CAPÍTULO 83
All i want - Kodaline
Abro los ojos muy despacio con un dolor agudo en mi frente. Me llevo una mano a la zona, hay sangre en mis dedos que me dejan perturbada. Entonces reacciono viendo a mis lados, el auto ha caído y las ventanas muestran que nos hundimos de forma rápida. Mis pies empiezan a mojarse con el agua ingresando en el piso del auto.
—Nate— digo asustada. Él está apenas despertando, hay una abolladura en la puerta de su lado, no es grave, la puerta sigue en su lugar.
—Harriet...—dice viendo nuestro al rededor. Se toma un segundo para examinarme, pero le quita importancia cuando le digo que no es nada. Tenemos un problema mucho más serio. —Bien.
Trago grueso intentando mantener la calma, mis manos no dejan de temblar sin saber qué hacer. Seguimos hundiéndonos. —Estamos bajando— me altero viendo las ventanas.
—Tranquila. Mírame— él toma mis mejillas obligándome a verlo a los ojos. Tiene una franja fina de sangre bajando por su nariz.
—Tienes... — indico como si se tratara de mi rostro. Nate limpia la zona.
—No es nada— con mi respiración agitada asiento. —Te sacaré de aquí— resisto viendo sus ojos verdes seguros. —Has lo que te digo.
—Está bien.
—¿Puedes quitarte el cinturón?— busco la forma y desengancho. —Muy bien— felicita. Él se fija en la puerta de su lado y luego en la mía. —Quiero que tomes aire lo más profundo que puedas e intentes abrir la puerta. — lo miro nerviosa pero obedezco. —Cuando lo hagas, impúlsate lo más fuerte que puedas.
—¿Por qué no te has quitado el cinturón?—pregunto viendo que la tira sigue sobre su pecho.
—Ya lo hago— dice.
—Estás sangrando— digo refiriendo a su camiseta, donde la herida estaba sanando, ahora vuelve teñirse de sangre.
—Seguro se abrió— frunzo los labios. —Inténtalo ahora.
Asiento y toma una bocanada grande antes de empujar la puerta, no se puede.
—No abre— digo entrando en pánico. Sigo empujando, el manojo se alza, pero la puerta no se mueve.
—Está bien— Nate me detiene jalando de mi hombro. —Es la presión, necesitamos que se hunda un poco más.
—¿Qué?— ¿Cómo vamos a esperar eso? El agua ya nos llega a las rodillas. —Nate está subiendo— los vidrios ya están sumergidos bajo la fina línea de las aguas profundas.
—No te alteres— dice tomando su abdomen. Le está doliendo. —Se abrirá.
Muevo la cabeza, no estoy segura.
—¿Y si no se abre?— estoy aterrada.
—Lo hará— dice viendo los vidrios cubiertos por el agua. —Respira— me pide. —Inténtalo de nuevo. Con fuerza.
Asiento viendo como él toma aire. Con ayuda de mi hombro izquierdo golpeo la puerta, a la primera no cede, a la segunda tampoco y entonces con más fuerza empujo. La parte de metal se mueve, inunda de forma inmediata el interior del auto, voy perdiendo el último oxígeno con el esfuerzo que he hecho, por lo que muevo los brazos al mismo tiempo que mis piernas patalean para la superficie, mis ojos arden por la sal entrando en mis ojos. Tengo la emergencia de respirar. Hasta que finalmente logro sacar la cabeza, mi boca se abre y mis ojos se cierran al ver la luz. El agua esta helada.
—Nate— busco a mis lados. —¡Nate!
Paso mis manos por mis ojos para mejorar mi visión. Las aguas están tranquilas, no veo señales del castaño.
—¡Nate!— grito.
Tomo aire y me alisto para volver a sumergirme cuando veo una cabeza salir a unos metros de mí. Mi corazón sigue alterado. Chapoteo hasta llegar a él.
—Nate— digo entre llanto. Me asusté tanto.—Creí que no saldrías.
—Shitss... Tranquila—dice apartando mi cabello mojado. —Vamos a la orilla.
El cascajo y las piedras chancadas rodean los bordes de la montaña, donde el mar se encuentra con su muralla. Es ahí donde llegamos luego de unos braceos y pataleos.
—Estás sangrando mucho— digo viendo su camiseta pegada a su cuerpo.
Ambos chorreamos el exceso de agua de nuestras prendas.
—Lo sé—Nate se limpia su nariz, sigue sangrando y aprieta la zona de su herida. —Déjame revisar tu frente.
Dejo que aparte mi cabello mojado para comprobar que tan serio es, no me puede ser tanto. Me da el tiempo de idear una manera de salir de aquí.
—La carretera debe estar cerca, podemos...
—Pero miren a la parejita— esas palabras, esa voz.
Mi piel se enchina al verificar de quien se trata, Mattiu está aquí. Y no es todo, Matt trae un arma.
—Espera— dice Nate alarmado.
Una mano se alza, mostrando su palma y la otra me toma para colocarme detrás de él, protección.
—No cometas una...
—¡Cállate!— grita haciendo que mi pecho rebote presa de miedo. —Deja de hacerte el puto caballero.
Mis ojos se vuelven llorosos viendo como sostiene el arma, él no va a bajarla. Matt está de pie a tres metros de nosotros, escupe sangre y con el dorso de su mano limpia en su boca, Su rostro tiene el pómulo morado, el labio roto y varios cortes que seguro provoco Caleb esa noche.
—Tienen más vidas que un gato— dice mirando detrás de nosotros.
Él nos sacó del camino. Me sujeto a la camiseta de Nate, pero salgo por un lado.
—No— me dice Nathaniel.
—¡No te muevas!— el arma de fuego lo apunta con más precisión.
—Matt por favor— ruego. Mis manos están temblando, pero intento mostrar que no intentaré nada, no tengo nada. —Déjanos ir. Estamos heridos...
Mi súplica, mi ruego, quiebra mis cuerdas vocales. Estoy temblando.
—Ahora si me tomas en serio— sonríe sin gracia. —Iba a hacer todo por ti.
—Lo siento mucho— en este punto no sé cómo calmarlo. —No presentaremos cargos— recurro.
Matt suelta una carcajada siniestra.—Mis abogados pagaron la fianza porque nunca denunciaron— nos cuenta. —El denunciado ahora es otro.
Mi rostro se desencaja al entender. ¿Denunció a Caleb?
—Harriet—me llama Nate.—Ponte detrás de mí.
—¡Te dije que te callaras!— si había bajado un tanto el arma, ahora vuelve a apuntar al castaño.
—Matt detente por favor— intento rápidamente. —No le dispares.
Matt ríe. —Sabía que te seguía importando— mueve un poco el arma. —Siempre estropeando todo. Los dos te tuvieron y ahora te protegen como si fueras especial— trago saliva. Esos ojos de Matt son los que recuerdo de la oscuridad en la que me hizo vivir. —Me pregunto...
—No...— elevo las manos cuando me observa.
—¿Quién sufrirá más sin ti?
Ensancho los ojos al ver como de pronto el arma deja de apuntar a Nathaniel para moverse a 30° grados hacia un lado. Matt sonríe y yo creo que este es mi fin.
¿Alguna vez han imaginado lo que es una bala ingresando por tu piel? El cómo se hace paso por su cuerpo, desgarrándote. Como un pequeño agujero puede provocarte tanto dolor. Ese es el sentimiento que yo espero.
El gatillo se cierra y el sonido del arma resuena en mis dos oídos. No quiero cerrar los ojos, no temo sentir que si mi momento es este, lo será. Pero el impacto ni el dolor nunca llega, en vez de eso es Matt quien desaparece de mi vista... porque un cuerpo se coloca en frente de mí. Una espalda ancha y alta.
Una espalda que cuando era niña yo me subía, con quien jugaba, quien me cargaba cuando yo no alcanzaba el estante más alto. El chico que me acurruco en mis malos días, quien me vio llorar y no se iba sin hacerme sonreír.
Mi cuerpo entero tiembla viendo al cuerpo caer de rodillas, sus extremidades hacen crujir a las piedras. Abro los ojos sin tiempo que perder.
—Nate— me muevo hacia adelante suyo. —Nate— lo veo parpadear varias veces.
—Harriet— dice en un sonido bajo la terrible aflicción.
Su camiseta mojada ya no solo muestra una mancha de sangre en un lado de su vientre, sino que ahora también nace otra a un lado de su pecho. Mis rodillas duelen por las piedras, sostengo su rostro.
Tengo que hallar un teléfono.
—¡Ayuda!— grito lo más fuerte que puedo.
Miro a mis espaldas, solo está el arma de Matt.
—Tengo que pedir ayuda— suelto lágrimas. Se ve pálido. —Nate por favor, tenemos que ir al hospital— lo ayudo a colocarse de pie. —Tú puedes, por favor.
Nate da solamente unos pasos para salir de la orilla de tormentosas piedras bajos nuestros pies. Únicamente salimos de esa zona para que él sus piernas le fallen y casi se desplome en la tierra.
—Nate— insisto. No creo que pueda seguir.
El castaño me mira de la forma que no entiendo, su boca me sonríe pero sus ojos verdes no. Bajo la mirada a su herida. —Espera aquí.
Pero su mano me impide alejarme. No entiendo lo que hace, su cuerpo cae a un lado y yo me aseguro que su cabeza quede en mi regazo.
Niego. Necesito encontrar a alguien, la carretera no está lejos, pero no veo ningún auto que pase. Hasta que miro hacia el otro lado, más alla hay un hombre acercándose con una cubeta y una caña de pescar.
—¡Ayuda!— grito.
El hombre me ve y corre hacía a mí. No puedo dejar de llorar o respirar como se debe.
—¿Qué les paso?— pregunta viendo nuestros estados.
—Por favor. Por favor ambulancia— hablo de prisa. —Teléfono. Le dispararon— veo el rostro de Nate encima de mis mulsos. —¡Rápido!
—Sí. Si— dice el hombre sacando un aparato de su bolsillo.
—Vas a estar bien— le digo. Mis dedos temblorosos peinan sus risos de su frente. —Ya viene la ambulancia.
Escucho al hombre por teléfono, indicando nuestro paradero. Ruego porque se den prisa.
Nate toma mi mano de su cabello y la lleva encima su pecho. Puedo notar como tragar saliva se le dificulta. —Creí que era el hombre para ti, pero ahora sé que no es así— agito la cabeza sollozando.
—No hables. Ya viene la ayuda.
—Sé que vas a estar bien. Confío en que cumplirá su palabra— mi garganta se cierra y él lo sabe.
—Nate por favor, solo resiste.
—Diles a mis padres que los perdono— niego. Mi pecho empieza a sentir la opresión incontrolable. —Siempre estaré contigo.
—No digas eso— rompo en llanto. Mis mejillas no dejan de sentir recorridos y recorridos de mis lágrimas. —No te despidas.
Su mano aprieta la mía y entonces dice algo más. —Promete que cumplirás tus sueños— tose y sé que algo hay en su garganta por la forma en que lo hace. —Que nadie te detenga.
—Nate— digo con mucho temor.
—Princesa— sonríe.
Pestañeo y me entra un escalofrío al ver sus ojos verdes cerrarse.
—¡Nate! ¡Despierta!— grito. Lo remuevo, pero no reacciona.
Su agarra se debilita y mi mano pronto queda libre de la suya.
—¡Nate!— grito de nuevo. Mis lágrimas no se detienen al ver al castaño sin responder. —Ya llegaron Nate.
Las voces y la sirena suenan cercanas que cuando me toman de los brazos para ayudarme a levantarme casi pierdo el equilibrio. Mis piernas tiemblan tanto que apenas logro ver lo que sucede.
Los paramédicos sacan algunas cosas de sus maletines de emergencia, me quedo muy cerca esperando que hagan algo. Uno de ellos le toma el puso.
—Por favor— ruego.
—Desfibrilador— comunica antes de cortar su camiseta y empezar con un masaje cardiaco.
Su compañero le coloca un parche en la herida de bala. Una máquina que parece una caja rectangular es desenvuelta. Dos conectores con cables son colocados sobre tu tórax. El primer choque eléctrico hace que mi cuerpo salte junto con el de Nate.
Mis ojos ven a los hombres arrodillados. —No tiene pulso, otra vez.
Otro salto me hace soltar un jadeo, cubro mis labios para no ser escuchada.
El paramédico vuelve a revisar el pulso de Nathaniel, niega. —Una vez más.
Mi ilusión de verlo abrir esos ojos verdes se desvanecen en cuanto su cuerpo se alza hacia arriba y cae sobre el suelo.
El hombre quita los dos parches conectados a la máquina. —Hora de la muerte. 11:40am.
—¡No! ¡Por favor!— suelto un grito desgarrador. Muevo mi cabeza negándome a la idea. —Nate. ¡Por favor!
Los dos compañeros se hacen a un lado, caigo de rodillas a su lado y sostengo su cabeza, sus rizos castaños se sienten sedosos entre mis dedos.
—Despierta— ruego con los labios temblorosos. —Por favor despierta.
—Jovencita— alguien intenta levantarme, pero me remuevo para que me suelte.
—No me hagas esto— sollozo abrazándolo.
No es cierto. No él. Por favor, no él.
Los pasos de alguien más se escuchan acercarse, corriendo. No me importa lo que digan.
Para cuando siento a otra persona estoy lista para apartarlo. Pero sus ojos grises no tardan en hacer contacto con los míos, sus brazos me envuelven y siento que todo el dolor es liberado de mí mientras aún tengo en mis brazos a Nate.
Caleb me obliga a dejar el cuerpo para ponerme de pie, me oculta de las personas presentes en su pecho como se ha hecho costumbre. Vuelvo a sollozar sin retenerme ni un poco, mis rodillas vuelven a fallar, pero Caleb las mantiene de pie con sus brazos en mi cuerpo. —Estoy aquí. No te dejaré caer.
Y es así como sucede. Con mis rodillas raspadas, mis mejillas húmedas y con el corazón partido. Tanto el día como mi vida se van oscureciendo.
300422✨
Próximo capítulo: Todo lo que el dolor puedo causar.
A dos capítulos del final.💔📚 CTVAV llega a su fin.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top