Run
Run
El presentimiento de que algo malo pasaba no se iba de su pecho, aquella opresión le causaba una sensación rara y contener el aire en sus pulmones poco a poco se volvía más difícil. Lentamente se sentó en el revoltijo de mantas, talvez estaba enfermo, aquel pensamiento causó un escalofrío que recorrió toda su espina dorsal, el recuerdo de volver a estar enfermo lo repugnaba.
La manta que cubría la entrada a su pequeño rincón fue removida bruscamente y la luz de una pequeña antorcha entró iluminado aquel lugar.
–Harry, lo sabe, lo sabe – la desesperación en el rostro de la beta lo alarmó haciendo que sus latidos se dispararan.
– ¿De qué hablas Dorothea? ¿Qué sucede? – su lenta y ronca voz trato de calmarla.
–Rey lo sabe, de ti, de él. A mandado a buscarnos, vine corriendo en cuanto lo supe – Harry ahora lo entendía, aquella sensación en su pecho era por esto. – Vamos levántate, tienen que irse. Ahora.
Corrió por el pequeño lugar lanzando ropa a un saco de cuero, solo las necesarias para los dos. Volteo rápidamente para ver el pequeño cuerpo envuelto entre las mantas. Sabía que ese momento sucedería, pero no esperaba que ocurriera tan pronto, no cuando él mismo logró pasar desapercibido por tanto tiempo. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no era el momento para perder el tiempo, corrió de nuevo calzándose sus botas de cuero y colocándose una gran manta de piel sobre sus hombros.
–Harry, toma – la beta le entrego otro saco de cuero– no es mucha comida, pero es la suficiente para los dos. Tómala– volvió a zarandear el saco frente a él.
–Ven con nosotros. No te quedes, por favor. – sus ojos llenándose de lágrimas no lo dejaban verla con claridad.
–No puedo, si nos vamos los dos será peor. Trataré de convencerlo de que no es cierto. Ganare tiempo para ustedes, deben irse ya. – La morena coloco en sus manos el saco y se dirigió a las mantas levantando al pequeño cachorro del lugar.
–Hmmh, ma... –
–Shhh cachorro soy yo, duerme– envolvió al cachorro en las mantas que contuvieran rastros del olor para calmarlo – vamos Harry.
Llevo los dos sacos sujetos con una cuerda a su espalda y corrió tras la chica saliendo del lugar. La antorcha iluminaba su camino a través de la oscuridad de la cueva. Cualquiera que los tratara de buscar no los hallaría a través de aquel laberinto que ellos conocían a la perfección.
–Aquí– Dorothea volteo y le tendió al cachorro con brazos temblorosos, Harry lo pego a su pecho con fuerza – Recuerda, cuando veas la gran caída de agua dirígete a los costados y sal, ve a donde hay luz. Sé que hay más manadas en el exterior, tal vez no sean tan malas como esta. – su labio inferior temblaba violentamente y sus ojos ya no contenían las grandes lágrimas.
Harry asintió rápidamente. Habían hablado de esto por años, ir a aquel lugar donde había luz, irse muy lejos de esta manada, iniciar su propia manada de dos, solo ellos. Pero por lo visto no sería así. Se inclinó hacia la chica y depósito un casto beso en sus labios.
Corrió lo más rápido que sus piernas le permitían. El ruido de algo cayendo y golpeado bruscamente el suelo llegó a sus oídos, supuso que esa era la gran caída de agua. Para sus ojos apenas conocedores le sorprendió que aquella caída de agua fuera totalmente enorme y no como la imaginaba. Busco la salida del lugar y siendo empapado por la cascada la atravesó, en busca de la luz. Pero lo único que siguió viendo era oscuridad, las lágrimas que había contenido por mucho tiempo se escapaban, ya no había rocas a su alrededor, en realidad no había nada que lo limitará y encerrará en un pequeño lugar. Pero la luz que tanto deseaba ver no estaba ahí.
Un ruido detrás de la cascada lo alertó nuevamente, sujetando al cachorro con más fuerza volvió a correr lejos de aquel lugar. No supo por cuento tiempo corrió, cuantas veces cayó al suelo y se volvió a levantar ni cuánto rogó a quien sea que no los alcanzarán.
Cuando sus piernas se rindieron completamente se tiró al suelo sujetando fuertemente al cachorro, apegándolo a su pecho cuanto pudiera. Las lágrimas hace un tiempo que habían dejado de salir de sus ojos verdes, solo quedaba el rastro en sus mejillas frías y sucias. Encontró un hueco junto a un árbol donde se escondió y acurruco junto al cachorro.
Mirando al exterior descubrió que en lo alto, aquello que supuso que era el cielo, había pequeños destellos de luz blancos salpicados por todo el cielo. Las pequeñas luces le dieron algo de calma a su pecho que se seguía sintiendo raro, alejando solo un poco el malestar.
–Estaremos bien – susurro suavemente en el oído del cachorro – estaremos bien– dijo nuevamente mirando hacia el cielo otra vez.
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