Capítulo 35
Yo no sé guardar rencor y sé olvidar, y para ello no necesito perdonar.
—El idioma inglés se originó con la llegada de tres tribus germánicas a las Islas Británicas. Cruzaron el mar del Norte de lo que hoy se conoce como Dinamarca y el Norte de Alemania...
Anotando palabras clave, paso mi vista entre el profesor y mi cuaderno.
Trato de hacer lo posible por no mezclar pensamientos con palabras (cosa que me ha pasado muchas veces) mientras la tinta desborda por el papel.
—Señorita Casey —demonios—. ¿Podrías decirme cuáles fueron esas tres tribus?
Alzo la cabeza de a poco, obligando a mi cerebro a reaccionar y buscar la información que me ha pedido. Por un segundo me quedo en blanco, pero cuando la respuesta llega a mi cerebro tengo que ocultar mi sonrisa victoriosa.
—Las tribus conocidas como Jutos, Anglos y Sajones.
—¿Es correcta esa respuesta, Cross?
Exar, con las comisuras de sus labios por completo alzadas, dice:
—Lo es, señor —el profesor lo observa de reojo, a lo que él rápidamente corrige, triplicando la sonrisa—. Es decir; profesor.
El profesor Willdo asiente al final y, sin voltear a mí, suelta.
—Muy bien, Casey.
Asiento, sé que no puede verme, pero eso no evita sentirme satisfecha por poder dar una respuesta correcta.
—La muestra más antigua del idioma inglés data de los años 450-480 a.C. —sigue hablando cuando llega al pizarrón y empieza a poner puntos importantes—. Que se trató de una inscripción Anglo-Sajona.
Después de escribir estos datos para que todos los puedan visualizar, él sigue:
—Las tribus germánicas se esparcieron por todo el país, por lo que los dialectos se volvieron distintos. Se sabe que el inglés se desarrolló en cuatro partes —de nuevo se acerca a todos, buscando a quién hacerle la próxima pregunta—. Elliat, dime, ¿cuáles fueron esos cuatro dialectos del idioma?
Por primera vez en toda la clase, me digno a observarle.
Pero él no dice nada. Observa al profesor como si apenas se diera cuenta de su presencia y niega lentamente.
Busca las palabras, pero no salen.
—Yo... no lo sé. Lo siento.
Bien, creo que no lo esperaba.
Exar, a su espalda, lo observa con la misma expresión que yo debo de tener en mi rostro. Desconcertado.
Vamos, es decir, no es que tenga que saber sobre todo. Pero esta clase ya el profesor la había dado con anterioridad y esto solo es un repaso para el examen que pronto tendremos.
Y que él no sepa la respuesta... no es algo... habitual.
Menos cuando se trata de un cerebrito que quiere saber todo tipo de información como lo es Bradley.
El profesor también le echa una pequeña mirada confusa, pero Bradley solo baja la cabeza, como si estuviera avergonzado de sus palabras, e ignora a todos alrededor.
Está tenso, me encuentro lo suficiente cerca para notarlo. Cuando el profesor se ha alejado y le ha hecho la pregunta a alguien más, veo el momento en que Exar le pregunta algo y él solo niega, sin alzar la vista.
No puedo concentrarme en el resto de la clase, me es imposible hacerlo luego de lo que ocurrió.
Agradezco cuando la campana llega a mis oídos y veo que es momento de salir por fin.
Recojo mis cosas tan rápido que casi tropiezo a la hora de irme. Mis pies parecen tener una dirección clara cuando me muevo entre la masa de alumnos, y ni yo misma puedo creerlo del todo cuando me detengo frente a Bradley.
—¿Podemos hablar?
Él, desconcertado, pestañea un par de veces, como si estuviera saliendo de su ensoñación y tarda en dar una respuesta.
Después de observar a Exar con una mirada significativa, asiente lentamente. Él se va, dejándonos solos.
Bueno, lo que se puede decir solos con tantos alumnos a nuestro alrededor de un lado a otro.
—¿Te encuentras... bien? —las palabras salen de mí con tantos nervios que tengo que tragar saliva.
—Lo estoy. —trago saliva al escucharle. Suena a... que está incómodo.
—Oye, si te pasa algo puedes decírmelo, ¿sabes?
Ahora sonríe, pero parece que está sacrificando mucho por ello, y ni siquiera llega a sus ojos.
—Lo sé, June. Gracias, pero ahora mismo necesito... irme.
—¿Ha ocurrido algo? —insisto. A pesar de que dentro de mí solo está pidiendo huir—. No has asistido al club, y estás aquí. Así que... no sé qué pensar.
—Tranquila. Solo... no es un buen día, ¿sí? —rasca su nuca—. June, en serio necesito ir...
—¿Es por mí? —pregunto antes de que pueda terminar de hablar. No sé por qué las palabras han salido, mucho menos así.
No quería preguntarlo porque no soy el centro de atención del mundo... pero necesito sacarme mis dudas.
Cuando se queda en silencio es suficiente confirmación. Vaya.
Entonces está así por mí. Quién lo diría.
—No te preocupes... no le he contado a nadie... ni siquiera pienso hacerlo. —comento, ahora con algo de pesadez en mi voz.
Tal vez esté así porque tiene miedo de que le pueda contar a todo el mundo quién en realidad es. Pero jamás sería capaz de algo semejante.
Y es lo que quiero decirle, pero cuando me toma del brazo y hala, solo me dejo llevar, algo confundida.
Ni siquiera me había dado cuenta de lo cerca que estábamos de mi escondite hasta que nos encontramos dentro.
—June, cuántas veces te voy a decir que no me importa. Además, confío en ti. Por eso te lo conté en primer lugar.
—¿Entonces por qué estás así? —exijo, del mismo tono en que él ha hablado. Desesperado.
Sí, estoy desesperada. Y me siento patética.
Después de pasar su mano no sé cuántas veces por su cabello, habla. Es como si lo escupiera, por fin sacándolo de su sistema.
—¿Recuerdas lo que pasó ayer? ¿Lo que me has dicho?
No digo nada, solo lo observo. Veo su desesperación, el estrés en su expresión, y empiezo a sentirme tan...
—Me has terminado.
Silencio. No puedo hablar. No puedo hacer nada.
Nuestra última conversación de ayer viene a mí con un gran golpe de realidad, recuerdo cada palabra como si se hubiera tatuado en mi memoria.
Desde que pasó... he hecho todo lo posible por no pensar en ello, en todo lo que le dije. Me concentré en otras cosas, como en la visita de papá, en los acordes que quería aprender. Estudié como jamás lo había hecho para un examen, creo que por eso le di la respuesta al profesor con tanta facilidad.
Quería ocupar mi mente para pensar en cualquier otra cosa hasta que eso estuviera en el olvido.
Pero creo que no va a funcionar.
—Pero... ni siquiera teníamos algo...
—Exactamente —replica—. Terminaste algo que jamás empezó, pero que sabías que podía haberlo hecho.
—Jamás dije... nada... —más que una excusa, son palabras para mí misma. Como si pudiera engañar a mi subconsciente de nuevo.
—Ambos sabemos que no fue así. —niega con la cabeza.
Tiene razón. Es todo lo que traté de decirle... solo esperé que no me hubiera entendido.
Claro que lo hizo, era imposible que no.
Vamos.
—Entonces... si hemos terminado con lo que sea que hubiera sido esto... no tienes que fingir interés por cómo me encuentro, June, pero gracias, igualmente. —trata de sonreír, pero las comisuras de sus labios caen muy rápido.
Y así, trago el nudo en mi garganta, sintiendo algo más formarse en mi estómago.
—¿Qué?
—Que ya no es necesario fingir. Puedes volver con tus amigos e ignorar mi presencia como sé que quieres hacer.
Tengo que tragar saliva para no soltar un improperio.
—Entonces crees que me estoy molestando en preguntar para fingir interés. —asiento, entendiendo poco a poco—. Claro, porque eso fue lo que hice todo el tiempo. He estado fingiendo interés, Bradley. Lo notaste, felicidades.
La ira hierve en mi sangre cuando doy un paso al frente, dispuesta a largarme. No lo pienso demasiado, así que solo empiezo a caminar hasta la salida.
—Espera, por favor —pero él es más rápido al tomar de mi brazo—. Por favor, no te vayas.
Sentir su piel contra mi brazo descubierto es, sin duda, un gran calmante. Uno que no pensé que existiría.
Cuando alzo la cabeza y veo sus ojos, toda esa ira en mí desaparece. Sí, así de la nada. Porque observar su expresión y notar... esa aflicción, es, sin duda, dolorosa.
—Lo siento.
Trago saliva, sintiendo de nuevo el nudo en mi garganta. Empiezo a respirar poco a poco con más profundidad, solo para calmar mis nervios repentinos.
—Siento todo lo que está pasando, todo lo que pasó y lo que seguro pasará —no me suelta del hombro mientras habla, pero me observa a los ojos sin temor—. No soy perfecto, June. De hecho, tiendo a creer que cometo demasiados errores para una persona normal, y créeme, me mortifico por ello todas las noches.
Doy un pequeño paso al frente, uno que hace que, con mucha delicadeza, Bradley me suelte.
Aunque quisiera que no lo hubiera hecho.
—Traté de justificar una mala acción con el pasado, y creo que solo lo empeoré —sonríe con amargura—. No pude ir al club porque del solo hecho de pensar en ver tu rostro y recordar todo lo que hice ayer como un gran idiota, como si esa fuera la mayor muestra de perdón de todas... June, soy un idiota. Es todo. No tengo excusa. No merezco tu perdón, pero lo necesito. No he podido estar tranquilo últimamente, menos cuando sé que hay una alta posibilidad de que me odies.
Silencio, es todo lo que acompaña sus palabras los siguientes segundos. Ambos nos observamos mutuamente, como si pudiéramos decir muchas cosas por telepatía.
Entonces lo único que hago a continuación es abrazarlo.
A veces eso es lo único que necesitamos. Una muestra de cariño, un tacto humano, una señal de que somos vistos.
En muchas ocasiones queremos aislarnos del mundo, solo para terminar aplastándonos contra él. Es una locura como un pequeño acto de amor puede cambiar las cosas, y es mucho más cuando demuestras que lo hace.
Y eso siempre hay que tenerlo en cuenta.
Por eso, cuando Bradley se relaja bajo mis brazos, sé que he hecho lo correcto. Extiende sus extremidades a mí alrededor y nos quedamos así por unos cuantos segundos. Por un momento hasta llego a sentir su mentón sobre mi cabeza.
No quisiera que terminara.
Soy la primera en alejarme. Él tiene su cabeza gacha, pero no me observa, tiene los ojos cerrados. Como si no quisiera despertar del sueño en que está metido.
—Quisiera creer que con eso me estás diciendo que no.
—No te odio, Bradley. —sonrío, tratando de serenar el ambiente.
Es increíble que esto esté tratando de hacerlo yo, cuando, por lo general, siempre lo hace otra persona.
Él se une a mi sonrisa, ahora parece más calmado, como si se hubiera quitado un peso de encima.
Pero cuando su sonrisa vuelve a decaer... sé que se ha dado cuenta de algo.
—Aun así... no me vas a perdonar, ¿verdad?
No respondo de inmediato, tal vez porque creí que pasaría por alto las palabras que no le dije.
Al parecer ha estado muy al tanto de ellas...
Tardo demasiado en dar una respuesta, supongo que es ahí cuando tiene la suya. Asiente poco a poco mientras traga. Al soltar un poco de aire, que parece haber contenido por demasiado tiempo, me observa.
—Está bien —sonríe de nuevo. Pero, esta vez, parece mucho menos forzada—. Una obligada muestra de tacto tampoco es lo que quiero.
Vuelve a suspirar. De hecho, aunque sus acciones no lo demuestren, parece mucho más tranquilo a como se encontraba hace minutos.
Un teléfono empieza a sonar. Con velocidad, él saca el suyo de su bolso.
—Es papá... —alza la vista y se hunde de hombros—. No dejará de marcar hasta que le conteste, discúlpame un momento.
—N-no importa, yo ya me iba, igual. —muevo uno de mis pies para alejarme lo más antes posible.
Pero él vuelve a detenerme, esta vez con palabras.
—Espera un segundo, por favor. —su mirada dice muchas cosas que su boca no.
No puedo evitarlo, me quedo.
—¿Sí? —parece serio al comienzo, sin querer mostrarle a su padre cómo realmente se siente.
Su recuerdo que su padre es Grownd, un cantante famoso que volvería loca a la familia de Clau si se enterara.
Demonios.
—Espera, espera, ¿puedes repetirlo?
Sin esperarlo, aleja el celular del oído y busca el altavoz. Quiere que yo escuche.
—Hijo, no hay nadie en casa más que los empleados. Ni tu madre, ni Austin, mucho menos yo. Y no estamos a disposición de irnos de nuestros lugares. Así que no te podremos buscar ahora.
—Puedo tomar el autobús.
—Ni se te ocurra, Reece. Haz lo que quieras, pero no tomes otro carro para viajar a casa, ni siquiera un taxi.
—Eso es absurdo, lo sabes, ¿verdad?
—Sabes por qué te lo digo.
Bufa, pero no protesta.
—En cuanto Austin se desocupe irá por ti, no te preocupes.
—¿Y eso será en cuánto tiempo?
—Unas horas.
Al levantar el rostro me observa, tiene su mandíbula tensionada, pero no le queda más que asentir.
—Está bien, padre.
—Te quiero, Brad. —y cuelga.
El silencio que le sigue es bastante incómodo, sobretodo porque no tengo nada que decir y Bradley parece a punto de la desesperación.
—Me iré a pie. —sentencia.
—¿Qué has dicho?
—Pues, si no quiere que tome nada más que sus autos, me voy a pie.
—¿A cuánto tiempo queda tu casa si te vas caminando?
Lo piensa un poco, unos segundos antes de decir:
—No lo sé, ¿cuatro horas? No importa.
—¿Y piensas caminar cuatro horas? Creo que esperar a tu chófer te costaría menos.
Da un paso atrás, agacha su cabeza un poco, como si estuviera pensando.
—¿Qué más puedo hacer? Esperar en el parque, ver cómo se hace de noche y... ¿sabes cuál es el promedio de robo en ese preciso lugar a partir de unas pocas horas?
—¿No?
—Del treinta y cinco por ciento. Y no quiero quedarme a ver si formo parte de ese porcentaje.
Siento mis cejas hundirse, no quiero saber cómo tiene esa información.
—Y esas cuatro horas que irás caminando, ¿no habrá un porcentaje más elevado?
Abre la boca, busca las palabras, pero al final solo la cierra.
—Yo creo que sí, y no tengo que sacar una cuenta matemática ni tener un hilo informativo para saberlo —cuando sonríe, no puedo evitar hacerlo yo también—. ¿Sabes qué? Tengo la solución para ti.
—¿Y esa es...?
Y sin pensarlo tan siquiera un poco más, suelto las palabras.
—Esperarlos en mi casa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top