✨Epilogo✨

Desde aquel momento en Francia, todos se mantuvieron en vilo. Tanto la magia, como sus signos vitales eran débiles. La primera noche Arabella se sumió en un sueño muy profundo, tanto que parecía que cruzo al otro lado.

  Hisirdoux se recostó a su lado, con Ámbar en su pecho. Mantenía la esperanzas de que cualquier acción que haga la hija sobre su mamá, como tomar de su pecho o llorar por sus caricias, la despertaría.

Pero no fue así, aunque lo hiciera cientos de veces.

Tras la primer semana, Hisirdoux ya se imaginó en el peor escenario. Él con su hija de la mano, yendo al bosque a visitar la tumba de cristal. De solo pensar que Ámbar pregunte por la mujer que yacía ahí dormida, le estrujaba el alma. Sin embargo el cristal rosa nunca se formo, lo que los alivio un poco a todos ahí.

 Cada día que pasaba buscaba nuevas maneras de sacarla del sueño, desde contarle alguna historia junto con Ámbar hasta cantarle alguna canción. 

—Oye ¿Estas mal de la cabeza?— le regaño Circe tras entrar al cuarto.—No puedes hacer música en un hospital, hay gente que trata de descansar.— agrego en un tono mas suave. 

—Oye, lo siento, a Ambi parece gustarle.— señalo a la beba recostada a un lado en la cuna. 

—Si porque es tu hija, le va agradar lo que hagas hasta que sea adolescente.— señalo yendo hasta la cuna. 

 Tomo a la niña y esta sonrió agraciada ante la presencia de la hechicera. 

—Debes salir, ella necesita aire fresco, y tu igual.— le señalo mientras le hacia caras raras a la niña.—¿Cierto Ambi?

  Hisirdoux se levanto de donde estaba para ir por su hija. Le daba miedo alejarse tanto ¿Qué tal si pasaba algo en su ausencia? No podía darse el lujo de salir a respirar aire puro si aun no tenia certeza de lo que le ocurría a su esposa. 

—¿Por qué no te ves preocupada?— le pregunto sin poder ver a Ámbar.

—Porque no sirve de nada estarlo, además es Arabella.— respondió pasando una mano por su mejilla.—Ve, toma aire, descansa un poco, ahora la cuido yo.— le aseguro.

Un mes y medio, eso fue lo que tardó Arabella en volver abrir los ojos.

Una pequeña energía le inmundo el interior, y el llanto de un bebe recién despertando hizo que sus párpados se despegarán, para al fin salir de su letargo. 

  Se encontró con una criatura sobre su pecho que cesó las lágrimas cuando la mirada café de su madre se poso sobre sus maravillosos orbes bicolores.

  Haciendo movimientos lentos, se sentó, tomando a Ámbar entre sus brazos. Paso un dedo sobre su pequeña nariz, y la beba se lo tomó para llevárselo a la boca.

—Hola, mi preciosa Ámbar.— saludo con voz rasposa al igual que débil y a punto de quebrarse por el llanto.

Al oír su débil voz, y sentir su magia resurgir, el mago no dudo en abrir los ojos, pese al cansancio.

—Bienvenida al mundo a ti también.— dijo Hisirdoux despertando de su lado.

Se sentó, y solo pudo abrazarlas. Podía imaginar tantos escenarios en su cabeza, que se olvido el mas simple de todos, y que siempre quiso ver, a Arabella alimentar por primera vez a la hija que tanto les costo dar.

Se había acostumbrado a imaginar tantos malos finales que nunca pensó que quizás aun no era el final de nadie.

—Son hermosas, las dos.— susurro mientras veía a Ámbar prenderse al pecho de la bruja.

—¿Hablas de mi pecho y la bebe, o de mi y nuestra hija?— preguntó graciosa Arabella para dejar de llorar.—Tu también eres hermoso.

—Las tres, entonces.— respondió para luego subir a su labios y besarlos, con tanta intensidad y temor, solo para cerciorarse que fuera ella realmente, otra vez.

Sus labios se movían acompasados, buscando la calma que él deseaba desde la noche en que nació la pequeña Ámbar.

Al separarse, Arabella dio un leve respiró, dibujando un sonrisa en su rostro, también deseaba saber que tan real era lo que sucedía.

—Te extrañe.— susurraron al unísono.

 —Mi aliento apesta.— se rio Arabella tras unos segundo de silencio.—¿Soy una terrible madre por haberme quedado dormida?— pregunto apenada.

—Todas las mamás se quedan dormidas en algún punto.— respondió dándole un beso en la frente.—Seremos buenos a nuestra manera.— le aseguro. 

—Me gusta como suena eso.— dijo un poco mas tranquila.

Se quedaron hipnotizado por Ámbar, quien también los veía muy fijo. Tenía un lunar bajo su ojo izquierdo, una nariz pequeña, y un suave cabello que indicaba que de mayor seria rubia.

Y esos ojos que iban del turquesa al ámbar, eran tan particulares, brillantes y llenos de magia. Tenia la mirada de su abuela y la de su padre.

 No podían creer que fueran ellos los que crearon a tan pequeña y maravillosa criatura. 

—¿Cuándo supiste que sería niña?— indagó Hisirdoux, acostando a Ámbar en su pequeña cuna, a un lado de la cama.—Y no digas que intuición.

—Esta bien, fue Nari.— confesó estirándose en la cama, para volver a acostarse.—Se le escapó y desde ese día se.— agregó acurrucándose, esperando a que el pelinegro hiciera lo mismo.

No podía dejar de verlo. Se perdió el primer mes de vida de su niña, y de Hisirdoux como papá, ahora no quería quitarle la mirada de encima.

—Algún día, cuando Ámbar sea mayor, haremos un niño.— le sugirió cuando Hisirdoux se acostó a su lado.—Y no se llamara Merlín.— le aseguró, acariciando el cabello negro.

Este solo río, y en un pestañeo se durmió, estaba cansado, mas mentalmente que del cuerpo. Que Arabella haya despertado, y que este bien, fue lo único necesario para dormir bien. Tras unos minutos mirándolo, para no perderlo de vista, ella también se durmió.

Al fin los tres descansaban juntos.

Dos años después.

Recién daba inicio al otoño. En Francia la estación donde los árboles perdían sus hojas era diferente en comparación con Arcadia. Allí los colores eran mas cálidos, y todas las tardes parecían una pintura Monet, Renoir, o cualquier artistas impresionista.

Cerca del medio día Arabella llegaba a su pequeña casa en aquel pueblo francés que la atrapó desde el primer día, o noche, que estuvo ahí.

El olor a un delicioso almuerzo inundaba su nariz y hacía temblar del gusto a su estómago. Pero el perfume que le ponía a Ámbar tras el baño la confundía un poco.

Mientras se sacaba los zapatos bordo que iban a tono con su traje, llamo a White, a Archie, a su esposo y a su hija. Ninguno respondió a su llamado lo que la consternó un poco.

—¿Hola?— llamo pasando por el comedor.

La mesa estaba puesta, y el almuerzo se veía increíble. El estofado de verduras y el pan recién horneado era lo mejor para ir a dormir después.

Ignoró su hambre, y se encamino al patio trasero, solo para ver a los cuatro ahí, dándole la espalda.

Ámbar iba en los brazos de Hisirdoux, y este le decía algo que no podía oír desde su distancia. Pero se quedó en la puerta para verlos.

Amaba verlo siendo el papá de su hija. Le gustaba cuando estaban distraídos viendo al horizonte que se abría frente a ellos, escucharlo contar los cuentos que solo relataba para Ámbar y nadie mas, o verlo mecer con delicadeza a la niña como si el fuera el mar calmó y ella un bote a la deriva.

—Amacarla como si fueras las suaves olas.— dijo acercándose a él.

Hisirdoux la vio por encima del hombro y le sonrió. Se volteó para que Ámbar también la viera.

—Hola mi niña de ojos brillantes.— saludo emocionada apurando su paso.

—Di hola mami.— dijo Hisirdoux tomando la mano de su hija para saludara a Arabella.—Hola mami.— repitió con voz mas profunda.

La rubia tomó a su hija, le dio un beso en su pequeña nariz, para luego besar al pelinegro.

—Hola papi.— saludo, esbozando una sonrisa boba.—¿Qué pasó?— preguntó oliendo la suave cabellera rubia de la niña de dos años.

—Hicimos pan.— fue lo único que respondió.

—Con mamá eso no pasa.— se burlo Arabella, haciéndole caras graciosas a Ámbar.

Tanto White como Archie se rieron por el comentario y comenzaron a contar las veces que algo similar al accidente del harina sucedió.

—Ya esta ¿Qué son, los guardianes de la historia?— preguntó entre risas Arabella. —Vamos a comer, muero de hambre.

—Vamos, que el día esta especial para comer y luego a la cama.— dijo Hisirdoux pasando un brazo sobre el hombro de la rubia.— ¿O no Ambi?— le preguntó a la niña quien se empezó a reír por su cara.

Durante el almuerzo le contó todo lo que paso en el trabajo, sobre como la sección mágica era muy solicitada, hasta como Baba planeaba tomarse unas largas vacaciones para pasar tiempo con sus hijos.

—Y Zoe me dijo que.— se freno para aclarar su voz.—¡Va a adoptar a una criatura!— chillo de la emoción, haciendo que sus manos brillaran de la emoción.

Ámbar se río por la reacción de su mamá, y empezó a agitar sus manos imitando los movimientos de la rubia.

—¿Si? Que emoción.— exclamo Hisirdoux ante la nueva noticia.—¿Escuchaste eso Ambi? Tendrás una nueva amiguita.— le contó a la niña.

—¿Qué? No, es un niño, se llama Jackson, tiene cinco años y es un sol.— contó con entusiasmo.

—¿Escuchaste eso Ambi? Seguirás teniendo como única amiga a Jojo.— se corrigió haciéndola reír.

Ámbar no entendía nada de lo que decía sin embargo se reía por las caras y voces que hacía su papá. En eso era idéntica a Arabella, aparte del cabello rubio, la risa que brotaba con facilidad era lo que mas amaba, a demás de todo el resto de características que la hacían hija suya y de Hisirdoux. Que fuera así de risueña le llenaba el espíritu. 

Arabella disfrutaba de lo que veía, y no podía creer que catorce años atrás no imaginaba nada de lo que estaba vivienda, porque antes de poner un pie en Arcadia solo podía imaginar una vida para ella y White.

No mas escapadas, ni esconderse, o hacer planes a escondidas de los demás. Ya no se maquillaba la cicatriz de su ojo, muchos menos tenía miedo que la reconocieran por la calle.

No tendría que estar mas sola, ni ocultar sus lágrimas, o fingir que era demasiado fuerte como para rechazar la ayuda de los demás.

—Oye mami.— llamo el pelinegro con su hija en brazos.—¿Lavamos después de dormir?

—Si si si, lo siento ¿Dijiste algo mas?— preguntó levantándose de su lugar para luego tomar a Ámbar.

—No ¿Todo bien?

Con su hija en brazos camino hasta el pelinegro y apoyo su cabeza su pecho. Ámbar la imitó y se perdió en la mirada café de su mamá.

—Hoy los extrañe.— confesó Arabella dando una leve sonrisa al sentir el abrazo de Hisirdoux.

—También te extrañamos.— dijo el pelinegro dándole un beso en la cabellera rubia.



✨Colorin colorado esta histotia ha terminado✨



—Querras decir mi historia.— me señalo la rubia pasandome a su hija de dos años.

La niña solo se dedico a tirar mi cabello, mientras la madre tomaba mis escritos de los último años.

—¿Por qué siempre cree que puede hacer mi trabajo? — pensé al verla escribir.—Primero en los túneles y ahora con mi novela.

—Muy bien, María, de nada.— me dice arrebatando a la niña de mis brazos.

Las dos se van y yo me quedo viendo los que escribio. Por todos los brujos, hasta su letra es linda.

—"Aun queda la historia de mi niña".— leo y quedo un poco pensativa.—Mala idea como puede ser no lo creo.

Ahora si, como siempre cada vez que llegó a esta parte, gracias por el apoyo, les aprecio.

✨Fin✨

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top