🔸Lucero🔸

En los últimos días las nauseas eran parte es estos, y cada que ocurría repasaba mentalmente que pudo haber ingerido para sentirse de esa manera.

Ella casi no cocinaba, y solo Baltimore se encargaba de la tarea de mantenerla viva, sino fuera por el Circe viviría de té y galletas.

Estaba segura de que nada de lo que su esposo cocinaba era la raíz de su malestar. Como enfermera, y conocedora de la medicina, ese tipo de nauseas, acompañadas con mareos, y el disgusto por algunos alimentos, podían indicar una sola cosa.

—No es cierto.— se dijo así misma tras sacar la cabeza del retrete.

Aunque su parte irracional decía que era gastroenteritis, o algo similar, queriendo creer que era eso, estaba segura que nada tenia que ver con el malestar gástrico.

—Circe ¿Estas bien?— preguntó Barbara desde el otro lado.—Hace cuarenta minutos que estas ahí ¿Necesitas ayuda?

La pelirroja salio, y alerto a la doctora. Sus ojos estaban inundados en lágrimas cristalinas, y su rostro pálido del miedo.

—Bien, Circe, ven y siéntate.— le pidió tomando su mano para que diera unos pasos hasta la mesa en el centro de la sala.—¿Necesitas que te revise? ¿Hace cuanto no comes algo? ¿Cuándo fue la última vez que te hiciste un chequeo?

—Yo, yo creó que estoy embarazada.— se limitó a responder, parpadeando un par de veces.

Tras preguntarle, la doctora Lake procedió a sacarle sangre para hacer análisis, así cerciorase que sea eso, y no algo distinto. Al menos Circe esperaba que si sea algo diferente.

Un rato mas tarde, donde Circe no se movió de su lugar, Barbara volvió con los resultados.

—Bien, Cir, antes que nada debes mejorar tu alimentación, estas al borde de una posible anemia.— conto sentándose a su lado.—También confirmo que estas embarazada, lo que puede ser riesgoso si no controlas bien tus niveles de hierro... 

 Al escuchar la nueva noticia, su mente fue abordada por múltiples recuerdos de cientos de años atrás. El miedo no era tanto por los síntomas extraños durante esos tediosos nueves meses, sino lo que paso después de dar a luz a su primer hija, en este presente no estaba segura si todo seria igual, o podría haber una diferencia.    

—¿Me puedo retirar? No me siento en condiciones de seguir trabajando por hoy.— preguntó tras un silencio. 

—Ten esto, hierro y vitaminas para controlar, y tomate la semana entera.— respondió Barbara poniéndose de pie a la par de la pelirroja.—Estas de dos semanas, mas o menos, puedes hablar conmigo, por cualquier decisión que tomes.— le aseguro dándole una cálida sonrisa. 

Circe solo pudo asentir, y salió allí como un rayo. No quería están ni un segundo mas encerrada, necesitaba aire fresco, para dejar atrás la sensación de sofocó.

  Al cabo de unos minuto se encontraba en Francia en la escuela donde Arabella daba clases de magia, las veces que no tenia que ir a la biblioteca. 

 Corrió por los pasillos despoblados buscando a su amiga, deseando que ya estuviera desocupada, estaba segura que si pasaba un minuto mas perdería los estribos y se largaría a llorar en medio de la nada. 

 La encontró en la ultima aula, al final del pasillo, hablando con un alumno. En cuanto Arabella la vio, noto que nada bueno sucedía, y despacho al muchacho. La hizo pasar, sentarse, y le ofreció un vaso de agua que se lo tomo en cuestión de segundo. 

—¿Qué ocurre?— pregunto viéndola a una distancia prudente. 

 Circe se levanto del pupitre y se puso al lado de su amiga, quien no le quitaba la vista de encima. Apoyo su cabeza en el hombro de la rubia, y cubrió su rostro para llorar al fin. 

—Estoy embaraza.— confeso entre balbuceos. 

—¿Tú que? ¿El papá es Baltimore?

—¿Lo dices en serio? El tonto de tu esposo me pregunto lo mismo la primera vez.— lloro aun mas fuerte.

—Lo siento, es que no pensé que podías quedar embarazada otra vez, después de tantos años.— dijo nerviosa al verla llorar.—Yo te voy abrazar ¿Si? 

 Por unos veinte minutos solo se podía oír el llanto y el lamento de la hechicera quien ya había asimilado todo, y previo un futuro de culpa y sufrimiento, tome la decisión que tome. 

—Esta bien amiga, me tienes a tu lado, tienes muchas opciones hoy en día, y acompañamiento, decidas lo que decidas.— conto Arabella tratando de tranquilizarla.—Pero quiero saber ¿Quieres esto? Pase lo que pase a futuro.

—¿Puedo pasar el día contigo?— pregunto sin responder a nada de lo que Arabella dijo. 

—Claro, echare a mi esposo e hija para que pasemos un día solo tu y yo.— respondió Arabella abrazándola, para que Circe siguiera llorando.—Lo digo de verdad, hoy Ambar y Douxie se complotaron para hacerme el día insostenible. 

—Ambar se puede quedar.— dijo Circe entre las lagrimas. 

—No, Ambar se va con el papá, mamá lo necesita.— le aclaro haciendo que se riera.—Pidamos mucha comida ¿Quieres?

 Al día siguiente, aun sin resolver nada, Circe decidió contarle a Baltimore lo que sucedía. El brujo quedo sin palabras ante los nuevos acontecimientos, las mismas dudas y miedos surgieron en cuanto escucho la palabra embarazo.  

 Los dos quedaron tendidos en la cama, mirando al techo, en silencio porque no tenia idea de como continuar. Después de Nenet nunca volvieron a pensar en hijos, porque lo veían poco probable, no quería pasar por el mismo sufrimiento de nuevo, Circe había adoptado a Olivia, y Baltimore se contentaba cuidando a la pequeña Ambar. 

—¿Tu que quieres?— le pregunto tras un largo silencio. 

—¿Yo? ¿Qué hay de ti? No me hagas tomar una decisión sola.— cuestiono Circe viéndolo por el rabillo del ojo.—No se lo que quiero. 

 Baltimore se apoyo sobre su costado, y acaricio la mejilla de la hechicera, llevándose su atención. 

—Solo te diré, que decidas lo que decidas, estaré a tu lado, sin importar nada.— respondió dándole una cálida sonrisa.

—Quiero que hablemos con Nenet, quizás ella sepa algo.

 Él solo asintió, y beso la sonrisa temblorosa de la pelirroja. 

Unos meses después. 

Mientras se preparaba para ir a trabajar, Baltimore le pasaba tanto sus vitaminas, así como algo para el dolor de cabeza, que era parte de su día a día. 

—Recuerda que mi descanso es al medio día y que el turno es a las doce y media.— le recordó tras tomar las pastillas, y poner cara de disgusto.—Por cierto, me llevas algo de comer, se que allá hay pero...

—Lo se, y si, también toma esto.— le paso algo para que desayunara. 

 Era como si le hubiese leído la mente, aun recordaba los extraños gustos que iba adquiriendo con el paso de los meses, entre esos las magdalenas con tocino; lo dulce y salado era parte de sus antojos, además de querer condimentar todas sus comidas con manos de buda*. Un cítrico que ella adoraba y él detestaba.

—Ah, gracias ¿Qué haría sin ti? Además de morir de hambre.— pregunto tomando lo que le ofrecía. 

—Se que cualquier cosa, pero morir de hambre te frenaría en la mayoría.— respondió, apoyando sus manos a los costados de la cintura de Circe, que poco a poco iba perdiendo su forma a medida que su vientre crecía. 

Tener un nuevo hijo era toda una apuesta a ciegas para ambos, pese a que Nenet les aseguro que nada malo ocurriría, porque no existía mas lagrimas de diosas en el destino de nadie.

De los dos, Circe era la que estaba mas ansiosa por vivir todo el proceso en el siglo XXI, aunque no era nada nuevo para ella ver ecografías, si sentía curiosidad por una propia de esa índole.

—¿Después volverás conmigo?

—Claro, me han dejado medio turno.— respondió apoyando la frente contra su pecho.—Contra mi voluntad.— le aclaro. 

—Te desmayaste la semana pasada.— le recordó.—Tómalo con calma ¿Quieres?

—Lo voy a intentar.

 El día en el hospital transcurrió con calma, no había mucho que hacer, salvo revisar paciente que se alegraban de ver a Circe. Cada tanto se encontraba absorta en sus pensamiento mientras comía algo, y sin notarlo acariciaba su vientre. No pensaba mucho en el futuro, trataba de no hacerlo por su propio bien.

Se enfocaba en que cada día que transcurría era un paso, y para evitar tropezar iba lento aunque eso significará trabajar menos, y comer mas.

 Llegado el momento de hacer el ultrasonido, Baltimore llego justo a tiempo en que Circe salía de la sala de descanso. Al encontrarse se sonrieron por la casualidad y se tomaron las manos para ir hacer eso que los ponían tan nerviosos. 

 Aunque Circe estaba cien por ciento segura que nada malo sucedía, dio un respiro de alivio al ver la pantalla del ultrasonido. Y oír sus latidos fuera de su cuerpo le dio la calma que buscaba al haber tomado la decisión de seguir adelante con el embarazo. 

—¿Quieren saber que es?— pregunto Barbara, a lo que ambos asintieron. 

 No querían nada de juegos, ni adivinanzas.

—Bien, pues será una niña.— dijo con alegría Barbara, tratando de contener las lagrimas junto con la pareja.—Felicidades.— agrego pasándoles una foto de la pantalla. 

 Tomaron la impresión por ambos lados y no pudieron quitar sus ojos de ese pedazo de papel. 

—Felicidades mamá.— susurro Baltimore y le dio un beso en la frente. 

—Ahora no tendras excusas para faltar a las noches de papis.— dijo Circe.

—Pero mis excusas no sirven.

—Y ahora menos que nunca.

 El embarazo fue por completo distinto al primero que atravesó, ahora que se encontraba amigada con su magia, y no la ocultaba del mundo, los efectos que esta supo tener durante los nueves meses pasados fueron mas leves. 

 La voz de ultratumba tras los cambios de humor se disiparon tras el cuarto mes, al igual que invocar espíritus mientras dormía plácidamente.

Si, Baltimore se puso combativo contras las almas enojadas porque la sacaron de su sueños al igual que él. 

 Tenia los típicos síntomas humanos que no eran nada en comparación con los síntomas de la magia oscura, prefería cien veces los pies hinchados, la acidez o los extraños antojos a tener que marchitar cada planta que tocaba, lo que la obligó a dejar por un tiempo la jardinería, y concentro su atención en la lectura, no le gustaba pero la distraía de su aburrimiento.      

 Quien estaba mas emocionada era Olivia. Acompañaba a Circe a todos lados, la consentía con cada cosa que se le pudiera ocurrir, y cocinaba para ella. Ahora que sus gustos por la comida eran extraños lo que hacia su hija era una delicia para su paladar. 

 Tras ella le seguía Hisirdoux. Al principio no creyó la noticia, y tampoco estaba seguro que tan bueno era que todo siguiera adelante, pero al saber que nada malo pasaría tras dar a luz, la emoción por ser tío otra vez fue creciendo con el paso de los meses.

Cada vez que podía iba junto con Ambar a visitarla, e implanto la idea de que ambas niñas tenían que ser mejores amigas, sin importar que aun no haya nacido.  

 Cada día que pasaba Circe y Baltimore les dejaba una ofrenda a las diosas por haberle dado la oportunidad de tener otra hija, aunque estas nada tenían que ver. Detrás de todo, fue Nenet quien convenció de cambiar el reglamento, que la paz de la época era tal que no hacían falta mas guardianes que protegieran la magia del mundo, y a los humanos de la misma. 

 Nenet por mucho tiempo tuvo el pensamiento que muchos sufrieron por las lagrimas de las diosas, tanto madres como padres e hijos que nunca pudieron ser porque se les arrebataba a corta edad de sus familias. No quería pertenecer a un lugar que solo se formo en torno a la tristeza, pese que de ahí se formaban los mejores guardianes. 

Quería un cambio, lo logró, y ahora que podía vivir junto con su mamá y papá, se encargaría que su nueva hermana sea feliz en una gran familia.

 Ahora solo era cuestión de esperar, y ponerle un nombre a la futura beba. Esta vez Circe le dio a Baltimore la oportunidad de dárselo, y no se quejaría si su hija llevase el nombre de algún astro. El brujo lo pensó, y se lo guardo para el día de su nacimiento. 

Otra vez primavera, sólo que en un país por completo distinto, y seguros que todo saldría bien.

Baltimore y Circe iban caminando, ya que según ella y otras personas era lo mejor para cuerpo en los últimos días de gestación.

Iban hablando de como sería la niña, y Circe pedía que esta vez se viera un poco mas como ella.

—Pero Nenet tiene tu cabello, tu nariz y pecas.— le recordó Baltimore pasando un brazo por los hombros descubiertos.

—¿Lo dices en serio? Me tienes que dar la razón y decir que será igual a mi.— dijo sin poder aguantar la risa.—Estoy embaraza.

—Bien, ella será igual a ti sin importar que Nenet ya sea igual a ti.— le aseguro.

—Gracias.

Antes que pudieran dar un paso mas un fuerte dolor en la zona baja de su estomago no la dejo continuar. Tomo con fuerza el brazo de Baltimore, y este supo al instante que el nacimiento se estaba adelantando un par de día. 

—Excelente idea la nuestra.— dijo entrecortado Circe.—Pero aun no...

—¿No que?

—Baltimore debemos ir al hospital, creo que se rompió algo.— respondió Circe tratando de mantener la calma, al sentir que algo escurría entre sus piernas.—Este es mi mejor pantalón, ya lo arruine.— agrego entre inevitables lagrimas. 

—¿Lo dices en serio amor?— le pregunto conteniendo la risa y las lagrimas mientras cargaba a Circe que no podía dar un paso mas.—Estoy seguro que tienes otro igual. 

—Ya te dije que no me puedes llevar la contra, menos cuando estoy a punto de parir.— le reprocho con el aliento entrecortado. 

 Quería reír y llorar al mismo tiempo, por su pantalón, porque estaba a punto de dar a luz, segura de que no llegaría al hospital, porque su esposo tenía razón pero si ella decía que no era cierto entonces le daría la razón.

Lloraba de alegría, y se reía de los nervios porque estaba a punto de tener otra hija, y eso la confundía, también le causaba terror, porque estaba por tener otra hija después de mucho tiempo. 

—Después de esto no quiero mas hijos.— dijo cuando Baltimore empezó a caminar.

—Como tu digas.— le aseguro dándole una sonrisa cálida. 

 Al final no llegaron al hospital, y corrieron con la suerte de que Barbara pudo ir a su casa para asistirla en todo el parto. Fueron trece hora de labor, donde Circe insulto y maldijo en todas las lenguas, aunque ya dio a luz una vez, paso por tanto en su vida que no recordaba el dolor de sacar una vida de su cuerpo. 

 Tanto Arabella como Hisirdoux llegaron a tiempo para escuchar el grito final, y el primer llanto de vida. Aguardaron unos minutos en la sala con miedo de ir a ver a Circe, estaban tomados de la mano implorando en silencio que alguien saliera de esa habitación diciendo que nada de otro mundo tenia esa niña.  

—Arabella ve a ver si esta todo bien.— pidió el pelinegro ante el silencio. 

—¿Yo? Tu eres el hermano, ve tu.— dijo la rubia. 

 Antes que el pelinegro pudiera hacer algún tipo de reclamo Barbara salió del cuarto con una sonrisa de oreja a oreja, y los ojos llenos de lágrimas.

—Las dos están bien, no hubo complicaciones, y es una niña hermosa.— conto al par que se acerco a la pareja.

 Ambos se asomaron para encontrarse con un cuadro que nunca antes vieron, y del cual se podrían acostumbrar con facilidad, Circe en suma calma con su nueva hija en brazos, sin magia pesada a su alrededor, ni lagrimas de tristeza, y nada de malas noticias.

—¿Quieren conocer a Lucero?— pregunto Baltimore levantado la mirada. 

 Arabella dio un salto de alegría en el lugar, y salió disparada a donde se encontraba su amiga con su futura ahijada como proclamo cuando supieron que iba a ser una niña. Por detrás, un poco mas calmado, dando un fuerte suspiro de alivio fue Hisirdoux.  

—Es preciosas.— dijo el pelinegro cuando la vio de cerca.—Igual a ti.— agrego y le dio un beso en la frente.

 Por la puerta se asomo Nenet quien no estaba muy segura de entrar. En realidad no estaba segura de si su charla en la Comisión Mágica le había llegado a las deidades que comenzaron la historia de los guardianes. Pese a que ayudo a mantener el orden en la Consejo, aun era una de las mas jóvenes, sin importar su puesto, se le complicaba que la escucharan.

Baltimore la llamo con la mano, y al estar cerca la abrazo, dando a entender que por una vez la oyeron. 

—¿Quieres cargarla?— pregunto Circe.

—Nunca alce a una beba tan pequeña.— respondió en un susurro.

—No es tan difícil.— le aseguro Baltimore alzando a la beba de los brazos de Circe.

 Nenet se sentó al borde la cama, y su papá puso a su pequeña hermana entre sus brazos. Lucero justo abrió los ojos, y la mayor no pudo evitar emocionarse al ver su transparente mirada azul. De un segundo a otro sintió que debía protegerla de todo, y juro en silencio que seria la niña mas feliz. 

—¿Mamá?— llamo Olivia dando unos pasos dentro.—Oh santa virgen María.— exclamo cubriéndose la boca.

 Se acerco a su hermana para sentarse al lado, y ver a la beba que ahora la veía ella. Olivia no aguanto y se largo a llorar mientras apoyaba la cabeza en el hombro de su hermana mayor, y tomaba la mano de la menor. 

Hola pequeña Lucero.— sollozo.—Lo siento, vi esto en un sueño, y no creí que algo así fuera tan cierto.— explico cuando la vieron todos al mismo tiempo.—No vi mas que hoy, pero se que serás una gran persona, Lucerito.  

 Circe se quedo dormida oyendo las voces de sus hijas, y sintiendo como Baltimore acariciaba su desastrosa cabellera post parto. Estaba cansada, adolorida, pero segura que la paz del momento duraría por mucho mas tiempo. 

 ✨Bonus

 Cuando iban a Francia a visitar a su tío y madrina no temían que la pequeña Lucero de cinco años saliera corriendo en dirección al bosquecillo que había cerca de la casa, puesto que estaban seguros que se encontrarían con Ambar lo que implicaba que cerca estuviera White y Archie. 

 Tras sus primeros pasos, ni sus hermanas así como su mamá o papá podían detener, y era alentada por Arabella para que corriera cada vez que tuviera la oportunidad. Y eso fue lo que sucedió en cuanto la dejaron en el patio custodiada por los familiares de sus padres. 

 Lucero corrió en dirección al bosque, no tan rápido como para que Alack la perdiera de vista, pero si lo suficiente para que Cáliz cambiara de forma a un ave. Se adentro un poco, dando pasos inseguros a causa de las raíces, para que minutos mas tarde cayera por culpa del desnivel del suelo. 

 Por un momento iba a llorar, pero eso alertaría a Circe que pese a no verla no la perdía de vista gracias al mapa mágico que hizo justo como cuando Nenet era bebe. Sin embargo no derramar lagrimas no era motivos suficientes para que una pequeña chispa mágica se disparada, y en cuestión de minutos su mamá la llamara a ella y a Ambar. 

—¿Eres un hada?— pregunto una vocecita, que la obligo a levantar la vista. 

 Se encontró con la pequeña rubia con la que normalmente dormía la siesta cada vez que una visitaba a la otra. Ambar le extendió la mano para ayudarla a ponerse de pie, y cuando lo intento ambas volvieron a caer al suelo.   

—¿Viste eso Archie? Se ayudan y no pueden, son muy adorables.— señalo White que salto como una gran felina frente a las dos niñas.

—¿No crees que debemos ayudarla?— pregunto el dragón negro apareciendo por detrás.

—No, mira ahí viene Circe al rescate.— respondió señalando a la hechicera. 

 Circe se acerco y como dijo White las ayudo a ponerse de pie, e hizo el intento de tomar las manos de ambas, solo que Lucero se resistió a esto. 

—Muy bien, al menos dale la mano a Ambi, te la esta ofreciendo.— señalo la pelirroja. 

—Tía.— la llamo. 

 Hizo señas con la mano para que se acercara, y Circe no se resistió a los encantos de su ahijada.

—¿Qué ocurre cariño?— pregunto al estar a su misma altura. 

—¿Ella es un hada?— pregunto señalando a Lucero que andaba distraída viendo mariposas.—Papá dice que no, pero yo creo que si.— le aseguro 

 Circe se rio por la misma ocurrencia que tenia su hermano con su amiga, se limito a guiñarle el ojo, y llamo a su hija para que volvieran a la casa juntas. 


★★★

Yo no estoy llorando, ustedes lo hacen *se le cae un moco*

Hola ¿Cómo les va? ¿Sorpresa? ¡Sorpresa!

Ame esto con toda mi alma y no lo pude resistir.

No es una novedad que Circe es la mamá de todes mis personajes.  O sea se encargo de cuidar niñes ajenos a ella por mucho tiempo, y bueno adoptó a Livi.

Yo se que el embarazo es una experiencia terrible (obvio tiene sus buenos momentos, me imagino porque no se, y no quiero saberlo) pero Circe pese a todo lo disfrutó, porque bueno, maternidad deseada mis soles.

Por cierto Lucero es igual a Baltimore, lo siento Circe, pero esta vez no se pudo.

Espero que les haya gustado, porque ame escribir esto 🙏

Besitos besitos, chau chau.

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