Capítulo 4

Al otro día...

Con ilusiones llegamos hasta el cerro de la ciudad. Layne me vio con ternura y yo lo miré perdidamente enamorada.

— Hoy será tan bonito y mágico como ayer, amor mío.

—Lo sé. Confió en ti, mi Layne. — se le dibujó una dulce sonrisa de amor en su rostro y acarició mi mentón.

—Te amo, mi Margarita.

—Y yo a ti. Siempre.

Nos miramos perdidamente y nos besamos, mientras escuchamos unos truenos. Yo lo vi risueña y él sujetó con cariño mi rostro en sus manos.

— ¿Hoy también va a llover?

—Por eso te dije que hoy también sería un día bonito y mágico. — contemplé con amor sus cautivantes y profundos ojos celestes y él me miró embelesado.

Comenzaron a caer unas cuantas gotas de lluvia, y nosotros más que dispuestos a hacer aquella nueva travesía, nos tomamos de la mano y caminamos hasta la entrada de aquel cerro.

Layne pagó nuestros tickets y esperamos con ansias a nuestro turno, para subirnos al funicular, el que nos llevaría hasta el cerro. Esa aventura la veníamos planificando hacia unos días; queríamos ver toda la ciudad desde aquella altura y que mejor que hacerlo en el funicular. Daba lo mismo si comenzaba a llover.

Llegó nuestro turno, y los dos más que impacientes, él sujetó con cariño mi mano y nos hicieron pasar al funicular.

Nerviosa y a la vez ansiosa porque empezaría pronto, Layne me vio tierno y esbozó su tierna sonrisa.

— ¿Te parece si nos tomamos una foto para el recuerdo de este gran día?

—Con mucho gusto, cariño.

—Ven, apoyémonos del fierro. Yo tomaré la foto...

Me indicó alegre y yo me recargué con mimo de su pecho. Layne rio feliz y estiró el brazo y acomodó el celular para capturar nuestro momento especial. Ambos sonreímos a la cámara y él tomó la fotografía.

Me vio todo enamorado, yo le sonreí con brillo en mis ojos y el funicular comenzó a subir. El aliento se me congeló y Layne atentó de mí, me tomó de la cintura para sostenerme y los dos reímos con nervios y exaltación. De verdad el subir en el funicular era un poco extremo.

Miramos con asombro hacia abajo y yo me sentí un poco mareada, lo que me provocó risa y Layne también rio.

Comenzó a llover y sin importarnos, soltamos otra carcajada y miramos los muy alejados departamentos, mientras subíamos. Sentimos que teníamos alas y que podíamos volar al igual que las burbujas, y Layne fijo en mí, sus ojos me transmitieron ternura y amor.

—Mi amado Layne. Esto no sería divertido, si tú no estuvieras conmigo.

—Pienso lo mismo de ti, hermosa. Mis días volvieron a tener sentido desde que te conocí y estoy tan feliz y agradecido de que haya sido de ese modo.

—Desde que te vi, y vi tus ojos, sentí que te conocía y me enamoré de ti.

—Y yo me enamoré de esa dulce y alegre joven, que me robó el corazón aquella tarde. Te amo, mi Margarita.

—Y yo a ti, amor mío.

Nos abrazamos fuerte y vimos, de pronto, unas cuantas burbujas volar frente a ambos y las miramos con cariño y detenimiento. Ambos sonreímos y luego nos besamos largamente, mientras seguíamos subiendo en aquel funicular, acompañados de la lluvia, la que estuvo presente desde un inicio en esta bonita y mágica historia, nuestra historia de amor.


Esta historia la inicié en un día de lluvia y hoy la termino de igual manera, frente a un día gris y lluvioso, acompañada de aquella suave e infaltable melodía "Swept-away" de Nicholas Gunn, la que me ayudó muchas veces a inspirarme y a continuar escribiendo esta breve y tierna historia de amor junto a mi querido ídolo, Layne Staley.


Fin.

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