Capítulo IV
Karel observaba la indecisión en el bonito rostro del joven.
Cuando lo vio a las puertas del Centro médico, supuso que no tendría quien lo llevara, así que se acercó y rezó en su interior para que aceptara su ofrecimiento.
—¿Vives muy lejos? —le preguntó con una sonrisa—. Porque si es muy lejos lo sumaré a tu factura.
Con el comentario el rostro de Lysandro se relajó y para su sorpresa le sonrió. Algo brincó en su pecho y derramó una inesperada calidez dentro. Conocía la mirada desafiante e indiferente del bailarín, también la desconfiada del paciente. Ahora le mostraba una sonrisa, y era preciosa.
—No te ofendas, pero no confío mucho en ti. Es bastante extraño que alguien te recoja en la calle, te lleve a un hospital costoso y se haga cargo de tus gastos a cambio de nada.
—¿A cambio de nada? —preguntó Karel, sorprendido—. ¿Entonces no me vas a pagar?
—¿Qué? ¡Claro que te voy a pagar!
—Bien. —dijo Karel enarcando las cejas—. Entonces te llevo y así conoceré dónde vives; ya sabes, en caso de que decidas echarte para atrás con tu deuda.
Lysandro se ruborizó, sus cejas negras y largas se fruncieron. Karel tuvo que hacer un esfuerzo para no sonreír.
—¡No me voy a echar para atrás, voy a pagarte!
—De acuerdo. Entonces, ven y sube.
El joven exhaló sin relajar el rostro, por un instante Karel temió que no aceptara, tal vez no debió bromear de esa forma. Sin embargo, Lysandro dio varios pasos y se detuvo junto a la motocicleta.
—Vivo cerca del centro.
—¡Genial! En la maleta está un casco para pasajeros, colócatelo, por favor.
A través del espejo retrovisor, Karel observó a Lysandro ponerse el casco. El joven se sentó detrás de él, se le aceleró el corazón al sentir tan cerca el calor de su cuerpo. Gracias al cielo, Lysandro no podía verle el rostro, que seguramente sería de un tono rojo fluorescente.
—Espero que no estés pensando en secuestrarme para sacarme los órganos —dijo de pronto Lysandro y Karel se ahogó con la saliva.
—¡¿Qué?! ¡Claro que no!
—Me alegro, porque hice un curso de defensa personal.
Karel rio y luego arrancó la motocicleta.
—Eres un poco extraño, ¿sabías? —dijo el médico.
—¡¿Yo soy extraño?! —Lysandro rio con sarcasmo—. No soy quien recoge desconocidos en la calle, los lleva a hospitales costosos, les paga la factura y después se ofrece a trasladar a sus pacientes hasta sus casas. ¡Eso sí es extraño!
—Estás equivocado, Lysandro. No eres mi paciente. —Karel aceleró y Lysandro para no caer tuvo que sujetarse de su cintura.
El viento helado le arañaba la cara, pero esa frialdad quedaba eclipsada por la agradable tibieza del cuerpo a sus espaldas. Todavía le costaba dar crédito a los sucesos de la noche que lo habían llevado a estar así de cerca de Lysandro. En el Dragón de fuego se sintió decepcionado de no poder conocerlo y por azares del destino en ese instante lo llevaba a su casa. Era simplemente increíble.
Rodaron aproximadamente unos veinte minutos. Lysandro lo guio hasta un conjunto de edificios pequeños en una zona cerca del centro de la ciudad.
—Es aquí —dijo el bailarín.
Karel se estacionó frente a uno de los edificios de aspecto humilde y Lysandro bajó de la motocicleta. Llevaba el casco puesto, cuando se lo quitó, el cabello que había tenido recogido en un moño se le desparramó por los hombros y le dio una apariencia aún más andrógina. El médico pasó saliva, nervioso, al tomar el casco que el otro le entregaba.
—Ahora sí —dijo Karel en un intento de aligerar la tensión que sentía—. ¡Dame todos tus órganos!
Lysandro arrugó el ceño y lo miró desconcertado. Karel se avergonzó del nerviosismo que lo llevó a decir semejante estupidez. Deseó que la tierra se abriera y se lo tragara.
—Sí, confirmado. Eres muy extraño —le dijo el bailarín, todavía con las cejas juntas.
—Quería que sonrieras —explicó Karel con una sonrisa tristona—. En realidad, no soy un ladrón de órganos.
Lysandro relajó el ceño y lo observó de frente. El corazón de Karel se aceleró, sintió las mejillas arder cuando le sonrió levemente.
—Gracias por todo, Karel y envíame la factura, ¿sí?
Lysandro le dio la espalda y caminó hasta la entrada de su edificio. Antes de abrir la reja giró sobre su hombro, volvió a mirarlo y esta vez le sonrió más ampliamente.
Karel suspiró mientras lo veía entrar.
—¡Soy un imbécil! —se recriminó colocándose de nuevo el casco— ¿Qué carajos estaba pensando? «Dame todos tus órganos». ¡Mierda! Debe creer que soy una especie de raro o débil mental.
El médico arrancó la moto con ganas de echarse a llorar. Hacía mucho que no se ilusionaba con nadie. Había tenido algunas relaciones fugaces, pero en los últimos años de su vida estuvo tan volcado en su carrera que poco tiempo le quedó para entablar algo formal con alguien.
A pesar de la vergüenza que acababa de pasar, se sentía entusiasmado, tenía el presentimiento de que acababa de conocer a alguien que sería importante en su vida o tal vez eso era lo que él deseaba. Como fuera, se esforzaría hasta conquistar al bailarín. Si Dios le había puesto en bandeja esa oportunidad, él no la desperdiciaría. Aunque para eso tenía que controlar sus nervios y dejar de decir comentarios idiotas.
Karel manejó de regreso hasta su casa, que se encontraba en La Arboleda, cerca del Centro médico. Al llegar, dejó la motocicleta en el estacionamiento y subió hasta su departamento. El joven vivía solo desde su época de estudiante, cuando tuvo que mudarse lejos de la casa de sus padres. Ahora que había vuelto a su ciudad, no sabía cómo convivir con ellos, se había acostumbrado a su soledad.
No era que estuviera en malos términos con su familia, prácticamente estaba en contacto a diario con ellos. A sus hermanos Viggo y Arlan los veía cada día en el hospital, porque eran médicos también. Fue Viggo quien se encargó de la intoxicación de Lysandro. Admiraba mucho a su hermano mayor y esperaba algún día ser tan bueno como él. A sus padres los llamaba a diario y tenían una buena relación. Así que él, simplemente, mantenía su espacio viviendo solo.
Dejó el casco en la mesita del vestíbulo, la chaqueta de cuero la colgó en el perchero. Se desató las botas y las dejó también en la entrada; caminó en medias y se dejó caer en el sofá de piel de la sala. Miró su reloj de pulsera, eran casi las cuatro de la mañana, tomó el celular y programó la alarma para las seis, tenía que estar en el hospital temprano, casi no dormiría y probablemente anduviera como zombi todo el día, pero no le importaba había valido la pena. El joven colocó una mano bajo su cabeza y rememoró la sonrisa de Lysandro. Pensando en él se durmió.
****
ME ENCANTA KAREL!!!!
Ya sé que a veces es un poco manipulador, pero ¿qué sería de Lys si Karel no insistiera? El evento canónico de estos dos es que Karel hará de todo por conquistar a Lys (que tampoco es que sea muy difícil jiji)
Nos leemos mañana.
CONTINUARÁ...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top