→․odinnadtsat'
Kouyou estabilizo el arma rápidamente, en un abrir y cerrar de ojos. Cerro uno de sus ojos, exhalo, apunto. Desde la mira podía ver la sonrisa de Dostoyevski, en la avioneta.
Pero ella no permitiría que escapara.
Oyo en la radio, la voz grave pero amigable de su temporal subordinado. Tachihara Michizou, el cual iba en una motocicleta, siguiendo el vehículo que estaba por despegar.
— ¡Ane-san, vamos a perderlo! — Grito, ella lo oyó por la radio. El muchacho se encontraba nervioso, en cambio Kouyou...
Sonrió.
— ¡En tus sueños, niño! ¡Voy a meter el trasero de ese imbécil en la cárcel! — Hablo vulgarmente, Tachihara perdió el equilibrio, sorprendido. Luego soltó una carcajada. Al mismo tiempo que aceleraba y se acercaba unos metros más.
La pelirrosa recupero su anterior postura. Ahora con una sonrisa confiada, apunto.
Iba a borrarle esa sonrisa de superioridad a ese imbécil.
La compuerta estaba abierta, y una vez en vuelo seria automáticamente cerrada, solo tenía una oportunidad. Dado que trajo una francotiradora, ni siquiera con su habilidad con las armas podría poner munición nueva antes de que la compuerta se cerrase.
Una vez con la mira en su objetivo
Disparo.
La bala atraveso la distacia en cuestion de micro segundos, Tachihara oyo el estruendo del disparo, no le dio tiempo a rezar, rezar para que finalmente pudiese ayudar a su compañero de trabajo, Chuuya-san. Era como un mentor para el, el mejor detective que alguna vez conocio.
El merecía vengar a su familia, merecía dormir en paz sabiendo que, lo último que le quedaba de familia estaría salvo de él.
No conoció a Chuuya cuando este tenía 21, por allá los días de la tragedia. Apenas había sido trasladado al precinto hace dos años y medio, aun así, cuando conoció a Chuuya, este era más sombrío. Cauteloso. Aunque, era un detective genial, y su admiración por él fue lo que los hizo cercanos.
Fyodor, ensancho su sonrisa
La bala no impacto contra él, paso al lado de la compuerta.
— ¡Ja! — Celebro el pelirrojo. Fyodor miro como la motocicleta no se detenía.
Y el avión no despegaba.
La turbina exploto.
El vehículo aéreo se sacudió ante el suceso.
Maldijo a aquella mujer, la cual sonreía, apoyándose en el arma con la que, en lugar de incapacitar la compuerta o el, incapacito la avioneta, una de las avionetas de la revuelta ucraniana, sabiendo que, una vez el vehículo dañado se inutilizara por la policía en Japón, no había forma en la que los extranjeros tratasen de recuperarla.
Ella retaba a la mafia a venir a Japón, lo hacía con todo valor.
Frunció el ceño, el piloto trato de despegar, más cosas explotaron.
Suspiro.
Entonces, el piloto se vio obligado a parar la marcha, si seguía, la avioneta entera explotaría.
Mantuvo un rostro serio, miro a lo lejos, y reconoció a dos individuos entrando al recinto.
Rio suavemente, maldito Dazai. La verdad, podía esperárselo.
La motocicleta termino por estacionarse cerca a la compuerta, donde un chico de rostro serio le apunto con un arma, levanto ambos brazos, resignado, aunque, no del todo. Si él iba, lastimosamente, Dazai vendría con él.
— ¡Fyodor Dostoyevski, está usted arrestado! — Apunto su arma hacia su pecho, Fyodor sonrió grácilmente, avanzo, saliendo de la avioneta, el chico lo hizo caminar, hasta donde estaban Kouyou, Dazai y Chuuya. Al fin conocería al afamado detective.
En cierta forma retorcida, eso le emocionaba. Sabía que años atrás había asesinado al menos a la mayoría de la familia de ambos pelirrojos. Aun recordaba bastante acerca de eso...
"¿Mama...? ¿Papa...?"
El simplemente había cumplido con una misión, dejar en claro que ni Paul Verlaine ni nadie podía jugar con la mafia.
Mama y papa ya no estaban, no con vida. Cualquiera pensaría que, una vez dejas de depender de tus padres, estos pasaran a segundo plano en tu vida.
Pero para Kouyou Ozaki no era así.
Ella no estaba casada, ni en una relación, estudio en la academia de policía y era patrullera temporalmente. Seguía viviendo en casa de sus padres.
Estaba muy orgullosa de Chuuya, quien se había independizado a los 19, mientras tanto ella a sus 23, amanecía acompañada de su familia, de su padre y madre, sus mascotas. Su hermano mayor hacia lo posible por hablar con ellos de la manera más discreta posible, ella se emocionaba cuando lograba revelar, aunque sea un poco acerca de su operación encubierta.
Ella quería ser como él.
Su hermano menor estudiaba en la academia de policía y trabajaba al mismo tiempo, un chico bastante sonriente. Aun así, maduro. Siendo un poco explosivo, pero con características gráciles y elegantes, a pesar de su tosquedad casi natural.
Ella también trabajaba, y apoyaba a sus padres con los pagos y lo que ella consumía, simplemente no quería salir de la casa, aun no.
Pero sería obligada a hacerlo, eso si no quería recordar cada noche, levantarse siempre a la misma hora para que su mente la obligase a ir a la habitación de sus padres, donde recordaría vívidamente sus cuerpos con expresiones llenas de terror.
Sus fantasmas recriminándole no haber hecho absolutamente nada. Acurrucarse en la cama de sus padres, aun con las mismas sabanas cubiertas de sangre.
Mientras lloraba, rogando porque ya no vería a sus padres, rogando por un poco más de tiempo con ellos, el suficiente para decirles que los amaba.
Una vez más, un poco de tiempo más, para decirles que pronto estaría lista para irse de casa, y ser tan independiente como Chuuya. Ya no les preocuparía más o les daría problemas.
Solo un poco de tiempo más, para estar con aquellos seres que le dieron la vida y la felicidad. Porque su felicidad dependía de ellos, ahora, su felicidad no podía depender de dos cadáveres con semblantes pintados de horror.
No podía hacerlo si quería sobrevivir de sí misma.
Tarareaba, trenzando su cabello frente a el retrato de sus padres. Luego les contaba acerca de las pocas cosas interesantes que sucedían en su día a día.
Recordaba a su hermano mayor y a su madre tomando cada uno, una parte de su cabello y trenzarlo entre los dos, mientras hablaban alegremente, mientras recordaban y agregaban exageradas anécdotas familiares. Mientras Chuuya refunfuñaba que no permitiría que trenzaran el suyo.
Ella siempre fue feliz en eso, no conocía nada más, ¿Por qué? ¿Por qué aquel hombre tuvo que obligarla? Entrando a su casa, con sus altas botas, sigiloso. Aun así, entrando estrepitosamente en la habitación de sus padres, para luego arrebatarles la vida con un arma equipada con silenciador. Saliendo de la habitación, mientras tanto Kouyou abría la puerta trasera de la pieza, se arrodillaba frente a su fallecido pilar, a su hurtada felicidad. Y miraba con verdadero pavor a la figura frente a él.
Para luego descubrir que aquel mismo hombre había asesinado a su hermano.
Tuvo miedo, y no fue hasta varios días después que vio a Chuuya, con los ojos vacíos, muerto en vida. Probablemente sus ojos también recuperaron esa chispa de brillo que recupero Chuuya cuando ambos se reencontraron.
Su pequeño hermano estaba visitando a un terapeuta, puesto que tenía la misma culpa que ella al no haber hecho nada.
Ambos se consolaron mutuamente, a su manera. Como solo ellos sabían hacerlo, entendiéndose.
Y ahora ambos estaban aquí, frente a aquel que les robo todo.
Para Fyodor fue una verdadera sorpresa, encontrarse con Kouyou Ozaki, su cabo suelto en la mafia, con quien entablo algunas conversaciones y una partida de ajedrez.
Y, de hecho, se sentían victoriosos, sin embargo. Aún faltaba, un poco más. Y sus hombros podrían descansar.
— Habías dicho... Jaque en mi caballo, ¿no es así? En ese caso, alfil a reina, casilla cuatro. Jaque mate, Dostoyevski. — Fyodor la miro un segundo, permaneció en silencio. Ella le devolvió la sonrisa de superioridad, llevo una mano a sus labios mientras reía suavemente, sus dedos eran finos y elegantes, uñas cuidadosamente recortadas y pintadas de un rosa palo, suave como un pluma.
Pero ella era mordaz y feroz, tal como un indomable león. Un genio en persona.
— Chuuya-san, Ane-san. No tengo demasiada participación en este caso, no he hecho nada más que seguir ordenes, utilizar un vehículo de la policía y neutralizar a Dostoyevski, entonces, por lo tanto, no tengo el derecho de someterlo con las esposas en mis bolsillos. — Concedió el pelirrojo, con tono militar y el mismo saludo, Chuuya sonrió, entonces vio a su hermana, y asintió.
— Tachihara... — Empezó Chuuya, tratando de decirle que tal cosa no tenía demasiada importancia. Fyodor ignoraba la interacción, su atención se concentraba en una persona.
Esta persona, suspiro, y le devolvió la sonrisa.
Una falsa, burlándose de él, aun así, consiente de su propio destino.
— ¿Ane-san? — Llamo el pelirrojo, ella negó, lo señalo, entonces Chuuya suspiro, adoptando una expresión seria, profesional.
Y se acercó a él, mirándolo, sus ojos levemente sombríos. Serios, ya no era el mismo niño que se paralizaría al ver a aquel hombre, este ni siquiera le dirigió la mirada, suspiro, entonces, lo hizo.
— Fyodor Dostoyevski, estas arrestado, tienes derecho a guardar silencio, todo lo que digas puede ser usado en tu contra en un tribunal. Tienes derecho a un abogado, en caso de no poder pagar uno, se te asignara de oficio. ¿Quedan claro tus derechos, rata?
Cerro las esposas alrededor de las muñecas del pelinegro.
Fue como si tuviese por un momento, el control, como si todo hubiese terminado aquí, sin embargo, aquel desesperante recordatorio de que, aun podría ser una treta, permanecía en su mente, manteniéndolo alerta.
Sin dejarlo descansar. Incluso lo poco que faltaba recorrer parecía tan largo y cansado.
— Lady Ozaki — Llamo, la pelirrosa le dedico una mirada, mientras Chuuya lo mantenía sometido con las esposas. — Usted dijo Jaque mate, erróneamente, puesto que solo capturo a mi reina con su alfil, en ningún momento abandone la partida. — Le dedico una sonrisa, suave. Con claras dobles intenciones, Chuuya gruño.
En cambio, Kouyou Ozaki, sonrió.
— ¿Erróneamente? Déjame decirte, Dostoyevski, que perdiste a tu rey desde que el ucraniano fuese arrestado. Estabas condenado desde el principio. — El rostro del mencionado se desfiguro, perplejo. Kouyou añadió: — La policía de Yokohama simplemente te dejo ser, no tenías oportunidad desde que comenzó, tu problema es que no sabes rendirte. —Se acerco a él, con una sonrisa de superioridad. — Entonces decidí quitarte a tu reina, una clásica jugada que hace que cualquiera renuncie al juego.
Chuuya lo hizo avanzar, no sin antes enviarle una mirada a Kouyou que decir "Hablaremos más tarde", mientras Fyodor reparaba en lo que estaba mal.
Chuuya tenia curiosidad, de como aparecieron Tachihara y su hermana en el aeropuerto.
Y también se aseguro de enviarle otra mirada al pelirrojo menor.
Este, frunció el ceño.
Pero asintió.
Maldita Kouyou, pensó el ruso.
Una vez Chuuya salió del recinto, solo quedaron los tres, la pelirrosa, el castaño y Tachihara.
Una mano se posó en el hombro de Dazai, este, asintió con la cabeza, una vez cabizbajo, sonrió.
El clic de las esposas en sus muñecas lo termino todo. El pelirrojo menor lo termino todo.
— Dazai Osamu, está usted arrestado por sospecha de ser cómplice en los crímenes de Fyodor Dostoyevski, tiene derecho a....
Chuuya no volteo la mirada otra vez.
(Dazai no aceptaría, que eso le dolió
Solo un poco.)
Avanzo por el mismo pasillo con la alfombra extravagante de bordes cafés, y dragones del mismo color y otros de color piel.
El avanzo por ese pasillo, con una sonrisa. Sonrisa que no tenía hace tres semanas, no era particularmente su mejor día, más bien, su sonrisa era falsa. Miro a la niña de cabellos morados a su lado, callada, había sido interrogada horas atrás, a duras penas dijo lo que supo, no parecía herida. Ni estaba demasiado perturbada, lo cual confundió a la policía.
Todos se habían reunido para recibirla en la oficina de Francis, en especial su hermano.
— Mira, Atsushi, no me caes mal, de hecho, me caes bien. — Oyo a través de la puerta, aquella caracteristica voz de ese chico de cabellos anaranjados, vestido con vaqueros y una camisa mal abotonada, paro un segundo, simplemente para no interrumpir lo que tenía que decir. El joven tenia un tono especial al hablar — ¿Y tu novia? Uf, me fascina. — Termino por afirmar, con un tono y expresión sumamente ligeros y malinterpretables.
— ¡¿A qué te refieres con que te fascina?! — Cuestiono el de cabellos plateados, exaltado. El contrario recibió un golpe en la cabeza por parte de la de trenzas carmesíes.
— Cállate, Mark. Maldito imbécil. — Twain simplemente sobo su cabeza con una expresión lastimera.
Francis rio. — Chicos, ustedes son muy graciosos. — Sonrió a los muchachos, Atsushi lo miro acusador. El rubio desfiguro su expresión. — ¿A qué te refieres con novia?
Entonces Chuuya abrió la puerta, sin tocar.
Atsushi salto como un gato ante la repentina intrusión.
Miro a la puerta, y su atención se concentró en una persona.
Ella también se quedó congelada, viéndolo, para que finalmente lagrimas se anidaran en sus ojos, sus mejillas se sonrojaran por la vergüenza de llorar enfrente de todos. Atsushi corrió hacia ella, se arrodillo, abrazándola con fuerza, protegiéndola.
Jurándose protegerla de aquí en adelante.
Agradecía la ayuda del detective, tanto que podría llorar mientras le suplicaba que le dijese como recompensarlo. Se alejo un poco, solo para ver que tal estaba ella, era tan solo una niña, de catorce años. Nunca debió sufrir algo como eso.
Lucy se acercó a ellos, y le dio unas palmadas en la cabeza a la niña, este la miro, para finalmente, sonreír suavemente. Ella le devolvió la sonrisa, la niña reacciono ocultándose en el pecho de su hermano, abrazándolo con timidez.
— Chuuya, ¿entonces? — Empezó el rubio con una sonrisa, viendo al pelirrojo acercarse a su escritorio.
— ¿Entonces qué? Ya hice mi trabajo, simplemente vengo a dejar a la niña. Por pura cortesía también te saludo. — Cerro sus ojos, con una sonrisa de satisfacción. Francis soltó una carcajada y lo felicito.
Chuuya se vio en el deber de explicar lo sucedido, mientras enviaba miradas discretas a él trio de muchachos en su reencuentro.
Entonces, sonrió verdaderamente. Al fin había acabado.
Fyodor tenía programado un juicio en tres semanas, el periodo de tiempo más corto que la corte podía acordar, puesto que querían hacerlo lo más rápido posible.
Sin embargo, Chuuya se equivocaba en algo.
Aun le quedaba algo por hacer.
Era ya algo tarde, las cinco, pronto anochecería.
Con pesadez, puesto que había sido un día un tanto largo; camino hasta la puerta de su departamento. Abrió con la llave, suspiro, aun así, la sensación de ahogamiento no se iba.
Cerro detrás de él, se quitó su sombrero y retiro su gabardina, colgándola con desanimo en el perchero, junto con las otras prendas ajenas.
Fue hasta la cocina, donde busco en las alacenas algo aparte de vino, algún liquido más fuerte.
No tenía nada.
— Dudo que el alcohol realmente te ayude. — Hablo el castaño, con la espalda baja apoyada en el respaldar de su sofá, las manos en los bolsillos de su pantalón. También suspiro, con la misma pesadez.
Chuuya callo un momento. Termino por servirse agua.
— Chuuya, deberíamos...
— Entonces ahora si quieres hablar, ¿no? Maldición. — Se apoyo en la encimera, adoptando la misma posición que él.
— Bueno, ahora es diferente, tuve suficiente tiempo para pensar, Chuuya. Tu también....
— Dazai. — Llamo Chuuya, dejándole en claro con la mirada, que realmente no quería escucharlo.
Porque sabía que, terminaría por aceptarlo todo completamente, y eso sería desastroso, un conflicto en sus valores.
Miro con arrepentimiento la cara del castaño, este le sonrió suave, recordando que los llevo hasta aquí.
Chuuya se arrepentía de haberlo hecho.
Una vez el pelirrojo entro en la sala de interrogatorios, Dazai salió de sus pensamientos, el llevaba un café en la mano, Dazai esposas en las muñecas.
— No voy a tomar de él, tampoco necesitas mi ADN. — Declaro, serio. Mirándolo, sin ninguna emoción en particular, Chuuya se preguntaba como podía sonar así y verse totalmente diferente.
— No es para ti. Es para mí. — Termino por sentarse, enfrente de él, tomo un sorbo de su café.
— ¿Por qué estas aquí, Chuuya? — Pregunto el castaño, después de varios segundos de silencio.
— Yo soy el que hace las preguntas. — Silencio.
— No has hecho ninguna, desde que entraste me miras con esa cara de babosa. — Frunció el ceño, mirándolo con la misma expresión desde el inicio.
Chuuya exhalo, luego inhalo profundamente.
— ¿Por qué decidiste hacerte cómplice de Fyodor, Dazai? — Termino por preguntar, jugando con sus dedos, se miraba a leguas su poco animo al hacer la pregunta. La falta de emociones de Chuuya afectaba y confundía al castaño.
Silencio. Chuuya le dio otro sorbo a su café. Entonces se dignó a mirarlo, lo cual no había hecho desde que entró a la habitación.
El no traía una grabadora, lo cual era parte del protocolo, entrecerró los ojos, podría traer una oculta.
O tal vez no, lo duda sinceramente, Chuuya podría no ser esa clase de persona.
Entonces Dazai decidió devolver la mirada.
Se dio cuenta de que era eso lo que le faltaba, aquellos ojos azules mirándolo, sin importar como, a Dazai le gustaba ver sus ojos. Felices, molestos, llenos de satisfacción, suaves pero serios.
Pero no soportaba aquellos ojos vacíos, odio verlos en el puerto, cuando Chuuya empezó a contarle acerca de porque investigaba a Fyodor.
Odio ver aquellos ojos vacíos cuando anuncio que se marcharía la noche en la que durmió con él.
Suspiro por el recuerdo, seguía sin contestar.
Por ello en esas dos ocasiones hizo lo posible por borrar esa expresión, por traer cualquier emoción al espectáculo que brindaban sus orbes azules, tirarlo al rio y ponerlo nervioso fue algo impulsivo.
Sin embargo, le alegro sinceramente que un beso ayudara para que el más bajo le sonriera, para que sus ojos se iluminaran.
Pero ahora estaba aquí, viendo esos ojos vacíos, y realmente no sabía que hacer.
Porque el también se sentía vacío.
— Se lo que sucedió con tu familia. — Termino por decir el pelirrojo, ante su silencio. — Se lo que paso contigo después de apuñalar a tu padre, se lo que sucedió con tu madre y tu padre años después de que tu ingresaras al reformatorio.
Dazai abrió bien lo ojos, cabizbajo, una gota de sudor empezó a atravesar su mejilla.
— Se que conociste a Fyodor en el reformatorio. Que Oda Sakunosuke fue tu terapeuta — Continuo, con la misma expresión vacía. — Se que saliste a los 16 de ahí, y medio año después descubriste que tu madre se había suicidado después terminar por asesinar a tu padre. — Dazai levanto la mirada, con un semblante atónito.
— Y te dejo una carta, disculpándose por no ser la madre que necesitabas, por no abandonar a su esposo para mantenerte a salvo. Disculpándose por no poder verte crecer, explico que no supo más de ti luego de que la policía te llevara con ellos, se disculpó, diciendo que todo lo que había pasado era su culpa.
Dazai reforzo su mirada, entonces le dijo con tono severo.
— Nada de eso me importa, ¿qué demonios tiene que ver? — Chuuya no se inmuto, en cambio, abrió sus labios, para seguir hablando.
— También se dé la muerte de Oda Sakunosuke. — Se apoyo en la mesita, las pupilas del castaño se contrajeron, herido ante la segunda mención de aquel nombre.
— Se que fue asesinado por Fyodor mientras Ane-san estaba en la mafia, después de advertirle a ella que no debía acercársele. — Susurro lo último, mirando con tristeza al castaño. Este se tomó mal el gesto, entonces exploto.
— ¿Que sabrías tú, Chuuya? No sabes nada, toda esa fachada de detective no te queda. Odasaku fue asesinado por la mafia. — Trato de silenciarlo, hablándole tosco. Tenía una mirada herida, Chuuya negó.
— Mori Ougai trato de asesinarlo al descubrir que tenía un romance con Ane-san. — Aclaro, dejo aparte su café. — Pero dada la llegada de Fyodor, no lo hizo. Aseguro posponerlo, entonces fue asesinado.
— Chuuya, cierra la boca. — Mordió sus mejillas internas, Chuuya dudo, ante su voz considerablemente rota. Descarto la idea, Dazai debía saberlo.
— Y Oda Sakunosuke fue asesinado a unas calles de las instalaciones de la mafia, y Ane-san se vio obligada a abandonarlo para no poner en riesgo las pruebas. Dazai... —Miro al castaño cabizbajo.
— Mientes...
— Lo siento. — Susurro, tenía el impulso de consolarlo, su pecho dolía, de forma punzante. Sus manos se sentían inútiles e inquietas. Tenía la incesante sensación de tristeza, de dolor.
No quería verlo así.
Pasaron unos minutos, Dazai levanto la mirada. Encontrándose con los ojos azules curiosos de Chuuya, podría reír por esa expresión.
Entonces opto por hacerlo, una risa sin humor.
Paso saliva, y dijo. — ¿Y que si es así? No me importa. No hay nada por hacer. — Su mirada se hallaba vacía, trato de seguir hablando, Chuuya lo interrumpió.
— ¿Te refieres a Fyodor o a ti? — Inquirió, Dazai miro con sorpresa la expresión seria del contrario. Abrió la boca para decir algo, luego el cerro.
Realmente no sabía que decir ante eso.
— Dazai, realmente no me puede interesar menos Fyodor en este momento. — Le dijo Chuuya, Dazai miro su expresión tratando de descubrir que quería decir con eso, y por qué lo decía.
Chuuya parecía estar obsesionado con el ruso desde que lo conoció. Nada más le importaba, luego sucedió la noche que estuvieron juntos y cuando lo desenmascaro. Entonces Chuuya se miraba aún más sombrío.
Y tal vez, era el quien no quería aceptar que extrañaba aquella sonrisa arrogante, o sus enormes, brillantes y adorables ojos curiosos, traviesos o neutrales.
Simplemente eran su esencia, y los extrañaba. Tal vez era un poco dependiente de ellos.
— Yo... Ahora mismo... Me importas tu. — Murmuro, avergonzado por sus palabras, Dazai no tuvo tiempo de reaccionar porque siguió hablando. — ¡Pero no te confundas! Es solo que... No debes... No debería terminar así... Me refiero a... — Empezó a balbucear, luego callo un momento, confundido ante su propia ensalada de palabras, termino por enrojecer avergonzado por todo lo que dijo y trato de decir.
Oyo la risa del castaño, sincera. Ni tan burlona, simplemente rio de verdad por su expresión.
— Diablos Chuuya, realmente no puedo entenderte. — Hablo entrecortado por su risa. Chuuya suspiro, abrió la boca un segundo. Entonces dijo:
— No quiero que vayas a prisión, Dazai. — Soltó.
Dazai no llevaba la cuenta de cuantas veces llevaba Chuuya sorprendiéndolo.
— Lamento sinceramente todo lo que sucedió contigo. — Bajo la cabeza, empezó a jugar nerviosamente con sus dedos. — Y odio que hayas decidido volver a acercarte a Dostoyevski después de alejarte del tantos años después del reformatorio, eres un idiota.
Dazai guardo silencio, viéndolo fijamente.
— Pero yo... No te odio por interferir en el caso. — Dazai le miro perplejo ante eso.
— ¿Sin importar cuanto significaba para ti arrestar a Dostoyevski? — Cuestiono, reprimiendo una sonrisa, Chuuya parecía muy sincero. No quería arruinar eso, el pelirrojo podría interpretarlo como si estuviese burlándose de él.
Pero Dazai lo tomba en serio, y en cierta parte agradecía que se lo dijera.
— No hiciste más que preocuparme en todo el caso, en primer lugar, te dispararon y por dos días pensé que había matado a tres personas por ti. — Dazai no pudo evitar reír ante eso, Chuuya enrojeció un poco. Siguió hablando. — También... Me hiciste gastar dinero y llegar tarde a muchas escenas del crimen, y no creas que no me las vas a pagar por eso. — Dazai le sonrío nervioso, Chuuya le mostro una sonrisa ladina. — Pero, no quiero que vayas a prisión por todo eso.
— ¿Y cómo puede ayudarme, oficial? — Fingió un tono inocente. Bromeando con él.
— Oye, miras demasiada porno. Contrólate imbécil. — Le gruño, disimulando su vergüenza, Dazai soltó varias carcajadas.
Una vez el castaño se calmó, sintió un calor agradable en su pecho, bajo la cabeza, con una sonrisita tonta. Evitando que Chuuya lo note.
— Ser cómplice de Fyodor implica ir a prisión... — Miro sus manos esposadas en la mesa, sujetas a una barra de metal curveada, jugo con sus dedos, al igual que el pelirrojo. — No creo que haya algo que puedas hacer.
Estuvieron unos segundos en silencio. Chuuya se levantó, haciendo un ruido estrepitoso con la silla. Dazai levanto la mirada, observándolo confundido.
— Me subestimas, caballa. — Le sonrío, apoyándose en la mesa. — Solo asegúrate de no morir en las próximas dos horas, déjame el resto a mí. — Le dio la espalda dejando el vasito de café en la mesa, frente a Dazai, este lo siguió con la mirada, viéndolo acercarse hasta la puerta. Hablo antes de que se fuera.
— Chuuya. — Este se detuvo y lo miro sobre el hombro. Humedeció sus labios, pensó bien en lo que iba a decir, dejo eso y le pregunto. — ¿Por qué haces todo esto, Chuuya?
Su tono era serio, no duro, simplemente tenía matices curiosos y también sinceros. Lo cual le dejaba a Chuuya que no podía mentir al respecto, con cierto nerviosismo, devolvió su mirada hacia el frente, abrió la puerta y dijo:
— Bueno eso.... Es porque.... — Dazai alzo una ceja, pensando que estaría buscando una excusa, Chuuya al oír el suspiro del castaño simplemente lo soltó, bajando un poco su voz. — Porque me gustas, Dazai, maldito desgraciado.
Chuuya odio sentirse como un colegial al decir eso, espero con toda su alma que el castaño no haya podido oír eso dado el volumen de su voz. Maldijo una vez más antes de salir, sin darse tiempo a ver la reacción de Dazai. Una vez cerró la puerta, golpeo su cabeza contra la pared.
Cerro sus ojos, toda su cara ardía en vergüenza, no sabía si ya había pasado por todos los tonos de rojo posibles.
— Chuuya-san, ¿qué tal fue? ¿Confeso? — Uno de sus compañeros lo miro curioso, tomándolo desprevenido. Él se dio la vuelta, sorprendido. Carraspeo y negó, entonces dijo:
— Libéralo, Dazai Osamu no tiene nada que ver, tal vez estoy un poco desgastado y solo fueron sugestiones de Francis. — Mintió, actuó con pesadez. Rascándose la nuca mientras negaba.
El tipo, se confundió unos segundos, luego dijo:
— Bien, entonces lo hare. — Empezó a sacar sus llaves. — Debería descansar, Chuuya-san. Con el arresto del ruso viene mucho papeleo, debe estar relajado para combatir con eso. — Recomendó en tono amigable, Chuuya asintió y agradeció por ello. — Por cierto, felicidades. Nunca dudamos de que lo atraparía, típico del mejor detective.
— Libéralo de una vez hombre, voy a morir si siguen con eso. — Susceptible ante el halago enrojeció. El contrario asintió y rio un poco, viendo al pelirrojo marcharse.
Negó con la cabeza, pensando que el detective Nakahara no tenía remedio, entonces abrió la puerta con una sonrisa, determinado a acatar el mandato.
Una vez entro, se encontró con un castaño con las orejas rojísimas, la cabeza apoyada en la mesa. Murmurando cosas que no entendía.
— ¿Necesitas un minuto a solas? — Pregunto confundido, el contrario levanto la cabeza, con el fantasma de un sonrojo en sus pómulos, balbuceo unos segundos y luego dijo.
— ¡Quítame esto de una vez! ¡Quítamelo! — Exclamo avergonzado, el asintió dudoso y lo hizo.
Dazai no podía explicar los niveles de vergüenza que sentía en ese momento.
Es más, descubrió que era mutuo.
Eso era lo peor.
Gracias por leer, votar y comentar genteee. Ya estamos por finalizar jasja. El capítulo más largo hasta ahora. Este cap va para mi bestie, es especial, la quise dejar de ultimo porque le rezo, tanta paciencia en leer cada uno de mis capítulos.
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