Capítulo VI
Amy deambulaba por el bosque; ya había caminado bastante sin ningún rumbo, le temía al simple hecho de ser reconocida en la capital de la segunda colonia y sólo por eso, no quería ir a donde se encontraba la civilización. Existía dentro de ella ese pavor por ser castigada o eliminada en el instante de que supieran que la habían visto en Gorca y que perteneció a ese pueblo. Así que, prefería simplemente adentrarse en el bosque y esperar a que el destino llegara a ella...
A pesar de la cierta incertidumbre que se sentía en ese bosque, luego de andar bastante la chica rosada vislumbró un lago, bastante hermoso y cristalino a la vista; ya había caminado bastante y se encontraba completamente despistada y exhausta y dado eso no lo pensó, simplemente se arrastró como pudo a la orilla de estas aguas y se dejó caer. Observaba su herida del vientre: tenía algo oscuro a las orillas y la sangre parecía haber cesado e incluso secado, pero nada le quitaba el dolor por moverse o al tocarla por encima. No se sentía con muchas esperanzas de ayuda aunque, no podía evitar sentir una extraña corazonada mientras se limpiaba el cuerpo con el agua de aquel lago...a la expectativa de su entorno.
Mientras, respetado erizo azabache regresaba a su guarida en el lago junto a Canalla; no lo montaba, aquel equino le era lo bastante fiel como para caminar a la par con el caballero, simplemente lograban representar una amistad más que de una simple apariencia entre caballo y jinete.
En cuanto Lancelot llegó al castillo, tomó la silla de Canalla y se la quitó para depositarla en el suelo; retiró su arnés y lo colocó junto a la silla, luego procedió a hacerle una seña al caballo con la mano de que se fuera a pastar; extrañamente, el caballo obedeció. En cuanto Canalla se alejó, Lancelot caminó tranquilamente en dirección al lago aledaño a la fortaleza, no tan retirado pero si en la parte trasera. Tenía intenciones de lavarse la cara y, además, de enjuagar el filo de Arondight.
Cuando llegó a la orilla, dejó su vaina junto con su espada en el pasto, levantó su visera y con ambas manos tomó agua del lago y la regó por su rostro. No pudo evitar sentirse tranquilo. Los pájaros trillaban y algunos rayos del sol se escapaban entre las hojas de los árboles para llegar hasta el lago, de esa manera, lo hacían ver completamente cristalino y radiante... a pesar de lo oscuro que podía verse el bosque.
Una vez más, la eriza presintió algo. Tenía una extraña sensación y en el momento en que tomó más agua con sus manos observó un extraño polvo color celeste rodear estas. Cerró sus ojos un poco para ver con más detalle aquello que estaba en sus palmas...y de momento, aquél polvo comenzó a esparcirse por el resto del lago poco a poco. Amy lo siguió con la mirada hasta llegar a la otra orilla y, a unos siete metros al noroeste, notó con pavor a un caballero del que no detectó, hasta ese instante, su presencia.
La pelirosa se exaltó tanto que dejó caer el agua de golpe y retrocedió todavía sentada en el suelo como pudo; ese chapuzón y ruido de hojas en el suelo hizo voltear al caballero, y con una reacción similar a la de la eriza, el ojicarmesí se levantó sin dejar de mirarla con cierta extrañeza e incluso, enojo.
«Dios, por favor, ¿acaso él es Lancelot? Que no logre identificarme...» dijo para sí misma con frustración. Amy estaba sumergida en sus pensamientos y temores, no dejaba de pensar que ese caballero podría saber que se trataba de la eriza que huyó de él la noche anterior, sintió por un momento que las cosas cambiaron el rumbo y que...podía terminar todo.
—¡Eriza plebeya! ¿Que hacéis en este lugar? —gritó el caballero desde el otro lado.
El tono de Lancelot sólo hizo que Amy se pusiera aún más nerviosa; intentó contestarle, pero el simple hecho de pensar que podría pronunciar las palabras incorrectas...la detenía a pensar. Aquel error seria su sentencia.
—Se-señor...caballero —Pudo pronunciar con nervios, y en tono bajo—, no era mi intención morar por su-sus tierras si-sin permiso...caballero, lo siento mucho.
En el momento en que Amy término de decir aquello, bajó la mirada y apoyándose en el pasto intentó ponerse en pie, sin embargo, el esfuerzo sólo hizo que su cuerpo se doblara en el intento y cayera de rodillas pues estas se encontraban también lastimadas y ciertamente entumidas. El caballero vio la acción y sintiéndose un tanto desconfiado por la reacción de la eriza, tomó su vaina, dio tres pasos atrás, y saltó sobre el lago. No era para él algo complicado, es decir, siempre tuvo excelentes habilidades y su entrenamiento era excepcional, por algo era caballero indiscutible del Rey. Cuando aterrizó del otro lado, caminó lentamente y con cierta precaución hacia Amy; con una mano sujetaba la vaina y con la otra el mango de su espada Arondight, lista para ser desenvainada en el caso de que se tratara de una trampa o un engaño. Lancelot no podía estar confiado.
Cuando Amy apreció que Lancelot sujetaba su espada mientras se dirigía a ella tuvo un escalofrío por todo el cuerpo; esta vez, su instinto ante el peligro hizo que volviera a intentar ponerse de pie y corriera y nuevamente, este intento fracasó. Su herida en el vientre le impedía ponerse de pie pero era lo de menos para ella en ese momento, el temor que sentía ante Lancelot era superior.
Una vez más quiso ponerse de pie y sus pies derraparon en el suelo; tomó un suspiro... se encontraba recostada en el pasto y decidió comenzar a arrastrarse lo más rápido posible aunque sus rodillas le ardieran.
Lancelot comenzó a dudar bastante, ver que la eriza se comportaba tan temerosamente con su presencia le hacía creer que era una trampa o que tenía ciertas cuentas pendientes...
—¡Detener tu huida, plebeya! U os juro que el asunto finalizará más mal de lo que te encuentras.
Amy sollozó rendida. Se detuvo, no hizo otro movimiento más que el de quedarse quieta dando la espalda en el pasto a Lancelot. Él se detuvo y vio a la eriza con diminuta lástima. No entendía el extraño comportamiento de la chica, le era tan sospechoso pero a la vez tan...tan, ¿inocente?
—Oh, por favor, Lancelot, tenerme piedad, o lástima... ¡Lo que sea! —rogó en el césped sin moverse—. Sé que sois un caballero real y sin piedad ante cualquiera pero te suplico que no me lastimes...si mi error fue haber entrado en estas tierras, cobrádmelo con castigo que no sea la muerte, por favor.
—Más vale que estéis diciendo la verdad, o Arondight estará gustoso de rozar tu piel... —Dejó con cautela el caballero del lago su espada en el césped, intentado fiarse.
—Caballero, perdonadme la vida y dejéis que me vaya a otro lugar... —La cercanía de Lancelot a Amy le hizo girarse con lentitud para tenerlo de frente. Cabizbaja mostraba respeto y quería evitar a toda costa faltarle de una manera terrible.
El erizo se agachó para mirar a Amy, ella con todo el temor en sus ojos no pudo evitar contener su llanto; lloró e intentó ocultar esas lágrimas, escondió su cabeza entre su cuerpo, pero era inútil, la mirada sulfurosa del caballero le obligaba a no esconderla tanto.
—¿De verdad vos presume de tenerme tanto miedo? —Arqueó una ceja, no lograba entenderlo —¿Tanta fama o desdicha he de tener entre las colonias para tratarme de un vil asesino? —Cerca de su rostro preguntó aquello, la eriza balbuceó un poco antes de responder.
—¡Dios! Disculpar mi mal lenguaje, no quería que vos entendiera eso, lo siento, es sólo que...
—Calla, —interrumpió el azabache levantándose de golpe y alejándose un poco de ella, recogiendo su vaina—, tanta disculpa salir de tus labios hace que me sienta doliente.
—Lo sien... ¡Dios! —Paró en seco acomodándose mejor en el césped, si apartar la vista de la espala de Lancelot.
Había algo que al caballero del lago todavía le hacía sentir incomodo; y tomando aquello y sin perder la oportunidad ante el encuentro tan inesperado, Lancelot decidió preguntar:
— ¿Que os sucedió, plebeya? Por tus ropas y estado deduzco que eres una.
—Si... En realidad, soy campesina...pero... —Amy no podía decir lo que ocurrió, no a sabiendas de que Lancelot estuvo ahí y podía creer que cumplió con el cometido de destruir el pueblo y a todos los habitantes sin excepción cuando no fue así...su vida todavía corría peligro—...tuve un percance con unos guardias...mi intención no era dañar o lastimar a nadie sólo quería un poco de fruta...
—¿Intentaste robar? —pregunta una vez más Lancelot, ocupado en la orilla del lago limpiando su armadura con el agua que recolectaba entre sus dedos.
—No, no realmente, sólo intenté...obtener limosna.
—¿Os sois una campesina indigente?— Lancelot era muy astuto, estaba revolviendo bastante a la eriza y esta, no sabía si seguirle el juego o no, a lo que por desesperación, le respondió:
—Yo sólo...sé que robar es malo y admito que la desesperación y el hambre me consumieron, intenté arrebatarle a alguien una canasta y los guardias me detuvieron pero...no sé, ¡oh, caballero! creó que fue un delito muy grave, ya que al querer irme, me hirieron con su lanza y salí a rastras de la tercera colonia...con el dolor y cierta desesperación llegué a este lugar pero, caballero, para seros sincera no sé en donde me encuentro y al ver el lago no dudé en usar su agua cristalina para limpiar mis herida —«Si, Amy, creo suena convincente» pensó resoplando y esperando a que el erizo emitiera juicio.
Lancelot la miró una vez más, sus ojos rubíes...por primera vez Amy no sintió pavor. Aunque el azabache quisiera transmitírselo al ver a la chica directamente a su cara, sin la visera, pudo entender que el caballero también podía comportarse como un simple colono en el reino, algo bastante extraño para ella, e incluso, durante esos segundos que duró la cruzada de miradas, Amy vio alrededor del caballero el polvo cristalino celeste que ya había visto en sus manos...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top