotada —Estuve todo este tiempo buscando una salida y no hay nada, de verdad, inclusive me aventé de una ventana, ¿sabías que teníamos ático?

—¿¡Te aventaste otra vez?!

—¡Eso que importa! Estoy aquí, lo importante es que tenemos ático y no hay nada —Victoria se cruzó de brazos derrotada.

—Siempre podemos implementar el plan de Carlos A —Carlos V habló divertido moviendo sus cejas de arriba hacia abajo haciendo que Victoria se soltara a reír al igual que él.

—Uy sí, porque Carlos A tuvo la mejor idea del mundo —La cantante habló con sarcasmo —Repoblar el planeta, ni siquiera sabemos si estamos en un planeta nuevo.

Carlos sonrió ante como Victoria y Carlos A tenían ideas muy descabelladas y los dos siempre buscaban el mejor argumento para comprobar que tenían razón.

—Eso no importa, entonces, ¿qué harás ahora?

—Pues no tengo planes, así que no lo sé, pensaba estar aquí pensando en todas las malas decisiones que he tomado en la vida torturándome a mí misma.

—Muy melodramático de tu parte si me lo preguntas —Carlos comentó siguiéndole la broma a Victoria.

—Mira, no sé qué haré, así que mejor dime que quieres que haga.

—Venga, cuando oscurezca búscame en el jardín —Carlos sonrió y se fue de ahí dejándola con más preguntas que respuestas.

Victoria solo lo vio irse y se quedó en su lugar sin moverse, luego fue a buscar a Bodoque para distraerse, después de todo, había dejado de lado a su gato por irse a investigar.

No supo cuanto tiempo estuvo jugando con Bodoque cuando por la ventana de la mansión vio que había anochecido. Así que iría en busca del Carlos de su mundo esperando que no fuera otra broma de esos dos imbéciles.

Se puso su chamarra de cuero negra, porque aunque todo era algo irreal, se sentía, el aire era frío y el jardín era fresco.

Al salir no encontró a nadie en el jardín, solamente estaba ella con las luces que alumbraban el lugar, pero había algo nuevo, hasta el fondo del jardín había una luz, parecía una puerta. Victoria comenzó a caminar hasta allá con precaución, ya que esa puerta no estaba ahí durante la mañana, conforme se iba acercando descubrió que en efecto era una puerta, una puerta de una farmacia.

Arriba de la puerta estaba un anuncio neón que solo decía: Farmacia.

En cuanto volteó hacia arriba gotas comenzaron a caerle encima, había comenzado una pequeña llovizna. Victoria extendió sus manos y confirmó lo que ya sabía, las gotas caían poco a poco sobre ella.

¿Acaso era una broma? No quería entrar porque toda esa situación le ponía los pelos de punta, sabía que debió de haber tomado su cuchillo, pero cuando se trataba de su Carlos nunca había tenido miedo.

Se asomó por la puerta y vio a un hombre con la complexión de Carlos parado frente al mostrador. No sabía si era Carlos V o el otro Carlos, o si tan siquiera era él, pero entonces, la lluvia comenzó a empeorar mojándola por completo así que entró.

—Carajo —Fue lo que dijo al ver que se había mojado los zapatos y su chamarra de cuero.

En cuanto cruzó la puerta, una campana sonó, como esas que le indican a alguien que has llegado. Victoria comenzó a caminar con precaución por los pasillos sin perder de vista al hombre frente al mostrador.

Ella veía toda la farmacia y parecía una farmacia cualquiera, pero ¿qué hacía ahí?

—¿Carlos? —Al llamar su nombre, el hombre no se movió, solo continuaba parado ahí.

Victoria no pudo más y fue hasta donde estaba, no iba a permitir más bromas, mucho menos bromas que la asustaban.

—¡Carlos! ¿Qué hacemos aquí? —Victoria lo jaló para que la mirara.

—¿Disculpa? ¿Te conozco? —El hombre la había mirado completamente serio y como una completa extraña, lo cual la descolocó porque era Carlos. ¿Acaso había un tercer Carlos y conocería a su propia novia falsa?

—Carlos, soy yo. Victoria.

Luego, el semblante de Carlos cambió, como si dejara de fingir.

—Shh Vic, arruinas el juego, solo sigue la corriente y pide algo —Por un momento Carlos salió de su papel para decirle esas palabras y luego regresó a fingir que no la conocía —Entonces, ¿te conozco?

—No, debí haberme equivocado. —Victoria respondió obedeciendo al madrileño aún con algo de duda en su voz.

Carlos asintió y regresó a ver hacia el frente.

—Señor, aquí tengo los condones que me pidió. Se los cobro en un minuto —Una mujer salió del mostrador y le entregó a Carlos una caja de condones.

¿Condones? ¿De dónde había salido esta mujer? ¿Condones? ¿Ella estaba atrapada como ellos? ¿Condones? ¿Acaso era una mujer falsa como las de la fiesta? ¿¡Condones?!

—Señorita buenas noches, ¿en qué puedo ayudarle? —La mujer se dirigió hacia ella y le sonrió. Victoria se sintió fuera de lugar y se quedó callada sin saber qué decir.

¿Qué se supone que estaba pasando?

—Vic, tienes que pedir algo —Carlos le susurró y ella asintió sin poder encontrar sus palabras.

—Umm, quiero unos Lucky Strike por favor —Era lo único que ella compraba en las farmacias.

—¿Nada más? —La mujer preguntó frente a ellos y Vic pudo notar que no era una mujer real, no como ellos. Parecía ser como la vegetación de la casa, real y falsa al mismo tiempo, como las personas que los Carlos habían conseguido para la fiesta.

Victoria entonces, comenzó a pensar. ¿Qué hacían ahí? En esa jodida farmacia, ¿qué tenía que ver con ellos? Ellos nunca habían estado en una farmacia...

¡Así se conocieron! Bueno, no así, pero así Victoria había inventado que se habían conocido cuando Reyes les había preguntado y reciéntemente se lo habían contado a Adora y Carlos.

Con ambos encontrándose en la farmacia, él pidiendo condones y ella cigarros y...

—Señorita —La mujer frente a ella sonrió al escuchar como Victoria le hablaba de nuevo —¿Me podría dar una prueba de embarazo?

Carlos hizo lo mismo al darse cuenta de que Victoria había logrado captarlo.

La mujer asintió y salió de ahí. Vic vió los condones de Carlos sobre el mostrador.

—¿Cigarros y una prueba de embarazo? —Carlos preguntó con su acto.

El madrileño tenía sus manos en sus bolsas, tenía una chamarra y unos jeans

—Sí bueno, he tenido una semana divertida —Victoria respondió burlona volteándolo a ver.

—Ya veo.

—Pero creo que no tan divertida como la tuya. ¿Condones? —Carlos trató de aguantarse una risa y solo sonrió.

—Ya ves, hombres como yo saben cuidarse —Carlos respondió engreído.

—No lo dudo, guapo —Era divertido para ella fingir no conocer a Carlos.

Victoria no entendía del todo lo que Carlos quería lograr pero se estaba divirtiendo tanto que no le importaba.

—Ok ¿y cuál es tu nombre, chica en apuros?

—Ja, ¿qué te hace creer que te diré mi nombre? ¿Tanta confianza tienes? —Victoria ya también estaba entrando en su forma natural coqueta, así le había funcionado toda su vida.

—Es mi segunda caja esta semana y solo es martes, así que sí, tengo confianza en que podré conseguir tu nombre —Carlos señaló la caja de condones con su cabeza y luego le regaló un guiño. Ahora la que trataba de no soltar una carcajada era Victoria, amaba ver este lado de Carlos —Y si me va bien, saldré con tu número de este lugar.

Era tan engreído y confiado. ¡La volvía completamente loca!

Victoria podía sentir como sus mejillas se sentían más calientes y estaba segura que ya se había comenzado a sonrojar.

—Victoria —La cantante estiró su brazo para saludarlo.

—Carlos —El madrileño la tomó y ambos se saludaron.

La mujer regresó con los cigarros de Vic y su prueba de embarazo.

—Les cobro aquí —Ambos se movieron hasta una caja registradora.

Carlos pasó primero y pagó, mientras tanto, Victoria estaba buscando en sus bolsillos si tenía algo de dinero.

—Tienes que pensarlo —Carlos le susurró al oído en cuanto terminó de pagar pasando a un lado de ella y alejándose.

Vic en ese momento pensó en dinero y apareció en su bolsillo, no creía que fuera real, pero eso no le importaba, solo pagó y al voltear, Carlos no estaba en la farmacia.

La rubia volteó para todos lados buscándolo pero en verdad se había ido.

Con sus cigarros y la prueba de embarazo en sus bolsas salió de ahí solo para encontrar con que afuera estaba el jardín de la casa y Carlos estaba recargado en la "pared" de esa farmacia esperando por ella.

Todavía llovía, pero no fuerte, era una lluvia muy ligera, apenas perceptible.

—Iba hacia mi auto y descubrí que no quería irme sin antes invitarte a salir.

—¿Por qué estás haciendo esto, Carlos? —Victoria preguntó soltando el acto y Carlos supo que le debía una explicación.

—Porque si esto es un sueño y si tú eres solamente parte de mi cerebro, en ese caso creo que puedo invitarte a salir ¿no? —El piloto le habló con honestidad alzándose de hombros como si invitarla a salir fuera lo más normal del mundo —Hasta donde sé, podría estar muerto en una cama de hospital y aquí no tengo a mis padres diciendo que tengo que ser perfecto, no tengo todas estas responsabilidades sobre mí, merezco una noche libre y más cuando la señorita frente a mí no reconoce que no todo sobre nosotros ha sido falso.

Victoria entendió en ese momento, esto era por su pequeña discusión en la cocina.

—¿Y qué tal si tú eres parte de mí imaginación?

—Entonces eres tú quien quiere que yo te invite a salir y yo haré todo lo que me pidas con tal de que pueda ver esa sonrisa en tu rostro —La forma en la que Carlos la veía la derretía por completo —Así que, ¿qué dices?

—Me gustaría esa cita —Victoria admitió con una sonrisa expectante.

El jardín estaba iluminado con pequeñas luces que se usan para las fiestas, estaba fresco pues la lluvia lo había puesto de esa forma y a lo lejos podía verse la casa con sus luces encendidas.

—¿Cuál es el plan? —Victoria preguntó.

—El plan es cenar, tengo algo preparado para ti —Carlos sonrió mientras los dos comenzaban a caminar hacia la casa.

—No.

Victoria se detuvo de golpe haciendo que Carlos lo hiciera igualmente.

—¿No? —El piloto la vio conflictuado por su respuesta.

—Si esto es una cita, tienes que ir por mí, llevarme hasta el lugar de la cita y regresarme a mi casa. Y como no tengo casa, te veo en un rato en mi habitación. Toca.

Victoria ordenó señalándole con su dedo índice, esto comenzaba a ser importante para ella.

—¿Y qué harás en ese rato? —Carlos preguntó casi gritando mientras Victoria se alejaba de él dando brinquitos.

—Arreglarme ¡Tengo una cita! —La rubia sonrió al decir eso alzando sus brazos, Carlos solo sonrió mientras la veía correr a su habitación.

Pocas veces había tenido una cita, y con Carlos jamás había tenido nada real, o al menos era así como ella se sentía.

Y si esto era un sueño y ella lo estaba manejando, iba a aprovecharlo al máximo. Esta cita sería genial.

Mientras todo aquello sucedía entre Carlos V y Vic, Adora se encontraba muy ocupada tratando de preparar una cena decente para Carlos A y ella. Se estaba esforzando por seguir las instrucciones de Vic al pie de la letra. Ya tenía todos los ingredientes afuera, solo faltaba no arruinar nada en el proceso.

Ya había descongelado la carne, o al menos eso creía. Según su ojo no chef, esa carne debía estar descongelada. Y sino pues estaría haciendo el ridículo.

Había cortado entre muecas de asco la carne hasta dejarla en pequeñas tiras. No sabía si eso se hacía antes o después de ponerlo a cocinar, pero según ella, el orden de los factores no alteraba el producto. Dejó esa carne en un bowl.

—Agregar una cucharadita de fécula de maíz —leyó las instrucciones en voz alta y miró entre las cucharas —Bueno, no sé qué es una cucharadita, así que supondré que es la mitad de una cuchara —asintió haciendo eso mismo.

Le agregó eso a la carne y se puso a cortar las verduras con cuidado, aunque puede que la falta de práctica hiciera que le quedaran un poco grandes los pedazos. Bueno, algo era algo.

Puso a cocinar los espárragos con los demás vegetales, solo que cuando le echó sal no podía verla a simple vista. Eso no le gustaba, si comía una papita frita le gustaba ver los pequeños granos de sal, por lo que le colocó más. Igual prefería que dijera que tenía sazón a que su comida era blanda.

Luego puso a hacer en una sartén aparte la salsa que debía colocarle a la carne y se topó con el mismo problema de cucharadita o cucharada, así que decidió hacer lo mismo.

Mientras eso se hacía decidió que podía poner a cocinar la carne, cuando escuchó los pasos de alguien entrar en la cocina y miró por encima de su hombro era Sainz, traía una camisa gris claro de botones arremangada en los codos junto con unos jeans de un gris más oscuro. Se veía muy guapo. Bueno, siempre se veía así, pero en ese momento que estaba arreglado para su cena se veía aún más.

—¿Ya está la cena, chef? —bromeó Carlos mirándola.

—Casi, solo me falta que se cocine la carne —dijo con orgullo. Claro que eso fue hasta que a ambos les empezó a dar un olor raro —¿Qué carajos? —se volteó con una mueca y notó que la salsa se había vuelto grumosa así que se apresuró a apagarla —Estoy segura que igual es comestible.

Revolvió la carne notando como se veía de un marrón claro, eso debía significar que ya estaba lista, sino se le iba a quemar. Le agregó la salsa a la carne y apagó la flama.

—Torres, yo no haría eso —advirtió Carlos viendo la carne.

—Ey, la chef aquí soy yo —Adora lo vio desafiante para luego servirse en un plato la carne con la salsa, ralló un poco de jengibre encima y se colocó espárragos —Voilá —le mostró el plato completo. Se sentía bastante orgullosa de sí misma, había logrado cocinar un plato sin quemar nada.

Carlos observó el plato con algo de duda, la salsa grumosa ya le indicaba que algo ahí no iba a salir bien.

—Excelente trabajo —la felicitó. Ahora esperaba a que lo probara.

—Y para que no chilles, yo lo probaré primero para comprobar que no está envenenado.

La venezolana se llevó un bocado de la carne y... de verdad estaba tratando de mantener una cara seria y no de asco mientras iba masticando. La carne estaba chiclosa y nada blanda como ella quería. La salsa sabía mal, era una terrible combinación. Sentía que le iban a dar arcadas. Asintió con labios cerrados a Carlos como si fuera la mejor comida que había probado en su vida, pero no aguantó más, se quería arrancar las papilas gustativas y no había manera que esa carne pase de su garganta. Tomó una servilleta y la escupió entre muecas de náuseas.

—¿Envenenado? —comentó él viéndola divertido, aunque estaba algo preocupado porque la piloto hasta parecía haberse puesto con la piel de un tono verdoso.

—Solo... no comas la carne, los espárragos deben estar bien —dijo probando los espárragos.

Joder, ¿Cómo carajos uno jodía una receta a tal nivel? Estaban demasiado salados. Su cara en esos momentos debió imitar a la perfección la de Vic con los huevos salados de hace unos días.

Se obligó a tragarlo—Mmm, qué rico —quería vomitar.

—Torres, sal de la cocina, por favor —rogó Carlos levantándose y acercándose a lo que había hecho. Ya estaba cansado de hacer de espectador del circo que se estaba montando Adora. Él sabía que ella había hecho el intento por lo menos y eso significaba mucho.

—¿Qué? ¡No! Tú querías que te cocine, así que anda y siéntate a esperar que ya veré yo qué hago para arreglar esto —Adora miró de reojo esa monstruosidad que era su creación. Tal vez no se le había quemado, pero le había quedado asqueroso.

—Pues a menos que se muera y resucite a los tres días cual Jesucristo lo veo medio complicado —murmuró Carlos con una mueca en labios. Podía jurar que había visto la salsa moverse sola.

—Vete —dijo la venezolana en tono de advertencia. Tenía que pensar en una forma de solucionar la cena porque no había manera de que cocinara todo de nuevo.

Bien, tocaba irse por el plan B: Postre.

—Torres, vamos, solo deja que te ayude —insistió Carlos. Creía que podía hacerles una cena a los dos en menos de media hora si tan solo lo dejaba.

—Que no, necio. Haré otra cosa, tú mejor ve poniendo la mesa —la piloto se volteó para empezar a sacar los ingredientes. Sabía más o menos hacer unos crepes porque recuerda un tiktok que había visto, se veían sencillos mientras que no se quemaran.

Ya tenía harina, leche, azúcar, sal, huevos y mantequilla. Apagó la estufa y con mucho pesar tiró su anterior creación a la basura. Odiaba tener que desperdiciar comida, y por eso mismo también le huía un poco a la cocina.

Sacó crema batida, nutella y syrup de chocolate de la nevera, asimismo fresas y bananas.

—¿Te gustan las fresas y las bananas? —preguntó cortando la fruta en trocitos.

Carlos observaba algo alarmado la manera en que cortaba, ¡se iba a terminar volando un dedo!

—¿Si te digo que no dejarás de cortar?

Adora lo observó seria—No.

—Bueno, lo intenté —suspiró.

Cuando ella terminó de cortar se dispuso a hacer la mezcla en un bowl. No sabía en qué orden mezclar los ingredientes, pero suponía que no afectaba mucho. Colocó la leche, seguido de los huevos y el azúcar. Sin embargo, rápidamente se dio cuenta que eso parecía más una sopa que una mezcla. ¿Qué podría utilizar para que se haga más espesa? Mmm, miró entre sus ingredientes faltantes: sal y harina... harina, ¡sí! necesitaba harina. Cogió el saco y sin medir cantidades se dispuso a echarlo en el bowl. Según ella, podría hacer eso midiendo al ojo. No podía ser tan difícil.

Sin embargo, cuando se dispuso a echar la harina sintió unas manos encima de las suyas en el saco, deteniéndola.

—Lo siento, ya no puedo seguir haciendo la vista gorda. Déjame ayudar —insistió Carlos A jalando el saco hacia él despacio.

—¡Que no! Quédate quieto, tarde o temprano haré algo comestible —Adora lo jaló hacia ella.

—Te juro que lo intenté, pero no puedo más. Solo dejate ayudar, Torres —lo volvió a jalar hacia él.

—No, yo dije que iba a cocinar. Déjame hacerlo, carajo —frunció el ceño jalandolo de nuevo.

—Déjame.

—Déjame a mí.

—No, tú déjame.

—Que no, coño.

—¡Torres! —insistió.

—¡Sainz!

Y entre tanta jaladera el saco se volcó y explotó en una nube de polvo blanco ensuciando a Sainz hasta las pestañas. El español resopló con molestia mirando a la venezolana.

—¿Quieres probar? —soltó Adora con inocencia extendiendo su espátula. Ay, dios mío, la iba a matar.  

Victoria corrió por las escaleras directo a su habitación para ver que podría encontrar dentro de su closet y arreglarse. Sacó lo que ella consideró que era aceptable para una primera cita. Odiaba lo nerviosa que se sentía y odiaba que Lucía siempre la vistiera en estos casos porque ahora no sabía qué usar.

Tal vez debería de recurrir al lado del closet que nunca utilizaba porque aunque en su día no utilizaba esa ropa, siempre podía encontrar algo decente.

—Bodoque no sé qué ponerme —Victoria se tiró a su cama rendida —¿Cuánto tiempo será un rato? Estoy segura que Carlos está por llegar y yo sigo viéndome igual.

El gato estaba tumbado en su alfombra sin hacerle caso a su dueña.

—Ya sé, no debería de ponerme tan nerviosa porque en realidad ya he salido mil veces con Carlos, pero esto se siente diferente.

Bodoque se puso de pie y fue hasta el closet como si de verdad supiera lo que esa mujer hablaba. Victoria lo observaba desde la cama y fue hasta donde su gato estaba sentado.

"ay rubia, siempre haciéndome hacer todo por ti"

En el suelo había un vestido que se había caído del closet. Era negro, de tirantes con un largo hasta abajo de las rodillas. Se sentía bonita, lo suficiente para una primera cita, aunque no fueran a salir de la casa quería que fuera perfecta.

Porque si ella estaba creando todo esto, debía de ser perfecto.

Después de ponérselo, encontrar unos zapatos no fue complicado, estaba corriendo por toda la habitación tratando de hacer todo al mismo tiempo, arreglarse el cabello, mejorar su maquillaje, verse bonita.

En ese momento, alguien tocó la puerta, Victoria soltó un gritito pues todavía no estaba lista.

—¡Ya voy! —La rubia gritó tratando de sonar más calmada de lo que en verdad se sentía.

Se miró al espejo y respiró tratando de controlar su respiración. Luego se terminó de ver al espejo yendo directo a abrir la puerta.

—Wow —Fue lo único que salió de la boca del otro.

Carlos estaba frente a ella con un atuendo diferente al que traía en la "farmacia". Estaba usando una camisa blanca con sus iniciales bordadas en ella con unos pantalones negros y un cinturón que era su orgullo, de una tienda de golf muy exclusiva.

Victoria por otro lado también se había cambiado y no era para nada lo que esperaba Carlos. Estando en esa relación, el piloto ya había aprendido a distinguir de cuando Victoria se vestía a cuando la vestía Lucía. Esta vez se veía como si Lucía le hubiera elegido la ropa, pero eso no la hacía ver mal, porque Victoria lo había elegido por ella misma, lo cual significaba que ella estaba cómoda. No dejaba de sorprenderlo. La había visto arreglada millones de veces, pero por algún motivo, el verla ahí parada enfrente de él, vestida y alistada por su propia cuenta porque quería verse bien para una cita con él fuera de cámaras y sin que Lucía la obligara, le dio un pequeño jalón a su corazón.

Y mientras la analizaba por completo se percató de que traía puesto el collar que le había dado en Monza. Con la pequeña C como dije, hasta ese momento no se había dado cuenta que la pequeña letra podría parecer una luna. Tuvo que obligarse a inhalar de nuevo, sin darse cuenta de cuándo había comenzado a retener la respiración.

—Te ves hermosa —Carlos habló tratando de encontrar su voz.

—Tú también te ves muy bien —Victoria estaba todavía sosteniendo la puerta, lo hacía para no sentir que iba a caerse.

—Ten, te traje unas rosas que encontré en el jardín. Espero sean reales y no como la naturaleza fuera de la casa —Carlos estiró un pequeño ramo escondiendo que su mano estaba temblando y ella sonrió al verlas.

—Gracias —Victoria las inspeccionó y al hacerlo se percató que no eran rosas, eran claveles, pero decidió no decir nada por el bien de ambos.

—De verdad, te ves preciosa —Victoria sintió mariposas por todo su cuerpo, no había ni notado lo acalorado que sentía su rostro por la atención del madrileño, le gustaría tenerlo así todo el tiempo. Provocando conmoción en ella.

—Amo cuando te vistes como un niño bien que pareciera que no rompes ni un plato. Si tan solo supieran —Con su mano libre, Victoria acomodó un mechón de cabello salvaje que arruinaba la apariencia del madrileño, él no se movió, solo dejó que la rubia lo tocara para no espantarla y que no se alejara de él —Perfecto.

—No te burles de mi ropa, no todos podemos vestirnos como rockeros de los 70 's. Además, se supone que no me conoces, esta es nuestra primera cita.

Victoria sonrió divertida, adoraba sacarlo de quicio.

—No me burlo, en verdad me gusta como te vistes. Y es cierto, no sé cómo te vistes.

—Supuse que si tú ibas a arreglarte, lo mínimo que debía de hacer era lo mismo —Carlos metió sus manos a sus bolsillos tratando de aparentar que no estaba nervioso, que la mujer frente a él no lo descolocaba de la forma en que lo hacía —¿Vamos?

Carlos le ofreció su brazo y ella asintió mientras cerraba su puerta y gritaba:

—No me esperes despierto, Bodoque.

La rubia entrelazó su brazo con el de Carlos y ambos bajaron las escaleras con cuidado.

—¿Cuáles son tus planes?

—Oh, tengo algo planeado —El piloto sonrió con picardía mientras ella negaba, odiaba no saber lo que pasaría.

Al llegar a planta baja, la casa estaba vacía, bueno, Adora y Carlos A no estaban por ninguna parte, tal vez ellos también tenían planes.

—Un pajarito me dijo que te gusta el arte, así que iremos a una galería de obras geniales —Carlos caminaba hacia donde se suponía que estaba la cochera.

—¿A la cochera?

—No.

La pareja llegó a la puerta de la cochera, Carlos se separó de Victoria para poder abrir la puerta y al hacerlo la cochera no era eso, era un cuarto enorme lleno de pinturas de todo tipo.

El cuarto era más grande que la misma cochera, se había convertido en otra cosa completamente diferente, con sus pisos de madera y sus paredes blancas. Las obras estaban expuestas de una forma que pudieran apreciarlas, en verdad parecía una galería de arte.

Esta casa la sorprendía cada día más y más, pero no solo la casa, Carlos también.

—Ven —El madrileño de nuevo estiró su mano para que ella entrara y Victoria la tomó sin problemas.

Los dos entraron y Carlos cerró la puerta detrás de él.

Victoria caminaba con pasos pequeños y sin ocultar su sorpresa, en verdad que estaba encantada, la mayoría de las pinturas eran del movimiento impresionista, las favoritas de Victoria.

Sin embargo había otras que no tenían nada que ver con el tema. Eran pinturas con colores muy vivos, parecían más del expresionismo abstracto, de ese tipo de pinturas a la que solamente les habían lanzado la pintura, Victoria se detenía a verlas para averiguar qué era lo que hacían ahí.

—Así que Victoria —La voz de Carlos la distrajo de una pintura —¿Por qué arte? ¿Qué es lo que tiene qué te gusta tanto?

La rubia sonrió al ver el interés que Carlos mostraba en conocerla, como en una verdadera cita.

—Sé que no debemos de hablar de nuestras antiguas parejas en una cita, pero si de verdad quieres conocer la respuesta, tendré que hacerlo —Carlos solo esperaba que no mencionara a Rogelio o Cleo —Hace mucho tiempo salí con un chico llamado Matt.

Victoria comenzó mientras los dos se movían por el cuarto observando las pinturas.

—Matt y yo éramos buenos amigos, era gay y yo era su barba —Victoria rió recordando su primera relación por contrato —Durante nuestro tiempo juntos él siempre me llevaba a museos o galerías como esta.

Carlos prestaba atención a cada palabra que Victoria decía.

—Yo no entendía porqué le llamaban tanto la atención, pero él podía pasar horas observando una pintura. Una vez le pregunté lo mismo que tú me has preguntado y su respuesta fue porque lo hacían feliz. Tan simple como eso —Victoria se movió a la siguiente pintura, de nuevo era una pintura con brochazos sin algún orden o sentido —No lo entendí por mucho tiempo, hasta que una vez no tenía nada que hacer y me fui a una exhibición en un museo pequeño y me quedé horas viendo, no solo las obras, a la gente y me di cuenta que es una forma diferente de conectar con el público.

Carlos asintió.

—No sé si lo sabías, pero soy cantante —Victoria sonrió y Carlos la imitó divertido.

—No lo sabía, apuesto a que cantas muy lindo.

—La cosa es que, antes de conocer a Matt creía que mi trabajo era prescindible, la gente puede vivir sin escuchar mi voz y luego comprendí que las artes son tan importantes como cualquier empleo común y corriente.

>>La gente no escribe poesía o compone hermosas melodías solo porque es tierno, la gente hace todas esas cosas porque como seres humanos estamos llenos de sentimientos que queremos dejar salir y queremos conectar con alguien que se sienta igual que nosotros —Victoria volteó a ver a Carlos quien no había despegado la mirada de ella —Y para mí, el arte, específicamente las pinturas es mi forma de conectar con otros.

—¿Y tú música?

—Es diferente, para mí el arte es un descanso, donde no pienso, mi música es mi vida, es mi terapia —Carlos asintió mientras descubría algo nuevo de Victoria, cada cosa que iba descubriendo la volvía más brillante a sus ojos, como un diamante que no podía evitar resplandecer —Suficiente sobre mí, cuéntame de ti, ¿A qué te dedicas?

—Soy piloto de fórmula 1.

—Suena peligroso.

—Lo es —Ambos recordaron el accidente y los dos sabían que el otro estaba pensando acerca de eso, pero no dejarían que arruinara su velada, no esta vez. No cuando todo iba tan bien.

—¿Por qué corres?

—Me siento vivo y es un lugar solo mío —Carlos era ahora el que compartía sus pasiones. Se sentía bien hablar de aquello con Victoria, hasta podría decir que disfrutaba compartir con ella, ser vulnerable como pocas veces era.

La pareja seguía caminando por todo el lugar, era lindo tener un lugar para ellos solos.

—En cuanto me subo al monoplaza puedo sentir como todo el mundo desaparece y solo somos el auto y yo, cada vuelta, cada rebase, puedo sentir como mi cuerpo se llena de adrenalina y me siento invencible, como si pudiera volar —Carlos hablaba y Victoria pudo sentir la emoción en su voz —Mis responsabilidades desaparecen y ¡Dios! Jamás me he sentido tan libre como cuando subo a ese monoplaza.

Victoria se quedó en silencio por un segundo, era una sorpresa escuchar a Carlos hablar de esa forma. En cuanto lo escuchó comenzó a percatarse de todas las otras veces que habían hablado y lo poco que Carlos comentaba sobre su vida o sus pensamientos, era bueno escucharlo y saber que verdaderamente se estaba soltando.

Carlos por su lado creía que estaba dejando parte de su corazón expuesto, su pasión por el deporte no se lo tomaba en juego, pero sabía que si había alguien que podía entender lo que es tener verdadera pasión y compromiso por algo que amas, debía ser la preciosa rubia que tenía enfrente. Con ella se sentía visto, escuchado, no lo veía solo por su nombre y el que fuera el hijo de Carlos Sainz, ganador mundial de rally. Sino que veía el verdadero él, el Carlos que había decidido organizar aquella cita con el corazón en la mano aunque en el fondo temiera su rechazo.

—Me gustaría que pudieras sentirte así de libre fuera de la pista también.

—Trabajo en eso —Carlos sonrió y Victoria le devolvió la sonrisa. Solo eso quería, hacerla feliz después de causarle tanto sufrimiento. Haría lo que fuera por ella, menos dejarla ir porque su vida se volvería más gris sin esa sonrisa en su vida. Y lo peor es que sabía que tampoco podía quedarse. Y eso lo destrozaba un poco...

—Creo que he terminado de ver aquí. ¿Nos vamos? —Victoria moría por saber qué otras sorpresas tenía Carlos para ella.

—Claro.

Carlos tomó la mano de la cantante para salir de ahí y poder cenar juntos cuando se percató de algo.

—¡Espera! —Victoria se soltó y fue hasta una pintura expresionista.

Tenía colores variados y muy descoordinados para ella, no le gustaba, pero lo que le había llamado la atención no había sido nada de eso.

—¿Qué pasó? —Carlos preguntó siguiéndola con la mirada y se percató de lo que Victoria había visto —Vic, vámonos, estoy seguro que tienes hambre y la cena está deliciosa.

Pero Victoria no le había hecho caso, prefirió agacharse y pasó el suelo con su dedo índice tomando una gota de pintura fresca.

—¡Sabía que estas podrían no ser reales! Me refiero, son reales, pero no son obras reconocidas de algún artista —Victoria guardó silencio aún con el dedo manchado de pintura.

Luego su mirada se dirigió a Carlos, el pobre piloto español estaba evitando su mirada mientras se rascaba la nuca. Fue ahí que lo entendió todo.

Victoria caminó hasta Carlos y se puso frente a él, quien todavía no la veía a la cara.

—Tú la pintaste, tú pintaste la mitad de las obras aquí —Victoria lo señaló con su dedo manchado.

—No —Carlos quería negarlo todo, por alguna razón le daba pena que ella supiera todo lo que había hecho. Porque entre líneas no podía estar más claro que decía "Hice todo esto porque te amo" y sabía que no era correcto jugar con ella de esa manera. No cuando veía imposible en su realidad el estar juntos.

—No era pregunta.

—Bueno, tal vez algunas —Fue ahí donde la volteó a ver —Mira, le pedí a la casa una galería ¿ok? Pero la jodida casa me dio casi un cuarto vacío, así que pedí materiales y más lugares para colgarlos. ¡Obviamente no me iba a poner a pintar La Monalisa!

Victoria solo escuchaba la explicación sintiendo como su corazón quería salirse de su pecho, creando un torbellino de emociones en su interior. ¡Carlos había pintado mínimo 10 cuadros por su cita! Los había pintado terriblemente mal, pero lo había hecho solo para que ella pudiera verlos. ¿Qué clase de hombre hacía todo eso? No pudo evitar enternecerse por el gesto, nunca alguien había hecho algo así de especial por ella y le dieron hasta ganas de llorar. ¿Sería muy egoísta pedir que nunca volvieran para que pudiera tener esa faceta de Carlos solo para ella?

—Creo que son bellísimos, no son mi estilo favorito, pero me encantan —Victoria se puso de puntitas y le dio un beso en el cachete que Carlos sintió como una bebida energizante, de repente recargado de energías para seguir complaciendo a la rubia con su cita —Muero por ver qué otras sorpresas tienes para esta noche.

La pareja salió de esa habitación para ir a la terraza, la lluvia había parado y solo caían una que otra gota. En la terraza había una mesa lista para ellos, estaba alumbrada a la luz de las velas, con las luces de la casa y las del jardín como apoyo.

A pesar del techo de la terraza, el frío de la noche se sentía muy real, Victoria no dijo nada.

—¿Por qué crees que no ha parado de llover?

—Yo pedí que lloviera para hacerte entrar a la farmacia —Carlos admitió orgulloso de su gran idea —Solo que no pensé que seguiría lloviendo para cuando salimos.

Victoria se rió.

—Ahora, voilà —Carlos destapó los platos que estaban ahí para mostrarle que no solo había pintado, también había cocinado, ¿pero en qué momento le había dado tiempo de hacer todo? —Ten —El madrileño le puso su chamarra sobre sus hombros, pues era obvio que Victoria comenzaba a tener frío.

Luego tomó la silla de la rubia y la movió para ayudarla a sentarse como un completo caballero. En cuanto estuvieron los dos establecidos, con vino en sus copas y comiendo, Victoria tuvo que preguntarlo.

—¿Cómo te diste cuenta que solo con pedir las cosas la casa te lo da?

—Simple, no quería bajar por agua una noche y solo lo pedí —La rubia abrió los ojos por la sorpresa —Desde ese día he estado midiendo el poder de la casa.

—¿Cómo que tanto puede darte? —Carlos asintió.

—Exacto. ¿Sabes lo específico que tuve que ser para que me diera la farmacia? —Victoria se rió por la cara de Carlos.

—No. ¿Qué tanto?

—Pase horas pidiéndola y una vez que estuvo perfecta solo le dije a la casa que la escondiera hasta que te acercaras. ¿Qué tal está la comida?

—Cocinaste tú ¿verdad? —Carlos asintió —Puedo verlo, sabe diferente a la comida de la casa. Sabe a tu comida.

—Entonces, del 1 al 10, ¿Cómo calificas lo que llevamos de la cita? —Victoria sonrió algo triste.

No quería que Carlos se preocupara por calificaciones. Igual aquello no era una competencia porque en su cabeza Carlos siempre tendría un 1000/10 solo por existir, pero eso no lo diría.

—No lo haré, no te diré. Solo disfruta, piensa que estás corriendo y no pienses en lo demás —Carlos rodó sus ojos harto, no quería eso, quería saber si estaba cumpliendo con las expectativas de Victoria. El si estaba haciendo un buen trabajo y retribuyendo siquiera un poco de todo lo que ella había hecho por él.

—Vale. Como es una cita, toca hacer preguntas de cita —La rubia asintió robando un poco del plato de Carlos —¿Qué aspecto de tu vida te hace sentir más agradecida?

Victoria soltó una carcajada por la pregunta tan típica que se hace en las citas, en verdad Carlos le estaba dando una experiencia de primera cita. Le encantaba y le ponía nerviosa al mismo tiempo.

La rubia puso sus codos sobre la mesa juntando sus manos para luego ponerlas sobre su boca.

—¿Qué es lo que agradezco en este momento? —Se repitió la pregunta para ella.

A ver, ¿por dónde empezar? Su disquera la había botado, el hombre que amaba, el de su mundo no el de su sueño, estaba con otra mujer y sin embargo ella estaba muy feliz y se sentía tranquila.

—Yo —Victoria habló —Siento que después de años, por primera vez en mi vida me siento feliz respecto a mi persona. Estoy en un punto donde estoy disfrutando todo y no lo sé, siento que antes, lo único que me importaba era lo que la gente pensaba de mí. Hoy me siento suficiente.

Carlos sonrió al escuchar hablar de esa forma, podía verlo. Victoria era muy feliz y en ese momento sus ojos brillaban, toda ella brillaba. Nunca pararía de decirlo. Victoria era un diamante, su diamante. Pero así como brillaba por su cuenta, a veces le daba miedo ser quien opacara esa luz que traía porque no sabe si se perdonaría a sí mismo.

—Me toca preguntar algo —La rubia sirvió más vino para ambos —Si pudieras cambiar cualquier cosa sobre la manera en que te criaron, ¿qué sería?

Victoria sabía que estaba presionando a Carlos sobre un tema del cual no le gustaba hablar, pero presionándolo era la única forma de que ese hombre se abriera un poco con ella. Y si era una cita que ella se estaba imaginando en un sueño, siquiera quería sentir que éste Carlos hablaba con la mano en el pecho y le era totalmente honesto. Libre de decir lo que quisiera, porque así quería que se sintiera el Carlos de su mundo cuando estaba con ella: libre. No con cadenas en forma de contrato que lo ataban a ella.

Carlos negó con una sonrisa en el rostro mientras se estiraba para tomar su copa y tomar un trago esperando ganar un poco de tiempo.

—¿Qué? Yo no conozco a tu familia. Estoy segura que debe de haber algo —Victoria habló con inocencia que no le quedaba.

—Si pudiera cambiar algo sería la necesidad de mis padres porque todo sea perfecto —Victoria asintió sin decir nada, no quería interrumpirlo y que se volviera a cerrar —Mi familia es una familia importante en España, la gente constantemente nos observa como si fuéramos de la realeza, pero no lo somos.

—Debe de ser difícil —Victoria quería entenderlo un poco más. Tratar de ponerse en sus zapatos y pensar cómo él pensaba.

—Lo es, mi padre dice que no podemos fallar, que nosotros no podemos darnos el lujo de equivocarnos como los demás. Que debemos de mantener el nombre Sainz limpio.

Victoria dejó de comer para darle toda su atención a Carlos. A través de esas capas con las que se protegía pudo verlo transparente en esos momentos, vulnerable. Y se complació de que pudiera abrirse de esa manera con ella.

—Cuando era pequeño y comencé en el mundo del automovilismo recuerdo que no importaba si ganaba la carrera, lo primero que mi padre me hacía saber eran las cosas en las que me había equivocado y ya después me felicitaba.

—Entonces...

—Entonces eso, si pudiera cambiar algo sería saber que puedo equivocarme y que el mundo no va a desmoronarse —Carlos le dio una sonrisa tímida y Victoria la respondió con una sonrisa que decía lo mucho que lo amaba y lo mucho que lo sentía al verlo poner todo ese peso sobre sus hombros. Las expectativas que Carlos tenía de sí mismo no eran saludables y ella lo sabía, pero por mucho que le pesara el corazón por la forma en la que lo criaron, por lo menos sabía que ella se encargaría de recordarle lo asombroso que era por el tiempo que le quedara de contrato.

—Me toca preguntar.

—Dispara, guapo.

—Si una bola de cristal pudiera decirte la verdad sobre ti, tu vida, el futuro o cualquier otra cosa, ¿qué te gustaría saber?

Victoria desvió su mirada al jardín para pensar en su respuesta, se tardó unos minutos, pero una vez que la tuvo volteó a ver a Carlos y sonrió.

—Si lo logré.

—¿Lograr qué? —Carlos no sabía a qué se refería, Victoria a sus 22 años había logrado demasiado para una chica de su edad.

—No nos conocemos tan bien para que te diga, pero recuerda esas palabras —La rubia sonrió sabiendo que esa respuesta podría sacarlo de sus casillas y no sería Victoria Ellis si no se dedicara a hacerle la vida un poco más difícil a ese madrileño, claro que siempre de forma de broma.

Después de ese momento de sinceridad entre ellos, Carlos y Victoria siguieron platicando como se habla en una cita, Victoria le confesó que si fuera un animal le encantaría ser un ciervo mientras que Carlos había elegido un pez koi porque le parecían "cool".

La rubia le confesó que la razón por la que dormía sin calcetines era porque durante la noche siempre perdía uno o amanecía sin ellos y eso la ponía de malas. Carlos le confesó que era supersticioso y siempre se subía del lado derecho del auto.

Victoria robaba ropa de las personas que quería porque así, cuando estuviera lejos de ellos, era como si los mantuviera cerca. A Carlos le hubiera gustado ser futbolista si no hubiera sido piloto.

Carlos le dijo que la razón por la que odiaba a los gatos era porque su tía Ruth tenía uno y lo había atacado de pequeño. Victoria le explicó que Bodoque era su familia y que era un gato más inteligente que el resto.

Durante esta plática, ambos habían terminado sus postres y Victoria se moría por preguntar qué era lo que seguía.

—¿Y ahora?

Carlos ya no tenía nada planeado, la cita consistía en ver obras de arte y una cena a la luz de las velas, pero por alguna razón no quería que la noche terminara así que debía de pensar algo rápido.

No cuando esta cita había salido 1000 veces mejor de lo que había pensado.

Carlos miró a todos lados, le agradaba que nadie hubiera venido a molestarlos durante la cena.

Fue entonces que se le ocurrió una idea para terminar la noche perfecta.

—Baila conmigo —Carlos se había puesto de pie y estaba de nuevo estirando su mano esperando que Victoria la tomara.

—¿Es broma?

Victoria no podía creer lo que escuchaba salir de la boca de Carlos.

—Tú amas bailar y yo lo detesto, pero siempre lo hago. Ahora que quiero bailar es momento de que me complazcas a mí —La voz de Carlos sonaba decidido.

Victoria colocó su mano sobre la de Carlos y él la ayudó a ponerse de pie, luego la guió hasta el jardín, pues no había pista de baile.

—Está lloviendo.

—Lo sé.

—Y no hay música.

—También lo sé —Carlos sonreía sabiendo que ninguna de esas excusas era una verdadera imposición para que ellos bailaran.

Victoria lo volteó a ver, estaba claro que Carlos no iba a rendirse. No si lo conocía tan bien como creía.

—Deberías de pedir música —Fue lo que dijo el madrileño —Tal vez la casa también te escuche a ti.

En ese momento Victoria pensó en una canción, era tonta porque era de una película y como si fuera magia, comenzó a sonar por todo el jardín.

—¿Qué canción pediste? —Carlos preguntó sin reconocer la melodía.

—Es de La La Land, se llama Planetarium.

—Amas esa película, ¿verdad? —Victoria asintió mordiéndose el labio inferior para no sonreír como tonta, pero era imposible ocultar la felicidad que sentía en ese momento.

No podía creer que aquello estaba sucediendo. Le estaba tocando el mejor sueño del mundo. Un sueño donde Carlos había recreado cómo "se conocieron", pintado cuadros por su propia mano, cocinado y ahora estaba bailando por ella. No quería que acabara nunca, su corazón quería salir de su pecho debido al tumulto de emociones que lo azotaban. Carlos provocaba eso en ella con gestos tan "pequeños", pero completamente enormes para ella.

Él estiró de nuevo su mano y Victoria la tomó solo para que ambos se colocaran para bailar un vals. Ambos sintieron como electricidad los recorría de pies a cabeza apenas entrelazaron sus manos, pero era más fácil ignorar que reconocer que existía.

—Tienes que decirme cómo fue que aprendiste a bailar tan bien —Victoria se moría por preguntar eso desde la primera vez que lo habían hecho.

—Por mi familia, asiste a varios bailes por caridad, me hicieron tomar clases.

—¿Es broma? —Carlos negó con Victoria en sus brazos.

Podía sentirla como si ella fuera real, ¿Sonaría muy dramático si decía que si así se sentía estar muerto, mejor no lo despertaran?

No quería que aquel momento terminara.

La lluvia poco a poco estaba cayendo sobre ellos, pero no importaba porque la música lo hacía todo mejor, Victoria había escogido la canción perfecta. Carlos solo buscaba mantenerla cerca a él y bailar. Sentir su cercanía y su calor entre sus brazos, en esos momentos, solo en esos momentos, se pertenecían.

Él odiaba bailar frente a la gente porque sentía que lo juzgaban, ahora que no había nadie podía hacerlo sin pena y complaciendo a Victoria, dándole esa cita real que tanto quería, que él tanto deseaba también.

Desde el momento en que vio a Vic entrar en la farmacia reconoció que lo traía perdido. No sabía si se tomaría todas estas molestias de ser alguien más, y eso lo asustaba hasta cierto grado. Sus sentimientos por Vic lo hacían congelarse de miedo porque nunca antes había sentido algo por el estilo.

—Dios, me imagino a ti de pequeño con tus pequeños zapatos de charol negro brillantes que rechinan odiando cada segundo de esa clase.

Carlos soltó una carcajada sin soltarla, porque estaba en lo cierto. Victoria sintió a su corazón dar un brinco al escucharlo reír, había pasado mucho tiempo desde que lo había escuchado tan feliz. Le gustaba creer que ella era parte del motivo de aquella felicidad.

—Era lo peor.

Siguieron bailando en silencio, Victoria recargó su cabeza en el pecho del madrileño sintiendo el leve movimiento de su respiración. No le importaba que su cabello se arruinara por la humedad o que sus zapatos se llenaran del rocío del pasto. Podía pasar horas bailando con Carlos, sin decir una sola palabra, simplemente en sus brazos.

Victoria que conocía la canción a la perfección, supo que estaba por terminar así que atesoró esos últimos segundos como si fueran sus últimas respiraciones antes de ahogarse. La calma en la marea antes de que volviera su tormenta personal. No sabría decir con exactitud si siquiera estaba respirando, muy ensimismada en el contacto de Carlos y lo acogedor que se sentía estar entre sus brazos y como una de sus manos acunaba su cintura tan delicadamente que se sentía en un cuento de hadas. No quería alejarse nunca. No quería que volviera a soltar la cuerda y la dejara caer al abismo.

Al terminar la canción, la música se detuvo haciéndolos salir de su transe. Una atmósfera de pesadumbre se formó. Había acabado.

—Será mejor que escolte a la señorita a su habitación —Carlos habló tomando la mano de Victoria y ayudándola a caminar hasta la casa.

—Me divertí muchísimo. Gracias por la cita, Carlos —Victoria admitió dejándose llevar por el piloto.

—Fue un verdadero placer.

Los dos caminaron en silencio hasta la puerta de Victoria y se quedaron afuera como esperando a que el otro dijera algo. ¿Por qué se volvió tan difícil alejarse de repente? Cómo tratar de separar dos imanes.

—Será mejor que me vaya, mañana tengo que levantarme temprano para hacer de desayunar a mis amigos —Victoria fue la primera en hablar.

—Claro, no te quito tu tiempo —Carlos sonrió.

Victoria se acercó hasta Carlos y saltó para darle un abrazo, el piloto la tomó de inmediato y la acercó más a su cuerpo. Nunca se cansaría del sentimiento que le provocaba tenerla entre sus brazos. De sentir que sus corazones latían en sintonía como si supieran algo que ellos no. Un secreto que sus propios cuerpos resguardaban de sus dueños.

—¿Sabes? Es la mejor cita que he tenido en mi vida —Fue lo que la rubia susurró en el oído de Carlos.

Era una confesión que solamente se lo haría a él, Carlos Sainz era el único hombre que había logrado lo imposible, que ella bajara sus barreras y que le contara su vida sin mentiras, estaba claro que faltaban secretos por develar, pero él había llegado a donde nadie más.

—Fue un honor, de verdad.

Ella se separó y le dio un beso en la mejilla.

—Lo siento, guapo. Pero no doy besos en la primera cita —Carlos asintió riendo un poco y dejándola abrir la puerta para que se fuera a dormir —¿Nos vemos mañana?

—Claro, te ayudaré a hacerle de desayunar a esos dos.

Los dos rieron y Vic entró en su habitación.

—Descansa, guapo.

—Dulces sueños, preciosa.

Al cerrar la puerta se recargó en ella y sintió su cuerpo desfallecer, había sido perfecto, cada pequeño detalle y moría por saber qué más vivirían en esa casa.  

Volvemos con Adora y Carlos A. El español cogió el saco de harina y no había dejado de avanzar hacia ella en ningún momento sin perderla de vista. Ella retrocedió con miedo a verse cubierta de aquel polvo, al punto que parecía un juego de gato y ratón en el cual Adora creía hace rato haber perdido la ventaja.

Teoría que fue confirmada apenas su espalda baja chocó contra la encimera de la cocina. Sus brillantes ojos marrones miraron los de Carlos, ya no quedaba rastro de diversión y travesura en ellos—Carlos, no nos apresuremos —sus ojos viajaron desde el saco de harina que sostenía hasta el rostro con una mueca malévola de Carlos.

—¿Apresurarnos? Cariño, yo solo quiero ayudarte a preparar la cena.

Oh, las iba a pagar bien caro.

Adora no tuvo ni tiempo de reaccionar cuando había impulsado el saco de harina hacia ella, una nube de polvo blanco cubrió su visión a lo que ella cerraba los ojos en estado de shock sintiendo como le cubría toda la cara. Cuando abrió los ojos escuchó la escandalosa risa de Carlos todavía con el saco en las manos.

—Creo que te faltaba un poquito de polvo para la cara —soltó sin parar de reírse —Después de todo, tenías unas ojeras enormes por la desvelada de anoche.

—¿Tú crees? ¿Desde cuándo eres un jodido buen samaritano?

Ella se sacó con las manos la harina que tenía por los ojos y lo miró irritada. Para Carlos esa escena valía oro, la mirada enfurecida de Adora quedaba rebajada a nada cuando le sumabas sus pestañas y cejas blancas. ¡Parecía un mimo!

Ella resopló para quitarse el polvo que tenía en sus labios y pasándole por al lado a un Carlos muy ocupado doblándose de la risa cogió lo primero que vio: un cartón de leche.

A Carlos no le duró mucho el contento cuando sintió un chorro de una sustancia recorrerle la espalda, causando que se estremeciera de pies a cabeza por lo repentino de todo.

—¿No querías ayudarme? Te paso el siguiente ingrediente —escuchó que dijo Adora con burla.

Carlos se volteó hacia ella, y en ese momento que conectaron miradas ambos supieron que esto apenas iba empezando. Ninguno estaba dispuesto a perder.

—Esto no se queda así.

El español cogió rápidamente un bote de syrup de chocolate mientras vio a Adora agarrar la crema batida.

—Toma, Torres, para que te endulces un poco la vida —soltó sarcástico y apretó el syrup que traía en manos bañándola de pies a cabeza. Adora se quedó mirándolo boquiabierta. Ese maldito hijo de su hermosa madre que no se merecía que la insultara. Reyes no tenía la culpa de tener un hijo pendejo.

—Maldito —musitó con todo el odio que pudo —¡Sírvete un poco de crema chantilly! —apretó el gatillo y Carlos debía admitir que era un arma mucho más poderosa que la suya, de repente se ensució su camisa y quedó cubierto casi que de pies a cabeza de crema batida.

—¡No corras cobarde! —Carlos A gritó al ver como Adora se alejaba de él una vez que su cometido se había logrado.

Y luego de eso fue cómo si todo estuviera permitido. Sin pararse a pensarlo llovieron ingredientes por ambos lados. Las fresas, nutella, banana, harina y leche salieron disparadas. Cada uno de ellos llegó a parecer un postre humano para ese punto debido a las diferentes sustancias que adornaban su cuerpo. Estaban seguros que con los ingredientes que tenían pegados a la ropa se podían hacer mínimo tres postres diferentes. Adora odiaba cómo se sentía la comida en su piel, le daban ganas de sacudirse como perro y chillar mientras gritaba "¡Quítamelo! ¡Quítamelo!", pero llegó un punto donde dejó de importarle todo. Ni siquiera sabía porqué se arrojaban comida, solo que él le había lanzado a ella y no estaba dispuesta a perder.

Por un momento todo estuvo en calma. Carlos se escondía detrás de la encimera mientras Adora avanzaba por la cocina tratando de encontrarlo.

—Oh, novio mío, ¿dónde estás que no te veo? —Adora caminaba por la cocina lentamente esperando que él saliera de su escondite —Ven cariño, que solo quiero hablar.

Lo único que se escuchaba era el sonido de sus pasos repiqueteando contra el suelo en aquel espacio. El español quería contener las respiraciones pesadas que sus pulmones le obligaban a tomar, sedientos por aire luego de tanto alboroto tratando de defenderse de los ataques de la castaña. Se había quedado sin municiones luego del último encuentro. Ahora solo quedaba cambiar los roles y atacar primero. Él se negaba a perder.

Mientras se preparaba para salir de su escondite y quitarles sus armas a Torres de las manos, Adora miró de reojo la manguera del lavamanos. Se le prendió el bombillo.

Carlos salió con las manos en alto—Torres, yo digo que declaremos una tregu... —fue interrumpido por un gran chorro de agua que lo bañó por completo y le sacó toda la suciedad del cuerpo. Trató de cubrirse con las manos hasta que se rindió. El español quedó con la boca entreabierta de la impresión, por instinto se apartó con ambas manos el cabello del rostro, peinándose para atrás. En la cocina solo se escuchaban las risas de Adora por la expresión en la cara de Carlos al encontrarse empapado. Se reía tanto que ni cayó en cuenta cuando Carlos llegó hasta ella hasta que fue muy tarde, el español la sujetaba con una sola mano mientras usaba su propia manguera en su contra, bañando también a la castaña quien se estremeció por la sorpresa de ser emboscada.

—¡Sainz! —se removió entre sus brazos, el español logró quitarle toda la suciedad mientras se reía de su reacción. Adora se soltó para mirarlo con molestia.

—¿Qué? Una ducha improvisada no le cae mal a nadie —se burló Carlos entre risas conectando su mirada con la venezolana. Ella no podía evitar explorar su rostro con la vista, notando como además de su expresión divertida y ojos traviesos, su camisa se encontraba toda empapada, pegada a su cuerpo de manera que no le provocaba nada más que desabotonar aquellos botones y pasar sus manos por todo su abdomen.

Carlos nunca era ciego a esas miradas. Y siendo sincero, no le quedaba nada de autocontrol para seguir resistiendo a ellas. Sin pensar tomó un paso hacia ella y apartó un mojado mechón de cabello de su rostro bajo su mirada expectante.

Ojos marrones grandes con hermosas pestañas lo miraban desde abajo como cachorro queriendo que lo saque de su miseria. ¿Y quién era él para negarse?

Sintió su respiración contra su rostro mientras trataba de descifrar qué quería de él. A veces lo volvía loco. Sus ojos y su cuerpo parecen decirle una cosa, y ella todo lo contrario.

Dejó de acercarse queriendo darle espacio para retractarse.

—Adora... —murmuró sin apartar su intensa mirada de la de ella.

Y eso pareció ser suficiente.

La venezolana lo tomó de las mejillas y lo besó con necesidad como si fuera agua en el desierto, un alivio tan anhelado luego de tanto calor. No sabía cómo explicarlo, pero para él se sentía como si sus besos quemaran y lo aliviaban a la vez, como si le diera la droga que su cuerpo necesitaba luego de un periodo de abstinencia. Él correspondió al instante de la misma manera envolviendo el cuerpo de la castaña con sus brazos y presionándolo contra el suyo, robándole un jadeo que se encargó de cubrir con su boca con mucho entusiasmo.

Sus labios se acariciaban de manera deseosa en tanto sus manos se exploraban el uno al otro. De repente él bajó sus manos a sus muslos para indicarle que saltara, a lo que Adora obedeció todavía muy ocupada en no separar la unión de sus labios. Se había vuelto adicta a sus besos, y en esos instantes no pensaba que hubiera manera de que se echara para atrás. Joder, tendría que estar loca para renunciar al tacto de Carlos de nuevo. Disfrutaba mucho la sensación de sus fuertes manos en su cuerpo, acariciando cada parte como si estuviera ansioso por explorar debajo de aquellas capas de ropa. Y esta vez ella no iba a detenerlo.

Carlos la sentó sobre la encimera y las manos de Adora bajaron por el cuerpo del español para desabotonar los botones de su camisa con desespero, solo quería sentir la calidez de su cuerpo contra el suyo.

Nunca había hecho algo tan rápido en su vida.

Apenas Carlos se separó para respirar y bajar sus besos por la suave y fragante piel del cuello de la castaña notó el frío que estremecía su cuerpo. La miró algo impresionado al notar lo veloz que fue en desabotonar sus botones, pero apenas fue a decir algo ella negó con la cabeza poniéndole una mano en el cabello.

—No digas nada —lo volvió a besar borrando toda clase de pensamiento de su cabeza. Carlos se podría acostumbrar a esto. Era como si se alinearon los astros y finalmente estaba sucediendo lo que estaba escrito en la profecía de su vida.

—No pensaba hacerlo —Carlos habló entre besos haciendo que Adora rodara sus ojos castaños logrando que fuera más irresistible el besarla. Solo quería callarla con su boca de ahora en adelante, no veía de otra.

Estaban tan ensimismados en su beso que no cayeron en cuenta de que había alguien viéndolos.

Claro que hasta que éste alguien maulló y los sacó de su burbuja.

Se separaron con las respiraciones agitadas para ver a Bodoque, quien los miraba con la cabeza ladeada y ojitos tiernos.

—¿Y si nos...? —comenzó a plantear Carlos.

Lo interrumpió Adora—Ni se te ocurra parar, Carlos Sainz, porque te juro que te cuelgo —amenazó algo jadeante. Sentía que unos segundos más sin el toque del español e iba a combustionar. No quería darse tiempo de dudar, no en tanto seguía embriagada con la atención que le proporcionaba.

—No, no, claro que no —negó con la cabeza él —Solo... no aquí, cariño, porque lo que te quiero hacer no es apto para gatos —le guiñó el ojo para luego atraerla hacia él y cargarla, Adora entrelazó sus piernas alrededor de su cadera mientras él los llevaba a quien sabe donde, ¿tal vez su cuarto?

Adora no estaba prestando atención, muy concentrada en dejar besos por el atractivo cuello de Carlos, sacándole roncos gemidos que la animaban a continuar más motivada con su tarea. Se enfocó en hacerle una muy bonita marca con ayuda de sus labios, chupando, besando y lamiendo de manera que él apretó su agarre en sus muslos con fuerza, pero por la manera en que ella reaccionó tomando su lóbulo entre sus labios con arrebato supo que le había gustado.

—Me vas a matar, Torres —murmuró con voz ronca y llena de deseo.

—Y eso que ni siquiera he comenzado —Por un segundo, Carlos sintió como sus rodillas temblaban por la anticipación, nadie se percató de eso excepto él. ¿De verdad eso estaba sucediendo o tan solo era uno de sus sueños elaborados?

Sin darse cuenta ya estaban en la habitación del madrileño, quien se aseguró de cerrar con llave aquella puerta. No quería al gato traumado si lograba abrir e interrumpirlos.

Dejó caer a la castaña en la cama y se apartó, quitándose los zapatos de manera rápida. Así no le daría tiempo para que se retracte y se llevara su atractivo cuerpo lejos de él. No podía contener las ganas de estar con ella en más de un sentido. Solo el pensamiento de estar entre sus largas y bronceadas piernas lo volvían loco de deseo.

—Uhh, ¿viene con show incluido? —se mordió el labio Adora mirando el abdomen de Carlos.

Cada curvatura de su cuerpo le estaba incitando a pasar sus manos por él. Tal vez hasta dejarle la marca de sus uñas para espantar a cualquier otra. Esa forma de V parecía estar tentándola a averiguar qué había más abajo y qué tan bien sabía usarlo.

—Depende de si pagas extra —sonrió.

Carlos se retiró la camisa abierta y jaló a la venezolana por los muslos con exigencia para que quedara más cerca del borde de la cama donde se posicionó entre sus piernas abiertas. No perdió el tiempo para volver a besarla, demandante y decidido, cualquier rastro de paciencia quedando desplazada mientras el madrileño buscaba sus labios con los suyos de manera urgente, su lengua trazando el labio inferior de la castaña para pedir acceso que le concedió sin pensarlo mucho. Estaría loca si volviera a pensar en aquellos momentos.

Mientras sus bocas batallaban desesperadas por tomar el control, su mano bajó hasta el borde de la camisa de Adora para acariciar su piel desnuda sin ninguna clase de restricción.

Adora se empujó más contra él, creando fricción entre los dos que tuvo a Carlos jadeando contra su boca, lo que provocó que Adora sonriera divertida contra sus labios. Adoraba tener un efecto contra él, y si aquella creciente erección en los pantalones del madrileño le daban alguna clase de indicación, era de que estaba haciendo un excelente trabajo.

—Como sigas no creo que pueda parar —murmuró, pero ella no lo escuchó. No quería que parara. No esta vez.

—¿Y si eso es justo lo que quiero? —lo miró desde abajo con ojos llenos de deseo.

Solo eso necesitaba escuchar el madrileño para dejarse de contener.

Sus labios estaban en todas partes contra la húmeda piel de la piloto, sus manos apretaron y la estrechó más contra él, impaciente, duro. Haciéndole saber lo mucho que la necesitaba. Todo lo que provocaba en él.

Cualquiera que lo viera diría que estaba tratando de devorarse a Adora en todo el sentido de la palabra, pero es que no aguantaba ni un segundo más sin terminar de consumir esa tensión que los ataba a los dos.

No había espacio para la ternura, habían esperado demasiado. Sus cuerpos se lo exigían, sus almas se lo exigían. Y no había manera de que no le hicieran caso.

Adora no se había dado cuenta en qué momento Carlos había desabrochado su camisa lo suficiente para que su sujetador quedara a la vista del madrileño, por como se había ensombrecido la mirada de Carlos, sabía que verla de esa forma lo disfrutaba. Claro que ya la había visto en traje de baño unas veces, pero esto era diferente, esta vez era una indicación de que ella lo deseaba tanto como él a ella.

La venezolana colocó sus manos en el borde del pantalón de Carlos y comenzó a jugar con el resorte, tentándolo, haciéndole saber que moría por ver lo que estaba debajo. Por sentirse parte de él.

—Torres, no juegues conmigo de esa forma —La voz ronca de Carlos la hizo detenerse solo por un segundo.

—¿Quién dice que estoy jugando?

Adora estaba deseosa de tener el cuerpo de Carlos sobre ella. Disfrutando piel con piel, si con solo el tacto de sus manos ella ya sentía que perdía cabeza, quería saber que tantas cosas más podía provocar el piloto en ella. Hasta qué punto de locura la podría llevar.

—Lo digo en serio —Por un segundo el tono de Carlos se puso completamente serio —Si quieres parar, dímelo.

Pero lo cierto era que ninguno de los dos quería eso.

Después de todo lo que habían vivido, después de encontrarse en esa casa mágica donde nadie podía interrumpirlos o donde nadie los juzgara por lo que harían, no había circunstancia que lograra separarlos de ese instante.

—No quiero.

Y eso fue suficiente para Carlos volver a besar a Adora, recostándola nuevamente en la cama y llenándola nuevamente de besos húmedos, comenzó en sus labios, moviéndose lentamente por la cara hasta llegar al cuello, lugar al que le encantaba darle toda la atención posible, más al escuchar los suspiros ahogados que Adora soltaba.

Carlos quería más, no solo suspiros, él buscaba darle a Adora Torres la mejor de sus noches, para que así ningún otro hombre pudiera tocarla, para que si alguien siquiera lo intentaba quedara opacado por el recuerdo de las caricias de Carlos sobre ella. No quería que pensara que había algún hombre allá afuera que la podía hacer sentir mejor que él. No ese día, y no nunca.

Carlos continuó su camino de besos húmedos y antes de moverse sonrió sobre el cuerpo de Adora sabiendo que la noche era joven y que había muchos lugares que se moría por recorrer, el primero: sus pechos. Aquellos que parecían burlarse de él al encontrarse atrapados bajo una capa de encaje que los privaba de su vista. Por el bienestar de su propia cordura debía rectificar aquello.

—¿Por qué te detienes? —Adora preguntó con la voz entrecortada no reconociéndose por un segundo. Si la Adora de hace unos meses supiera lo que estaba haciendo en esos instantes, o mejor dicho, a quien, sabía que la habría golpeado, pero eso estaba en lo más recóndito de sus pensamientos, enterrado bajo llave. Era presa de las caricias de Carlos y por egoísta que fuera, se negaba a escapar de ellas. Solo quería más.

—Tranquila, tenemos todo el tiempo del mundo.

Adora iba a soltar un comentario sarcástico cuando las palabras se quedaron en su garganta al sentir los suaves labios de Carlos bajando por sus clavículas hacia sus senos. El madrileño desabrochó con una mano el sujetador en cuestión de segundos, como si fuera nada, tan solo un estorbo en su objetivo, un ejercicio de reflejos que debía dominar. Tiró aquella prenda bien lejos, no la quería ni ver. Adora ni pensó en lo expuesta que estaba, o el frío de la habitación que estremeció su piel, muy ocupada con la atención que él le daba.

De nuevo, Carlos sonrió satisfecho contra su piel por la exclamación de asombro que salió de Adora y al sentirla estremecerse bajo su tacto, sus manos lo sostuvieron del cabello, teniendo que sujetarse de algo si iba a hacer lo que creía, sus besos bajaron hasta sus pechos, sin estar donde quería, pero lo suficiente cerca para que le temblara todo. Era muy sensible a su tacto, sensaciones nuevas que no la habían recorrido antes creaban un cortocircuito por su cuerpo.

Seis. Putos. Meses.

Pero en ese momento valieron la pena, cuando sintió a Carlos capturar con su lengua y chupar de manera que sus caderas se despegaron del colchón. ¿Así se sentía estar en el cielo? Porque si era así, esperaba que viniera incluido con aquel español que la llevaba al delirio.

Carlos la dominó de manera tan fácil que daba vergüenza, con una sola mano obligó a sus caderas a volver a tierra firme, sonriendo engreído al escuchar los suspiros que escapaban de su boca. Eso era todo lo que quería. Escucharla gimiendo para él. Que de sus labios jamás salieran suspiros para cualquier otro.

Jugó con su otro pecho con sus dedos, observando y analizando su reacción cuando rozó de manera suave con sus dientes aquel punto sensible, sintiendo como se retorcía bajo su mano y contenía el aliento. Nuevo truco desbloqueado. Anotaría eso. Intercambió de pecho para darle la misma atención que el otro. El agarre de Adora en su cabello y la forma en que clavaba sus uñas contra su cuero cabelludo cada vez que hacía algo que le gustaba lo tenían gimiendo, las vibraciones que le provocaba los benditos labios de Carlos no creía que fuera algo que se pudiera imitar de manera fácil. ¿Por qué no había hecho aquello antes?

Si antes pensaba que podía desvanecer, todo eso quedó atrás cuando tiempo después continuó descendiendo, su mirada oscurecida sin apartarse en ningún momento de la de ella mientras sus dedos se enlazaban con las bandas de su short, sus ágiles dedos se encargaron de desabotonar todo aquello que la apartaba de él. Adora contuvo el aliento cuando él dejó un inocente beso debajo de su ombligo, sus ojos por el contrario invitándole al pecado. Un brillo de lujuria reflejado en ellos.

—Carlos... —observó con ojos entrecerrados por el placer el camino por el que bajaban sus besos.

—Shh, tú solo acuéstate y disfruta, cariño —Dejó besos por la parte interna de sus muslos, quería jugar con ella, frustarla por momentos para luego recompensarla de la mejor manera. Si esa sería la noche que fuera a la cama con Adora Torres, mínimo la haría durar todo lo que pudiera. Y agregaría unos orgasmos a su bolsillo.

Ella negó con la cabeza, ya impaciente—No puedo —agarró al español por el cabello separándolo de sus muslos y lo atrajo hacia ella en un beso intenso que dejó a Carlos dando vueltas por dentro.

Volvió a tratar de bajar los pantalones de Carlos sin mucho éxito.

—Primero déjame consentirte —murmuró contra su boca y se separó para interrumpir sus intentos fallidos.

Adora lo tomó de las mejillas conectando sus miradas—Estoy más que lista, ¿sí? Ya no quiero esperar más —lo miró con deseo. Si pudiera siquiera tocarla sabría que no había necesidad de prepararla. Prefería dejar eso para otro momento, pero por esos instantes tan solo quería unir sus cuerpos, sentir el peso de Sainz sobre el suyo mientras se daban el gusto que hace tanto anhelaban. Piel con piel.

—En ese caso, ¿por qué no me haces los honores? —Carlos señaló sus pantalones con la mirada rápidamente para luego volver a verla a esos hermosos ojos café.

El madrileño quería que Adora lo desvistiera y supiera que no solo ella estaba lista, Carlos también estaba preparado para ella, en todos los sentidos. Todo para ella.

Adora colocó sus manos en el botón de su pantalón y comenzó a desabrocharlo, mientras que Carlos aprovechaba para volver a dejarle besos húmedos por todo el cuello junto con pequeñas mordidas que la desconcentraban de su objetivo.

—Sainz, me distraes —Adora no sabía qué le estaba sucediendo, pero sentía como sus manos estaban casi temblando por la anticipación de lo que se venía. Tragó saliva y Carlos lamió ese punto de su cuello haciendo que se le escapara un suspiro tembloroso. ¿Hacía calor ahí o era ella?

—No te preocupes por mí, estoy seguro que puedes ignorarme ¿o no? —Carlos comentó juguetón deteniéndose por un segundo para luego continuar con mayor entusiasmo que antes y a la venezolana no le quedó otra opción que tratar de ignorar los cariños que el piloto provocaba y continuar con su tarea, lo cual cada vez se volvía más difícil al tenerlo aun sobre ella.

Una vez que desabrochó el botón, comenzó a bajar el cierre con urgencia y desespero, solo para bajar todo el pantalón de golpe. No podía esperar más.

Adora subió sus manos hasta la espalda baja de Carlos y lo acercó a ella en un intento desesperado por sentirlo en ella. Debía tener contacto con él todo el tiempo o podría perder su efecto y de repente volver a la realidad.

—Creo que te falta algo —De nuevo ese tono divertido salía de la voz ronca de Carlos haciendo que ella sintiera electricidad por todo su cuerpo.

Carlos Sainz provocaba cosas en ella y ni siquiera la estaba tocando. Lo maldecía a él y su maldita personalidad juguetona que aceleraba su corazón con tan solo un comentario. Ella todavía no lo aceptaba, ni sabía cuando lo haría, pero había ido cayendo por el español sin frenos, descontrolada y sin medidas.

Adora estaba al borde de la desesperación, ahora fue ella quien había bajado el boxer como si el simple hecho de tocar la tela la hiciera enfermar, Carlos terminó de quitarse sus prendas para aventarlas quien sabe a donde.

Iba a besarla cuando un estruendo sonó.

—Creo que tiraste algo —Adora habló soltando una risita agradeciendo ese momento divertido que la relajó solo un poco.

—Y fijate que no me podría importar menos.

Carlos ni siquiera volteó a ver qué fue lo que se había caído, no quería que nadie arruinara la visión frente a él, porque ver a Adora con el cabello hecho un desastre, las mejillas sonrojadas, sus ojos brillando y lo mejor de todo, sus irresistibles labios más gruesos y rojos por todos los besos que habían compartido. Todo por producto de él.

Era una imagen que quería recordar para siempre.

—Por favor, Carlos —Pocas veces Adora lo llamaba por su nombre y todavía menos suplicaba por él. Lo excitaba que pronunciara su nombre y más en esas circunstancias tan íntimas pues cada vez que lo hacía solo quería tomarla con desenfreno en cada esquina de aquella casa y hacerla rogar porque la tocara. Embriagarla de besos hasta que se les acabara la respiración.

Carlos estaba listo, solo necesitaba volver a escucharlo de ella —¿Segura, princesa?

—Carajo, Sainz ¡Sí! —Adora volvió a exigir de nuevo jalándolo hacia ella con una mano sintiendo como su erección chocaba con su pierna mientras que con su otra mano jalaba su cuello para besarlo y no darle la oportunidad de Carlos de hablar. Cada beso se sentía mejor que el anterior, más ansioso, más duro, más salvaje.

Ambos se separaron para poder controlar sus respiraciones, los jadeos y el sudor se comenzaban a hacer presentes.

—Vas a tener que ayudarme —Carlos habló casi como un ronroneo y sin decir nada más, tomó una de las manos de Adora para después colocarla en su erección. Adora lo envolvió entre sus dedos.

Carlos sonrió al escuchar la expresión de sorpresa de Adora en cuanto ella comenzó a recorrerlo, lo cierto era que después de seis meses de mal sexo con su anterior pareja parecía que se le había olvidado todo. Y no le importaría descubrirlo de nuevo con él.

Mientras Adora lo estimulaba Carlos se aventuró a recorrer su cuerpo con una mano y una vez que llegó a su abdomen se detuvo solo un segundo para luego comenzar a bajar lentamente, quería saber el efecto que provocaba en la venezolana, la curiosidad lo mataba.

—¿No puedes contener la curiosidad? —le dio un beso en el hombro en lo que lo miraba con ojos brillantes bajo largas pestañas que lo dejaban embelesado. Era increíble como se podía ver tan inocente mientras le hacía las cosas más perversas. Tuvo que retener los jadeos que querían escapar de sus labios por el tacto de la piloto en su miembro.

Carlos negó riendo preparándose para entrar en Adora, podía sentir la tensión y la anticipación creciendo, pero estaban tan embelesados en el otro que afuera de la habitación podría estar cayendo un diluvio y ninguno de los dos se daría cuenta. Tan envueltos entre las sábanas de Carlos que no parecía existir un mundo allá afuera. Al menos no uno que valiera más la pena que aquello.

Pero todo eso se vio interrumpido por un grito de Adora.

—¡No! ¡Espera!

Carlos se alejó un poco asustado, ¿acaso había hecho algo mal? Estaba listo para ponerse de pie cuando sintió la mano de Adora aferrarse a su brazo.

—Es que no tenemos condones —Adora habló casi en un susurro, se sentía mal por haber interrumpido el ambiente, pero en su cabeza no quería hacer realidad esa idea de repoblar la mansión. Primero quería hacer esto con Carlos varias veces, en toda superficie que pudiera de ser posible.

Carlos respiró nuevamente al ver que el plan no había sido cancelado, simplemente había tomado otro rumbo. Un rumbo que igual lo favorecía.

—No te preocupes, que de eso me encargo yo —Y sin decir más, una caja de condones apareció a un lado de su almohada.

El piloto sonrió satisfecho al ver que había logrado conseguir algo por parte de la casa sin ayuda de nadie. Carlos tomó la caja mientras se hincaba sobre Adora y comenzaba a abrirlos.

Toda esa confianza y seguridad que había ganado al ser el héroe de Adora por conseguir los preservativos se esfumaba con cada segundo que pasaba tratando de abrir esa puta caja. El silencio se volvía muy notorio y la desesperación de la castaña también.

—Ay no puede ser, dame eso —La venezolana arrancó la caja de las manos de Carlos y ella logró abrirla en un santiamén

—Joder, Torres, sabía que me deseabas, pero no sabía cuanto —Carlos bromeó tratando de recuperar su orgullo.

Adora rió mientras abría un preservativo, Carlos pensaba tomarlo, pero ella lo miró coqueta y negó con su dedo índice.

—No, te lo voy a poner yo.

—Madre mía. Vas a hacer que termine antes de que empecemos —Carlos no pudo evitar soltar el comentario mientras que para Adora había sido un estimulante para continuar con su tarea.

Con cuidado Adora cumplió su palabra mientras que los jadeos de Carlos solamente la hacían perder la cabeza y la excitaban de formas que ella no sabía que podía suceder. Eran demasiadas sensaciones.

Y una vez que estuvieron listos, lo que finalmente ambos morían porque sucediera, comenzó.

Carlos no sabía de donde estaba sacando ese autocontrol para iniciar lento, dejando que Adora marcara el ritmo de los cuerpos de ambos. Ambos soltaron un suspiro en cuanto lograron estar unidos sin estorbos o interrupciones, solo contacto piel con piel. Carlos apoyó su frente contra la de ella en lo que la castaña entrelazó una de sus piernas en su cintura, sosteniendo su musculosa espalda como soporte, sintiendo cada curvatura contraerse con tensión en lo que se movía.

Con una sola mirada le hizo saber que quería más, el español moviéndose más rápido en lo que capturaba sus hinchados labios con los suyos, rozando su lengua contra sus labios antes de tomarla con avaricia, quería a Adora toda para él. Creía que ese era uno de los momentos claves en donde podía permitirse ser egoísta, con una mujer así todo era válido.

Si Adora hubiera sabido que tener relaciones con Carlos sería así de increíble se hubiera dejado llevar mucho antes, sentía como su cuerpo vibraba con cada tacto de él, cada caricia, cada beso. No había sentido a su cuerpo temblar y su cabeza nublarse de esa forma nunca. Lo deseaba tanto que asustaba.

Se estaba dejando llevar recorriendo cada parte del cuerpo del piloto, Carlos estaba encantado por los sonidos que provocaba en Adora, con cada rasguño, como soltaba suspiros llenos de anhelo una vez que la dejaba de besar, buscando cada vez sus labios como si no pudiera tener suficiente de su boca.

Carlos hacía lo mismo, recorría el cuerpo de Adora esperando no olvidar ningún detalle, sí esta era su única oportunidad de estar con la castaña iba a aprovecharla, le encantaba verla y ver cómo sus ojos tenían un brillo que lo motivaban a esforzarse más. A darle todo.

Palabras íntimas fueron intercambiadas en sus oídos, sus manos explorando y tocando todo, sus labios siempre buscando estar en contacto con alguna parte del cuerpo del otro, así sea su cuello, su mejilla o sus labios. Sus cabellos estaban despeinados por la manera en que se sostenían mientras se movían con destreza y anhelo, cada vez con más arrebato. Sus ojos se veían oscurecidos, nublados por el placer que se provocaban. Los jadeos y gemidos del otro resonando en aquella habitación donde solo existían ellos dos. Chupetones y mordidas que los excitaban a un nivel que no sabían que era posible. Aquella noche era inolvidable y les pertenecía. Sería recordada como la noche en que se entregaron al otro y consumieron sus deseos más íntimos.

Supo que Adora estaba por llegar cuando sintió la presión de sus uñas sobre su espalda y no sintió dolor alguno, es más, esa presión lo motivó para hacerla llegar y no decepcionarla. Los jadeos de Carlos en su oído eran demasiado para cualquier ser humano, su barba la raspaba y aunque dolía a veces pues se podía llamar una masoquista porque le encantaba, el cosquilleo en su vientre lo comprobaba. Cuando sintió las manos del español aventurarse por su cuerpo hasta tocar su punto más sensible con experiencia, supo que estaba pérdida y no sabía si habría manera de regresar.

Adora sintió que flotaba por el cuarto, Carlos la estaba llevando a lugares que nunca había conocido, le estaba pintando el mundo de colores nuevos, nunca había sentido algo por el estilo. Fue como si durante toda su vida lo hubiera estado haciendo mal, como si Carlos hubiera llegado a quitarle una venda de los ojos que ella no sabía que tenía. Lo abrazó sintiendo como iba bajando de su pico más alto, de la punta de la montaña rusa por el que la había llevado, su cuerpo estremeciéndose con piernas temblorosas. Los suaves besos de Carlos en su mejilla contra su piel sudada la devolvieron a tierra firme.

Carlos unos segundos después la alcanzó y se dejó caer sobre su pecho dejando un inocente beso, agotado.

—¿A eso le llamas estamina? Me esperaba más —jadeó Adora tratando de recuperar su aliento en lo que pasaba sus manos por el cabello del español. Amaba lo suave y sedoso que se sentía bajo sus dedos. Y el tenerlo enfrente de ella era demasiada tentación.

Carlos la miró desde abajo—Yo solo me detuve por ti, Torres, con todo eso de que llevabas tiempo sin tener relaciones...

Adora trató de desviar la mirada, muy sonrojada por lo que pasó y por la mirada del español. Sentía que le quemaba. Era como si hubiera abierto la caja de Pandora y ahora que la había abierto no había manera de que pararan. Habían descubierto lo jodidamente bien que eran juntos en la cama.

—Bueno, pero con todo eso del famoso Carlos Sainz mujeriego pues me imaginaba que serías... eh, mejor —decidió molestarlo. Vio el brillo de desafío pasar por los ojos del español, de repente tomándola por las caderas y cambiando de posición, dejando que la castaña se siente a horcajadas sobre su regazo en lo que una exclamación de sorpresa salía de su boca.

—Pues si crees que lo podrías hacer mejor te quiero ver intentándolo, cariño —la miraba con diversión y picardía. Si era por él podían hacerlo todo el día y toda la noche. No tenía problema en hacer callar de una vez por todas a esa castaña ardiente a base de múltiples orgasmos y besos.

Adora rió—Oh, yo creo que sí —replicó con un brillo en los ojos en lo que se acercaba a él para dejar besos en su cuello mientras sus manos bajaban por su abdomen. El español suspirando entre sus brazos mientras la apretaba más hacia él, ansioso por lo que le esperaba.

La noche era joven, y no la iban a desperdiciar.

Victoria sintió como su corazón dio un brinco y todo su cuerpo con él, fue ahí donde se dio cuenta que estaba en su cama, o más bien, la cama del hotel donde se estaba hospedando en ese momento.

Sin decir nada volteó por todo el cuarto solo para encontrarse a su gato Bodoque dormido a un lado de sus pies.

Todo lo que había sucedido, todo lo que había vivido ¿simplemente había sido un sueño? No, se negaba a que no fuera real. Se negaba a aceptar de nuevo su realidad.

Se puso de pie de un brinco, espantando a Bodoque, quien comenzó a despertar y a estirarse como siempre lo hacía y fue directo a la puerta.

Estaba segura que era otro juego de su mente, en cuanto abriera la puerta se encontraría con esos pasillos blancos que ya eran tan familiares para ella y bajaría hasta la cocina para ver a sus amigos, a Carlos, Adora y Carlos A.

Vic estaba descalza, tenía un short corto que se escondía debajo de su playera oversize para dormir, el cabello hecho un desastre, pero eso no importó porque se dirigió a la puerta abriéndola con agresividad.

¡Debía de ser otra jodida broma!

Al abrirla la esperaba un pasillo del hotel donde se hospedaba.

Victoria cerró su puerta con fuerza asustando a su gato, quien estaba tomando agua.

—¡No! ¡No! ¡No! —Vic abría y cerraba la puerta desesperada esperando que pronto el pasillo cambiara. Una presión se iba formando en su pecho. Tenía tanta impotencia.

Después de unos intentos más la cerró por completo y recargó su cabeza sobre ella. No podía creerlo, pero había regresado a su mundo. La cita con Carlos nunca existió más que en su imaginación. Carlos no había recreado cómo se conocieron, ni pintado cuadros por ella, ni le había cocinado, ni mucho menos habían bailado abrazados.

¿Qué no era eso lo que quería? ¿Regresar? ¿Por qué entonces se sentía tan triste?

—No —Victoria habló aún con su cara pegada a la puerta. Era una súplica débil pero llena de dolor, que era lo que sentía. Su corazón se estrujó en su pecho. Su mente era tan cruel que por unos días le había dado al Carlos que siempre quiso para sí misma y luego se lo había arrebatado de manera abrupta.

Fue como si la vida le pegara una cachetada y le dijera "Olvídalo, nunca va a poder ser tuyo y ahora lo sabes".

La rubia no se movió hasta que escuchó su celular sonar, fue hasta él. Era un mensaje de Lucía.

"Apresúrate, tenemos que ir a ver a Carlos."

¡Claro! Carlos estaba en el hospital. Lo último que ella recordaba antes de aparecer en esa casa, era que había tenido una plática con Isa y en cuanto la española se había retirado ella había caído rendida. Isa... por un momento hasta se le había olvidado que aquella mujer existía. Pero estaban de vuelta en un mundo donde Carlos ya no podía ser suyo y debía empezar a asimilarlo de nuevo.

¿Acaso el vino que había tomado la hizo alucinar? No, siempre tomaba ese tipo de vino.

Vic no respondió al mensaje, solamente se puso sus botas vaqueras negras, una sudadera y la gorra de mezclilla que le había robado a Carlos y bajó así como estaba, no tenía ganas de ir después de cómo se había sentido en esa habitación a un lado de Carlos, pero debía de verse con el resto del equipo.

En cuanto llegó al lobby, se encontró con Lucía, Caco y Rupert.

—¿Cuál es el plan? —Victoria preguntó después de los saludos reglamentarios.

—Tú y yo iremos directo al hospital. —Lucía comenzaba a hablar —Caco y Rupert van a conseguir algo para desayunar y café y nos verán allá.

La rubia asintió.

Se sentía raro verlos, pues no los había visto en días.

—¡Dios! ¿No pudiste arreglarte un poco? La prensa sigue afuera del hospital —La castaña la regañó mientras le acomodaba el cabello y sacaba unas mentas para dárselas además de que le rociaba perfume por todo su cuerpo.

Victoria seguía sin decir nada, fueron hasta el auto rentado de Lucía y se dirigieron al hospital.

La castaña podía ver que su cliente seguía afectada por el accidente, pues no tenía su carácter de siempre.

—¿Sabes? Si vas a fumar deberías de hacerlo ahora, ayer encontraron tus colillas en las escaleras y me llamaron la atención.

¿Ayer? Pero si ayer estaba en una casa disfrutando de su vida, lejos de sus responsabilidades.

—No puedo fumar, no encuentro mi jodido encendedor —Fue lo único que Victoria dijo.

—Debo de decir que lo que sea que le dijiste a Isa funcionó, la llevé al aeropuerto por la mañana y me pidió disculpas —Victoria asintió y Lucía supo que no tenía caso intentar sacarle una conversación cuando parecía que no estaba lista para integrarse.

En cuanto llegaron al piso del hospital Victoria caminó más rápido que de costumbre, necesitaba ver a Carlos.

—Hija, llegaron —Fue así como lo recibió el señor Sainz —¿Cómo dormiste?

—Bien —Pero no era cierto, o tal vez sí.

Victoria sonrió y le fue a dar un abrazo mientras discretamente veía al piloto dormir.

—Tuvo una mala noche —El padre de Carlos le informó en cuanto vio como Victoria no dejaba de ver a su hijo —Le dieron unas pastillas para el dolor y para dormir, así que estará así un rato.

A Victoria se le abrió un agujero en el estómago al escuchar que Carlos había pasado una mala noche, ella lo había visto hace algunas horas y estaba perfecto, estaba alegre y lleno de vida.

—Está bien —Vic sonrió fingidamente y se alejó para seguir viéndolo.

—Señor Sainz, ¿no le gustaría irse al hotel por un rato? Darse un baño, descansar unas horas. Si dice que Carlos dormirá por un rato no tenemos problema en cuidarlo. Caco y Rupert también vienen en camino —Lucía habló con el hombre de 60 años que había pasado la noche sin dormir por cuidar a su hijo.

—¿Seguras? —El hombre volteó a ver a las dos chicas.

Victoria se había sentado junto a Carlos esperando a que despertara y sonrió asintiendo.

—Lucía tiene razón, debe de estar sumamente cansado, deje que nosotros nos encarguemos de él —Victoria habló creyendo que ella podría darle más confianza que Lucía.

—La verdad es que tienen razón, me duele la espalda —Carlos padre se movió de forma que tronó sus huesos.

—Llévese mi auto —Lucía le entregó las llaves —Y por favor, no se preocupe, que aquí lo estaremos cuidando. Victoria le enviará un mensaje en cuanto despierte y si algo se complica también, pero estamos seguras de que eso no pasará.

El señor Sainz asintió y se fue de ahí, aunque no quería, sabía que si quería estar bien para cuidar a Carlos, debía de cuidarse él.

Después de que el señor Sainz se hubiera retirado, Rupert y Caco llegaron con cafés y comida para todos. Lucía y Caco comenzaron a repartir la comida mientras hablaban entre ellos.

—¿Qué le sucede a Vic? —Fue lo primero que Caco le preguntó a Lucía.

—No lo sé, se ve sumamente triste —Lucía respondió mientras los dos agentes miraban a la cantante de reojo.

—Pero el doctor dijo que Carlos no corre ningún peligro y que está perfectamente bien.

—Ayer hubo un problema con Isa —Caco asintió, no tenía que decirle que había sucedido para saber que no había sido fácil para ambas —Pero Isa se veía bien en la mañana, así que estoy igual que tú. No sé qué pasó.

—Será mejor que Carlos despierte pronto —Lucía asintió.

Si alguien podía mejorar el humor de la rubia, era Carlos.

Durante la comida todos estaban discutiendo sobre qué se le vería mejor a Caco, si un mullet o cabello al ras. Victoria trataba de estar presente en la conversación, pero ella solo podía pensar en Adora y Carlos A.

Necesitaba que su Carlos, como ella lo llamaba en el sueño, despertara y le dijera que no estaba loca, que él recordaba algo, que habían hecho una carrera con Adora y el otro Carlos, que se habían embriagado con ellos y que habían comido hamburguesas.

—Pues yo digo que se le vería bien un mullet —Carlos habló con una sonrisa en su rostro.

—¡Carlos! —Fue la respuesta de todos al darse cuenta que Carlos había despertado.

—¿Te despertamos, cielo? —Lucía fue hasta donde estaba el madrileño y lo saludó acariciando su cabeza de forma maternal.

—Sí, pero ya quería hacerlo, así que está todo bien. ¿Y mi padre?

—Fue a darse un baño y dormir unas horas. Regresa en un rato ¿Quieres que lo llamemos? —Caco respondió también dándole toda su atención a Carlos.

Victoria lo estaba viendo, trataba de descubrir si en su cara había rastro de lo que ambos habían vivido. ¿Él en verdad había estado ahí o su imaginación la había engañado? Victoria debía averiguarlo o perdería la cordura por completo.

—¿Carlos? —Ella caminó hasta donde el piloto madrileño ya se había sentado.

—¿Vic? —La mirada que le dio no decía nada, no le revelaba nada y eso la desesperaba como no tenía una idea.

—¿Qué tal dormiste? —Victoria no iba a soltar todo, no quería sonar como una loca frente a sus amigos.

—Como un bebé —Carlos le regaló una sonrisa amable —¿Tú?

—Excelente... —Pero no era así cómo se sentía —¿No soñaste con algo... raro? Ya sabes, por los medicamentos que te dieron.

—¿Raro? Para nada Vic —Carlos tomó un poco de agua que Rupert le estaba ofreciendo.

—Vic, vamos, deja a Carlos y termina tu desayuno —Lucía le indicó señalando su comida a medio comer.

Victoria no tuvo otra opción que sentarse en la silla donde estaba y seguir comiendo como si nada. Ya tendría tiempo de hablar con Carlos a solas, o al menos eso esperaba.

—¿Te quedaste dormida, Vic? —Fue la pregunta de Carlos hacia ella al ver como la cantante se aislaba de la conversación.

Victoria solo asintió con la cabeza cabizbaja. Rupert le ofreció café y ella de nuevo aceptó sin decir una sola palabra. Ninguna expresaría el vacío que sentía. No creía que hubiera algo en ese mundo que la aliviara en esos momentos.

—¿Todo bien, Vic? —Caco preguntó mientras ella negaba.

Caco y Lucía compartieron una mirada curiosa sin saber qué había sucedido. ¿Acaso las dos estrellitas habían peleado de nuevo? No podía ser, no habrían tenido tiempo de hacerlo con todas las visitas que Carlos había tenido ayer por la noche.

—Sí, todo bien —Fueron sus palabras.

El desayuno siguió normal, todos menos ella hablaban, Victoria no había comido nada excepto café y fruta mientras trataba de comer algo más, pero simplemente no podía. ¿Es qué acaso no se daban cuenta que algo estaba mal? ¿No se dieron cuenta que se ausentó por días?

Aunque por lo que Lucía había comentado, Isa se había ido esa mañana, así que no habían pasado días, aunque así se habían sentido.

Todos rieron por un comentario de Caco y por primera vez en mucho tiempo se sintió fuera de lugar.

—¿Quién es Adora Torres? —Fue la pregunta que Vic casi gritó haciendo que todas las miradas se dirigieran a ella.

Carlos la volteó a ver con esos enormes ojos... esos enormes ojos de Vaca. Trato de no reírse al recordar eso. Pero a pesar de que la volteó a ver, seguía sin saber si él recordaba algo.

¡Estaba segura que él había ido con ella a esa otra dimensión!

—¿Adora? —Caco habló dirigiéndole una mirada curiosa —¿La conoces?

—Creo que es piloto de la Indy, para el equipo Arrow McLaren —Rupert fue quien le dio su respuesta —Muy buena por cierto.

—¿Desde cuándo te interesan otros deportes? —Lucía le preguntó burlona, pero estaba claro que a Victoria no se le hizo gracioso.

—No lo hacen —Fue la respuesta de la rubia y de nuevo, todo mundo se quedó callado. Como si Victoria acabara de perder la cabeza —Lo siento, necesito fumar... Ahorita vengo.

Victoria tomó su vaso de café desechable que Rupert le había servido y se fue de ahí. Sin notar que una mirada nunca la había abandonado.

—¿Sabes algo que nosotros no? —Caco le preguntó a su primo, quien era con el último con quien Vic había hablado antes de irse a dormir.

—¿Es acaso algo parecido a Cleo? Carlos, necesito saber si se está acostando con esta chica, Adora —Lucía le exigió de la misma forma al piloto, pero Carlos negó.

—No tengo la menor idea, pero alguien debería de ir a ver si se encuentra bien—El piloto habló sin apartar su mirada de donde Victoria se había ido. Creía tener una idea de lo que podía estarle sucediendo.

No pasó mucho tiempo cuando Caco tuvo que ir a atender algunos asuntos sobre el seguro de Carlos, Rupert regresó al hotel con Lucía, donde la castaña comenzaría a revisar todo para su próximo viaje.

Victoria no se tardó mucho en regresar, llegó con la gorra de mezclilla de Carlos puesta y por lo que veía, la mujer no se había cambiado su pijama, solo se había puesto una chamarra.

—¿Preciosa? —Victoria sonrió sin siquiera verlo. Estaba inspeccionando unas flores que le habían enviado.

¡Este era su Carlos!

—Carlos —La rubia habló con tono calmado, aunque por dentro sentía todo lo contrario.

—¿Todo bien? —Carlos quería pararse de esa cama e ir hasta donde ella estaba, tenía miedo de que Victoria saliera corriendo, porque la mujer parecía que estaba lista para hacerlo.

—Sí —Carlos sabía que estaba mintiendo. La conocía más de lo que ella creía.

Victoria siguió caminando por todo el cuarto esperando no encontrarse con la mirada de Carlos que no la abandonaba y después de un rato habló.

—Es solo que... soñé con una vida que no era la nuestra, pero era buena ¿sabes? —Victoria esta vez sí volteó y lo miró de nuevo esperando ver una pizca de que él había estado ahí. Que se encontrara con ella a mitad de camino en su descabellado sueño y por azares del destino él también estuviera de verdad ahí. Con ella. Y todo fuera real, o siquiera real para ellos.

El piloto estaba viendo ahora a la nada, con su mirada perdida y su semblante completamente serio. Victoria deseó poder leerle la mente. Por aquellos momentos tan solo quiso tener la facilidad de interpretarlo de la manera tan fácil que él lo hacía con ella.

Por otro lado, mientras Victoria había salido a fumar, trataba de recordar cada detalle de lo que había sucedido, cada olor, cada sabor. La risa de Adora y la forma en la que el otro Carlos siempre la hacía perder la cabeza. Como el otro Carlos tenía esa intensidad en la cara, parecía ser más duro que su mismo Carlos, pero al mismo tiempo la entendía y de alguna forma se veía reflejada en el otro Carlos.

Carlos regresó su mirada a Victoria, la rubia tenía esa súplica en sus ojos y no pudo resistirse.

—¿Y Adora Torres estaba en este sueño tuyo? —Carlos preguntó sabiendo la respuesta de la rubia.

Él había despertado de la misma forma, sintiéndose confundido, desarmado, desorientado y con ganas de estar en la mansión, por un momento creyó que eran efectos de las pastillas, pero ahora que supo que Victoria había soñado con lo mismo, bueno, las cosas cambiaban. O así quisiera creer. Pero por muy cuento de hadas que había sido todo aquel sueño; ya no estaban en él. Aquí él era el villano que Carlos A siempre lo acusó de ser, y le había hecho mucho daño a la persona que amaba.

En la mansión podía borrar aquello de su mente y pretender que nunca pasó, que Vic y él eran amigos por vueltas de la vida y no porque él la alejó. No porque la amaba, y tuvo miedo de las consecuencias. No. Ahí podía pretender ser el bueno, el correcto, pero en su realidad sabía que no era así, y las cosas con Vic ya no eran lo mismo.

Antes había vuelto la tormenta de emociones, y ahora parecía estar reprimida, muy consumida por el miedo que amarla le traería a su vida.

Extrañaba al otro Carlos, porque nadie más lo conocía como él, aunque claro, él era más alto. Extrañaba a la misma Adora porque con ella pudo expresar sus miedos sin sentirse juzgado y extrañaba a esa Vic.

Creía que había sido su sueño, que la Vic que había soñado la había inventado él y que la había soñado para ser como era antes, como en su descanso de verano o su viaje a Mallorca. Como eran antes de que todo se fuera a la mierda bajo su propia mano.

—Sí, Adora Torres estaba ahí, pero no era piloto de Indy, era piloto de Fórmula uno, corría para McLaren y era genial, divertida y éramos amigas... también estabas tú y estaba otro Carlos Sainz. —Victoria quería prender otro cigarro, pero no podía, porque estaban en un hospital y porque no tenía su encendedor.

Carlos suspiró y en ese suspiro se escuchó lo cansado y desanimado que estaba.

—¿Era más alto que yo?

Victoria rió desganada porque era una pelea constante entre esos dos.

—No, eran idénticos.

—Sí bueno, pero al menos no soy tan egocentrista y molesto como él, ¿verdad, rubia?

Victoria iba a responder cuando se dio cuenta de que Carlos la había llamado como el otro Carlos lo hacía y se detuvo al instante.

—¿Lo recuerdas? —La rubia lo señaló con su dedo índice completamente en estado de alerta. —¡Carlos! No juegues conmigo, si estas bromeando te mataré.

Carlos no dijo nada pero Victoria ahora sí pudo ver todo en su mirada.

—¡Lo recuerdas! ¿Por qué no me lo dijiste? —La rubia se acercó hasta la cama del piloto y con su manos comenzó a golpear su brazo —Me hiciste creer que estaba loca.

—Ouch, Vic me duele todo el cuerpo —Claro, el accidente. Victoria se detuvo de inmediato.

—Lo siento, se me olvidó —Porque para ella en verdad no sentía que el accidente hubiera sido hace un día, se sentía más lejano.

—Además ¿Qué querías que hiciera? ¡Creí que solamente había sido MI sueño!

Y entonces los dos se miraron a los ojos en silencio. Sabiendo que ese sueño significó mucho y a la vez nada.

Los dos se quedaron viendo a la gente del hospital caminar de un lado a otro, sin saber lo que ellos dos habían vivido.

—Míralos, míralos caminar y no saben que hay otros universos con otras versiones de ellos —Carlos decía molesto. Pero más que estarlo con ellos, lo estaba consigo mismo por despertar en una realidad donde no podía tener de nuevo a Vic entre sus brazos sin que fuera por un contrato.

—¿Crees que haya sido verdad? Creí que solo era un sueño.

Carlos se quedó en silencio. Era más fácil pensar solo eso, que el que fueron a otra realidad donde tuvieron la mejor cita de sus vidas.

—¿Y si solo fue un sueño cómo fue posible que ambos lo recordemos? Eh, genio —Carlos hizo una pregunta válida.

—No lo sé —Vic habló sin tener respuestas, como había sido toda su estadía en ese lugar.

Pero entonces, si de alguna forma todo había sido real, eso significaba que... la cita. Y parecía ser que lo mismo que estaba en la cabeza de Vic, corría por la de Carlos.

El acuerdo era, que si todo era un sueño y sí el otro era parte de su imaginación, podían tener esa cita... entonces, era mejor para ellos fingir que nada había pasado, olvidarse de Adora y del otro Carlos y continuar con sus vidas. Olvidar que fueron suyos de nuevo siquiera por una noche, y que aquel diamante que Carlos guardaba como un tesoro se le iba de nuevo de sus manos, donde no la podía proteger y donde no hacía más que hacerle daño. Lo mejor era que estuviera fuera de sus manos antes de que lograse agrietarse por completo.

—Creo que tienes razón Vic, fue solo un sueño —Carlos aseguró tratando de convencerse a él y a Victoria, más a él. No sería bueno para su salud pensar que todo aquello en verdad pasó porque no necesitaba de un monoplaza para hacerse pedazos por dentro. El simple recuerdo de todo lo acontecido era suficiente.

—Tal vez algo que comimos los dos nos hizo soñar lo mismo —Vic trataba de que su historia tuviera una explicación coherente. Aunque sabía que nada de lo que había sucedido en aquella casa lo era, quería creer que lo que había sentido dentro de ella sí.

¿Qué no acaso era lo que todos buscaban? Respuestas.

—Sí, debió de haber sido el té que nos trajeron los chicos —Victoria asintió con una risa nerviosa.

—En ese caso, ¿te parece si te dejo? Tengo que hacer una llamada y no quiero molestarte más —Victoria mintió. Solo necesitaba alejarse, volver a construir todos los muros que había derrumbado durante los últimos días. Por su propio bien necesitaba ser egoísta y olvidarse de que aquel sueño sucedió.

—Sí.

Victoria se puso de pie y se dirigió a la puerta. Antes de salir, la voz de Carlos la trajo de vuelta.

—Y ya deja de pensar en ese sueño o te volverás loca, por favor.

—Claro, tienes razón —La rubia sonrió para asegurarle a Carlos que estaba bien, físicamente al menos, porque por dentro se desmoronó. Era como si le hubieran arrancado el corazón del pecho y hecho polvo delante de sus ojos —Recuérdame no volver aceptar más té a los chicos.

—Solo si tú me lo recuerdas a mí —Carlos bromeó con ella y como la vio más tranquila, supo que podía dejarla ir sola. Aunque no era lo que deseaba. Por una parte extrañó la casa y lo difícil que era para Vic alejarse de él. Ahí no podía escaparle cuando se sentía incómoda con algo. No podía apartarse de sus brazos con la facilidad que podía en su realidad. Además de que allí no estaba atado a una cama de hospital con dolor en todo su cuerpo, esa parte no la extrañaba.

Luego, Victoria salió y desapareció de la vista de Carlos. En parte porque quería respirar, los dos necesitaban ese respiro para aclarar sus mentes. Aunque entre más se daban tiempo de pensar, más añoraban esa casa que los distrajo por unos días de todos sus problemas, donde pudieron ser solo Victoria y Carlos sin un tercero en discordia, sin corazones rotos ni familias que complican todo. Siempre iban a sentir como una parte de sus corazones se había quedado en esa otra dimensión.

Él en verdad creía que era su sueño, no que de alguna forma rara se hubiera conectado con el de Vic, porque para él, no era la primera vez que soñaba con Vic, así que verla ahí no había sido raro. Lo demás había sido un extra, pero soñar con la rubia no era diferente. Se colaba en sus sueños todas las noches como una hermosa visión que lo acompañaba a dormir de noche.

Victoria por otro lado fue hasta las escaleras de emergencia donde había estado fumando la noche anterior. Estaba segura que había guardado las colillas en la bolsa de la chamarra que había usado ese día, tal vez la bolsa estaba rota y así fue como perdió su encendedor, porque no había otra explicación para eso.

Normalmente siempre lo tenía a la mano.

Estaba pensando en la cita que había tenido con Carlos, si hubiera sabido que ese Carlos no era parte de su imaginación, probablemente no hubiera aceptado, no después de todo lo que había hablado en el cuarto con Isa, pero en verdad ella creía que lo que estaba viviendo no era real. ¿Cómo podía serlo? Era tan imposible aquella posibilidad que ni la tomó en cuenta, también porque veía tan lejano el sentirse feliz con Carlos. El poder bromear de manera tranquila con él y tener momentos de complicidad sin que existiera esa incómoda tensión que se había formado desde Mallorca cuando eligió a Isa. Cuando el amor de su vida le dio la espalda por motivos que siendo honesta aun no lograba asimilar, pero intentaba.

Y luego, pensó en Adora y el otro Carlos y en cómo cada que trataba de recordar lo que había vivido con ellos sentía como un agujero en su corazón crecía.

Se sentía como si hubiera perdido parte de ella, como si hubiera dejado algo de su alma en esa mansión. Estaba en duelo por gente que no existía y nadie podía entender su pérdida. Sonaría como una loca. Y lo peor de todo era que con la única persona con la que podía hablar de su experiencia había acordado no hablar de ello, así que no podía desahogarse con nadie. Se sintió morir por dentro. Quería gritar, quería romper algo, quería fumar.

Y como no podía hacer aquello último se puso a llorar.

"Victoria, ¿dónde estás? No puedes desaparecer, Lucía me dejó a cargo."

Era Caco.

La rubia se limpió las lágrimas y se paró de ahí para regresar con los españoles, no quería estresarlos más, pero en cuanto se puso de pie, sintió cómo había algo en su bota. Carajo, lo que le faltaba. Como si sus lágrimas por desconocidos de otra realidad no fueran suficientes, de paso empezaba el día con el pie izquierdo.

—Maldita sea, de seguro Bodoque metió otra vez sus juguetes.

Victoria se quitó la bota y la volteó hacia el suelo, y entonces escuchó como caía algo de ella.

Se agachó para recoger lo que creía que era el juguete de Bodoque. En cuanto lo tuvo en sus manos el color abandonó su cara y las lágrimas volvieron a formarse en sus ojos junto con el nudo en la garganta.

—Adora —Victoria susurró solo para ella.

Tomó el llavero del Rayo McQueen y lo apretó en sus manos, como si creyera que si lo soltaba iba a desaparecer como la mansión. Que se iba a ir como todo lo que alguna vez había querido.

Esto era lo único que le quedaba de su amiga, que le aseguraba que no estaba loca y que en verdad había sucedido los últimos días que había vivido. Que todas aquellas bromas y aventuras con sus queridos amigos y su Carlos fueron reales.

Y si todo había sido real... eso significaba que la cita...

Sonrió para sus adentros recordando la mejor cita de su vida y luego dijo:

—Pero eso no sucedió, solo fue un sueño —Y luego volvió a meter el llavero a su bota, lo guardaría donde nadie pudiera encontrarlo y nadie volvería a mencionar ese sueño.

Abrí los ojos y fue como si me volviera el alma de nuevo al pecho, mi boca abriéndose para tomar una bocanada de aire como si no hubiera respirado en un siglo. Parpadeé desconcertada sintiendo mi corazón bombeando rápidamente en mi pecho.

¿Dónde carajos estaba?

Miré desconcertada a mi alrededor, había ropa y unos bolsos esparcidos por el reducido cuarto.

¿Acaso la mansión me había cambiado de ubicación mientras dormía?

Sentí algo removerse de manera inquieta a mi lado, y apenas ahí fue que caí en cuenta de la presencia de otro cuerpo a mi lado. Joder, claro. Ayer nosotros habíamos...

Me alejé por instinto en la cama cuando noté el vestido veraniego que usé la última vez que estuve en mi mundo sobre la mesa, todo volviendo a mí de golpe.

Ay no.

Nonononono.

Me levanté sin importarme si despertaba a mi acompañante mientras miraba alrededor del cuarto. No podía estar de vuelta.

Seguro es un espejismo de la casa, ¿no? Otro de sus miles de trucos, me auto convencí teniendo un mal presentimiento.

Me asomé por la puerta esperando encontrarme esos pasillos blancos infinitos que me atormentaban en aquella mansión, y me llené de horror al ver otro panorama distinto. Real. El sonido de las olas del mar se escuchaba a la distancia, y otras puertas adornaban el pasillo del yate. Huh.

El señor Sainz me saludó con una mano, estando en la mesa de la cocina que se encontraba en la planta de arriba. Le devolví el saludo algo confundida. Mi sangre se había vuelto fría. Tenía otras personas. Aparte de Vic y los Carlos. Conmigo. ¿Qué estaba pasando?

Maldita sea.

Me volví a encerrar, desconcertada a lo que trataba de poner en orden mis pensamientos. ¿Un sueño? ¿Todo había sido un sueño?

Unos toques en la puerta fueron los que finalmente terminaron de hacer que Sainz despertara—¡Espero que estén decentes! —se escuchó la voz de Blanca detrás con un tono de burla —El desayuno ya está listo, alístense que pronto vamos a la casa que alquilamos.

Después de eso escuché sus pasos alejarse y me volteé para encontrarme con la mirada adormilada de Carlos A... digo, Sainz. Carlos.

Él soltó un bostezo, su pecho desnudo sobresaliendo debajo de las sábanas. Bueno, si lo que traía en el sueño era tan bueno como acá... bienvenido sea. Me sonrojé al pensar en aquello.

La noche de ayer había sido asombrosa, solo eso diré. No creo que algún hombre me haya hecho sentirme así nunca.

Tal vez nunca me tocó uno suficientemente bueno en la cama...

Se rascó los ojos con el puño a lo que mis pensamientos se iban de nuevo hacia Vic. Odiaba un poco el hecho de que me había encariñado tanto con la rubia, pues ahora probaba ser solo parte de mi imaginación. Podía ser por las circunstancias, pero siendo honesta conmigo misma creía fielmente que igual habríamos sido amigas. ¿Con quién más me podía quejar de nuestros Carlos?

Lo peor es que lo había sentido tan real que asustaba. Recuerdo todas las sensaciones a flor de piel. Recuerdo el sabor de las comidas de Vic... La diferencia entre las miradas de los Carlos... Hasta recuerdo el olor del amargado gato de Victoria, Bodoque. Y recuerdo a la perfección la noche que pasé con Carlos.

Todo eso. Falso.

Me sentí desfallecer un poco. Habíamos estado por días encerrados en esa mansión, tanto que podía decir que hasta la extrañaba. A Vic, a Carlos V... ¿siquiera algo de lo que había pasado ahí fue real?

—Lo siento —la voz ronca de mi Carlos, bueno, ahora el único Carlos, me llamó la atención. Lo observé con el ceño fruncido, como me saliera con que lamentaba lo que pasó en el sueño como aquella vez después de nuestro beso, lo iba a... —Te quedaste dormida anoche y no te quise despertar, amiga.

Me recordó lo que habíamos acordado en nuestra dimensión. Se sentía tan lejano desde que habíamos acordado eso. Después de todo lo vivido, no sabía si quería volver a nuestro acuerdo. No cuando tuve a Carlos para mí sola. Sin preocupaciones, ni culpas, ni presiones externas.

Pero debía respetar sus deseos. Él dijo que debíamos mantenernos profesionales. Así que de vuelta a la abstinencia, supongo.

Mes siete, ahí te voy. Gruñí internamente.

¿Por qué no podíamos quedarnos en aquella mansión con Carlitos y Vic?

Todo parecía más sencillo en esos momentos.

—No importa —le resté importancia y le sonreí con los labios cerrados.

Él asintió y yo no podía dejar de observarlo esperando que tal vez recordase algo aunque estaba pidiendo demasiado. Era un sueño demasiado descabellado, pero valía la pena el intento, ¿no?

Me senté al borde de la cama revisando con la mirada algo que indicase que esto era real porque siendo honesta ya no sabía qué lo era.

¿Significa que tuve un sueño erótico con Carlos? ¿Y él no lo recuerda porque no estuvo ahí?

—Oye, Sainz...

—¿Hmm? —Lo único que se escuchaba en la habitación era el tecleo de sus dedos en su teléfono.

—¿Por casualidad no tuviste... un sueño muy raro? —se detuvieron. Y yo reí como intentando suavizarlo —Es que... no sé si fui solo yo, a lo mejor alguna de las cervezas me hicieron mal, pero tuve un sueño rarísimo y tú estabas en él.

Preferí darle la espalda para no ver cómo me observaba como si estuviera loca.

—¿Ah, sí? —sentí la cama removerse —¿Y qué hacíamos en este "raro" sueño? —escuché la picardía en su tono.

Resoplé. Hombre tenía que ser. La verdad no había ni parado a considerar que se presta para malas interpretaciones.

—Pues... estabas tú, otro tú...

—Uy, no me digas que estábamos haciendo lo que creo... aunque supongo que el otro yo se veía menos atractivo.

Ja, eso siempre decía, pero en realidad eran idénticos. Qué coincidencia.

—Ya quisieras —bromeé, aunque sabía lo que en verdad había pasado —También estaba Victoria Ellis, la actriz, ¿la ubicas? —Escuché un "ajá" con tono irritado— Y pues estábamos todos en una mansión y la pasábamos juntos y... ¿por casualidad no soñaste lo mismo?

Me sentí un poco expuesta y vulnerable al estarle contando eso, pero necesitaba saber. El Carlos de mi sueño se había sentido tan real, ¡hasta sabía de nuestros chistes internos! Yo no podía imaginarlo con tanta precisión, me negaba a creer que mi cabeza creó todo de la nada.

Ignoró mi pregunta—¿Qué hacían Vic y el otro Carlos ahí?

Se me pasó por alto el que usara el apodo de la cantante.

—Pues eran nuestros amigos —repliqué con algo de duda. ¿Qué tan difícil era decir sí o no?

—Ajá... ¿y qué más pasaba?

No sabía si me estaba viendo la cara, pero si mis teorías estaban en lo correcto, él estuvo ahí. ¡Ambos estuvimos ahí!

Solo veía una forma de hacerlo confesar si es que era cierto, y había probado ser infalible en el sueño.

—Pues tú y Carlos se pusieron celosos porque Vic y yo los dejamos para ir a tener sexo desenfre...

No llegué ni a terminar la oración—¡Eso nunca pasó!

¡Confesó!

A Vic le habría gustado que la usara para poner a Carlos celoso aunque no estuviera. Me sentí bien con ese hecho, como si mantuviera su legado vivo de alguna manera.

Volteé a verlo por sobre mi hombro, se veía indignado.

—Sé que no pasó eso, Carlos A —esperé a que me regañara por llamarlo así aquí, pero creo que estaba tan acostumbrado por los últimos días que no dijo ni pío—. Pero necesitaba confirmar que habíamos soñado lo mismo y... todo lo que eso conlleva.

Ambos nos quedamos en silencio. Se sentía tan raro ser de nuevo nosotros dos. Más después de lo que había sucedido anoche. Vic... Carlos V... Bodoque... joder, no me pude despedir de ninguno. Y ahora una tela se había levantado entre los dos que no sabía cómo volver a bajar, o si siquiera quería hacerlo.

—¿Crees que ellos sí existan? —preguntó Carlos de repente con cierto deje de tristeza. Sabía que después del disgusto del principio se había vuelto cercano con Carlos V, y hasta con Vic, a quien la tenía apodada como rubia, hecho que me debía molestar, pero la veía más interesada en mí que en Carlos.

—Quisiera creer que sí, porque nosotros dos lo hacemos. Solo espero que estén bien y que por azares del destino Carlos V abra los ojos —suspiré.

Me sentía algo deprimida por volver a la realidad. Era lo que todos queríamos en ese entonces, pero ahora que no podíamos estar juntos, no sé si amaba la idea. Era triste pensar qué hicimos amigos que nunca más podríamos volver a visitar o sentarnos a conversar un rato.

¿Cómo funcionaría eso? ¿Carlos le hablaría a su reflejo y yo buscaría a una Victoria Ellis que no recordaba nada de lo que yo sí?

—Yo igual... Espero que Vic consiga una nueva disquera —reflexionó Carlos, y recordé la conversación que tuve con el otro él.

Yo esperaba que eventualmente pusiera los intereses de su familia de lado, pero sentía que estaba pidiendo mucho.

—Carlos está metido hasta el cuello en problemas —solté recordando mi plática con Carlitos.

—¿En serio? —Carlos preguntó, estaba segura que él sabía que Carlos y Victoria tenían sus complicaciones, pero no creo que supiera todo lo que yo sé sobre él.

Traté de no sonreír por sentirme un poquito más importante al ser más confiable para Carlos V que Carlos.

—Algo así —Comenté ambiguamente porque al final del día no eran mis problemas y entonces, una pregunta llegó a mi cabeza —¿Vas a extrañar a tu mejor amigo?

Pude ver la confusión en el rostro de Carlos —¿Mejor amigo? Carlos V no... —Él solito se interrumpió y me miró negando —Hablas de ese jodido gato ¿verdad?

Yo solté una risita sabiendo que Bodoque le había hecho la vida imposible a Carlos.

—Esa bola de pelo gorda y deforme —Supuse que Carlos soltó todo lo que se había estado guardando, pero eso no significaba que me gustaba como se refería a Bodoque —Oh no me veas así, Torres. Sabes muy bien que tengo razón.

—Era un gato lindo.

—Era un monstruo endemoniado, todo el tiempo metiéndose a mi cuarto para molestarme, a veces me tapaba la nariz con sus patitas y así me despertaba.

Yo solo rodé los ojos dejándolo terminar de desahogarse, pero Carlos se quedó callado un rato para volver a hablar.

—Sí voy a extrañarlo —Admitió soltando una sonrisa apenado —Y agradezco de que pudiera perdonarme por el pisotón y que no hubiera entrado a la habitación.

Ante el último comentario de Carlos me quedé estática en mi lugar, ¿acaso era una forma del madrileño para hablar del tema?

No supe qué responder y solo asentí.

—No me digas que... que no te acuerdas —Se rascó el cuello.

—No, no. Sí me acuerdo —¿Pero entonces por qué mi humor había cambiado de esa forma?

Vale, sé exactamente por qué cambió, porque habíamos regresado a nuestro mundo, a un mundo donde yo necesitaba estar concentrada al 100% en mi carrera, donde Carlos y yo habíamos quedado solo ser amigos para mantener el profesionalismo, y lo más importante, donde Carlos había lastimado a mi mejor amiga.

¡¿Cómo pude olvidarme de ella?!

No quería verlo, así que comencé a caminar por la habitación buscando algo con que distraerme, tomé mi vestido y comencé a doblarlo.

—¿Te vas a poner a arreglar en estos momentos? —La voz de Carlos me obligaba a verlo, pero aún así no lo hice.

—¿Qué quieres que te diga?

—Algo, lo que sea, por favor —Su voz sonaba desesperada e insistente y escucharlo hablar así me estaba torturando —¿Vas a negar que pasó?

—No —tragué el nudo que se había formado en mi garganta. Que no lo hiciera más difícil por favor, no aguantaría verlo mirándome decepcionado.

—¿Entonces?

—No voy a negar que sucedió, pero por el bien de ambos creo que lo mejor sería hacerlo.

Carlos dio un paso hacia atrás, por su ceño supe que lo había ofendido.

—Sainz, tú mismo quisiste esto —doblé de manera brusca el vestido —Te recuerdo que pediste mantener las líneas entre lo personal y lo profesional separadas. Dijiste que ya no podíamos seguir así. Y okay, cruzamos la línea... —mi mente volvió por unos segundos a los sucesos de anoche. Sus jadeos en mí oído... —, pero eso fue solo un sueño. Esta es la realidad.

—No fue solo un sueño para mí —Murmuró esperando que no lo escuchara, pero sí que lo hice y sentí como me apretaban el corazón por dentro.

Responder ese comentario era tener una conversación que no quería tener, así que respiré profundamente y me preparé mentalmente para lo que diría esperando que Carlos pudiera entenderlo.

—Solo... borrón y cuenta nueva —me obligué a decir. No había manera de que pudiéramos seguir con cordura si seguíamos dándole importancia a lo que pasó, así que lo mejor era olvidar ese sueño que se sintió más real de lo que debía ser y fingir demencia.

Aunque por dentro me sentía vacía, porque además de lo que sucedió entre los dos dejamos a dos personas que me estaban empezando a importar mucho y era horrible. No fue como si hubiéramos hecho nuevos amigos y con el tiempo nos separamos, fue como hacer amigos y que desaparecieran del mapa. Ninguna red para contactarse, dirección, teléfono...

No existían. Y un mundo sin Victoria Ellis y Carlitos se veía más gris inmediatamente.

Luego de unos segundos que se me hicieron eternos Carlos replicó con un suspiro—: Borrón y cuenta nueva —se levantó para ponerse una camisa y luego levantarse en joggers camino al baño, pasándome por al lado sin ni tocarme. Y admitiré que eso me dolió un poco, pero debía lidiar con mis consecuencias. Sin embargo, en el pasillo se detuvo en seco como apoderado por un nuevo pensamiento y se volteó a verme —Supongo que... aplica para todo, ¿no?

No me miraba a los ojos, y se sintió horrible ese desinterés, fingido o no. Prefería que me gritara, que peleara conmigo, que peleara por mí. Pero eso jamás se lo diría porque de hacerlo lo veía cada vez más difícil decirle que no—No fue real, Carlos...

—Claro... se me olvidaba —me ofreció una sonrisa de labios cerrados dándome una repasada con la mirada en lo que caminaba de espaldas hacia al baño —Borrón y cuenta nueva, amiga.

Dijo con un deje de indiferencia y dicho eso se encerró. Yo solté el aire que no sabía que estaba reteniendo mientras miraba alrededor. Puede que ese haya sido uno de los momentos más duros de mi vida, pero no huiría esta vez. Crié fama y me tocaba echarme a la cama, o en otras palabras, enfrentarme al problema que yo misma creé.

Sentía apropiado acomodar también la cama para ahorrarles trabajo a las empleadas, y a la vez aclarar mi mente, que se encontraba más ajetreada que unos huevos revueltos.

Mientras jalaba las sábanas para que quedaran bien fijadas un objeto dorado en todo el medio de la cama captó mi atención.

Era el encendedor de Vic.

Me quedé paralizada viéndolo como si fuera a desaparecer hasta que escuché la puerta del baño abrirse y por reflejo lo cogí y lo oculté en el bolsillo de mi short de pijama con el corazón en la boca.

—Creo que me voy adelantando al desayuno, ¿te guardo un plato? —preguntó viendo un momento su teléfono para luego dirigirme la mirada.

Yo solo asentí con una sonrisa de labios cerrados a lo que él salió.

Volví a sacar el objeto observando el dibujo de un relieve de unas florecitas.

Esto lo confirmaba todo como real.

Y por eso mismo Sainz nunca lo podía ver. 



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Well, this is the end

Después de tres semanas, el crossover ha llegado a su final y al igual que los Carlos, Vic y Adora, no podría estar más feliz y triste al mismo tiempo. 

Sé que en mi muro publiqué que me sentía triste porque la mayoría de lectoras ni siquiera le dieron una oportunidad a este Crossover, pero esto no es para ellas.

Prefiero quedarme con las cosas buenas que sacamos de esta aventura, con las lectoras que se emocionaban y con las que no dejaron de leer. 

Mañana planeo subir el siguiente capítulo de Cuando Todo Empeora, pero antes que nada espero que todas ustedes hayan disfrutado ese Crossover de la misma forma en la que Val y yo lo hicimos, fueron noches en donde dormíamos 2 hrs porque teníamos que ir a la escuela, yo escribiendo con gripa, Val escribiendo después de su trabajo y antes de ir a la escuela.

No me arrepiento de nada de lo que hicimos para sacarlo y sin duda lo volvería hacer.

Las amo y solo quería que lo supieran 

Fer<3

nos vemos mañana.   

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