●[Capítulo 8]●

|Sí te importo|□

Nadia

Detiene la moto a unos cincuenta metros de casa, lo suficientemente lejos como para que no se escuche el bramido de la moto en casa.

Debo bajarme, debo, apresuradamente, alejarme de aquí sin mirar atrás, debo mantener las distancias; debo hacer tantas cosas y no hago ninguna de ellas. Me mantengo allí, con mis brazos apretando sus costados, con el cuero de su cazadora tocándome en una sobria caricia. Quiero estar un minuto, una hora, un día, el tiempo que pueda conservando esta cercanía.

Lástima que nada dure para siempre.

—¿Estás dormida? —Hundo más en el tejido mi cabeza , que hasta el momento ha estado recostada a su espalda cómodamente—. ¿Nady?

—Lo siento, perdí la noción del tiempo y dormité un rato —justifico mi necesidad de seguir allí.

Empiezo a levantarme y me poso en frente; Jace hace lo mismo, pero se apoya a la moto cruzándose de brazos.

—¿Cómo lograste salir de casa sin que tu ¨trottel¨ sospechara? —pregunta.

—Deja de decirle así, por favor —Ruedo los ojos y desvío la mira a un lado—. Se fue.

—¿Se fue? —levanto los hombros en respuesta—. ¿Pasó algo entre ustedes?

—No… tuvo que irse por unos asuntos que debía resolver.

Se instala un breve silencio. Cuando levanto la mirada, veo a Jace mirando al suelo, pero inmediatamente sus hermosos ojos grises vuelven a observarme impávidos.

—¿Seguís… juntos? —titubea al final de la pregunta, pero en sus ojos noto la resolución con la que interroga.

—Sí… eso creo —Jace enarca una ceja en respuesta y siento la sangre ir a mis mejillas.

Si Edgar no hubiese arruinado todo antes de que pudiéramos cortar, podría haber terminado con él.

—Es complicado —alego.

—No puede ser tan complicado terminar con alguien a quien en realidad no quieres, al final solo estás consiguiendo hacerle más daño con tus mentiras —El tono rígido de su voz y la tensión de su mandíbula me indica su enojo e incomodidad por el tema.

—No sabes nada, Jace —suspiro apretando los ojos y mis manos en puños. Cuando vuelvo a contemplarlo, tiene los labios apretados en una fina línea.

—¿Quieres que te diga lo que sé? —Se irgue y se acerca un paso hacia mí.

—Solo detente ahí, no quiero hablar más sobre este tema.

Sin previo aviso, me toma la cintura y me estampa contra su cuerpo. El calor de su cuerpo me arropa al instante, alejando cualquier fría temperatura de diciembre; el vaho de nuestras respiraciones entremezclándose.

—Sé que estás evitando lo inevitable. —Su mirada en plata fundida parece querer fundirse con el dorado de mis ojos—. Sé que a él no le amas, y sé que algo tan grande como lo muestro debe suceder.

— Está mal… —Junta nuestras frentes, y mi corazón, que parece desbocarse más cada vez que él dice o hace algo distinto, pega otro salto.

—¿Por qué algo tan bonito como lo que sentimos puede estar mal?

Vuelvo a cerrar los ojos, temiendo caer en el mercurio de los suyos. Y quiero decirle que sí, que podemos intentarlo, que no importa lo que los demás digan, que podemos ser felices. Anhelo decirle eso, pero no lo hago; permanezco callada, obteniendo con el silencio una respuesta de mi parte.

—Bien, no te voy a presionar. —Me aleja un poco, pero mantiene sus manos en el mismo lugar. Dice que no me insistirá, pero sus ojos, tan hipnóticos como dos lunas llenas, expresan una perseverancia irrevocable—, por hoy no.

—Sé que quieres una respuesta de mi parte, pero no puedo, yo…

—Te voy a dar tiempo, al menos el que tengo disponible hasta que te vayas —asegura—, tiempo suficiente para que me elijas, para que nos elijas.

Se vuelve a acercar y me da un beso en el puente de mi nariz, luego se inclina más hasta colocar nuestros labios a escasos centímetros, el suave suspiro que expulsa cosquilleando en mi boca.

—Quiero besarte, adorar esos labios de aspecto tan suave y deliciosos como solo yo puedo hacerlo.

En algún momento, con sus soporíferas palabras, entreabrí los labios inconscientemente, preparándome para todo aquello que él promete querer y yo deseo tomar; pero se aleja y el hechizo se rompe. Mi piel siente la nostalgia por la pérdida del contacto, sin embargo, pestañeo repetidas veces para recordarme dónde estoy y lo que estábamos diciendo antes.

—No lo haré hasta que crea que de verdad quieres hacerlo sin ningún reparo —Pasa un pulgar por mis labios y los bordes de los suyos se elevan ligeramente. Aparta su mano y comienza a subirse en su moto, luego gira su cabeza en mi dirección—. Adelántate tú primero, en unos minutos entraré yo.

Asiento despacio, sopesando cómo irme de aquí sin que parezca raro, porque quiero salir corriendo tanto como lanzarme a sus brazos.

Empiezo el recorrido como mejor puedo, avergonzada porque es muy probable que sus expresivos ojos estén observando el temblor de mis piernas y manos, pozos colmados de mercurio que me descomponen al percibir la intensidad con la que miran la espalda.

Abro la verja y me adentro al jardín de la casa, el cual tiene nuevas flores de diferentes tipos, recientemente plantadas por mi mamá; aunque, con la penumbra de la noche, no puedo distinguir ninguna de ellas. Recorro apresurada la senda hasta llegar a la puerta, y, en cuanto la abro, me adentro a la casa y la cierro inmediatamente, recostando mi espalda a esta.

Siento los latidos acelerados de mi corazón, pudiendo prescindir de tener que poner una mano en mi pecho para sentirlo. El efecto de Jace dura en mí sin necesidad de que estemos frente a frente; y es que es tanta la bruma de mis sentimientos por él, que estoy olvidando por qué me estoy alejando de sus dulces y atrayentes palabras.

Suspiro cerrando los ojos y termino sentándome en el suelo, colocando mis manos en mi cara. Me quedaría aquí de lo cansada que estoy, pero el recuerdo del cómodo y mullido colchón de mi cama me incita a moverme un poco más para llegar a él.

Cuando destapo mis ojos, aparece en mi campo de visión la husky siberiana amorosa moviendo la cola y con la lengua afuera.

—Lúa... —La albina se mueve y comienza a restregar su cabeza a mis piernas—. Luna… qué conveniente el nombre que escogió tu dueño.

Me rodea hasta colocarse a mi costado derecho y empieza a olfatearme el cuello.

—¿Quieres dormir conmigo, hermosa? —Me da un lambetazo en la mejilla y río en respuesta—. Eso debe ser un sí, vamos.

Camino con Lúa siguiendo mis pasos. La casa está tan sombría que debo subir con cuidado para no caerme con los tacones de aguja que llevo puestos.

Cuando llego a mi habitación, el suspiro de alivio se me queda atascado a media acción al ver a mi madre sentada al borde de mi cama. No vislumbro bien la expresión que tiene, pero por sus brazos y piernas cruzas deduzco que no está muy contenta, creo que anda más bien tirando a disgustada.

—No pensé que llegaras tan tarde, me habías dicho que sería rápido —dice mientras se levanta.

—Mis charlar con Chris siempre se alargan, sabes cómo somos de habladoras —respondo encogiéndome de hombros.

—Entonces te hubieses quedado con ella, cariño, no tendría ningún inconveniente.

—Preferí no molestar a su familia —Lúa se mueve entre nosotras hasta llegar a mi cama y saltar a esta.

—La verdad es que no las sentí llegar —comenta en lo que estoy quitándome los zapatos.

—Me dejó a unas calles de aquí, me dijo que tenía que volver pronto a casa —La mentira se desliza fácilmente por mis labios en lo que me aproximo a sentarme a la cama, en ningún momento conectando mi mirada con la de mi mamá.

Mi madre asiente comprendiendo y se desplaza por la habitación para llegar a la puerta. Siento como si la sangre de mis venas se paralizase, deteniendo su flujo de la misma forma en que mi madre deja de caminar, cuando se escucha el ronroneo de la moto de Jace en el exterior. Un breve silencio se instala, mis pensamientos corren velozmente, imaginando mil escenarios diferentes al percatarse mi mamá de todas las mentiras que le he dicho.

—No me estarás mintiendo, ¿verdad, Nady? —pregunta y trago grueso.

—Por supuesto que no, mamá.

—Bien —suspira—. Que duermas bien, solecito.

—Igual tú, Má.

El alivio y la culpabilidad me recorren por partes iguales en todo el cuerpo al momento de ver la puerta cerrarse.

●●●●●

Primero siento el susurro de las sábanas al deslizarse por mi espalda, la suave decadencia con la que me es apartada la tela. El roce delicado de un dedo comienza un recorrido por mi pantorrilla provocando una estela hormigueante por donde pasa. Gimo al sentir cómo sube por mi pierna y asciende por la cara interna de mis muslos, pero su mano se detiene a medio camino, logrando que mi respiración se agite de la frustración al no sentir la placentera caricia.

—¿Se siente bien? —Empieza a formar círculos por la sensible piel de la pierna, aprieto el edredón con fuerza cuando se me escapa un suspiro entrecortado—. Lichtstrahl…

—No te detengas… —Pero lo hace, frena sus movimientos al llegar a la unión de mis muslos y aparta su mano cuando termino de hablar.

Me toma desprevenida cuando me agarra de ambos costados de las caderas y me deja a medio girar, lo suficiente para apretar nuestros torsos. Sus ojos grises brillan sagaces en la oscuridad y su lengua es una exquisita tentación cuando pasa por sus labios dejándolos con una húmeda capa brillante.

—¿Me vas a besar? —pregunto en murmullo, temiendo que si alzo la voz el hechizo al que nos tiene sometidos se escape.

—Estoy seguro de que eso es lo que más deseas —dice mientras se aproxima unos centímetros, nuestras narices rozándose.

—Nunca he anhelado algo tanto como ese beso que me prometiste.

—Y prometo dártelo, cariño —Pongo una mano con intención de obtener ese beso.

Caigo de sopetón del sofá al suelo, con el tono de mi celular oyéndose en todos los rincones de la sala. Ahogo un gritito cuando intento levantarme y siento el dolor punzante en la rodilla, pues choqué con el borde de la mesita del café. Después de lograr sentarme en el blando mueble, me reviso el costado herido de la rodilla y se percibe la naciente hinchazón de un moretón.

Exhalo irritada al seguir escuchando la llamada en el celular y me inclino a alcanzarlo sin revisar quién es.

—¿Qué pasa? —pregunto rápidamente al descolgar.

—Uy, huelo mal humor sin tener que verte la cara —La conocida voz de mi amiga se escucha como conteniendo una risa, un muy mal intento, pues no le sale.

—Me despertaste —Paso una mano libre por mi cara tratando de eliminar la somnolencia que me queda—. ¿Qué sucede? ¿Por qué llamas?

—Mmm… por nada en particular, solo para saber qué tal te fue después de que te fuiste —explica.

—No fue la gran cosa… —Chris carraspea y estoy casi segura de que puedo visualizarla con las cejas arqueadas junto a una expresión escéptica—. Bueno, si pasó algunas cosas… estuvimos hablando un rato, trató de sacar el tema de… el que tú y yo sabemos, y yo traté de evadir la situación, no necesito más problemas.

—¿¡Qué hiciste qué!? —Me chilla y debo apartar el teléfono de la oreja—. Y dale tú con lo mismo, deja de negarte lo que quieres.

—Chris —Miro por encima del hombro asegurándome que mamá no esté cerca y bajo la voz—, mi madre estaba en mi cuarto cuando llegué. También me preguntó si estaba mintiendo y todo, me vi forzada a volverle a engañar; me siento muy mal por eso. ¿Cómo crees que se pondrían mis padres si supieran lo que sucede entre nosotros? No quiero arriesgarme a eso.

—Oh, Nadia, nena… —suspira—. En serio, te entiendo, pero, ¿es necesario que te niegues a ser feliz por lo que piensen otros?

—Es mi familia… Ojalá mis sentimientos fueran más sencillos y dirigidos hacia otra persona. —Pero todo se queda en un ojalá que ni yo estoy segura de que en realidad quiero—. De todas formas, mejor cambiemos de tema. Cuéntame, ¿qué tal fue la salida con el grupo después de que me fui?

—¡Oh, genial! —exclama exageradamente—. Los chicos son muy agradables, sobre todo, Tina y Bryam…

—¡Qué bien! Oye, y esa actitud que tenías con el otro gemelo, ¿lo pudiste aclarar bien?

—Oh, sí, sí, no era nada —ríe. Frunzo el ceño al percibir la nota nerviosa en su voz—. Solo es un insoportable ególatra y taciturno hombre, el mejor remedio para tratarlo es ignorándolo.

—Mmm…bien, si tú lo dices —Me volteo hacia la escalera al oír unos pasos, mi madre está bajando los escalones—. Oye, te tengo que dejar, después hablamos.

—Ok, cuídate.

—Igual tú —respondo y cuelgo.

Mi mamá se detiene a unos pasos de distancia revisando el interior de su bolso, luego retoma su camino hasta acercarse a mí.

—Debo salir un momento —me dice y asiento en respuesta—, la Sra. Foster necesita mi ayuda con unos contratos.

—Vale, ten cuidado por el camino, la nieve va cada vez más en aumento —le recomiendo. Muevo el pie apoyándolo sobre la mesita y hago una mueca de dolor.

—¿Qué te pasó en la rodilla?

—Me di con el borde de la mesa.

—Oh, lo siento mucho, cariño.

—No es nada, tranquila, solo una torpeza de las mías —intento restarle importancia.

—Bueno, me voy ya —me dice mientras camina aproximándose a la puerta—, recuerda ponerte hielo antes de que se hinche más.

—¡Vale! —le grito para que me oiga, ya que está cerrando la puerta cuando hablo.

Debo levantarme a ponerme hielo, pero el dolor que sé que sentiré si lo intento me impide hacerlo. Pasan cinco minutos más, la hinchazón aprovecha ese tiempo para acrecentarse.

Alejo la vista de la pantalla del celular y miro hacia la puerta cuando escucho el sonido del cerrojo abrirse.  Me siento derecha, dejando el móvil a un lado al mismo tiempo en que la puerta se abre.

—Jace —digo su nombre cuando el susodicho entra en mi campo de visión.

Jace camina unos pasos con la mirada fija en mí, mueve las llaves entre sus manos un par de veces y luego las guarda en un bolsillo delantero. Me da un repaso visual, de esos que te hacen consciente hasta de lo que llevas puesto, y detiene sus ojos en un punto en específico. Cuando sigo su mirada, me percato de que lo que observa es la magulladura abultada.

Abro la boca, pero antes de que pueda decirle algo se mueve rápidamente por el salón, y desaparece de mi vista cuando entra al comedor. Frunzo el ceño confundida, pero todo se aclara cuando aparece con una bolsa de hielo.

Se acerca y, sin decir nada, se arrodilla a mi lado y me coloca la bolsa en mi rodilla adolorida. Hago una mueca y me remuevo incómoda por el dolor.

—¿Te duele mucho? —Asiento en respuesta—. ¿Cómo te lo hiciste?

—Una caída tonta del sofá y una mesa mal posicionada a mi parecer —respondo torciendo los labios.

—¿De qué manera pudiste caerte de un sofá? —Niega con la cabeza mientras mueve, ocasionalmente, el objeto gélido por la zona.

—Estaba dormida —digo.

—¿Con qué soñabas?

Más bien con quién y la clase de sueño sería buen material para la pregunta.

—¿Qué? —Me pongo de todos los colores al recordar la pequeña fantasía y aparto la mirada cuando sus ojos me miran.

—Digo, para caerte así… no es muy normal —Se levanta y se sienta sobre la mesita al lado del pie herido.

—Es que me sobresaltó una llamada en el teléfono —balbuceo.

No decimos nada más. Cuando el malestar y la hinchazón remite unos minutos después, Jace vuelve a la cocina y regresa con las manos vacías. Se coloca frente a mí con las manos introducidas en los bolsillos.

Muerdo mis labios sin saber qué decir o hacer, pero él habla por mí, solo que no dice lo que espero.

—Me tengo que ir del pueblo —dice.

—¿Qué?

—Eso, que me tengo que ir, vine a buscar mis cosas.

—¿Cómo que te vas? ¿Por qué? —Me levanto de golpe, y vuelvo a sentarme frunciendo los labios al recordar la resentida magulladura.

Casi junto las cejas cuando una lenta sonrisa aparece en su boca, dando un brillo pícaro a sus ojos. Se aproxima y se sienta al lado mío inclinándose hacia mí.

—Me voy del pueblo —dice lentamente—… por un par de días.

Oh, joder, casi se me sale el corazón del susto.

Su sonrisa se extiende más y me dan deseos de matarlo por el miedo que me provocó imaginar que se irá permanentemente. Se acerca más y permanezco quieta cuando coloca una mano en mi mejilla y sus labios besan la comisura de mi boca.

—Para que después no vayas diciendo por ahí que no te importo —murmura, su aliento acariciando la piel de una de mis mejillas—. Espero que me extrañes estos próximos días, Lichtstrahl.

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N/A:
¡Hola, hola, bellas personitas!

¿Cómo les fue este primer día de la semana?

Ay, si Nadia aprovechara la suerte que tiene al tener a Jace, todos seríamos felices.🤦🏻‍♀️

¿Qué creen que pueda estar pasando con la loca de Chris?

Bueno, bueno, muchos besitos y abrazos virtuales.

¡Nos leemos pronto!

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