Capítulo 33
Son esos momentos en la vida en que todo va de mal en peor, y no puedes hacer más que ver cómo termina.
—¿Podrías llevarme a casa?
No se lo espera, lo veo en sus ojos, en la forma que sus cejas. Abre la boca, parece querer decir algo, pero no lo hace. Ya ni siquiera se mueve.
Muy bien, lo entiendo. Entiendo por lo que ha tenido que pasar y entiendo su miedo. Ya veo la razón de muchas cosas, el porqué de su actitud, sus secretos.
Pero como él mismo ha profesado minutos antes: todo eso no es una excusa por haber hecho lo que hizo.
No quiero ser esa June que está dispuesta a perdonarlo por una historia triste. No quiero ser débil, no puedo, no es lo que me he propuesto.
Así que lo mejor, por ahora, es irme a casa.
Parece entender todo lo que habita en mi cabeza justo ahora ya que, resignado, baja la cabeza y muerde su labio inferior para observar al suelo.
Termina asintiendo, se levanta sin observarme y saca el celular en uno de sus bolsillos.
Cuando sus ojos caen sobre mí veo la forzada sonrisa que me dirige y me siento anonada en mi puesto.
June, no lo hagas, lo que estás haciendo no está mal.
Me lo repito tantas veces que solo trato de creerlo en algún momento.
Si tan solo fuera así de fácil...
Yo también me pongo de pie, no me atrevo a observarlo mientras escucho su llamada con Austin. Tampoco cuando se despide ni mucho menos cuando el silencio es parte de nuestra compañía.
—Vendrá en cinco minutos. —comenta y busco valentía para llegar a su mirada.
Ha tenido sus ojos verdes sobre mí hasta que yo lo he visto. Cuando esto pasa aparta la vista tan rápido que pestañeo confundida.
No sé qué significa eso.
—Ven, esperemos abajo.
Dubitativa, no me queda más que seguirlo. Abre la pequeña puerta que da a las escaleras y espera por mí, pero cuando paso a su lado toma mi mano y me detiene.
—June, no quisiera que te fueras así.
Siento mis labios hacer una mueca.
—No contaré nada, no te preocupes.
—No lo digo por eso —niega veloz—. Me refiero a..., quiero estar contigo. Eres la única persona con la que desearía pasar la tarde...
—Lo siento, no puedo. —me obligo a decir, a pesar que dentro de mí estoy gritando cuánto quiero quedarme aquí con él.
Me suelto de su agarre, a pesar de ahora sentir mi piel fría donde antes sus manos la cobijaban, pero hago todo lo posible por seguir sin soltar una sola palabra.
Empiezo a bajar las escaleras.
Entonces no hay marcha atrás.
El sonido de sus pasos a mi espalda se me hace abrumador.
Quisiera llorar, darme media vuelta y abrazarlo. Disculparme por lo tonta que estoy siendo y decirle que entiendo por lo que ha pasado, que estoy para él y que ya no hay razón por la que no volver a ser amigos.
Pero eso es justo lo que haría la June Casey de siempre. Y no quiero..., no, no puedo seguir siendo ella.
Así que hacer justo lo contrario... aunque me esté partiendo el corazón, es lo mejor.
Todo lo que la June Casey de hace meses jamás se habría atrevido a hacer..., es lo mejor.
—Reece, tu mamá te está buscando. —la voz de Martina llega como un golpe a mis oídos.
Me detengo y doy media vuelta. Bradley no se encuentra a más de tres metros de mí, pero sus ojos están sobre ella.
Por un momento parece desorientado, como si no hubiera podido digerir las palabras. Pero cuando su expresión cambia rápidamente aún el brillo de sus ojos es el mismo, y sé que se ha puesto una máscara.
Antes de que Bradley pueda decir algo, Martina se apresura en aclarar.
—Uno de los empleados te ha visto aquí y le ha comentado a la señora Louise, lo siento. —la comprensión en su mirada hace ver que de verdad lo lamenta. Sobretodo cuando él le había dicho que no quería que su madre supiera de su estadía aquí.
—¿Ahora?
—En unos minutos saldrá de una junta, entonces. —aclara.
Aprieta la mandíbula mientras, despacio, da media vuelta y me observa.
Después de cerrar los ojos y negar con cabeza, asiente.
—Está bien.
Con una seña de su cabeza, me indica que siga el camino. Y, sin decir nada más, lo hago, pero ahora con él a mi lado.
Cuando subimos al ascensor y creo que el silencio nos volverá a hacer compañía, escucho su voz.
—De verdad quisiera que esta tarde fuera diferente.
Me jacto de decir lo que está en la punta de mi lengua para terminar de volverlo peor, así que opto por el silencio.
Las puertas se abren, estamos en planta baja. Salgo primero, antes de que pueda decir algo, y me dirijo a la salida.
A pesar de la multitud de personas que hay a mi alrededor, sé que él camina detrás de mí.
El auto de Bradley está justo frente a la puerta, lo veo a lo lejos, aún faltando varios metros para llegar.
No tardo mucho. Ya estoy frente a la puerta del auto y Austin me sonríe con cordialidad mientras la abre, pero no puedo dar un paso más cuando en mi hombro se posa una mano.
Es Bradley, que, con una pequeña mirada significativa al conductor, este se retira.
—June... —empieza, pero es lo único que le dejo decir.
—No contaré nada de lo que me has dicho hoy, no te preocupes.
—No, June, eso no me importa —estoy segura que ha mentido al respecto, sobre todo al ver cómo ha contado todo—. Estoy así por ti, porque no quiero que te vayas por esto.
—Bradley, dime, ¿qué es esto? —suelto, con mi cerebro tratando de callar a mi boca, pero esta no cede—. Me mentiste por completo sobre tu vida, sobre quién eres, y me has mentido en tantas cosas antes que, ¿qué se supone que puedo hacer? ¿Perdonarte y ya está?
No dice nada, solo me observa. Ahora el verde en sus ojos es opaco, triste... y mi corazón se está rompiendo.
—Mira todo aquí —señalo a mi alrededor—. Todo lo que ocultaste que eras, porque esto es lo que eres, Reece Patterson.
Escuchar su nombre salir de mis labios nos hace estremecer a ambos, pero él sigue sin abrir la boca, creo que ni siquiera se mueve.
—Entonces... gracias por confiar de esa manera en mí, pero... —cierro la boca de golpe, dándome cuenta de lo que estaba a punto de decir.
De pronto ya no tengo el mismo valor que hace solo segundos. Ya no me atrevo en volver a hablar, ni siquiera para disculparme.
Porque no me disculparé.
Pero ya no soy capaz de decir más.
Y así, con espesas lágrimas en mis ojos y un nuevo dolor en el pecho, me doy media vuelta.
Estoy segura que ha entendido qué es lo que estuve a punto de decir, por eso la expresión en su rostro. Por eso veo sus ojos color verde manzana brillosos y sus cejas hundidas, por eso su boca es una mueca y está paralizado en su lugar.
—Tu madre te está esperando. —apenas escucho mi voz desgarrada, pero no espero por que diga más y, aún aguantando las lágrimas, entro al auto.
🎼
La comida jamás me había parecido tan desagradable.
Y no, no lo digo porque tenga mal sabor. Todo lo que ha ocurrido esta tarde es el mal sabor.
—June, hija, ¿te encuentras bien?
Levanto la vista del plato con tanta velocidad que seguro debo de haber demostrado lo distraída que está mi mente.
—Sí, ¿por qué? —con todo el esfuerzo del mundo, y con un dolor intenso en el estómago, agarro un pedazo de pan y lo meto a mi boca, solo para fingir frente a ella.
Demonios, voy a vomitar esto.
—Estoy bien. —asiento, una y otra vez, tragando con rudeza y ocultando la mueca del dolor.
Unos golpes en la entrada me hacen dar un brinco. Observo a mamá, pero ella solo sonríe.
—Debe ser que tu hermano ha dejado las llaves otra vez —le resta importante cuando se levanta de la mesa en medio de la cena.
August llega un poco tarde de Benny Shop's, a veces cenamos solo mamá y yo..., últimamente solo hemos sido nosotras, y he empezado a sentirme... distinta.
Yo también lo creo, por lo que ni me molesto en dar media vuelta cuando mamá abre la puerta. Conociendo a mi hermano, sé que es capaz de ello.
Pero el silencio que se hace entonces es tan poco común que observo por el rabillo del ojo.
Entonces veo la cabellera rubia de papá.
Demonios.
Me pongo de pie tan rápido como puedo y camino a la puerta de entrada, donde mamá y papá se observan entre sí como si estuvieran frente a un fantasma.
—¿Qué haces aquí? —planto mis pies justo en medio de ambos, con el rostro hacia papá.
Tarda dos segundos en bajar un poco la vista hasta mí, pestañea por demasiado tiempo antes de poder abrir la boca.
—Ve-venía a ver a mis hijos.
Al escucharlo ella también reacciona.
—¿Después de 7 años? ¡Qué gran padre! —la ironía en su voz es tan fuerte que casi doy un paso atrás.
Papá vuelve a alzar la vista y la observa, no sé de qué trata su mirada, pero no parece nada bueno.
—Habló la madre que dejó a sus hijos menores de edad solos a su suerte.
En realidad nos dejó con nana. Cuando August cumplió dieciocho años le suplicó a mamá para mudarnos a nuestra antigua casa ya que ninguno de los dos soportábamos más un día con ella.
En nuestra defensa, es muy mandona.
—Sí, ¡para poder sobrevivir! —mamá ya está hecha una furia—. ¡Algo que a ti no te ha importado, porque si así habría sido los pudiste haber acogido, pedazo de imbécil! ¿Ahora vienes aquí a reclamar?
Él no dice nada, una de sus manos pasa por su rostro, como si estuviera cansado de esta conversación que no lleva ni cinco minutos.
—No vine acá para esto, ¡Ni siquiera sabía que estabas aquí, madre del año! Solo vine a ver a June y August.
—Nosotros no queremos verte. —no puedo evitar soltar, a pesar de que esta discordia no es nada agradable.
—¿Lo ves? Los niños no te quieren aquí, nadie te quiere aquí, ¡Lárgate!
Él suspira, de su boca sale una larga bocana de aire en cuanto niega una y otra vez.
Entonces, obviando las palabras de mamá, se dirige a mí:
—June, este sábado tendremos una cena familiar en casa. Quiero que tú y tu hermano asistan.
Por un segundo estoy de piedra en mi lugar, observando al hombre con el que comparto sangre, sin saber muy bien qué decir.
—Por favor —sigue, cuando no he dicho nada—. No lo hagas por mí, hazlo por tu abuela que nunca ha dejado de preguntar por ustedes. Hazlo por Roman.
Me estremezco al escuchar el nombre de mi medio hermano, del cual todos los días comparto palabras con él en la escuela y, del cual, tampoco le he contado a mamá.
—Yo... tendría que hablar con August... —empiezo, sin saber muy bien qué decir.
Ni siquiera me doy vuelta para saber la expresión de mamá.
—Él seguro va a negarse, sé que puedes convencerlo, los quiero ahí.
Trago saliva, pero mamá se apresura en hablar.
—¿Por qué ahora?
Papá levanta la vista, pestañea un par de veces, como si no recordara que ella estaba aquí.
—Tal vez estoy consciente de lo mal padre que he sido.
—Eso no se olvidará con una cena.
—Mi intención no es que olviden. Solo... quiero estar con ellos. —y sin dejarla decir nada más, vuelve a mí—: entonces, ¿qué dices?
—Hablaré con August. —sentencio, sin decir a ciencia cierta si yo estoy de acuerdo o no.
En realidad, no sé qué pensar.
La sonrisa que se extiende por los labios de papá me hace ver que está seguro que iremos.
Pero no digo más, en cambio, con una pequeña y significativa mirada a mamá, salgo del pequeño círculo y huyo por las escaleras.
Justo ahora tengo demasiado en la cabeza como para pensar algo claro.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top