Capítulo I
En un lugar de Kamelot, de cuyo planeta es difícil recordar... existían cuatro grandes colonias y éstas a su vez, podían dividirse en pueblos o tribus; todas gobernadas por un solo Rey que habitaba en la quinta colonia, la más privilegiada, con la mejor postura de clases, caballeros, hacendados, etc. La quinta colonia era el centro del reino, así que allí estaba el castillo del Rey, además de mercados abundantes, llenos, con la mejor mercancía de todas las colonias; los mejores negocios, las caballerías, los guardias y ejércitos más poderoso que le pertenecían al mismísimo reino de Kamelot bajo nada más y nada menos que el heredero del trono que logró acabar con el tormento del mismo hace ya un tiempo: Arthur.
Desde que el erizo azul logró acabar con las amenazas de la magia negra se convirtió en Rey y ha asumido su papel bastante bien: la economía es estable, la protección de todos sus habitantes es favorable, básicamente los problemas han desaparecido y sólo se mantienen los mínimos. La paz gobierna el reino y nadie está descontento... nadie excepto ese pequeño pueblo ubicado en la segunda colonia, al noroeste del castillo.
*PUEBLO DE GORCA, EN SUS CALLES...*
Durante el día se celebraba lo que parecía ser una reunión de todo el pueblo, hace tiempo ya que se buscó una manera de resolver el problema de falta de recursos, pues practicamente hablamos del abandono total de dicho pueblo. Los cultivadores y sus respectivas familias se hayaban descontentos por la falta de atención del Rey hacia lo que son los campesinos que trabajan para las tierras propias y de los señores feudales. El comercio exigía la producción más rápida y sustentable que podían proporcionar, pero si les hacía falta agua, semillas, transporte, etc, ¿Cómo podían exigir tremendo fetiche?
Mientras el alborote de interespecies se ponía al tanto, a unos 10 pasos de este, caminó una joven muy despreocupada con su canasta medio vacía, solo una que otra manzana con agujeros, fruta un poco negra, pero eso sí, con flores bastante bonitas recién cortadas. Pasó de largo la reunión para dirigirse con una pisca de curiosidad dentro de sí a su cabaña: se trataba de la dichosa Amy.
Amy era una eriza de 19 años, llena de dulzura y bondad, hace ya bastante tiempo que fue nombrada y reconocida en todo el pueblo por su madre y su abuela. Esta ultima ganó el título de curandera famosa años atrás. Cuando tuvo a su madre, supo que tenía que heredar lo único que tenía para brindarle y eso fue la habilidad y conocimientos para tratar las enfermedades con hierbas y uno que otro truquito desconocido, puesto que siempre vivieron un poco en la marginación.
Toda esa familia estuvo llena de hembras, chicas que tenían el don de la belleza desde su nacimiento, y todas fueron heredando , ahora si, los trucos de la abuela, hasta la generación de Amy, que era más conocida como Amelia por todo el pueblo, ya que su madre y su abuela le llamaban así. La eriza perdió a su madre a los 16 años, cuando fue acusada de brujería por la Inquisición. A Amy le dolía recordar esto y a la vez se le erizaba el pelaje de tan solo pensar, que podía morir igual si llegasen a saber más pueblos e incluso la colonia entera de sus dotes de curandera y la descendencia que posee.
Por ahora, ella intentará sobre salir con su padre y su tía lo más rápido posible, para evitar crisis futuras y posible despojamiento de tierras por parte de algunos señores feudales.
En cuanto la eriza llegó a su cabaña dejó la canasta en una de sus mesas mas viejas, tomó el delantal que se encontraba en el suelo y se lo puso dando un suspiro: era hora de preparar la comida.
—¡A qué hora llegas niña! —La tía de Amy salió de uno de los cuartos gritando aquello—. Esperaba que te apresuraras para la comida.
—Lo sé, tía, lo sé, ya voy a empezar. —respondió la joven, muy apacible.
La tía de Amy era apresurada, siempre se le veía la euforia y las ganas de hacer algo en el rostro; dicha eriza color rosa oscuro con unas betas disparejas rosas claro, quería a Amy como su hija, recordando su lazo familiar con su madre.
—¿Otra vez fuiste por flores? —No pudo evitar decir la veteada mirando con desprecio las mismas. Sacó con cuidado las cosas y las puso en la mesa.
—Si tía, andaba por los campos en busca de fruta. —gritó Amy desde la cocina.
—En lugar de estar trayendo flores deberías buscar más fruta para conseguir las dichosas semillas para el cultivo... —Era un tono resignado, las cosas estaban mal.
—Lo sé tía, pero lo que ve en la canasta es la única fruta que vi y no está en perfectas condiciones, además, no iba a hurgar en huertos ajenos...—suspiró, ya cocinando—, todos estamos en la misma situación.
—Sí, así es...me pregunto si se solucionará esto...
—¿Ya llegaste Amelia? —Se escuchó la puerta del jardín, era nada más y nada menos que el padre de la eriza.
—¡Si padre, ya estoy haciendo la comida! —replicó una vez más Amy desde su sitio.
El padre de Amy era un erizo color rojo, campesino, de cierta manera tenía un puesto valioso entre la gente y la comunidad campesina a pesar de la existencia de señores feudales; él era un negociante y hacia todo lo posible para mantener a Amy tranquila y con una vida dichosa.
Cuando ya estaban los tres en la mesa, comiendo lo que parecía ser huevo con judías, Amy preguntó:
—Papá, ¿Qué irán a hacer los campesinos y todos los del pueblo?
—Muchos quieren armar una rebelión... —aguardó terminando su bocado.
—Pero eso es muy peligroso para el pueblo y todos... —El tono preocupado de la eriza mayor era de esperarse luego de oír palabra tal como "Rebelión"
—Lo sé, realmente no se me hace una buena idea pero se acordó en la reunión de hoy la posibilidad de una huelga o un desastre para llamar realmente la atención de los poderosos y sobre todo del Rey. —Suspiró una vez más el padre.
—Yo no creo que se necesite de la violencia para esto... —Finalizó bebiendo por completo el contenido de su cuenco.
—Piensa de esta manera... —Se limpió con un trozo de servilleta la boca aquel mmayor y continuó—, nos están exigiendo algo que no podemos obtener porque no tenemos nada, absolutamente NADA de materia prima para las cosechas, nosotros tenemos afortunadamente dos terrenos propios de cultivo pero no la suficiente agua para abastecer ambos...créeme, Amelia, estamos entre la espada y la pared para resolver esto y ha sido una decisión que aprobó la mayor parte de los campesinos y trabajadores.
—Padre, solo quiero que tenga cuidado usted de lo que haga y no se arriesgue demasiado, por favor. —Sujetó su hombro con una preocupación, aparantemente, inminente.
—No te preocupes hija, todo estará bien. —Mostró una sonrisa confiada.
Mientras los tres erizos seguían degustando la comida durante esa tarde, se escuchó alguien que llamaba a la puerta. La tía escuchó el llamado y se levantó para abrir la principal de madera mientras los demás siguieron degustando sus alimentos.
—Amelia, le hablan a tu padre...
—¿Ahora qué ocurre? —respondió con alarme el mayor.
—Es un zorro, dice que la gente ha ido a la capital de la colonia a causar desastres en los senderos y calles... —agregó la tía.
Un pequeño golpe resonó en la mesa, el padre parecía furioso al oir aquello y no dudó en poner de pie para responder:
—No puede ser... ¿tan pronto?
—Papá, tranquilo —Nada lenta Amy imitó a su padre y lo sujetó por el brazo en busca de relajarlo—, no te mortifiques por ellos. Su tia tambien se acercó pero para detener a la chica.
—Amy, necesitan a tu padre.
—No te preocupes, hija, estaré bien. —Tomó las manos de su hija y con suavidad en la voz, continuó—, no tardaré mucho, iré a ver a los campesinos y a dialogar con los feudales y caballeros del pueblo para evitar posibles enfrentamientos y sanciones.
—Por favor, padre, cuídese mucho... —No pudo evitar expulsar aquello con una preocupación mayor marcada también en sus facciones.
Amy brindó un abrazo a su padre y luego, él se despegó con prisa para besarle la frente con cariño.
—Te veo en la noche, Amelia. —El mayor salió a prisa y se fue con el dichoso zorro a la capitalde la colonia, mientras Amy y la tía, con el corazón en la mano, terminaron sucomida y alzaron todo para distraerse de dichosos conflictos.
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