Dedicatoria
Para los que saltaron.
Para los que arrancaron su piel y la ofrecieron con las manos temblorosas.
Para los que convirtieron su amor en plegaria y nunca recibieron respuesta.
Para los que se inventaron dioses con ojos humanos y los adoraron hasta sangrar.
Para los que aplaudieron desde el suelo,
desde su propio charco de cenizas,
porque al menos alguien más tenía calor.
Para los que cayeron sabiendo que no había suelo.
Para los que aún siguen cayendo.
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