Capítulo LVII

Kamelot un desastre, podía verse destrucción por todas partes, gente temerosa corría por su vida y, había centenas de caballeros y guardias luchando con otros, incluyendo a nosotros en el panorama, y de fondo...a lo más recóndito del sendero pude distinguir una silueta tranquila y nada familiar para mí durante la primera ocasión... Amy, vos era esa silueta que se situaba cerca del embrollo sin asunto peculiar, pero había algo en vos que en el pasado cuando os conocí no poseía...ahora sí lo porta, y es esa firmeza y fuerza dentro suya.

Amy escuchaba atentamente las palabras del caballero de plata, además de sentir que todo lo que decía era verdad; conocía aquello que narraba y era su sueño, más a detalle, con respecto a lo que sintió y vivió durante esa noche en la que experimentó más que un sueño o una pesadilla: una visión nata.

—Galahad, entonces, decid, ¿Qué es lo que significa vuestra visión nocturna? Sé que ya lo sabéis desde hace días —expulsó la eriza con cierta asolación.

Lancelot miraba ambas partes con seriedad, buscaba una respuesta a todo esto que había ocurrido, a todo lo que había experimentado e incluso, esperaba una solución posible que sin embargo, no sabía si existía.

—Kamelot se encuentra en una estabilidad sombría —prosiguió Galahad con serenidad—, Arthur ha sido bueno con todos vosotros, pero oculta algo, no sé con exactitud, pero ese sueño...toda esta situación con la aparición vuestra en nuestras vidas...el asunto vuestro a puesto a dividir a los caballeros y a que peleemos entre nosotros, mientras que, el que Kamelot esté en llamas es sólo un panorama del que no nos percatamos, como si todo fuera una distracción mientras nosotros somos destruidos...

—Y Amy es la causante del embrollo de manera indirecta, pero es la salvación por estar ahí firmemente y de manera casi irreconocible —Soltó fugaz el erizo oscuro.

—¡Así es! Exactamente —Afirmó con la cabeza el albino—; Amy, con esto puedo deciros que tu aparición y resurrección de vuestros poderes no es casualidad, vas a ayudar a descubrir y detener más allá de lo que nosotros todavía no nos hemos percatado, nada de esto fue más que el propio destino ya marcado.

Amy quedó perpleja ante tanta información, la luz había desaparecido en el bosque y ahora se tornaba más oscuro...no podía creerlo, al final su aparición era mala para Arthur pero no para Kamelot...ella tenía realmente un propósito y no lograba detener la voz que escuchó en aquel limbo que resonaba en su cabeza como eco en cueva...no quería pensar más.

La noche había llegado y los tres erizos se decidieron a buscar un lugar donde pasar la noche, más que nada, lo hacían por la eriza pastel que, comenzaba a sentirse exhausta y los vientos gélidos del bosque surtían efecto en su pelaje, logrando atravesar aquellos textiles con los que se confeccionó su vestido. Amelia había ido a parar a un reino vecino, todavía no era muy tarde, sin embargo, atravesaron el bosque los tres y con ayuda propia y deseada de la eriza tocó en las posadas típicas de los senderos. En tres no hubo respuesta, y para su grata sorpresa, en su cuarto intento, si la hubo:

—¿Si?— un grito carraspeado por parte de lo que parecía ser una mujer mayor. Amy respondió que era una comerciante en busca de descanso para seguir por el alba su viaje, y luego de no responder por algunos segundos, un koala de edad madura abrió envuelta en manta y borrega, para mirar a Amy de reojo y luego abrir toda la puerta con brusquedad.

—¿Vos sos la eriza plebeya que huye de Kamelot? No puedo creerlo...—Había algo despectivo y lleno de repugnancia en sus palabras, una oración y pregunta que podía estar cargada de odio.

—¡no! Yo no...—Suspiró, ella no podía mentir—; por favor, los caballeros necesitan descanso...

—¡No quiero problemas aquí! — Interrumpió al instante antes de que Amy continuara con sus súplicas, —¿Caballeros? No sé cómo una vulgar plebeya tuvo el descaro de sentirse igualada ante un caballero... ¡No tenéis perdón de Dios!

La puerta se cerró de golpe, la eriza quedó sorprendida por la respuesta de aquella koala madura... Y le sorprendía saber que ya habían corrido las noticias y rumores...que en realidad todo era verdad pero, no creyó que fuera tomada de esa manera.

A prisa, la eriza trotó en el sendero y llegó a una choza más lejana, una choza no tan humilde como las anteriores y se veía que habitaba más gente. Extendió la mano y al hacer contacto con la puerta está se abrió y se percató de que era una taberna de feudales; todos convivían de manera divertida y posiblemente agresiva para algunos por el efecto del alcohol y lo que fuera que estuvieran bebiendo. La eriza se paralizó al darse cuenta que hubo unas miradas fijas, observándola, como si de cuchillas cargadas de odio se tratara. Ya había cierto silencio en el ambiente; susurros de unos con otros se percibían y Amy sólo decidió retroceder para intentar fingir que nada había pasado y no había querido interrumpir lo visto.

—¿tú eres esa eriza que está causando problemas, cierto?— gritó un felino desde la barra que repartía las bebidas, el que parecía ser un simple campesino explotado.

—¿De verdad? ¿Alguien tan bella es la amante de un caballero asesino? Yo podría hacerla feliz y no le causaría tanto problema — expulsó uno de los animales ya pasado de bebida con tono disparejo y sucio, mientras caminaba hacia ella. La rosada volvió a retroceder mirando a todos lados y agitando la cabeza y manos a la par de manera negativa.

—N-no, ya me voy...por favor, yo... —balbuceó contemor.

—Bien, ¿a qué has venido? ¿Quieres que nos maten? Sólo largaros.

—Ya lo h-haacía, lo haré...

Un nudo en la garganta enredado de frustración estaba obstruyendo sus palabras, podía dar explicaciones pero no tenían caso alguno, nadie la entendería ni muchos menos se apiadarían de ella... Entendía y veía ahora con exactitud la rosada el desprecio e indiferencia de todos fueran de Kamelot o de otro reino; desinterés, egoísmo, falta de empatía...aquello no existía hace años. ¿Por qué está ahora?

Mientras soportaba el llanto acumulado en sus ojos, en su andar de espaldas por buscar salir chocó con un cuerpo robusto que la hizo voltear de golpe por cierta angustia y miedo que recorrió su cuerpo...; todo se inundó en un silencio repentino, las burlas y quejas cesaron y las miradas algo tímidas y pérdidas de los presentes se concentraron en aquel que se encontraba de pie, detrás de Amy: Sir Lancelot.

Llegó la deshonra de Kamelot y de lo que fue su Rey Arthur— comentó con burla uno de los burgueses presentes; era un ambiente bastante sinigual y era sorprendente el descaro que se manejaba.

Lancelot tomó a Amy con cierta fuerza del hombro derecho y la empujó detrás de él; ella permanecía sorprendida porque Lancelot no debía de hacer presencia en aquel lugar, se supone que la eriza se haría cargo de todo para conseguir lugar donde dormir.

—Ha venido a proteger a su amante— volvió a pronunciar el felino trabajador, Lancelot no estaba dispuesto a soportar aquellas burlas y mientras caminaba dentro del lugar empujó con su energía mesas y sillas que se encontraban a su paso y, a pesar de dicho espectáculo algunos susurros y burlas no cesaban.

—¡Callaos bola de burdos e ingratos! Ninguno de vosotros tiene las agallas ni la posición de juzgar.

—¿Y vos tenéis las agallas y el descaro de apoderarte de una joven eriza sólo por ser caballero? ¡Todos los de vuestra clase dan asco! —Ahora estaba más que sorprendida la eriza, de entre la multitud que se encontraba salió a juzgar por primera vez una chica. Amy la pudo ver desde la puerta, era una eriza color carmín de edad joven, pero su estado deplorable la hacía ver mujer madura y campesina...las cicatrices lo decían todo.

Nada ni nadie podía evitar que Amy se sintiera devastada por dentro, ahora por percatarse que si ella no era la "lisonjera" con un caballero otros creían que Lancelot era el vulgar... Pero algo ya era seguro y estaba muy tatuado en su mente de Amy: ninguna de ambas clases aceptaría un romance entre uno y uno de las mismas.

—¡Nada de lo que dicen es verdad! —No pudo guardárselo y escupió ello con decepción—. Las cosas n-no funcionaron así, ni yo ni él...

Lancelot volvió a retroceder y con una mirada rápida y certera a través de la visera del caballero expulsó en su rojo intenso un "no funcionara". La eriza calló de inmediato.

—¿Sir Lancelot, presumiendo de su posición, su habilidad y discrepancia, siendo de un reino abundante y se mete con campesinas plebeyas de nuestra altura? ¿Acaso eso es una burla? —Los gritos y reclamos no cesaban, era un bombardeo de todos lados, el caballero apretó la quijada, estaba tenso por lo que sus orejas oían, sentía las ganas hirvientes de matar uno a uno a aquellos que decían todo aquello sin temor o arrepentimiento... no tenía paciencia ni aguante para estas cosas.

En una especie de zancadilla rápida derribó a aquella marmota que pronunció lo último, mientras que de la misma forma habilidosa y rápida puso a Arondight en la quijada de aquel animal con rabia y desprecio...; el ambiente volvió a neutralizarse, no hubo ruido alguno más que las respiraciones agitadas del joven en el suelo ante la situación frente de él.

No tenéis idea alguna de lo mucho que me molestan los rebeldes... —escupió con su voz ronca el azabache hacia el rostro asustado de dicha marmota a la merced de su espada. Alzó a Arondight para levantar aún más su quijada y de esa manera poner más fácilmente el hierro frío y limpio de dicha espada en la piel del cuello levemente sucia del joven...

"No le hagáis daño, por favor, sólo hay...hay que marcharnos ya, por favor"

Una voz quebrada y melódicamente armada de los sentimientos más bondadosos resonó en su cabeza. Sorprendido por aquello supo que lo hizo Amy y la miró de reojo para verla con la cabeza agachada sostenida del marco de las puertas de la taberna, parecía que estaba dormida de pie. No se sabía muy bien como habló con Lancelot de manera telepática, y no era de esperarse menos ya que, a sabiendas de sus cercanos,la eriza ya tenía sus poderes a flor de piel.

Soltando un gruñido y azotando a la marmota contra el piso se separó de manera brusca, guardó a Arondight y se dirigió a las prisas hacia Amy que, no dudó en tomar del hombro y brazo al erizo para huir de ahí rápidamente.

*LA LUNA MENGUANTE ESTÁ APUNTO DE LLEGAR A LO MÁS ALTO Y POR TANTO, LA OSCURIDAD INVADE POR COMPLETO EL BOSQUE...*

Había utilizado la manta y capa Amy que siempre traía Lancelot guardada entre un pequeño equipaje que cargaba Canalla para enroscarse en esta y, acostarse en un pabellón de pasto; mientras que Galahad con ayuda de su telequinesis recolectó ramas, hojas y, preparó una pequeña fogata, además de plasmar un campo a tres metros de ellos para que los ataques a distancia fueran repelidos. Se habían vuelto forasteros y todavía había muchas cosas qué pensar, pero lo sucedido había afectado demasiado a Amy, al grado de no dirigir y hacer comentarios a ninguno de los dos caballeros, sólo buscó recostarse y perderse de todo por un momento, o al menos, durante la noche hasta el alba en la que tendría que recobrar su papel de plebeya igualada huyendo de todo y todos.

—Tenías que estar ahí para matar a todos esos cabrones...— comentó en voz baja el caballero del lago hacia Galahad que, había oído con sorpresa la anécdota. Realizaban guardia, con tal de que Amy descansara un poco, iban a turnarse.

—Entiendo vuestra rabieta, pero de nada te hubiera servido, sabéis que, lo que abunda aquí son las noticias y rumores y estamos ante la boca de todos ahora...

—¿cómo es posible que la gente diga algo tan lacerante? —Interrumpió con repugnancia, todo le había parecido desagradable en esa taberna—. Entiendo si me odian, siempre he tenido mala racha entre los plebeyos y clases bajas, así me la he ganado yo, ¿pero ella? ¿Rechazada por la burguesía y por los suyos?

—Cometió acto inmoral, Lancelot, para todos, lo que intentaron vosotros esconder como un amor resulta ser una falta incomprendida para ellos.

—Esto no está bien, no puede serlo —Negó con su cabeza y, exhausto, se quitó el casco, tirándolo al suelo todavái enardecido.

—Es una pena... —Lancelot dio espalda al caballero de plata y con un suspiro de agotamiento rodeó a Amy y se puso detrás de ella, para así quedar a ambos extremos cada uno de ellos.

—Descansar, Galahad, haré guardia hasta el alba.

—Definitivamente te voy a acompañar, esta noche será larga.

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