CAPÍTULO 43
Es un chico con un gorro de lana que cubre hasta sus orejas, los pelitos de barba que sale de su barbilla tiene días sin cortar. Sus ojos zigzaguean entre nosotros como una evaluación personal. Está encorvado detrás de un mostrador lleno de revistas y lleva un reproductor con audífonos colgados sobre un polo gastado.
Me asomo para salir de la protección de Caleb. Las paredes azules le da un toque masculino al local. Los estantes son de madera en los centros y metal de los costados, repletos de discos como las paredes cubiertas de póster de bandas reconocidas y más discos. Son los antiguos, la música que a pesar de ser de otro siglo sigue viviendo. Nunca antes he entrado a una tienda de discos. Se ve muy bien.
—¿Son famosos?— pregunta el chico de barbilla afilada.
—No lo creo— respondo.
—Eso pensé— se lleva un palillo monda diente a la boca. No creo que le agrademos o es que nuestra entrada fue sospechosa que ahora puede tratarnos como ladrones.
—Ya nos...— quiero señalar a mi acompañante, pero de pronto parece haberse esfumado.
Me basta mirar hacia atrás para encontrar su espalda ancha entre algunos estantes. Doy una sonrisa incómoda y vuelo hacia él.
—¿Qué haces?— pregunto. Puedo sentir la mirada del chico en mis espaldas, siguiéndome.
—Paso el rato— observo como sus dedos pasan de entre cada disco utilizando solo su dedo indice y medio. La variación se da entre garage, pop, rock, soul, funk, R & B, blues y afro bea. —¿Alguna vez has escuchado un disco de vinilo?
—No— Caleb se detiene en su búsqueda y me da una mirada, sus ojos lo dicen todo. —¿Qué pasa?
—Te has estado perdiendo de mucho loca— me inclino dejando caer mi cabello hacia un lado para ver mejor. Por más que quiero no puedo olvidar que un tipo extraño nos esté viendo. —¿Qué te gusta?
Llevo mis manos a mis bolsillos traseros, hay muchos géneros. Me acerco a un estante donde el disco de Coldplay se muestra en la cara, los ojos de Caleb están en mí, pero no son los únicos. Confirmo que ese chico me mira sin disimulo. El tatuado pasa por mi y cuando creo que me va a dejar tirada por creer que lo ignoro lo veo acercarse al chico del mostrador. Me da la espalda, sin embargo, puedo ver perfectamente como se apoya en el mostrador de vidrio, el chico le da una mirada de completa atención. No puedo escuchar y me quedo quieta viendo como Caleb regresa a mi, el chico se ha vuelto a poner los audífonos y ahora mira una revista.
—¿Encontraste algo?— la voz de Caleb me hace verlo con más interés.
—¿Qué le dijiste?.
—Cosas de hombres.
Abro la boca, sin embargo, las palabras se quedan en mi garganta cuando me alza el disco que antes veía. Coldplay. —Me gusta su música— me acerco a ese conjunto y veo que más encuentro.
El disco de Green Day aparece en mi segunda opción, aunque me gustan sus canciones paso de el esta vez, sigue Creedence Clearwater Revival.
—Buena— la voz de Caleb aparece sobre mi hombro derecho. Mi cuello escuece al sentir su aliento y respiración. —¿Qué más hay?
Hago que mis dedos funcionen para pasar al siguiente, Goo Goo Dolls
—¿Has escuchado su música?— asiento. —¿Oasis?
—Y Snow Patrol, Guns N'Roses, Nickelback, The Verve...
—The Verve — repite él. Me encojo de hombros. Caleb se mueve a mi otro lado. Y se asoma por mi otro hombro. —Estoy sorprendido— se atreve a decir causando que mechones se me caigan al lado de mi cara. No entiendo su arrebato.
Se coloca a mi lado, y empieza a revisar otras recopilaciones. Recojo mi cabello detrás de mis orejas y paso a la siguiente. Puedo animarme y comprar alguno.
—En mi escuela el curso de música era solo discos— miro a mi lado sin apartar mis manos.—Puede que tenga que ver porque el Sr.Rizzo tenía más de cincuenta.
Eso tendría sentido. —Apuesto que te enseño buena música— las de esos tiempos eran muy buenas.
—De eso no me voy a quejar— ríe. —¿Y tú como encontraste estos gustos?
Suelto un suspiro. Eso me hace recordar más de lo que quiero. —Mi papá— admito. Si algo habia dejado cuando se fue, por error seguro, fue su reproductor de música.
Yo lo encuentre el día que pase buscándolo por toda la casa, estaba en su oficina. Ese aparato siempre iba con él. Él decía que lo hacía trabajar mejor. Por mi nonna supe que antes le interesaba la música, pero como la mayoría tuvo que dejarlo. Dejo todo eso al embarazar a mi madre, asumió el cargo de familia y así la pequeña empresa de Lilian floreció mucho más.
—¿Dónde está?.
—¿Mi vida no estaba en Google?—seguí sus palabras que un día me dijo.
Caleb alzó la cabeza. —Eso creí.
—Él se fue— digo sin más.
—Lo siento— agito la cabeza, no quiero dar importancia a eso.
—No importa.
—Si importa— dice él. Lo miro. —Soy el niño que nunca tuvo un padre...
—Y yo la niña que tuvo uno y la abandono. Caleb junta los labios en una línea inexpresiva. Lo que menos quiero ahora es dar lástima. —Ambos sabemos que se puede vivir sin uno. No es cosa de otro mundo.
—Eres más fuerte de lo que creí— mi quijada tiembla.
—Crecer sola te hace así— lo veo. —Tú lo sabes.
Caleb tira un lado de su labio hacia arriba. —No estás sola— si, eso debe pensarlo por Lilian.
Volteo hacia los discos. The Fray y 3 Doors Down. Tomó una carpeta. Tiene la portada de vocalista con el micrófono, un escenario con luces de tonos verdes y azules.
—Me lo llevo— lo llevo a mi pecho. Caleb entiende que no hablaré más de eso. Deja un disco The Rolling Stones y lo ve interesado.
—¿De verdad nunca has escuchado un disco de vinilo?— hago una mueca. Ya dije que no. —¿Cuántos años tienes?.
—¿Cuántos años tienes tú?—contraataco.
Caleb tira de un imaginario cierre en su boca. Sonrió. Hemos pasado el tema.
—Hey ¿Tienes un tocadisco?— le grita al muchacho. Sus hombros se alzan y señala a una esquina sin emitir sonido.
Caleb me arrebata mi disco. —Yo no creo que sea buena idea— menciono nerviosa.
—¿Por qué no?— en el ingreso el chico pasa de hoja en su revista. Que tanto pudieron hablar.
Con un simple movimiento Caleb coloca el disco y pasa a alzar esa aguja del sistema de reproducción. Tomó su brazo.
—Mejor no— resisto. No elegí eso para que sea escuchado aquí.
Lo cierto es que, ese disco es muy triste, se trata de estar lejos de alguien, de la soledad por la ausencia de alguien y el como aún sueñas con él. Pensaba conseguir algo para reproducirlo y escucharlo en mi habitación. Sola. Si el tocadisco es tan bueno entonces seguro podría tener mi momento.
—¿Estás bien?— pregunta notando mi debilidad.
—Claro. Solo... quiero llevármelo —digo quitándolo de sus manos.
Caleb deja que lo guarde, no aparta la mirada del disco. Suspira. Da un paso atrás del aparato. Pienso que se molesto. Hasta que su mano toma la mía.
—¿Quieres escuchar algo?— doblo mi cuello sin entender. —¿Te gustaría escucharme a mí?.
Mis pestañas se agitan. ¿Es que piensa cantar?. Claro que me gustaría.—Sí.
Caleb sonríe. Luego me hace una señal para que lo acompañe. Si no fuera porque el mismo me lleva no me hubiera dado cuenta de que existía un teclado eléctrico del otro lado.
—A ver si la reconoces— bromea antes de tantear en el teclado.
Sus dedos acarician las teclas antes de presionar la primera y luego otra, y otra. La melodía me suena familiar los primeros segundos, pero no logro identificarla. Sus dedos se mueven de una manera natural. Hasta que llega una parte donde lo reconozco. Y su voz se une.
—Now I'm, wondering why, I've kept this bottled inside— Mis ojos se alzan a su rostro. —So I'm starting to regret not telling all of it to you— Sus labios se mueven comprobando que no me he vuelto loca. Caleb esta cantando y lo hace genial. —So if I haven't yet, I've gotta let you know— Mi corazón acelerado siente la música de Nickelback. —You're never gonna be alone— como puede... —From this moment on. If you ever feel like letting go. I won't let you fall. You're never gonna be alone. I'll hold you 'til the hurt is gone.
Las vibras que recibo son inconcebibles. Todo viene de él. Cantando y tocando de pie. —And now as long as I can, I'm holding on with both hands— sus ojos encuentran los míos casi con emergencia. —'Cause forever I believe. That there's nothing I could need but you...
El peso de su mirada acelera mi pulso como las ganas de mis ojos en humedecerse. No se como lo hace, pero provoca tantas cosas en mí que debo morder mi labio interno. Lo siento tan profundo que bajo la cabeza cuando llega a la última nota. Quiero decir algo, debo decir algo.
—No digas nada— me estrecha en sus brazos. Mi cuerpo se relaja debajo de él. Puedo oler ese olor que Alessia habia mencionado antes. Es su olor, es simplemente Caleb. Trago tan fuerte que duele el nudo que se me ha formado en la garganta. Su mentón reposa en mi cabeza y al moverse logra bajar a mi oído. —Estás bien.
Hago un ligero movimiento de cabeza en afirmación. Pero de imprevisto sus dedos tocan mis mejillas y la levanta para verlo. —Ya no estás sola— inclina su cabeza. —Tienes amigos imaginarios recuerdas— una sonrisa se me escapa.
(...)
Cuando salimos del local traigo conmigo más de un disco, aún no sé como escucharlos pero lo haré. Caleb se ha comprometido a ayudarme e insiste que escuchemos juntos. Nuestros estómagos ya estaban vacíos y no es para menos, el tiempo se fue volando. No hubo rastros de más reporteros así que pudimos caminar hasta encontrar un puesto de comida rápida. No queremos exponernos ni tardar tanto para volver al hospital. —¿Dónde aprendiste a tocar piano?— pregunto con mi kebab en mano.
Esto pudo comprarse en un puesto rápido de la calle, pero su tamaño es grande, si esto no llena a una persona no se que lo hará.
Él sonríe de lado con la boca llena. Espero. —No lo vas a creer.
—Pruébame— su ceja de arquea. Respondí demasiado rápido.
—Prisión—mi boca se transforma en sorpresa pura. Caleb ríe. —llamado escuela— culmina ganándose una mala mirada. —Había dos formas de pasar una detención. Con el Sr.Toni de sí hacen ruido mueren. O la Srta. Tracy, quien prefería que sea un tiempo productivo y no muerto. Me atrapó tocando el piano viejo de la biblioteca.
—Ella te enseñó.
—Cada vez que recibía un castigo. Ese era mi castigo.
—Yo no creo que sea un castigo.
—Yo tampoco— sonríe.
—¿Por qué te castigaban?
—Llegaba tarde, no presentaba tareas. O me dormía en clase.
—No son sanciones tan graves.
—Díselo a mi tutor, ese hombre me odiaba. Pero no importa, la detención era en la biblioteca. Si no fuera por él nunca hubiera leído un libro y menos aprendido a tocar.
—Todo te llevo a eso— comento más para mí.
—Sí. Aunque admito que puse un poco de mi parte— bromea.
Me gusta conocer un poco más de él.
—¿A ti te fue bien en el colegio?— me toca verlo y hacer memoria.
—Nunca tuve una llamada de atención— Lilian me daba suficiente miedo como para hacer que tuviera que volver de algún viaje. —Pero tuve otra clase de problemas.
—¿Como cuáles?
—Mi madre casi nunca estaba. Así que me toco esforzarme mucho para hacer todos mis trabajos sola o si no la llamarían.
—¿Ella te daba miedo?— solo esa duda me hace dar cuenta que mi cuerpo ha estado teniendo un escalofrío en el último tiempo.
—Algo así.
—¿Te pegaba?— me incomodo al punto de ver solo al frente esperando que el hospital este cerca.
—Prefiero no hablar de eso— Caleb guarda silencio.—¿Ya te llevas mejor con Richard?
—No. Nunca lo haré.
—Su esposa es agradable— no dice nada. —Creo que intenta llevarse bien contigo.
—Creo que debio divorciarse hace mucho — casi me atraganto.
—¿Has intentado tener una conversación con ella?—aparte de ser el cortante serio.
—¿Por qué lo haría?.
—No se— me encojo de hombros. —Ella lo está intentando.
Sus ojos se mantienen en el camino, creo que lo he hecho pensar. No creo que Susan Lodge sea una mala persona, esa mujer podía solo estar al lado de su esposo y no ser notada por su silencio. Recuerdo que nunca pudo tener un hijo. Y no dudo que lo intentara, todos lo supieron en su momento. Si Caleb abriera un poco su corazón, otras personas podrían ayudarlo.
En el hospital Alessia ya está despierta. Jack se lleva sus alimentos en bandeja.
—¡Te has librado esta vez Jack!— apunta al enfermero que sale por la puerta.
Sobre su mesa ha quedado un tablero de ludo. Hace muchos años que no veo uno, eso de los cuatro colores y de niños.
—Jueguen conmigo— nos dice a ambos.
—Ponte la mascarilla madre— advierte su hijo.
Ella blanquea los ojos y coloca las piezas en su lugar. Caleb es quien debe acomodar la liga y pasarla por su cabeza.
—Espera— lo detiene. —¿Qué color quieres Harriet?
Doy una mirada a las fichas y luego a Caleb. —Verde.
—Bien— coloca mi color. Me acerco a ayudar luego de que tenga su respirador puesto.
Alessia coloca el dado en la palma de mi mano y me hace una señal para que vea luego seguirá ella y luego Caleb.
Tiene una bonita sonrisa detrás. Se ve mejor. —¿Sabes como se juega?.
—¿Con un seis se logra salir verdad?
—Si. Veamos si cuentas con suerte— su mirada retadora me anima a ganar.
Muevo un poco la mano ante sus ojos. Lo tiro. Un seis. Alessia levanta los brazos y yo sonrió victoriosa. Vuelvo a levantar el dado. Uno.
Caleb me sonríe. —Corre loca— lo miro ceñuda. —O voy a comerte.
¿Saben que canción quiso escuchar nuestra querida Harriet?
151221
Atte.ASP
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top