CAPÍTULO 77
—Buongiorno— mis brazos se estiran sintiendo su pecho debajo de mis dedos.
—Buenos días.
—¿Es posible que tu cama sea más cómoda que la mía?
—Yo creí que la tuya era más cómoda.
Un sonido de duda proviene de su garganta.
—Entonces no es la cama— levanto la cabeza para poder ver su rostro. La palma de mi mano siente la frecuencia normal de sus palpitaciones. —Somos nosotros. Juntos.
—Juntos— repito.
Esa palabra consigue alegrarme, una de las mejores maneras de comenzar el día. Eso hasta que veo esa sonrisa suya, burlona. Ahora parezco algo tonta.
—¿Qué?— digo queriendo saber.
—Nada.
—Dime.
—Me— con que va a usar eso. Esto no va a quedarse así.
Tomo fuerza y con un impulso logro pasar una pierna por su dorso, la coloco del otro lado, quedando sentada encima de él.
—Dime— insisto.
—Dame un beso— se atreve a pedirme. Me niego.
—No creas que me he olvidado lo de ayer—Caleb engancha sus dedos a cada lado de mis caderas.
—Hablas del susto que te di o delatarte por estar husmeando— doy un golpe con la palma abierta en su pecho.
—Ambos. No vuelvas a hacerme algo así.
—Si vas a subirte justo así— pierdo su atención de mis ojos. —No puedo decirte que no lo volveré a hacer.
Pero que...
—Solo ve un poco más hacia...
—Auch— sonrío porque golpearlo ha hecho que me suelte. —Que agresiva.
—Te lo has buscado.
—Paz— levanta ambas manos, con los dedos separados. —Dame las manos.
Eso sí. Junto palma con palma, sus manos son muchas más grandes que las mías y mis dedos son más delgados.
—Tienes manos de bebé— controlo mi rubor.
Caleb mueve los dedos provocando que entrelacemos nuestros dedos de cada mano. Me siento muy bien, un encaje perfecto hasta que noto más allá de este enlace nuestro. El rostro del pelinegro se vuelve travieso, con esa sonrisa juguetona y los ojos grises encogidos.
—Te atrape— avisa al mismo tiempo que lleva sus brazos hacia arriba de su cabeza, por nuestro agarre lleva los míos hacia adelante también, provocando que mi dorso vaya hacia adelante.
Mi rostro termina a solo centímetros del suyo.
—Esto si me lo he buscado— dice antes de alzar su cabeza para unir nuestros labios entre sí. Sus labios cálidos provocan cosquillas como el intenso deseo de participar con él.
Sus manos se abren dejándome libre para sostenerme, sin pensarlo coloco mis manos sobre su pecho. Puedo bajar y seguir besándolo mientras nos lo permita nuestra resistencia. Es extraño, pero me siento poderosa encima de él. Controlo la intensidad de cada beso con solo alejarme un poco. Puedo oírlo gruñir cuando me alejo para respirar. Me gusta.
—¿Soy yo o disfrutas verme en tu control?
—Tal vez— me encojo de hombros.
Caleb arquea una ceja y con un instante, necesario para ver mis manos sobre sus pectorales, las toma ambas para luego impulsarse muy rápido, levanta toda su espalda sin dificultad de tenerme encima. Mi trasero va hacia atrás, pero no caigo porque él me tiene sostenida hasta que me encuentro a horcajadas sobre un Caleb sentado.
¿Cómo lo ha hecho? No interesa pues ahora lo tengo risueño.
—¿Ahora quien tiene el control, loca?— pregunta antes de besarme.
La respuesta es lanzada al aire con el beso de prueba para descifrarlo. Mis brazos pasan por los lados de su cuello y las suyas regresan a mis caderas. Nos las mueve, al contrario, las mantiene con los dedos presionando en la zona. Sé que él se va a separar antes, por lo que sin pensarlo tanto término jalando de su labio cuando lo hace.
Sus ojos se abren y sus dedos aprietan sincronizando con su mandíbula. No le echo daño... o sí.
—loca, loca, loca...— parpadeo. De a poco bajo mis brazos de su cuello.
Él aprovecha mi confusión para de un solo giro de cadera termine cayendo sobre la cama. Mi cabello se esparce a los lados y Caleb se acerca peligrosamente a mí. Mi cuerpo se encuentra bajo el suyo sin necesidad de tener ningún peso suyo.
—Me toca— dice él.
Pero mucho antes de que pueda pegar nuestros labios por... quien lleva la cuenta, mi teléfono empieza emitir sonidos desde el velador de nuestro lado.
—dimmi di ignorarlo— tengo que sonreír a boca cerrada.
—Puede ser importante— Caleb suspira y de mala gana se levanta.
Suelto una carcajada viendo como se peina su cabellera con los dedos. Me siento al borde de la cama y reviso de quien se trata.
—Caleb...— el pelinegro prácticamente se deja caer sin remedio sobre las sabanas. —Es Susan. Me ha llamado todos los días para preguntar si he sabido algo de ti.
El tatuado vuelve su mirada severa sin un punto exacto. La llamada está a punto de perderse cuando vuelve a verme a los ojos.
—Dile que almorcemos juntos.
—¿Cómo dices?
—Dile que vamos a comer los tres. Luego le mandas la dirección.
—¿Hablas en serio?
Asiente. Deslizo el dedo con el botón verde agrandado.
Llamada - Susan.
Buenos días Sra. Lodge
Saludo. Caleb se coloca de pie y con un dedo apunta hacia el pasillo. Frunzo el ceño, pero asiento con la cabeza.
¿Has sabido algo de él?
Sí. Caleb está bien. Y... me dijo que quiere que comamos hoy.
¿Todos? ¿Conmigo?
Sí. Eso me dijo...
Es que estoy igual que ella.
¿Dónde?
Luego me dirá la dirección.
No puedo creerlo. Gracias Harriet. Seguro tú lo convenciste...
No fui yo... le aseguro que no sé de que se trata.
Si podemos conversar entonces es una buena noticia.
¿Ahora estás con él? ¿Se han reconciliado?
Ah... Hemos hablado...
Esto es vergonzoso.
Comprendo perfectamente. Sabía que arreglarían las cosas. Me alegro por ambos.
Gracias.
No les quito más tiempo. Los veo más tarde.
Eso ha sido un poco vergonzoso. Me levanto y sigo el camino que ha tomado Caleb. Lo encuentro junto al ventanal de mi sala, ahí parado junto a la ventana abierta lleva un porro a sus labios.
—¿Acepto?
—Sí— digo acercándome.
Si ha sido Susan lo que ha hecho que fume, me voy a sentir muy mal de provocarlo.
—Mi madre me contó la historia de ambas en la carta que me dejo— da una calada. Me quedo a un metro de él, viendo la ciudad. —Pero aún no entiendo por qué no me lo dijo cuando se reencontraron.
—No quería que la juzgaras— Caleb asiente. Creo que eso pudo dejarlo en su carta. —Puede que pensara que siempre habían sido tú y ella. No quería confundirte y darte algo más en que pensar.
—Puede ser— voltea a verme. Y sonríe de lado, no es completa. —¿Tienes algo que hacer hoy?
—No.
Caleb levanta su otro brazo y puedo ver como ha tenido ahí la cajita de metal negro. Apaga el porro a medio consumir. Lo que queda de el lo guarda en su interior.
—¿Me acompañarías a cumplir su último pedido?.
—Claro. ¿A dónde?
—A la playa— frunzo el ceño. —A tirar sus cenizas.
Eso no lo esperaba. Me causa una oleada de melancolía, pero otra parte de mí agradece que me considere para estar presente.
—Creí que ya lo habías hecho.
—No sentí que fuera el momento. Quiero hacerlo bien.
Caleb me toma de la cintura y tira de mi cuerpo para pegarme completamente a él. Sus ojos siguen siendo grises, supongo que porque no ha consumido ni la mitad de un porro.
—¿Puedo besarte?
—¿Lo estás preguntando?
—Es que has arrugado la nariz— ladea la cabeza. — Y no sé si tengo permitido hacerlo cuando acabo de...— Alzo ambas cejas. Se está escuchando. —dimenticatene.
Y de esa forma vuelve a besarme. Una mañana llena de besos, mordidas y si, un poco de cannabis.
(...)
—Mesa para tres— solicita Caleb al joven camarero.
Hemos llegado a un restaurante que ha señalado que no conoce, pero que por claras razones ha elegido.
—¿Prefieren con vista al mar?— esa fue una razón.
—Si—me adelanto yo.
Caleb sonríe mientras tomados de la mano nos dirigimos a donde el joven nos indica.
—Que caballero— digo cuando me ayuda con mi silla.
—Per riprenderti, come dovrebbe essere.
Estando detrás del respaldar de mi silla toma la oportunidad de darme un beso rápido en la mejilla.
Me encanta. Que siga así.
—¿Desean pedir o esperar a la otra persona?— el joven busca una respuesta en mí.
Miro a Caleb rodear la mesa y sentarse al frente de mí, lo ideal es esperarla, pero él lleva diciendo que tiene hambre en todo el camino.
—Esperar— dice Caleb.
El joven voltea a verlo y con un asentamiento de cabeza se retira.
—Creí que tenías hambre.
—Si, pero iba a quedarse mientras decido por algo.
—Sí, es lo que haría cualquier... ¿Estás celoso?
Solo quiero molestarlo.
—¿Por qué te vean?— pues eso acaba de parecer. Caleb sonríe. —Sé perfectamente que eres hermosa. Ellos también lo saben porque tienen ojos— ya siento el calor de mis mejillas. —Mientras sepan que pueden ver pero no tocar... Todo bien.
—Eres un tonto— no voy a darle cuerda con esto.
—Y te encanta que lo sea.
Miro la playa en donde el mar se aprecia y el cielo se muestra con un buen número de nubes. Necesito de las brisas para calmar mi sonrojo.
—Ya llego— volteo.
Susan viene llegando con un hombre de traje, a él le dice algo y se retira. Su vestimenta como siempre no pierde la elegancia, unos pantalones largos y anchos de tela oscura, al igual que una blusa blanca con un lazo que cae en el centro de su pecho.
El joven que antes no ha atendido la acompaña entre las mesas, doy una mirada a Caleb antes que llegue. Sus hombros muestran la tensión que se ha producido por la amiga cercana de su madre fallecida.
—Volveré para tomar sus pedidos en unos minutos— el joven se retira.
Me pongo de pie para depositar un beso en la mejilla de la mujer, Caleb también se pone de pie, pero solo terminan por un movimiento de cabeza como un saludo. Todos tomamos asiento.
—Es un bonito lugar— ella ha elegido el centro de ambos, justo con la vista del mar con solamente subir la mirada. —Y una preciosa vista.
—Caleb lo escogió— menciono como avance.
—Tengo que decir que me sorprendió tu invitación— le habla a él. —Agradezco la oportunidad...
—Gracias por aceptar— va bien.
Pero siento cierta presión en la atmosfera.
—Revisemos la carta para entregar la orden— sugiero cuando ambos se han quedado callados.
Ambos me miran y asienten. Sus ojos puestos en el listado es mejor que miradas sin razón. Solo pasa cinco minutos, que parecen diez cuando cada uno da un nombre de platillo. Ellos necesitan hablar porque ya no encuentro forma de salir de un silencio incómodo.
—Tu madre adoraba la playa— es lo primero que comenta Susan.
Caleb observa a su lado izquierdo, la arena y el cómo las olas rompen a lo lejos son de alguna forma relajante.
—Solía llevarme cuando era niño— comenta él.
—Siempre veníamos a esta playa cuando éramos jóvenes.
Puedo notar como eso toma de sorpresa a Caleb. Él me dijo que vendríamos a una playa, como último pedido de Alessia. Entonces, quizás también le dijo cuál.
—Caleb...— puedo ver la nostalgia de Susan reflejados en sus ojos. —No debí aparecerme de sorpresa en el crematorio. Fue muy atrevido de mi parte.
—Entiendo que usted ha sido tal vez la persona más cercana a mi madre en todos sus años aquí— tengo que seguir la conversación entre ambos. Solo escuchando. —No lo sabía hasta después. Ella quiso que lo supiera apenas ocurrió su partida, solo que no me atreví a leer la carta que me dejo antes de verla.
Susan asiente. Todo es cierto.
—Me disculpo por mi comportamiento— Caleb baja la cabeza y yo sonrío.
—No es necesario. Tu perdida se entiende completamente. Alessia era una persona que cualquier persona debió valorar con solo conocerla.
Eso me entristece. Por lo que Caleb me contó su propia familia no la ayudo, Alessia me dijo que le dieron un ultimátum, Richard la echo. Y aun así, ella no se arrepintió de nada. O mejor dicho, nunca se arrepintió de tener un hijo como Caleb. Y la entiendo.
Por otra parte, puedo notar una sonrisa pequeña en los labios del pelinegro. Un lindo gesto, demuestra que están de acuerdo en algo. Me reconforta.
—Caleb— observo a Susan. —Sé que no me conoces, pero quiero que sepas que puedes contar conmigo.
—No...
—Por favor déjame terminar.
Caleb se disculpa en silencio.
—No me lo ha pedido tu madre, lo aclaro por si crees que es por eso que te lo digo— toma aire para continuar. —Alessia ha sido mi única mejor amiga. Cuando se fue quede devastada, culpe a Richard, mi matrimonio es una fachada. No tengo a nadie Caleb, tu madre era mi familia, mi única familia. Los busqué hasta el cansancio, años de pena, preguntándome si se encontraban bien o si estaban cerca y yo sin saberlo— se me seca la garganta con escucharla hablar. —No tengo hijos o hermanas, pero Alessia fue como una para mí, una hermana. Tú eres su hijo y puedo ver tanto de ella en ti. Sé que han pasado por cosas desagradables y momentos duros, la vida no ha sido justa para ustedes. Pero te ruego, te suplico que me permitas ayudarte...
A Susan le brillan los ojos y su voz se le quiebra al final. Sirvo un vaso de agua y se lo acerco.
—Gracias Harriet— toma un sorbo.
Caleb guarda silencio. Pero puedo ver que no aparta la mirada de la mujer. Lo ha dejado impactado, se nota.
—Por favor Caleb. No te pido que me veas como familia, seguro eso es imposible. Pero sí que sepas que puedes contar conmigo, en lo que necesites. Yo no pude hacer nada por tu madre, pero si me lo permites quiero hacerlo por ti.
Caleb pasa a ver a la mesa, toma un vaso, vierte agua y bebe.
Susan me observa y yo realmente no sé qué decirle. Caleb está en otro mundo, pensando seguro. La mujer ve la oportunidad y toma su mano derecha.
Caleb se tensa, sus hombros se alzan, pero no se aparta.
El tatuado me mira. —Non so cosa dire.
—è perché stai pensando— uso el idioma que ha decidido usar.
Caleb la mira. —Fui muy descortés con usted y aun así me ofrece su ayuda.
—No tengo razón verdadera para guardarte rencor.
El chico asiente despacio, observa su mano que toma la suya. Su mano izquierda se posa encima de ambas.
—Gracias por acompañarla cuando yo no estaba— Susan sonríe. —Me gustaria saber mas sobre ustedes. Y eso implica pasar tiempo con usted si asi lo quiere.
Las comisuras de mis labios se agradan tan enormemente que mi boca se abre.
—Siempre creí que éramos ella y yo. Se fue y creí que ya no tenía a nadie— me mira. —Harriet me demostró que no estaba solo. Ella me mostró que puedo contar con ella... — no voy a llorar. Vuelve a ver a Susan. —Si mi madre confió en usted. Yo también.
Susan parpadea, puedo notar como una lágrima rueda por su mejilla. Antes de que le alcance una servilleta, Caleb lo hace. Si, el tatuado le alcanza una ayuda.
—Gracias Caleb— con solo un toque logro secar la lágrima, a pesar de eso se ve su sonrisa genuina.
Caleb me mira y no puedo decirle lo que me gustaría ahora, pero quiero pensar que mi sonrisa me delata. Él se muestra mejor que cuando empezamos. Estoy tan orgullosa y feliz.
—No sabes lo bien que me siento.
—Mi madre una vez me dijo que hay lazos más fuertes que la sangre— Susan asiente conforme. —Creo que se refería a usted.
Si siguen así, yo también voy a llorar.
—Disculpen— el joven que está a cargo de nuestras comidas llega con los platillos listos.
Agradezco en mi interior. No quería ser la segunda en soltar lágrimas en la mesa.
La comida pasa entre sonidos de tenedores y cuchillos. De vez en cuanto cruzamos miradas con Caleb, no he podido borrar mi sonrisa. Quiero que sepa que me encuentro feliz.
Susan nos cuenta algunas anécdotas de Alessia y ella en la playa. Una vez Alessia casi pierde su zapato en el mar, la marea había llegado más lejos de lo que pensaban, donde ellas estaban sentadas. Las tomo desprevenidas que corrieron cada una por sus zapatos que se iban con el mar regresando a su origen. Nos reímos mucho al imaginar la situación, Caleb mismo no pudo resistir a lo gracioso que fue que les pasara eso. Así como esa, Susan tenía muchas más, en la playa, en su casa donde jugaban y tenían escondites o códigos secretos. Todo era momentos buenos que nos sacaron sonrisas, carcajadas y dejaron que la imaginación volara para poder sentirlo mejor.
Al darnos cuenta hemos pasado más de dos horas conversando. Ya el sol ha empezado a bajar, pero no lo suficiente para el ocaso. Nuestra mesa lleva limpia, pero nadie nos ha echado. Hasta que claro, uno ya sabe que debe irse.
—Jerry— escucho como Susan habla por teléfono mientras vamos saliendo del local. —Puedes traer el auto...
Empujo a Caleb pues hemos hablado de algo justo en sus espaldas. Susan nota que quiere decirle algo.
—Eh— se ve tan tierno. —Nosotros pensábamos ir a la playa.
Susan me echa una mirada y yo le sonrío desde un paso atrás.
—Mi madre me dijo en la carta que quería que sus cenizas se esparcieran en el mar de esta playa— Susan separa los labios con sorpresa. —Ahora entiendo por qué. Si gusta puede venir.
La esposa de Richard asiente conmovida. Tanto que abraza a Caleb sin permiso o señal.
—Creí que ya lo habías hecho. Estuve pensándolo en todo el camino— Caleb eleva un brazo. Tiene que voltear a verme para terminar de animarlo en hacerlo. Coloca una mano sobre la espalda de Susan.
Susan es más pequeña que él, pienso que tenemos la misma altura o estamos cerca. Con ella puedo ver lo pequeña que puedo ser al lado de Caleb.
—Gracias por incluirme en esto— Susan se separa. —Vamos.
Sin duda voy a darle esta noche muchos besos a Caleb, se lo daría ahora pero me da mucha pena con Susan viéndonos.
—Pazzo— me llama él cuando nota que me he quedado pensando. Observo su mano ofreciéndome una caminata de las manos, la tomo sin dudarlo.
Susan habla por teléfono, supongo con el tal Jerry de antes. Le pedimos un minuto para traer la urna que hemos dejado en el auto. Cuando volvemos nos quitamos el calzado al entrar a la arena. No dejo de ver nuestros pies sobre la arena. Todos hemos decidido quitarnos el calzado para poder sentirlo entre los dedos.
—Estás muy sonriente— me dice Caleb cerca de mi oído.
—Es que no puedo evitarlo. Estoy muy orgullosa de ti— Caleb ensancha su sonrisa con mi respuesta. Hace que nos soltemos de la mano y entonces prefiere acercarme a su cuerpo con su mano en la curva de cintura.
—¿Quiere decir que puedo solicitar mimos esta noche?
—Quizás.
Caleb ríe acercándonos cada vez más al mar.
—Mira— su mentón se eleva y yo mira a su dirección, la luna. Ya salió aunque el sol aún no se ha ocultado por completo.
En el cielo, aun con la ausencia de las estrellas, se puede ver también un avión a lo lejos. Lo que me recuerda que en unas dos semanas tendré que tomar uno. Volteo a ver a Caleb.
—Sé lo que estás pensando— sonríe viendo el cielo. Luego voltea a verme. —Podría ir contigo.
El corazón me salta ante la posibilidad saliendo de sus propios labios. Es que él también lo pensó al mismo tiempo que yo.
—Lo podemos hablar después— digo guardando las ganas de que lo afirme. Ahora estamos aquí para despedir a Alessia.
Sin embargo Caleb se detiene y por ende lo hago con él. Mis dedos de los pies juegan con la arena, pero estoy concentrada en él.
—Ti piacerebbe iniziare un nuovo anno con me?
200422✨
Un día para recordar.
Próximo capítulo: Una noche que tendrás que recordar.
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