Capítulo II
Amy se encontraba intranquila, estaba en su habitación realizando una corona de flores para distraerse; como le fascinaba hacer manualidades, no dejaba de estar ideando algo o creando cualquier cosa con lo que tuviera a la mano, su creatividad no tenia limite y si había algo que admiraba y le fascinaba mucho, eran las flores.
Cuando la oscuridad llegó, Amy escuchó la puerta de la entrada abrirse y a su tía dar unos pasos rápidos... enseguida dio por seguro que se trataba de su papá y no lo dudó, se levantó enseguida para ir a recibirlo.
—¿Padre? —expulsó en la puerta para poder oír una respuesta.
—¿Qué tal, Amy? —El papá se despegó de la tía para brindarle un abrazo a su hija—. Espero y no te hayas preocupado mucho.
Solo lo necesario, sabes que eres muy valioso para mí —Amy aceptó el abrazó con gozo, para despegarse a la brevedad.
—Lo sé hija... pero no te preocupes demasiado.
—Lamento la impaciencia, pero, ¿Qué ocurrió con la "rebelión" y los dichosos desastres? —interrumpió la tía con suma curiosidad.
El padre de Amy decidió ponerse cómodo en una de las sillas de madera del comedor para poder platicar todo lo ocurrido, al igual que la travesía que tuvo que hacer para que los feudales no tomaran represalias muy grabes contra su campesinado...
*CASTILLO DEL REY, EN SALA DEL TRONO...*
No cabe duda que el Rey Arthur ama la comida. Se atraganta con cientos y cientos de Chili Dogs a su merced y ni eso le impide perder su amado pasatiempo de correr a una gran velocidad cada tiempo del día (aunque claro, sus guardias muchas veces se lo impiden por su seguridad). Mientras reposaba la cena que había tenido hace unos minutos, uno de los jefes del ejército entró con el debido permiso para darle una noticia:
—Su majestad —La reverencia no podía hacer falta, así que la realizó de manera adecuada—. Necesito informarle de una gran tragedia por la tarde ocurrida en la segunda colonia...
—¿Si? Contadme... —El erizo cambió de posición buscando comodidad en su silla.
—Rey, grupos de campesinos de un pueblo causaron desastres en las iglesias de la capital de dicha colonia, al igual que destruyeron algunas cabañas...hubo varios destrozos —contó el Jefe del ejército Norte.
—¿En verdad? ¿Conoce los motivos? —Arthur cambió rápidamente su posición en la silla a una más alarmada e interesada.
—No con exactitud, mi Rey —prosiguió el jefe—, me fue entregado un informe de testigos y soldados presentes... —Sacó un papel y lo entregó al rey de manera respetuosa—. Hubo bajas, Rey Arthur, varios campesinos y caballeros no involucrados fueron heridos, sobre todo los guardias.
El Rey miró el papel con cierta intriga pero a la vez despreocupación: sabe cómo resolver estos problemas mejor que nadie, es decir, siempre le ha servido, y solo así se ha dado cuenta que el reino se mantiene estable y sin ningún accidente por mucho, mucho tiempo...sólo hasta que vuelva a aparecer otros súbditos descarriados y con ganas de problemas...
"Al haber heridos y destrozos graves por dicha revuelta... voy a llamar a mi querido erizo ojicarmesí...él sabe manejar esto tal y como se solicita" pensó el Rey.
El Rey entregó el papel al guardia de su flanco, para decir sereno:
—Jefe, llama a 10 de tus jinetes, y tú —señaló al guardia ubicado en la gran puerta de la sala—, llama a Lancelot, ahora mismo, no esperaré mucho para tomar represaría sobre este pueblo...ehhh —Chasqueó los dedos intentando recordar con desesperación—. ¡Sobre Gorca!...sí, ahí —Pegó un suspiro aflojando su cuerpo, sumergiéndose en la felpa del trono—; hay maneras para solicitar las cosas...
El guardia y el jefe del ejército salieron sin antes despedirse adecuadamente; ambos cumplirían las órdenes del Rey sin rechistar. El guardia a caballo fue a un paradero un tanto remoto, a las orillas del bosque detrás del castillo, cerca de un lago bastante hermoso, donde los árboles sauces y de copas altas gobernaban. En este lugar se encontraba una pequeña fortaleza, una especie de castillo corroído y absorbido por las hiedras, donde habitaban caballeros reales especiales para el rey, Nada más y nada menos que la "Mesa redonda" pero sobre todo, habitaba uno que era más que reconocido y admirado por todo el reino de Kamelot por tremendas hazañas y fama que él solo se ganó: Sir Lancelot.
—¡Caballero oscuro...! —gritó el guardia por fuera de la fortaleza, mientras giraba en su caballo—. Vuestro Rey te llama urgentemente...
No hubo respuesta, pero no era necesaria, el guardia solo daba por dicho el aviso que, se escuchó más que claro debido a la ausencia de ruido en el bosque. El guardia se regresó galopando su caballo, mientras detrás de él se veía una silueta salir de aquel portón de madera que fingía ser la entrada principal de la fortaleza...
*NUEVAMENTE, EL CASTILLO DEL REY, EN LA SALA DEL TRONO...*
El Rey Arthur se encontraba pensativo, caminaba a lo largo de los escalones y de vez en cuando los bajaba con gracia, como si estuviera intentando distraerse de sus pensamientos... hasta que el guardia entró y se volvió a colocar en su posición de portero... Arthur se colocó en medio de la sala viendo la puerta, a la espera del caballero...ya sabía cómo funcionaban estos asuntos, no era la primera vez que lo llamaba, (y no sería la última...). Le tiene una gran fe y fascinación al caballero del Lago.
Luego de unos minutos de este acto, sin moverse, Lancelot le dice al Rey:
—Mi venerado Rey de Kamelot, estoy a sus preciadas órdenes esta noche.
—Lancelot, he solicitado a diez jinetes paraque te acompañen esta noche a la segunda colonia, exactamente en el pueblo de Gorca...
—¿Cuál es mi misión, Rey?
Arthur se mostró pensativo, como si estuviera dudando de lo que haría, pero a pesar de ello, dijo:
—Tú más que nadie conoces las lecciones que los súbditos se ganan por indignos y desobedientes, campesinos que dañan y causan destrozos sin razón convincente...—Giró sobre sus talones dándole la espalda, dirigiéndose a su trono—, aplícalas en mi nombre.
—¿Tengo alguna cortapisa, Rey? —Arthur se detuvo en seco, con un extraño asombro por notar que no fue tan claro.
—¿Cortapisa...? ¿Restricción? ¿A que te refieres con eso, caballero?
—Lo siento, Rey Arthur, no pretendo parecer tardo ante usted, pues entiendo perfectamente lo que me está ordenando, pero me siento en la necesidad de confirmar el uso de mi espada contra quien sea sin siquiera pensar en la posible muerte de "inocentes".
—Si no te fui muy específico, te lo repetiré de esta manera —Volvió a girar ya sobre lo alto de su silla, mirando fríamente al caballero oscuro—: Ve a ese pueblo, regresa la dadiva, paga con la misma moneda que ellos utilizaron para "intentar" arreglar su inconformismo...violencia, usa la violencia sin distinción de nada ni de nadie.
—Así será, Rey Arthur. —Afirmó con su cabeza Sir Lancelot.
—Para el amanecer no quiero que haya rastro de Gorca, será un pueblo rebelde que pase a la historia como desobediente, indigno...por eso desapareció —Se desplomó en su silla poniendo los brazos en su nuca.
—Tenga por seguro, Rey, que nada ni nadie quedará en esas tierras.
Eso espero... —Resopló mirando hacia un costado el Rey...pensativo—. Realmente, confió en ti. Eres mi mejor caballero, el único en quien realmente confió, Lancelot, no me falles, sé que no debo de decírtelo, pero me es ya costumbre. No quiero a nadie vivo...a NADIE, que quede eso también como advertencia para todo el reino de Kamelot que por uno o unos cuantos...pagaran todos.
El caballero dejó la portura de rodilla y se levantó con actitud efímera y segura de sí, orgullosa.
—Idolatrado Rey Arthur, así será, lo ha mencionado, no le fallaré, no lo he hecho y esta no será la excepción. Sus palabras serán transmitidas por mí dentro de unas horas a ese pueblo y, cómo siempre, su nombre quedará intacto y en lo alto como el auténtico y magnifico Rey que es.
Arthur afirmó con su mano derecha las palabras de Lancelot, para después ordenarle que se marchara lo más antes posible. Enseguida el Jefe del ejército norte entró con el permiso concedido para informarle al Rey Arthur que los diez jinetes ya estaban afuera del castillo listos para recibir órdenes.
—Informadle a tus jinetes que aquí, —Señaló al caballero—. Lancelot, será el Jefe de esta misión, harán caso omiso a sus órdenes sin reproche alguno, ¿entendido?
—Sí, Rey Arthur, así les haré saber —respondió el jefe del ejército.
Lancelot hizo una última reverencia y salió enfundando su espada y en dirección a los establos, había dejado a Canalla fuera de este (así se llamaba el caballo oscuro y de pelos largos del caballero). Lo montó, y cabalgó de manera lenta y elegante hacia la entrada principal para reunirse con los otros jinetes y, posiblemente, planear una estrategia.
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