CAPÍTULO 74

—Nate me hablo de esas notas— intento recordar. —No les dio importancia. Yo apenas las di y luego se me olvidaron.

¿Cómo olvide algo tan conflictivo? Si uno decía como Caleb y yo nos habíamos visto en el hospital cuando fui internada.

Caleb lleva los brazos cruzados. —Llegue a pensar que era una fanática.

Katherine una fan de Nate. Eso suena tan cómico. Pero con todo esto... ¿Qué es lo que Katherine está haciendo? Enviar notas, drogar a su hermana, acostarse con Nathaniel... ¿Es que todo lo ha hecho para volver con él?

Espero estar equivocada, y que no esté haciendo todo lo que Amber supuso. También quiero suponer que sabe las consecuencias que ha llevado sus acciones.

Voy hacia el refrigerador. —¿Prefieres jugo de papaya o plátano?

Caleb cierra la puerta para que lo vea. —¿No tienes clases?

—No iré hoy.

—¿Por qué?

—Porque no es importante.

—¿Las últimas semanas y no es importante?

Bueno, sí que lo es. Pero no voy a dejarlo solo.

—Luego me pondré al día.

—Nada de eso— toma mi mano y como si es fuera normal me lleva a su habitación. —Te llevaré.

—Olvidas que tu moto está en el hospital— Caleb se detiene y me mira. —Yo iré. Pero tú te quedas aquí y sin salir.

—Puedo hacer eso.

—Y entrégame toda la marihuana— abro mi mano.

Caleb achica los ojos. —Sabes que no te la daré.

—Entonces no iré— no estoy tan segura si esto va a funcionar.

Caleb aprieta los labios y luego de unos minutos donde creo que no lo hará se mueve a un lado de la cama. De la mesita de noche saca una bolsita y me lo entrega.

—¿Esto es todo?— no lo creo.

Caleb cierra los ojos, inhala, los abre y sale al baño, no sé exactamente de donde saca algo, pero trae otra bolsita. Me quedo callada viendo ambas bolsitas sobre mi mano. No estoy de acuerdo.

—Diavoli— va hacia la cocina y de encima de los cajones más altos saca otra bolsita. —¿Sei felice ora?

—Algo— digo cuando tengo todo lo que creo que puede tener. —Por cierto, también tengo la de anoche — logré ocultarlo mucho antes de quedarnos dormidos. Tal vez ni lo recuerde.

Caleb pasa su mano por su cabeza y rasca en la zona con desesperación.

—¿Podrías dejarme un poco?

—No.

—No es broma— me pide. —Necesito...

—Creo que ayer has fumado mucho más de lo que necesitabas— Caleb abre los ojos y los labios. Probablemente creía que iba a ceder.

—¿Al menos me darás algo con que sobrevivir estas horas?— ladeo la cabeza. —¿Un beso?

Todo esto me hace confundir. Puedo estar aquí y estar enamorada de él. Pero no quita el hecho de lo que nos pasó. No puedo simplemente retroceder.

—No lo creo Caleb— sus ojos decaen y me lamento en el momento que se aleja. —Te veo más tarde y por favor no salgas de aquí.

—Está bien.

(...)

No sé que tanta diferencia hizo que viniera a clases o no, no logro escuchar nada porque al final mi mente anda pensando en que puede estar haciendo Caleb o mejor aún, recordando como me pidió un beso. Es que a ese chico es difícil comprenderlo. Y más ahora. Me anima saber que se encuentra en casa, sin marihuana y sin la mirada perdida de anoche.

Tres horas y tomo mis cosas para salir del salón. Parece que gano una carrera para llegar a mi auto y volver al departamento del pelinegro.

—Devi.

—Harriet— detengo mis pasos en subir al segundo nivel. —Cassie me ha dejado esa caja para ti.

Son mis cosas, las que aliste en Fiore. Tengo que agradecerle.

—¿Tú sabes que está ocurriendo con Caleb?

—¿A qué te refieres?

—No sé. No lo vi por días y ahora sé que está arriba, pero su moto no está.

No quiero mentirle a Devi. —Él está pasando por una perdida Devi.

La mujer pelirroja forma una o pequeña y se acerca a mí. —Dios mio. No lo sabía. Ahora puedo entender mejor.

Asiento. —Intento que sobrelleve esto, pero no estoy segura si lo hago bien.

Devi toma mis hombros. —Lo harás bien. Debe necesitar sentir que hay alguien para él, eso es todo.

—Gracias. Subiré a verlo— Devi me deja ir.

Toco la puerta. No obtengo respuesta.

—¡Caleb!— llamo con mi voz. Nada.

—¿No responde?— Devi aparece al final de las gradas. Niego. —Tengo una llave de emergencia. ¿Quieres usarla?

—Si por favor.

Devi trae la llave y junto a ella entramos. La sala se encuentra cubierta de libros, como si hubiera buscado leer, pero ninguno lo convenciera al final. Devi da una ojeada y yo me adentro en el baño. Encuentro una bolsita de cannabis, es bien pequeña, nada comparado a las otras. La guardo en mi bolsillo para que Devi no la note.

—Caleb — susurro negando con la cabeza.

Él no está aquí.

Tomo mi teléfono y empiezo a escuchar cada timbrada. Hasta que responde.

Llamada Caleb.

¿Dónde estás? Dijiste que no saldrías

Lo sé y lo siento. Me han llamado del Crematorio.

Eso me hace erguir. Observo a Devi levantar los libros y dejarlo en fila sobre la mesa de centro.

¿Qué te han dicho?

La incineración se hará en unas horas. Estoy yendo al lugar.

Dime donde es. Voy a alcanzarte.

Te mando la dirección.

Recibo el mensaje y lo busco en maps.

—¿Te dijo donde está?

—Sí. Iré a verlo ahora— Devi y yo salimos del departamento y cerramos con llave.

Ella se queda con mucha curiosidad, pero es todo lo que puedo decir por el momento. Debo conducir siguiendo el GPS hasta que finalmente bajo del auto.

—Hola— digo encontrándolo de pie en la entrada.

El Crematorio Trinidad es un local a unas cuantas manzanas del Hospital, tienen una sala de espera y un estacionamiento pequeño.

—Me han dicho que espere— asiento. Reviso sus ojos evaluando lo mucho o poco que pudo haber consumido. —Me he echado las gotas— eso explica sus ojos normales.

Al menos se preocupó en verse bien.

—Se supone que me habías entregado todo.

Caleb comprueba que nadie venga a nosotros. Hay un joven detrás del mostrador, revisando su computadora.

—No sabía que lo tenía— y debo creerle. O eso se supone.

—¿Caleb Lodge— pregunta un hombre con un traje cubierto de blanco. Imagino que el protocolo.

—Soy yo— Caleb da un paso. El hombre lo mira. —Lamento su perdida.

—Quería consultar sobre el costo— Caleb casi aparta al hombre de mí. Pero soy capaz de escuchar dando un paso. —No me llego la información.

—Todo está cubierto Sr.Lodge— parpadeo.

—Debe haber algún error. No hice ningún depósito— Caleb voltea a verme. —¿Fuiste tú?

Casi tengo que caer de espaldas porque no esperaba que girara de pronto. Niego.

—Harriet...

—¿Hay algún problema?— miro al hombre y sonrío.

Caleb se adelanta. —No. ¿Pero puede revisar el registro de pago?

Solo hay una persona que pudo hacerlo.

—Está bien. Pero debemos empezar ya porque los cupos están muy saturados. Lo siento mucho si suena poco sensible.

Caleb endurece el semblante, se toma un minuto donde espero que él tome esa decisión.

—Continúe por favor.

—Está bien— ve el formulario. Caleb firma. —El proceso durará entre 2 horas a 3. El hospital nos entregó esto.

Una bolsa plegable se coloca entre su cuerpo y el de Caleb. Lo recibo porque veo que Caleb se queda observando sin movimiento.

—Gracias.

—Pueden esperar aquí.

Presiono lo que ahora tengo en las manos. Caleb camina a las sillas y toma asiento. Hago lo mismo a su lado.

—Le compré esa pañoleta cuando empezó a perder cabello— me cuesta entender que habla de la tela que se encuentra dentro de la bolsa, en mi regazo.

Ahí entre la transparencia de la bolsa puedo ver el cepillo que use con ella, cuando arregle su poco cabello.

—Vi que no leíste su carta— Caleb niega.

—Puede que sean sus últimas palabras, sé lo que puede decir y temo no poder cumplir.

—Eres su hijo. Solo quiere que estés bien— Caleb no hace ningún gesto.

—Cuando era niño siempre le pedía que no me dejará— escucho con atención. —Antes de irse se lo pedí de nuevo y ella me dijo que nunca lo haría— trago saliva.

—No creo que lo haya hecho— recuerdo la carta que me ha escrito.

—Yo tampoco— toma una bocanada grande. —¿Crees que soy un ciego necio?

Muevo un poco el cuello. —¿Un ciego necio?

—Así me llamo los últimos días.

—¿Por qué...— no termino de preguntar. Mi quijada se desubica viendo la puerta de ingreso.

Es Susan. La esposa de Richard Lodge y viene ingresando con una vestimenta completamente de negro. Agradezco tener algo apropiado para la ocasión, mi armario de jeans plomos y blusa negra estaban bien. Caleb, por otra parte, siempre trae ese color.

El miedo me embarga cuando nos ve. Caleb voltea a ver lo mismo que yo. Se levanta tan rápido que me es difícil alcanzarlo antes de que llegue a ella.

—¿Qué hace usted aquí?— pregunta molesto Caleb.

Los ojos de Susan se encuentran ojerosos y el maquillaje que hoy se ha colocado es vago, nada comparado a los otros días.

—Mi más sentido...

—No se atreva a hablarme como...

—Caleb— corto. La mujer me mira como búsqueda de auxilio. Ahora entiendo que ella ha sido la que ha pagado todo.

—¿Qué?— dice exasperado. —¿Por qué está aquí? ¡No tiene derecho!

Coloco una mano en el pecho de Caleb y lo hago retroceder dos pasos. —Él no lo sabe— le digo a la mujer.

Susan baja la mirada al suelo. Es que esto debió aclararse mucho antes. Caleb intercala miradas entre las dos. Ya se da una idea que ha sido excluido de algo.

—¿Qué es lo que no sé?— intento que se calme, pero no lo logro. —Dime

—Éramos amigas— Susan da pasos hacia él. —Nosotras éramos mejores amigas.

Caleb frunce el entrecejo y luego niega. —Usted es la esposa del hombre que la boto a la calle. Está mintiendo.

—Sí. Soy su esposa, Alessia trabajo para mi familia desde antes de casarme, fuimos amigas de niñas y luego se encargó de mí cuando me mude con Richard— Caleb no lo está tomando muy bien. —Richard la engaño y ...

—Basta— da otro paso hacia atrás. Evitando que la mujer llegue a él.

—Yo los busqué Caleb. Me dijeron que murió y que solo tú sobreviviste, por eso intente acercarme a ti. Nunca le tuve rencor a tu madre, yo la quería mucho. Fue como una hermana.

—Basta.

—Hace poco me enteré que estaba en el hospital y...

—Ella me lo hubiera dicho.

—No... no quería que...— Susan me pide ayuda con su mirada. Caleb confiaría en mí o eso es lo que cree ella. —Harriet...

—¿Tú lo sabías?— el corazón se me acelera por todo lo que ha dicho en el último minuto. —¿Es cierto?

Miro esos ojos grises que tanto me gustan. Hay cierta desesperación en ellos. ¿Qué estoy haciendo?.

—Es cierto— Caleb no oculta su decepción de mí. —Alessia lo confirmo. Yo lo escuche— Caleb asiente. —Pero ella no quería que...— acerco mi mano a su brazo, pero él se deshace de cualquier contacto.

Sus ojos van a parar en Susan quien casi ruega porque la crea. No quería lastimarlo, pero creo que algo ha pasado y no es bueno. Caleb nos esquiva a ambas cuando sale por la puerta. Lo sigo tan cerca como puedo.

—¡Caleb!— grito y me inclino en la ventana del taxi donde ha subido.

Puedo ver como en el interior le dice algo al conductor y arranca. Susan sale del crematorio con lágrimas en los ojos.

—Lo siento mucho Susan— ni siquiera puedo notar como le hablo.

—Ve por él por favor. No me voy a perdonar si algo le ocurre— asiento y subo lo más rápido que puedo a mi auto. Intento ubicar el taxi en el tráfico y seguirlo de esa forma. Al único lugar donde llego es a su departamento.

Devi es quien me confirma quien ha llegado y ha subido alterado sin querer hablar. Tengo que subir, la puerta está abierta por lo que no requiero ayuda de Devi. Ahí está Caleb, leyendo la carta de su madre.

Sus ojos se mueven con las letras escritas sobre el papel, hasta que llega al final. Deja la hoja sobre la mesa y lleva una mano a su rostro, cubriendo parte de ella. Niega y no para de negar.

—Caleb...— me acerco.

Su espalda salta y creo que en verdad lo he asustado. No sé que tan alterado ha entrado que ni se dio cuenta que había dejado la puerta abierta.

—Dame la hierba—me pide colocándose de pie.

No es lo que esperaba que dijera, lo que le había quitado sigue en mi bolso, pero no voy a dárselo.

—No— no lo haré.

Caleb da un paso con su quijada marcada. —Dámelo.

—No. Tenemos que volver al crematorio— sus labios tiemblan de ira. Y coge uno de los libros que Devi ha dejado en fila sobre su mesa. Lo tira con fuera contra la pared. No se ha roto, creo que lo ha dañado de alguna forma

—No estoy bromeando— me mantengo firme. —¡Dame mi maldita droga!

Su grito me provoca un escalofrío. Si quiere fumar no será conmigo presente.

—Sé que estás molesto, pero no es razón para...

—¡Solo quiero que me dejes fumar!— abre tanto los ojos que me causa daño. —¡Maldita sea!— se toma de los mechones y jala. Cuando creo que se ha calmado me mira desafiante. —Tú no tienes ni una jodida idea de lo que siente perder a la única razón...

De nuevo con eso. Duele saber que no forme para de una razón para que él quiera seguir. Pero también duele como no se da cuenta que yo también sufro por dentro, por Alessia, por mi madre, por mi padre. Estoy agotada de ocultar mi sufrimiento y fingir que estoy bien. No estoy bien.

—¿Qué no?— grito yo. —He perdido al único hombre que me ha querido con amor incondicional hace diez años, pero resulta que tengo una madre horrible que me lo oculto por el mayor cargo de su firma. He odiado a un hombre que nunca me abandono, y resulta que siempre quiso llevarme con él. ¿Sabes cuando me entere?— elevo las cejas. —El mismo día que el idiota del que me enamore me dijo que solo fui un estúpido trato con su padre biológico.

Caleb abre los ojos escuchando cada cosa que he dicho. Reprimo mis labios para no llorar, no quiero verme débil, quiero verme fuerte.

—Si tu vida es lamentable, la mía es un infierno.

Frunzo el entrecejo. Esa respuesta tiene tan poco sentido para mí. No creo que podamos compararnos ahora. Y si intenta creer que la suya es peor, es un verdadero idiota. Yo estoy aquí para él. Y ni siquiera puede ver que yo tampoco me encuentro bien.

—Sigues diciendo que la has perdido, la única razón para seguir aquí. ¿Te has fijado que no estás solo Caleb?— digo dolida. —¿Te has fijado que yo sigo aquí?— mi mano toca mi pecho por el dolor que se siente. —¿Es que crees que estás solo realmente?

Espero que diga algo. Sus ojos son tan inexpresivos que odio que opte tomar esa posición. Bien. Tomo mi bolso y saco de ahí las tres bolsas de marihuana. Se lo tiro en su pecho escuchando como caen contra el suelo. Cuando lo veo agacharse y tomar los tres paquetes que han golpeado antes contra él, mis esperanzas se van rompiendo.

—Vas a acabar mal. Es ahí donde acabaras con todo esto— reafirmo. —Intente ayudarte y sacarte de mil formas. ¡Quería que estuvieras bien! ¡Me quede porque aún estoy enamorada!

Lo apunto una vez se coloca de pie, viendo como sigue con el poco interés en mi. No muestra nada. Es como una piedra.

—Si las promesas te importan tanto, entonces escucha esta— me preparo. No puedo seguir con esto. —Prometo que desde hoy voy a olvidarte. ¡Voy a sacarte de mi vida Caleb!

Eso provoca que sus labios se entreabran, espero un sonido o un gesto, lo que sea. Pero esta vida y él siguen dándome golpes. La respuesta que me da es lo menos quiero escuchar.

—Es lo mejor que puedes hacer.

170422✨

Todos tienen un límite.

Próximo capítulo: Rosado o Azul. Y un tocando fondo.

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