CAPÍTULO 02
Alexander se paseaba de un lado al otro del pasillo mientras Juliet comprobaba que Aileen se encontrase bien.
Hacia un par de días que la habían rescatado de ese monstruo y ella seguía sin despertar.
Necesitaba alimentarse. Si seguía como hasta ahora, lo más probable fuera que el cambio la sorprendiera en su momento más débil.
¿Y si él no estaba con ella en ese momento?
Ella moriría antes de tiempo. Antes de que la luna de sangre apareciese en todo su esplendor.
La puerta se abrió tras él y Juliet apareció limpiando sus manos.
—¿Sigue sin despertar?
—Lo siento, Alexander. Si ella no despierta hoy dudo mucho que lo haga ya. Entrará directamente en el sueño profundo y no podrás traerla de vuelta.
Permitió a su más fiel servidora que se alejase y colocó ambas manos en el marco de la puerta tratando de calmar su corazón.
Ahora que había encontrado a su mujer, este había empezado a latir más lento y es que la maldición que pesaba sobre ellos decía que si llegaban a los doscientos años sin encontrar a su compañera, morirían a manos de sus más terribles enemigos.
Alexander y sus hermanos, Anthony y Armand, habían consagrado su vida a eliminar a aquellos bastardos que habían caído bajo su propia maldición.
Ahora que su corazón latía más lento, su tiempo en la tierra se alargaba. Después del cambio, el propio corazón de Aileen se relentizaría y podrían compartir el resto de la eternidad juntos. Si ella moría, no habría ninguna esperanza para él.
Escuchó a sus hermanos acercarse y se apartó de la puerta para ver que noticias le traían.
Armand y Anthony llevaban dos días encerrados en la biblioteca buscando un modo de detener la muerte prematura de Aileen, y él, quien jamás en su larga vida había rezado o buscado consuelo en Dios, se encontró pidiéndole que le diese más tiempo.
—¿Que tenéis?
—Los antiguos libros de padre no son de mucha ayuda, pero hemos encontrado algo que quizá sirva. Un modo de convocar la luna de sangre y hacer que su cambio se realice antes.
Aquello solo podía significar que necesitaban a una bruja y por lo que todos ellos sabían, estas se habían extinguido hacía siglos.
—Eso no es posible. Tiene que haber una alternativa. Lo que sea. No hay brujas. Lo sabéis tan bien como yo.
—Lo sabemos, y no te habríamos dicho nada si no hubiésemos encontrado que los libros se equivocan. Hay una bruja.
—¿Y quien es? ¿Donde podemos encontrarla?
Un enorme estallido seguido por una cegadora luz estalló dentro de la habitación derribando la enorme puerta sobre ellos.
Bañada de luz y con la ropa hecha jirones, Aileen levitaba sobre la enorme cama de sábanas negras.
Sus ojos, ahora negros como el carbón, fijaron su mirada en ellos antes de cerrarlos de nuevo y caer inconsciente.
Un sonido estrangulado les quitó el estupor y se volvieron hacia Juliet, quien sostenía un enorme libro pegado a su pecho y vestía totalmente distinta a lo que habían visto en todos aquello años.
—¿Juliet...que?
Esta se volvió hacia ellos y sus ojos eran una copia exacta a los que Aileen acababa de mostrarles.
—¡Apartaos!
Su voz ya no era dulce como siempre. Era oscura, ronca y algo chillona.
Sus uñas, siempre pulcras y cuidadas, ahora eran largas como garras de cuervo y del mismo color.
—¡Juliet! ¿Que eres? ¿Quién eres?
Alexander trató de acercarse a ella pero sus hermanos de apresuraron a sujetarle cada uno por un brazo.
—¡Dejadme!— trató de soltarse al ver como la nueva Juliet de acercaba a Aileen, aun inconsciente sobre la cama.
—¡No la toques!
Juliet clavó sus ojos en él.
—No puedes apartarme de mi hija. Ninguno de vosotros podrá.
Tras sus palabras un nuevo estallido de luz llenó la habitación cegándolos momentáneamente. Cuando desapareció, ni Aileen ni Juliet estaban por ninguna parte y tal y como había mencionado Armand a Aileen dos noches atrás, Alexander enloqueció.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top