Capítulo 36

Los nervios iban a acabar con mi existencia en menos tiempo del que creía.

Convencerlo ha sido complicado.

Aunque no tanto como tratar de hacerlo a mi subconsciente.

Es decir, sé que yo he sido la que lo propuso. Pero esa ha sido mi boca y mi tonto corazón, no mi cerebro.

Aun así, hice todo lo posible por que aceptara.

Porque, vamos, tampoco quiero que camine cuatro horas con altas posibilidades de ser robado. Además, llegaría de noche a su casa.

Y yo al saber eso no podría dormir hasta saber que está a salvo.

Después de varios minutos de disputa, con él diciendo lo innecesario que es ya que estará bien. Por fin logro convencerlo.

Aunque ahora estamos de camino a la salida en completo silencio, algo que es súper incómodo.

Tanto que soy yo la que lo termina rompiendo.

—¿Por qué querías que escuchara la conversación con tu padre?

Me observa de reojo, no habla de inmediato.

—No lo sé... supongo que fue un impulso.

—¿Un impulso?

—Tal vez. —no puedo preguntar más ya que cambia de tema—. June, en serio no es necesario. Puedo estar bien solo, ¿sabes?

—No lo dudo. Pero no es ninguna molestia.

—No debería haber aceptado.

—Entonces no habría estado tranquila hasta saber que estabas bien.

Tengo que voltear para verlo ya que se ha quedado en silencio.

Me está observando, hay algo en su expresión que no sé descifrar, pero no aparta sus ojos de mí, provocando que nos observemos por varios segundos.

—¿Ocurre algo?

Niega con la cabeza, aún sin hablar ni alejar la vista.

—Solo... gracias.

—Ya te dije que no importa que vayas a casa.

Ríe, la pequeña y disimulada carcajada escapa de su garganta devolviéndole una pequeña sonrisa sincera. No contesta nada más, por un segundo me hace pensar que no me agradecía por ofrecerle un lugar donde quedar.

August me ha mandado un mensaje hace poco tiempo diciendo que salió temprano del trabajo y que vendría por mí, así que no me sorprendo cuando, al salir de Parfalt, lo veo estacionado a pocos metros.

Pero él sí que lo hace, cómo no. No pasa mucho cuando a mi mente llega el momento en que Bradley y mi hermano se vieron por primera vez, y luego cuando ambos se encontraron en el trabajo de August, bastante incómodo.

Ahora no imagino lo que pensará cuando le diga que irá con nosotros a casa.

—Hey. —mi hermano está fuera del auto, sobre la puerta de este revisando su teléfono, como si quisiera ignorarnos, hasta que escucha mi voz.

—¡Hermanita! ¿Cómo te va?

Mi expresión debe de decirle lo tonto y obvio que está siendo, por lo que sonríe, demasiado, bastante exagerado.

—August, Bradley irá a casa un rato ya que... —en cuanto señalo a mi espalda, él alza la cabeza con tanta rapidez que casi doy un paso atrás.

—¡Hola a ti! ¡No te había visto! —ignorándome, se dirige a Bradley, quien, cuando me doy media vuelta al punto de la vergüenza, veo que está sonriendo.

—Hola de nuevo —contesta entre una disimulada carcajada.

Al menos la estupidez de August le ha sacado una sonrisa sincera.

Ambos estrechan las manos, mi hermano con demasiada fuerza, pero lo dejo pasar.

—¿Entonces vendrás con nosotros? —pregunta cuando pasa, sin importarle el espacio personal, su brazo sobre el hombro de Bradley.

—Le dije a June que no necesitaba ir... así que si no quieres no tengo objeciones...

—¡¿Pero qué dices?! A mamá le encantará conocer al... ¡amigo de June!

Sí, amigo. Porque somos amigos.

Cuando nos indica que entremos al auto y se va al lado del chófer, me acerco nada más que para disculparme.

—Siento muchísimo esto... pero no cree que en serio seamos amigos y está haciendo de hermano protector.

—Lo entiendo, June. Después de Nathan, cualquiera con mínimo de amor a su hermana lo haría. —se arrepiente de sus palabras cuando no ha pasado ni un segundo de ellas, rápido, menea la cabeza con negación y, con una sonrisa bastante tensa, dice—: creo que tampoco soy el mejor para decir esto.

Quiero decirle algo ya que volver al tenso ambiente sería catastrófico, pero no me atrevo lo más mínimo a abrir la boca.

Así que lo único que hago es subir al auto. Escucho cómo él también lo hace. Me arrepiento demasiado tarde de haber entrado de copiloto cuando lo puedo observar por el espejo retrovisor.

—Esto será divertidísimo. —August enciende el auto y empieza el camino a casa.

🎼

—¿Y dónde vives?

Sinceramente, creo que ni yo le he hecho tantas preguntas cómo se las está haciendo mi hermano. Al menos él no parece incómodo en lo absoluto, contesta con una sonrisa educada digna de él.

—A las afueras de Tulsa, en Riddick South.

August parece que pierde el hilo del volante por un segundo. Uno en que casi grito.

—Amigo, ¿Eres familia de un multimillonario y no lo sabía? —levanta un poco la vista para ver el espejo retrovisor, exactamente a Bradley—. Esa comunidad está llena de riquillos.

—Lo sé. —aguanta la risa, tal vez porque mi hermano es una broma andante.

Lo entiendo.

—¿Entonces eres rico? ¿Por qué estás en Parfalt si es así? ¿Dónde estabas antes?

—August, deja de preguntarle tantas cosas. —me quejo, con mi vista en la ventana.

—No me molesta. —al escucharle, doy media vuelta y lo observo a mis espaldas. Pero él solo está sonriendo. Cuando me observa asiente, como si quisiera explicar que de verdad se siente bien con el cuestionario—. Vivía en Chicago, nos mudamos hace unos meses. Parfalt es una de las mejores escuelas de Oklahoma y, pues, mi familia prefiere la enseñanza antes del dinero.

—¿Entonces sí eres rico?

—Sí, August. Podría pagar diez millones de dólares para que cierres el pico. Déjalo.

—¡¿Tienes diez millones de dólares?! —en vez de prestarme atención, vuelve a dirigirse a él como un niño pequeño.

Pero Bradley solo se ríe.

—Puede ser, en realidad no tengo idea.

—¿Puede ser? —ahora soy yo la que lo observa, sorprendida—. ¿Tanto dinero tienen?

—Literalmente no tengo la menor idea. Es su dinero, no mío.

August asiente con aprobación ante su respuesta. Cosa que me hace observarle con los ojos entrecerrados.

—¿Qué? Me cae bien.

Vuelvo mi cabeza hacia la ventanilla y trato de obviarlos a ambos, pero la voz de August vuelve a mis oídos.

—Tengo una duda, ¿por qué vendrían a Tulsa? Es una de las ciudades más peligrosas de Oklahoma.

—Pues, mamá quería venir porque es una buena ciudad para los negocios. Evaluaron los riesgos por mucho tiempo antes de decidir que querían mudarse hasta acá.

—Entendible. —August asiente poco a poco sin perder su vista del volante.

Y así pasamos el resto del camino, hasta que por fin llegamos a casa. No volví a abrir la boca y, en vez de ello, me dediqué a observar el cielo nublado y hermoso.

August es el primer en bajar, luego Bradley. Mientras, yo me estoy preparando mentalmente para presentarle a mamá a quien he traído a casa.

Es solo tu amigo, June, tu amigo. No tienes por qué ponerte tan nerviosa.

Con ese pensamiento en la cabeza, bajo del auto a toda velocidad. Esperando llegar a la distancia de ambos antes de que August abra la puerta.

Pero Bradley espera por mí a pocos centímetros.

—¿Te encuentras bien? —pregunta por lo bajo, yo sonrío y le resto importancia con una mano.

—Claro que sí, no te preocupes.

No parece muy convencido, aun así empieza a caminar a mi lado cuando yo lo hago.

August abre la puerta y entra antes que nosotros. Yo soy la siguiente y Bradley entra a mis espaldas.

Antes de buscarla con la mirada ahí la veo, sentada en la cocina con su celular en mano y las cejas hundidas.

—June, por favor ven. Esta cosa no quiere funcionar... —se detiene al levantar la vista y darse cuenta del invitado—. Oh, hola.

Bradley sonríe, da un paso hasta ella y le ofrece la mano.

—Un gusto, Bradley Patterson.

Dijo su apellido real.

Por el rabillo del ojo observo a August hundir las cejas desconcertado. Por un momento recuerdo que a él se le presentó hace un tiempo como Bradley Elliat.

Espero que no le preste atención a ese pequeño detalle...

—Un placer, Bradley. Soy Martha, la madre de estos revoltosos.

Él sonríe con cortesía, mientras que August y yo observamos a mamá de reojo.

—Pero yo soy el más tranquilo de la casa.

—Dijo el más terrible de la casa. —suelto en un susurro.

Claro que él me ha escuchado y ha revuelto los ojos. Se va a la cocina en busca de algo en la nevera, supongo que agua.

En cambio yo me acerco a mamá y Bradley, quienes están hablando de algo que no escucho.

—... y vamos juntos al club de música. —apenas escucho su última frase.

Me detengo al lado de ambos y sonrío con inocencia, como si el solo hecho de tenerlos a los dos hablando no fuera una locura.

Manten la calma, June. Tú puedes.

—¡Claro! Ella mencionó algo de eso, de cómo le estaba empezando a gustar la guitarra y de cómo quería que August le ayudara.

—No tenías que mencionar eso último, mamá. —suelto en un pequeño tono y decido acercarme a August.

—Bueno, está aprendiendo muy bien.

—¿Y tú sí tocas?

Él asiente y empieza a contarle una historia de cuando era más pequeño y su padre le regalo su primera guitarra.

Mantengo mi oído en la conversación, me imagino a un mini Bradley saltando de alegría por el regalo de su padre e intentando que una nota le saliera bien.

Es lindo.

El recuerdo, claro.

Mientras Bradley le explica a mamá por qué está aquí y que está esperando por su padre yo me planto al lado de August, quien no ha dejado de observarme de reojo.

—¿Qué? —susurro, esperando que ni mamá ni Bradley nos escuchen. Sé que no estará por decir nada bueno.

—¿Patterson? —es lo único que sale de su boca. Parece bastante intrigado por mis palabras.

—¿Ajá? —pero no soy capaz de decir mucho. Quiero obviar lo que ha escuchado, quiero que lo olvide.

—Si mal no recuerdo, su apellido era Elliat.

—August, ¿desde cuándo tu mente funciona adecuadamente? Vives olvidando las llaves de casa.

Indignado, se endereza en su puesto y busca entre los vasos de vidrio.

—Pues, ser despistado no significa ser olvidadizo.

—¿Ah no?

—¡No! —niega tan rápido que parece un muñeco—. Además, cuando se trata de ti, querida hermana, lo recuerdo todo.

—August, tal vez escuchaste mal...

No me cree nada, no lo hace, sé que es así porque no cambia su actitud, ni la pose acusatoria.

¡Como si yo tuviera la culpa!

—¿De verdad?

Tanto August como yo nos damos media vuelta al lugar en que Bradley y mamá todavía están. Ella parece bastante asombrada con lo que sea que él le haya dicho.

—Sí, de hecho mañana Carless le dará un permiso a cada estudiante para que sus padres puedan firmarlo.

—¿Y por cuánto tiempo será?

—Tres días.

No sé de inmediato de qué están hablando, tengo que acercarme a ellos con lentitud, como si la conversación fuera la más normal del mundo.

—¿Quieres ir, June?

—¿A... dónde? —sonrío, algo nerviosa.

—El festival de música pre-navideño.

Ahí lo recuerdo, lo dijo hoy en el club. Pero no dio toda esa información que Bradley le ha manifestado a mamá.

Claro que no me sorprende, él y Carless son muy buenos amigos, supongo que ya sabía que ello. Sobretodo cuando hoy no asistió y aun así está enterado.

—Puede ser...

—Pues, si así lo quieres, cariño. Estaré encantada de que lo hagas. —dice mamá con una enorme sonrisa.

—Yo también. —Bradley me dedica una pequeña sonrisa que no puedo evitar obviar.

—¡Qué comensal tan mala soy! —de un salto, mamá se pone de pie y camina a la cocina—. ¿Quieres algo, querido? ¿Sandwich? ¿Una bebida?

Bradley no ha parado de sonreír desde que pisó la fría madera de la casa. Por lo que, con sus labios alzados, niega y dice:

—No se preocupe...

—Oh, vamos, no te preocupes tú. Te haré un jugo de fresa, el favorito de June.

La atención recae en mí, tengo que asentir con una expresión algo incómoda. Es que, no es que no sea verdad, ¡Sí que lo es! Pero... siento que mamá en cualquier momento sacará un álbum de fotos de mi hermano y mía de pequeños para enseñarle a Bradley y hacernos pasar vergüenza.

Qué suerte que no tenga uno.

—Bueno, si es así, cómo no aceptarlo.

Bradley no ha parado de observarme por un rato, generalmente por el rabillo del ojo. Lo sé porque cada dos segundos veo a su dirección, solo para asegurarme que siga sobre mí.

No sé cuánto tiempo pasa entre mi mamá picar las fresas y ser trituradas con la licuadora, pero sé que han sido más de veinte minutos.

Unos en los que paso al lado de Bradley. Órdenes de mamá, me lo exigió con la mirada.

—¿Y cómo será el festival...?

—Pues, irán varias escuelas. Todas con la intención de demostrar sus talentosos alumnos. El primer día será turístico, el segundo con la actuación y el tercero de retorno, luego de unas largas palabras de despedida del organizador.

—Parece que ya has ido. —habla mi hermano, quien ha estado a pocos metros sentado.

—Yo no, Carless sí, nuestro profesor. Me lo ha contado.

Bebo de mi jugo mientras pienso en cómo sería asistir. No me imagino ahí, con tantas personas...

Vamos, June, podrías con eso y más.

Pero, ¿Y si no?

¿Y si sí?

Suspiro, tal vez pueda ir..., ver algo nuevo, disfrutar...

Creo que me lo merezco.

El resto del tiempo, más o menos hora y media, Bradley se la pasó hablando con mamá. August y yo a veces observamos, ya que él no parecía querer alejarse de Bradley ni por un momento.

Tras pasar cierto tiempo Brown Patterson llamó a Bradley avisándole que irían por él.

—Tienes una increíble familia, June.

—No tienes que mentir —río, sigo un poco nerviosa.

—Vamos, ¿cómo podría hacerlo? Tu madre es la mejor, y tu hermano, por más que trató de ocultarlo, te adora.

—Claro...

Estamos en la puerta, mamá ha arrastrado a August al segundo piso. Seguro para darnos privacidad.

—Hasta el lunes, June. —me sonríe, parece tan sincero... como si hace más de dos horas no hubiera estado a punto de sufrir un colapso.

—Hasta el lunes, Bradley.

Y así, se va. Abre la puerta y da sus siguientes pasos.

Y yo lo observo alejarse.

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