CAPÍTULO 69
Les aconsejo la canción. Skylar Grey - i love the way you lie.✨
¿Joseph?¿Stokes?
Intercalo la mirada entre Lilian y la lápida. Estoy casi segura que el corazón se me ha detenido aunque eso sea imposible, la respiración se me ha cortado en algún momento y mis manos tiemblan a la par que mi cabeza niega muchas veces.
—¿Qué?— suelto una risa porque no puede ser posible lo que veo.
No. Claro que no es verdad. Esto está mal. ¿Quién hizo esto?.
—Mamá... — la voz me tiembla mirando a la mujer que se ha quedado como estatua. —¿Por qué esto tiene... — intento buscar respuestas en esos ojos. —No.
No es cierto. No puede ser cierto. 1970 - 2012.
—No hagas un maldito escándalo— abro los ojos.
—Mamá...— vuelvo a intentar. —Esto tiene... su nombre, pero no lleva...— su primer apellido, solo su segundo.
—¿Quién te dijo que estaba aquí? ¿Fue la estúpida asistente?
No dejo de mirar la piedra tallada. Intento pensar, pero razonar se vuelve imposible cuando creo que algo dentro de mí se está rajando de a poco.
—Oye— su agarre en mi brazo oprime más de lo necesario, sus dedos me hacen sentir dolor, pero no me quejo. Solo levanto la mirada a sus ojos. —Tienes que irte.
No.
—¿Por qué lleva el nombre de papá?.
Lilian desvía la mirada con un gesto de hastío, no sé si busca las palabras o solo soy yo fastidiándola como siempre.
—¿Por qué crees?— dice con obviedad. —Está muerto Harriet.
Mi mundo cae de picada. Abro tanto los ojos que no importa que tan secos estaban antes, ahora todo se nubla para mí. Mi boca se abre sintiendo como tomo una bocanada que se queda incrustada en mi garganta.
—No llores. Estamos en un lugar público— su agarre se hace más fuerte, sus uñas y sus dedos se clavan en mi antebrazo.
No me importa. Solo quiero que me diga que está mintiendo.
Solo quiero saber que no he estado odiando a mi padre por creer que no me quería, no quiero o puedo creer que él ha estado aquí todos estos años. No quiero pensar en que... nunca más volveré a verlo.
—Reacciona— me remueve Lilian.
Parpadeo volviendo en mí. Me concentro en tomar aire, llenar mis pulmones y dejar caer las lágrimas que se han acumulado en mis ojos. Lilian, ella lo sabía y nunca me lo dijo. La mujer que ha estado tan ausente en mi vida, la misma que me vio llegar a la vida, la que me trajo este mundo. Me vio llorar por no verlo volver a casa, fue quien me dijo que él ya no me quería. Y yo le creí, luego de tanto buscarlo. Yo le creí.
—¿Por qué?— sorbo mi nariz y limpio mis mejillas.
Lilian se endereza con esa expresión seria, no importa haberme dejado huellas por su agarre. Solo me mira con superioridad, igual que toda mi vida.
—¿Por qué no me dijiste?— pregunto de nuevo. Ella no responde y eso hace que un enojo crezca en mí. —¡Porque no me dijiste que mi padre estaba muerto! ¡Porque me mentiste!— grito.
—No tengo por qué darte explicaciones— suelta. —Y baja la voz.
Aprieto los dientes. Aun ahora le preocupa otros. —No hay nadie aquí.
—Eso no quiere decir que puedas alzarme la voz.
—Dime por favor— ruego. Necesito saber que está ocurriendo porque no tenía conocimiento de esto. —¿Por qué?
Mi madre exhala como si la conversación la tuviera agotada. —Simplemente es así.
—No— niego. —Una persona no puede estar muerte de repente.
—Pues él lo está.
Siento como esas palabras desgarran en mi interior, recuerdo perfectamente a ese hombre. El hombre que me hizo reír un montón de veces, quien me hacía escuchar música. Él que me llevaba por helados después de discutir con Lilian. Joseph Moore Stokes. Era mi padre.
—¡No hables así de mi papá!— grito sintiendo como otra marea de lágrimas se aproxima.
—¡Tu padre fue un inepto!— grita ella. Abro los ojos escuchándola. —Él se buscó estar ahí. Si no se hubiera ido estaría vivo. Agradece que no deje que te fueras con él.
—¿De qué estás hablando?
—Quería que nos separemos y llevarte con él. No le di el gusto y míralo— intentar controlar mi respiración es inútil. —Su taxi se estrelló.
—¿El día que se fue?— pregunto apenas en un hilo.
—Debí dejar que te llevara— agrega logrando haciéndome sentir aún peor.
—¿Por qué me odias tanto?
—¿No te lo dijo?.
—Él dijo que me querías en el fondo.
Lilian muestra sorpresa, pero luego sonríe. —Que cobarde de su parte.
—No le digas así— pido.
—Yo nunca quise tenerte— apunta a la lápida. —Él sí. Yo tenía planes ¿Entiendes? Tenía todo un plan de cinco años. Estaba llegando a la cima de mi carrera y tú solo traerías atraso y malestares. Aún puedo recordar los peores nueve meses de mi vida, creí que era la peor parte, pero resulto que había algo peor. Tu maldito llanto que no me dejaba trabajar. Llegue a pensar que mejor estabas adentro.
No puedo dejar de verla con todo lo que oigo. Esta mujer nunca me quiso. —¿Por qué no me abortaste?
Lilian mueve la cabeza. —Me hundiría si alguien se enteraba. Pero lo intenté, créeme, tome todas las infusiones que puedas imaginar. No funciono. Y cuando se me ocurrió algo más... tu padre tenía que hacerse el héroe.
Siempre fue su imagen primero. Siempre.
—Me odias por haber nacido.
—Eres igual a él sabes. Tienes su cabello castaño y sus ojos mieles— lo sé. —Siempre fuiste unida a él. Ustedes arruinaron mis planes y ahora está muerto. Pero tú sigues recordándomelo.
—¿Cómo puedes hablar así de él a solo un metro de distancia?
—Porque aun muerto intenta arruinar todo lo que llevo construyendo
—¿Qué quieres decir?
—Tú— me apunta con su uña. —No vas a arruinarlo todo Harriet. Me he encargado de mantenerlo en secreto para que ahora vengas a estropearlo todo.
—No te entiendo.
—Ni siquiera debes hacerlo.
Me esfuerzo, de verdad lo hago para intentar comprender, pero que puede ser tan...
—¿Se trata de la firma?
Lilian abre un poco los ojos. Es lo único que le importa a Lilian, es lo único en lo que se ha dedicado.
—Tú no tienes nada que hacer ahí. Todo lo que he hecho es con mi esfuerzo.
—¿Son las acciones?— pregunto perpleja. Su silencio me dice mucho. —Es eso. ¿Es por eso que has estado ocultando esto de todo el mundo?
Hasta donde puede llegar esta mujer por poder, por el mando de LiMo. Yo tengo acciones que...
—¿Por qué te importa tanto si tengo mucho menos....?— las piezas empiezan a encajar como un rompecabezas por terminar. —¿Me dejo sus acciones?
Lilian frunce los labios hasta desaparecerlos. Sus ojos se vuelven chispeantes..
—Joseph y tú han sido el peor error de mi vida.
Niego con la cabeza completamente alborotada. —Lo que haces es un crimen.
—¿Y qué? ¿Vas a delatarme?— señala la lápida. —Me he encargado de todo.
—No puedes hacer esto—insisto. Es completamente ilegal.
—Yo—alza la voz. —Voy a hacer todo lo necesario para mantener el lugar que me corresponde.
—Solo tenías que pedírmelo— suelto dejándola confusa, pero es cierto. —Te hubiera dado las acciones que querías. No necesitabas hacer todo esto.
Lilian me observa con detenimiento, buscando la mentira en mí. No lo va a encontrar, porque a mí nunca me importo tener algún cargo en esa firma.
—¿Y esperar a que cumplieras la mayoría de edad? Otro retraso en mis planes.
No hay manera de hablar con ella, no va a arrepentirse de nada de esto. O bueno... lo único que se va a arrepentir es de tenerme aun aquí.
—¿Qué haces aquí?— pregunto. No hay flores o algo que haya traído. —Si lo odias. ¿Por qué viniste?
—Me gusta recordar a las personas que no creyeron en mí.
Frunzo el ceño observándola colocarse los lentes oscuros, levanta la mirada y da un paso hacia mí. —Supéralo y no seas más un estorbo.
Pasa por mi lado, sin tocarme ni rozarme. Me quedo inmóvil mientras la veo alejarse por la acera. Aun aquí lleva su postura recta y esos tacos de pocos centímetros. La lápida de mi padre y yo nos quedamos solos. Me dejo caer en el césped, leyendo y volviendo a leer su nombre impregnado en el concreto. La fecha concuerda con su nacimiento y el fallecimiento. Hace diez años. Nadie iba a notarlo sin su primer apellido.
Por mi mente viaja el recuerdo del último día que lo vi, había gritos en la casa, tanto que lograron despegarme de la televisión. Cuando salí de mi habitación me aproxime a las escaleras, únicamente tuve que bajar cuatro peldaños para ver a mi padre pasando por la sala de estar con una maleta en mano. Él siempre me contaba de sus viajes, el tiempo que tardaría, nunca eran muchos días, le rogaba no estar sola con Lilian. Pero ese día no me había avisado nada. Sus ojos me encontraron desde la parte de arriba y había algo en sus ojos que no lograba entender. Recuerdo que baje rápido hacia él. Pero él me detuvo antes de llegar al final de los escalones. No entendí que pasaba, pero si me dijo algo antes de irse.
Volveré por ti, mi ángel.
Nunca lo hizo.
(...)
El tiempo ha pasado y no he hecho nada para moverme de la tumba de mi padre. Me siento muy cansada, emocionalmente y físicamente, siento que se han llevado parte de mí y que no estaba enterada. He pedido disculpas, aunque no pueda oírme, por odiarlo, no haber descubierto esto antes, por no haberlo visitado nunca.
—Vendré a verte papá— susurro sabiendo que es hora de irme. Toco la parte superior de la lápida e inhalo antes de seguir el camino a mi auto.
Con las manos en el volante, aun sin encender el auto leo nuevamente el letrero del lugar. Luego tomo la ruta al departamento de Caleb. Él debe estar preocupado, he encontrado dos llamadas perdidas, pero ningún mensaje. Me imagino que cree que ocurrió algo. Y claro que es así. Agradezco tenerlo, creo que es la única persona que podría hacerme bien ahora.
Bajo sintiendo que necesito acostarme, dormir un buen rato. Tengo que descansar mi cuerpo porque aún siento como este puede vencerme. Ingreso por el Black Day mostrando la mejor sonrisa que puedo a Devi, no quiero que nadie más sepa de esto, no hasta decidir que hacer. Las gradas me resultan difíciles con cada paso que doy. Y cuando por fin estoy en la puerta de Caleb veo como la de la azotea se encuentra entre abierta. Doy un último esfuerzo para llegar hasta ahí.
La brisa mueve mi cabello y dejo que el aire fresco vuelva a inundar mis pulmones. Caleb está aquí. Sentado en el sofá viejo de Devi, sonrío viendo su cabello trasero. Me acerco dispuesta a saludarlo, pero con cada paso que doy puedo notar algo. El humo que va esparciendo desde su boca hacia lo alto de su rostro.
—¿Caleb?— me detengo solo observando su perfil. —¿Qué estás haciendo?
Pero él no hace ningún movimiento más que el llevar el envuelto de sus dedos a su boca otra vez.
—Caleb— insisto. Obligo a mis piernas a llevarme enfrente de él.
En el piso veo las cenizas que han caído. A su lado del sillón hay una bolsita de las que ya había visto hace mucho, con marihuana tanto en hierba como envueltos. También está la cajita metálica que le devolví.
Caleb ni siquiera me mira, es como si yo no existiera para él. Empieza a asustarme.
—Creí que lo habías dejado— nada. —Caleb. Háblame.
Expulsa el humo y voltea a verme. —¿Qué quieres que te diga?
—¿Por qué me hablas así?
—¿Cómo quieres que te hable?— eso duele.
—Si es porque salí...
—No me importa— parpadeo. ¿De verdad me está hablando a mí?
Lleva otra vez el porro a su boca, me acerco intentando quitárselo, me ha molestado. Caleb es más rápido pues toma mi muñeca antes de llegar a tocarlo. Puedo ver sus ojos subir por mi antebrazo, los dedos de Lilian se marcaron en mi piel, pero él no muestra nada. Solo indiferencia antes de bajar mi mano para no tocarlo.
—¿Qué te sucede?.
Realmente quiero guardar calma, después de todo lo que ha pasado solo quiero descansar.
—Nada.
—Claramente te pasa algo— vuelvo. —Dime que es.
Caleb deja caer el porro que ya ha quedado pequeño y lo pisa. Se levanta mostrando su altura superior a la mía. Sus ojos rojos y sus pupilas dilatadas solo comprueban el efecto que el cannabis ya está teniendo en su sistema.
—¿Por qué has vuelto a fumar?— intento de nuevo.
Caleb sonríe... si sonríe, pero no como la sonrisa tierna de siempre, es una que me da miedo.
—¿Vuelto?— dice con burla. —¿Crees que deje de fumar? ¿Por ti?
No sé que decir a eso. No creí que fuera por mí, pero sí que lo había dejado.
—Abre los ojos Harriet— eso suena peor, nada bueno puede aproximarse. —Nunca deje de hacerlo. Solo tuve que ser cuidado.
—¿Has estado mintiendo?— Caleb alza la cabeza al cielo y luego vuelve a verme.
No lo reconozco, nunca había estado tan... así. No sé si es la marihuana u otra cosa.
—No tuve que hacerlo. Yo no te dije que lo deje ¿O si?— hago memoria. —Tampoco recibí el maravilloso deseo si lo hacía ¿O si?
—No...
—Lo asumiste— dice sonriente.
Quiero que deje de sonreír porque realmente me está haciendo sentir mucho peor.
—Estás siendo un... idiota.
—¿Ahora decir la verdad es ser idiota?— pregunta.
—Caleb— advierto.
—¿Te estás enojando?— se encorva para llegar a mi altura. —¿Es difícil para la princesita aceptar la verdad? ¿Quieres que llame al principito?
Y no lo soporto más, sus palabras, su intención misma no es buena y no puedo seguir tolerándolo. Estampo mi mano contra su mejilla. El golpe suena en seco provocando un ardor en mi mano.
Su rostro se gira solo un poco, no lo esperaba y eso se nota pues de otra manera creo que no hubiera logrado moverlo. Puedo ver su mejilla volverse roja y su mandíbula marcarse notoriamente. Abro la boca.
—Caleb...— no sé si es mi voz el que lo activa, pero él se endereza y vuelve a ignorarme.
Lo veo caminar al frente de la azotea hasta llegar a las gardenias, ahí sus puños se vuelven puños y de una sola patada hace que la arcilla de la que están hechas se rompan en pedazos. La tierra cae desde el agujero que ha provocado, poco a poco veo a las flores blancas quedar en el fondo.
—¿Estás loco?— alzo la voz.
—¡Vete!— me grita desde su lugar.
Sus ojos cubiertos de enojo me causan miedo. Aun así me tomo un minuto para tomar la mejor decisión.
—Hablemos— tengo que buscar calma por más nula que parezca.
La sorpresa gobierna su rostro. Yo tampoco esperaba decir eso, pero es la única manera de llegar a algo.
—¿No lo entiendes verdad?— dice de repente. —No quiero verte.
Eso duele, y mucho. Pero tengo que preguntar. —¿Por qué? Estábamos bien en la mañana, no te entiendo.
—¡Porque ya es suficiente! ¡Estoy arto de creer que tú y yo estaremos juntos!— me mira. —Somos diferentes— trago saliva. —No soy para ti, Harriet.
—¿Qué dices? ¿No te sientes seguro?
—Me siento muy seguro.
Silencio. Si solo es un poco de desconfianza en él, en que nos distanciemos o nuestras clases sociales se puede hablar, pero si sigue en negación no lograremos nada. Tengo que hacerle ver de alguna manera, debe recapacitar.
—Si me voy, no voy a volver— digo esta vez.
Caleb me mira, sus ojos siguen rojos, pero no logro tener una señal que me diga que miente. No quiere verme.
—¿Quieres te diga la verdad?.
Aunque eso suena como lo mejor que podría hacer, tengo miedo. Miedo de lo que pueda decir. Asiento. Y él hace lo mismo, como si estuviera listo.
—Me acerqué a ti porque me lo pidieron— dejo de parpadear. —Richard me pidió provocar todo— aclara. No entiendo. —Todo se trata de Editoriales y tu principito. Me acerqué a ti porque sabíamos que eras su punto débil— mis ojos amenazan con volver a nublarse.
—Mientes...
—Te hice saber en qué andaba metido para causarles problemas— las peleas ilegales. Lo recuerdo. —Te besé porque sabía que él lo vería...
Mis ganas de llorar regresan como el estómago retorciéndose para no tener que hacerlo frente a él. Niego.
—Sabía que solo tenía que acercarme para llamar tu atención. Supe que te gustaba y es que lo dejaste muy sencillo.
Suelto una lágrima y luego otra. Caleb me observa, pero no dice nada al respecto. No hay nada que demuestre un poco de afecto.
¿Solo fui la forma de arruinar a Nate?
—¿Todo por Gregory?
Caleb desvía la mirada. —Ese hombre es predecible. Solo tenía que sentirse amenazado para colocar a su hijo a un cargo importante. Lo hizo cargo de una reunión valiosa esa noche, con un...
—Inversionista— completo. Limpio mis mejillas con ambas manos.
Caleb me mira como si se enorgulleciera de mí. —Exacto.
—Tú hiciste que termináramos.
—No me des tanto crédito. El amor que decía sentir fue muy vago. ¿Engañarte con esa rubia? Y peor aún, embarazarla. —ríe amargamente. —No me vas a culpar de eso. Además, Richard casi da un grito cuando supo que se iría a la quiebra si esos dos se unían.
—¿Por qué has seguido con esto? Si lo querías era separarme de Nate, lo hiciste hace mucho.
Caleb vuelve a la indiferencia. Toma otro porro de la bolsa del sillón y busca el encendedor.
—¿Qué tan complicado es saberlo? ¿Es porque naciste en una cunita de oro?— no quiero caer, pero mis rodillas ahora podrían tocar el piso. —Conociste a mi madre. No estaba en mis planes, pero gracias. Por ti sonrío más, aunque creo que te lo he pagado bien ¿No? ¿O no te hice sentir bien anoche?
Las palabras se me clavan en mi pecho. No puedo creer todo lo que sale de su boca, me niego. Y entonces tomo algo que también ha dicho anoche.
—Dijiste que estabas enamorado de... mi.
Caleb toma aire y luego responde. —Si, pero no eres la única de la que me he enamorado.
Es suficiente. Ya no puedo escuchar esto.
Con un último esfuerzo me obligo a tomar distancia de él. He soportado las lágrimas de mis ojos y ya no me encuentro segura si es porque ya llore todo lo que pude este día o si es que este ya no puede resultar aún más horrible.
—Harriet—detengo mis pasos. Miro mis pies pues no quiero voltear para verlo, si voy a recordar sus ojos serán grises y no rojos. Ya no quiero más dolor. —No vuelvas a ir al hospital— doy otro paso. —No he terminado. La puerta está abierta. Puedes sacar tus cosas.
Mi cabeza asiente pues no creo tener voz para responderle. Algo dentro de mí termina por romperse, cada grieta ha terminado teniendo una consecuencia. Y no puedo hacer nada.
Desde luego, sé que tengo que hacer. Y a donde ir.
060422 ✨
¿Si yo lloro, ustedes también?.
Próximo capítulo: Tiempo, solo tiempo.
Y pensar que solo ayer leyeron el capítulo 68
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