●[Capítulo 3]●
□|Palabras claves y un indudable imprevisto|□
[Día 1, 14 días restantes para su partida]
Nadia
Quiero girarme para ver su rostro, pero las crueles mariposas en mi estómago agudizan lo suficiente mis sentidos como para sentir su cercanía, que la distancia que nos separa es casi nula.
Antes de que pueda hablar o me gire, él se separa. No sé decir si eso me frustra o me alivia.
Cuando logro reunir la valentía de volverme, Jace está sentado en el borde de la cama, apoyado en ambas manos detrás de él con las piernas abiertas en ángulo de cuarenta y cinco grados.
El cabello, que en sus años universitarios llevaba siempre despeinado, ahora lo lleva peinado a un lado con un par de mechones cayendo por su frente. Es tan raro verlo vestido de traje, ya que antes siempre iba vestido con pantalones gastados y cazadora.
Pero si hay algo que no ha cambiado, es el fuego latente en sus cuencas bañada en plata fundida. Ojos que me miran indescifrables, con altanería y prepotencia.
¿Cuánto nos ha transformado mi huida emocional? Lo suficiente a él para que el calor con el que antes me miraba ya no esté allí, al menos no en este momento.
—Dime, Nadia —habla, luego haciendo una pausa para pasarse la lengua por el labio inferior—, si te fue fácil irte…
—Jace… —intento interrumpirlo en vano.
—…, entonces, lichtstrahl, ¿qué tan fácil se te hizo volver?
Sin esperar respuesta, se levanta y se acerca a mí. Sin previo aviso me estampa un rápido beso en la frente, logrando detener mi respiración a media aspiración. Mientras todavía ando procesando su pregunta clave y su reciente cercanía, él recorre la habitación hasta llegar al umbral de esta. Antes de salir se voltea hacia mí.
—No necesito que me respondas para que al final termines mintiendo o esquivando la pregunta —Entonces sonríe ampliamente logrando marcar los hermosos hoyuelos de sus mejillas—. Sé que se te hizo difícil volver, tanto o más que irte.
Dejando caer esas palabras sale de la habitación, llevándose consigo su esencia de arándanos y menta. Me dirijo hasta la cama con mis rodillas aún temblando descontroladas y con el corazón latiendo desbocado.
Con mi mano izquierda rozo las sábanas, justo donde él estuvo sentado, añorando otra vez su presencia y reprochándome por dichos sentimientos.
No sé lo que él está sintiendo ni por qué actúa así. Me fui por el bien de todos, por intentar arrancarme ese enamoramiento que tuve por él hace unos años y que parece querer quedar arraigado en mí. Jace eso no lo comprende, estoy segura que ni siquiera lo sabe ni imagina.
Resoplo y niego con la cabeza negándome a continuar pensando en lo mismo, a sentirme mal. No puedo siquiera pensar en descansar, así que opto por bajar a ayudar a mi madre en la cocina.
●●●●●
Cuando llego a la cocina —una ventilada zona con espaciosas encimeras barnizadas en brillante color marfil y rodeada de artilugios de acero inoxidable—, mi madre está dando vueltas de aquí para allá, lo mismo que revolviendo el contenido de algunos calderos puestos en la estufa que picando diferentes verduras y hortalizas por separados. Parece un tornado moviéndose con gracia y fluidez.
—Má, necesitas que te…
No deja de cortar los pepinillos ni cuando me interrumpe —Coge la cuchara de madera que está en la encimera de al lado y revuelve el segundo caldero a tu derecha.
Sin replicar, acato su orden y comienzo a revolver algo que parece ser una salsa de las suyas.
—¿Por qué no tienes un empleado que te ayude a cocinar o prepare la cena? —pregunto extrañada—. ¿Dónde está Susan?
—Esa pobre mujer merece un descanso después de tantos años sirviendo a Arthur —responde—, desde el año pasado la despachamos.
—Parece que has hecho algunos cambios —digo.
—Oh, sí, solecito —La miro de reojo dejando lo que cortó en un cuenco de cristal—. También despedí a los otros empleados de la casa, solo dejamos a los jardineros y algunos trabajadores de la granja.
La miré sin dar crédito a lo que me cuenta —¿Y quién se encarga de todo esto?
—¿Pues quien más? —contra preguntó—. Antes de vivir aquí me encargaba yo sola de la casa que teníamos en Asturias.
Dejo lo que estoy haciendo y mamá se acerca rápidamente a encargarse de ello.
—Má, entiende que nuestra casa de antes no es nada comparada a esta —intento razonar con ella—. ¿Por qué mejor no se mudan al centro de la ciudad? La empresa principal de Arthur queda muy lejos de aquí, seguro sería un alivio para él evitar esos viajes tan cansinos.
Apaga los fogones y se gira hacia a mí, que estoy apoyada la borde de la encimera que queda al lado del fogón.
Sus ojos, la viva imagen de los míos, me observan con esa calidez que solo ella pueda demostrar con la mirada y me sonríe.
—Hija, ya yo pasé de los cincuenta y Arthur anda acercándose a los sesenta —me dice—, lo único que queremos es poder retirarnos en esta bella mansión campestre y disfrutar de nuestros años juntos aquí. Solo estamos esperando a que Jace se pueda hacer cargo de todo, pero él está rechazando la posibilidad de hacer uso de laherencia.
—¿Por qué? —Es un razonamiento lógico que Jace heredará las empresas de renovaciones que ha expandido su padre por todo Londres, siempre he pensando y creímos todos que será así.
—No lo sabemos —coge el paño que cuelga de la repisa y comienza a limpiarse las manos—, él se niega, y no da explicación alguna. No le vemos sentido a que se apoye de un puesto inferior como otro trabajador más en la empresa principal a la que corresponde como dueño de la misma.
Intento pensar en los motivos por los que Jace rechazaría el papel que le toca como heredero, pero simplemente no lo puedo imaginar. No sé lo que está pasando por su mente en estos momentos, tampoco lo supe cuando vivía aquí.
—No te preocupes por eso, Nady, son cosas de Arthur y Jason —me intenta tranquilizar, se acerca y pone su mano derecha en mi mejilla—. ¿Por qué mejor no vas a darte un baño? Después desempaca tu ropa hasta que te busque para comer todos juntos.
Asiento —no te demores mucho que aquí huele muy bien y estoy famélica.
Extiende su sonrisa, logrando que se marquen pequeñas patas de gallo en las esquinas de sus ojos, y me despide con un gesto de la mano regresando a su labor en la cocina.
●●●●●
Mamá nos llamó a cenar al comedor. La ayudo a servir la mesa mientras Arthur espera por nosotros en su asiento correspondiente. Solo. Jace no aparece en ningún momento.
Cuando terminamos de prepararlo todo, nos sentamos a comer. Mamá y Arthur están sentados en las sillas cabeceras frente con frente, y yo en el asiento a la derecha de mi madre. Antes de que pruebe bocado mamá pregunta:
—¿Jace no vendrá a cenar, cariño?
Arthur coge la servilleta de tela blanca y la coloca en su regazo antes de responder.
—Es muy posible que no llegue a cenar, está ocupado concluyendo unos proyectos que le encargué —Comenzamos a comer, un par de minutos después mi padrastro vuelve a hablar—. ¿Cómo van los estudios, Nadia?
—Muy bien, tuve sobresaliente en todos los exámenes menos en uno que fue un notable —indico—. Este semestre debo elegir un lugar para mis prácticas.
—¿Y ya elegiste uno? —interroga Arthur.
—No, aún no.
—Siempre puedes elegir una de nuestras empresas —comenta metiendo el tenedor con comida en la boca y sonriendo satisfecho.
—Arthur Anderson… —le reprocho.
—Es broma, es broma —dice riendo, luego toma agua—, pero si quieres no es broma.
Niego con la cabeza riendo también, compartiendo el mismo gesto con mamá.
—¿Y cómo está Christina? —continua Arthur—. Hace años no se le ve por aquí, la última vez que te fuimos a visitar vivíais juntas.
—Sí, está muy bien, ha comen…
—¿Por qué mejor no nos cuentas por qué no has venido a visitarnos en tres años, Nadia?
Mis ojos captan rápidamente a Jace apoyado en el marco de la entrada del comedor, quien acaba de soltar esa pregunta interrumpiéndome abruptamente. Está mirándome, esperando respuesta con esa expresión seria y responsable, la que siempre tiene cuando está en los negocios o asuntos de esa índole. ¿Pero su mirada? Esa no comparte el mismo porte, ella me desafía a que no responda, sobre todo ahora que nuestros padres también me miran como esperando lo mismo.
Antes de que pueda decir nada mi mamá habla por mí:
—Jace, hijo, entiende que Nadia está en una universidad muy importante y debe mantener su beca. No nos sentimos mal por que no esté con nosotros, sabemos que esto es importante para ella y estamos muy orgullosos —Mamá toma mi mano y me sonríe, su comentario logra que me escuezan los ojos.
—Lo siento mucho por no venir antes, Má, en verdad hice mal, ustedes también me necesitan —Aprieto su mano.
—No te preocupes, solecito —Y prosigue comiendo como si nada.
Cuando miro a Jace, él está en la misma posición, inescrutable, sin decir nada, perdido en sus pensamientos que no tienen filtro alguno para mí.
—Hijo, ¿no vas a sentarte a comer con nosotros? —le pregunta Arthur.
Jace se irgue, mete las manos en los bolsillos del pantalón y retrocede un paso.
—No, solo vine a recoger unas cosas y vuelvo a salir —Sale de la habitación dejando las palabras al aire.
Mis padres terminan de cenar como si la llegada de Jace nunca hubiese sucedido, cosa que yo no puedo hacer con tanta facilidad al haber perdido el apetito.
—Jason es un muchacho muy responsable y preocupado, siempre trabaja hasta las tantas —dice mamá mientras estamos recogiendo la mesa.
—Uhm —Asiento ligeramente con la cabeza.
Mi mente maquina en función de las idas y llegadas de Jace. ¿Seguirá en las carreras?
No sé si mi madre fue consciente del tiempo en el que Jace participaba en carreras clandestinas, o más bien, sospecho que aún participa. Nuestros padres nunca supieron de mi fuga ese día tras él, mantener el secreto nos pareció mejor a ambos, aunque en aquel momento nos dejáramos de hablar.
Esa noche la casa queda a oscuras desde muy temprano, a excepción de dos habitaciones de la planta alta, la mía y la de mis padres.
No puedo conciliar el sueño, debería estar cansada, pero mi cerebro todavía está repasando las últimas horas en las que estoy en casa, tratando de ordenar ideas y planeando cómo pasar las próximas semanas aquí.
Hago un par de llamadas a Christina y a Edgar asegurándoles que estoy bien y hablando un poco más con ellos. Cuando termino dejo el celular en la mesita de noche y paso una mano acariciando el frondoso pelaje albino de Lúa, quien parece encantada de dormir conmigo.
Toco el botón de la lamparita y la habitación se queda a oscuras. Intento quedarme dormida, pero pasada la medianoche sigo despierta, por lo que siento perfectamente el ruido de pasos por el pasillo que se detienen llegando a la puerta de mi habitación.
Segundos después la puerta es abierta. Al instante cierro los ojos en un intento de fingir estar dormida.
Noto los pasos acercarse a la cama y cómo se hunde el colchón cuando se sientan al borde de este, en la parte izquierda donde estoy tendida de lado. Intento regular mi respiración para que no se note que estoy despierta. Percibo el roce de su aliento cuando se acerca y deposita un beso en mi mejilla, demorándose allí.
—Mein lichtstrahl —un susurro con acento alemán, sé totalmente quién es, si es que su aroma ya me había hecho identificarlo.
Aparta el flequillo de mis ojos colocándolo tras la oreja. Tan rápido como entró se marcha. Abro los ojos y me volteo bocarriba.
¿Por qué vino a verme? Estoy tan confundida, no sé cómo sentirme con respecto a él, por un lado, quiero olvidarle y seguir con la vida que ya tengo planeada y esperándome. Por el otro, quiero dar rienda suelta a mis sentimientos, arriesgarlo todo.
¿Puede un amor de la infancia con mi hermanastro florecer? No estoy tan segura.
Y así, entre preguntas confusas y emociones inquietas, caigo en un profundo sueño que me lleva a soñar con hermosos ojos grises.
●●●●●
Pasan un par de días sin que pueda cruzar al menos dos palabras con Jace. Es evidente que me evade, por lo tanto, también evita estar en casa. Nuestros padres no parecen ver raro su comportamiento, y si pregunto solo sostienen la idea de que el trabajo lo mantiene ocupado, así que opto por desistir de volver a preguntar.
Mamá no está contenta con los adornos festivos que tiene, así que me convence para ir a comprar otros a las tiendas del pueblo. Me arrastra por cada una de ellas comprando todo lo que le llama la atención mientras yo intento seguir sus pasos.
—Vamos, solecito, compremos algo para ti en aquella tienda de ropas —dice cogiendo y enganchando su brazo libre con el mío, el otro lo tiene lleno de bolsas.
¿Cómo puede llevar tantas?
—Mamá…
—Mamá nada, solecito —me interrumpe—. Vamos allí y te compraremos algo, un vestido bonito para navidad o algún juego de joyas.
—Pero eso no es necesario —le digo.
—No todos los días podré pasar tanto tiempo con mi hija, permíteme llenarte de regalos al menos hoy. Así que nada de peros, en marcha.
Nos lleva en dirección a la tienda antes señalada. La vidriera del closet de la tienda muestra vestidos desde muy bonitos y sencillos hasta oscuros y elegantes.
Pasamos media hora ahí probándonos prendar y eligiendo un par de ellas. Ahora me encuentro esperando a mamá que fue a pagar lo que compraríamos.
—¡No me lo puedo creer! —exclama alguien. Me giro hacia la dirección de la voz y alguien se me tira encima—. ¡Nadia! ¡Cuánto tiempo!
La chica me apretuja en un abrazo muy fuerte y luego se separa sonriéndome. Me parece conocida, muy conocida, demasiado.
—¿Nickie?
—La misma —dice sonriendo, son ojos chocolate bailando en alegría—. No puedo creer que ya no me recuerdes, no han pasado tantos años.
—Solo tres.
—Y pensar que desapareciste tanto tiempo, pensé que estudiaríamos todas juntas en la universidad local, Chris también se fue.
—Sí, estamos estudiando juntas.
—Me alegro mucho por ustedes, han tomado las riendas de su vida —Vuelve a abrazarme, su pelo castaño haciéndome cosquillas en la nariz—. ¿Cuánto tiempo te quedarás?
—Hasta después de navidad —digo separándonos—. ¿Qué hacías por aquí?
—Trabajo aquí, acaba de terminar mi turno.
—Pues entonces es buen momento para ponernos al día.
Pronto llega mamá y se une a nosotras con tres bolsas más de compras. Salimos las tres juntas de la tienda, mi madre complacida por comprarme algunas prendas, y Nickie y yo compartiendo anécdotas del instituto. Invitamos a mi vieja amiga a pasar el resto de día con nosotras. En este momento nos dirigimos rumbo al coche para poder regresar a casa.
El sonido de mi celular anunciando un reciente mensaje interrumpe brevemente el parloteo de Nickie y mi madre. No me molesto en cogerlo, pero luego vuelve a sonar, esta vez con el tono de llamada.
Saco el teléfono del bolsillo trasero del pantalón y miro la pantalla sorprendiéndome del nombre que veo, poniéndome nerviosa al instante.
Les digo a mis dos compañeras que vayan adelantándose al estacionamiento de autos y contesto la llamada cuando las veo alejarse.
—¿Sí? —Estoy segura que no tartamudeé, eso creo.
—Nadia —Su voz se escucha claramente a través de la bocina del celular. Pronuncia mi nombre despacio, pero con autoridad—, vuelve ahora mismo, te están buscando.
—¿Quién? —pregunto frunciendo el ceño ante su tono hosco.
—Dice que es tu novio —responde Jace.
—Espera, qué… —Simplemente me cuelga.
No lo puedo creer. Alejo el celular de mi oreja y miro la pantalla. Efectivamente me colgó. Cuando busco, veo que el mensaje que recibí es de Chris:
Edgar fue a verte diciendo que quiere conocer a tu familia Nady, intenté detenerlo, de verdad, pero no pude. Lo siento.
N/A:
¡Hola, hola!
¿A que no se lo esperaban? Pues yo tampoco. Pude solucionar mi pequeño problema con el internet, y para celebrarlo les traje este capítulo.
Me alegra estar con ustedes de nuevo y con una mejor versión de esta hermosa historia. ¿Qué les parece? ¿Les gusta cómo avanza y las nuevas escenas? No son los únicos cambios que hice, por supuesto, pero todos son buenos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top