Capítulo 30
En un mismo espacio, solos, y con uno de los dos con la curiosidad saliendo como humo por sus orejas.
June,
¡¿En qué estabas pensando?!
El líquido llega a mi boca con un sabor tan delicioso que empapa mis papilas gustativas de placer. Tomo otro sorbo casi de inmediato, embriagándome en el increíble gusto a fresas mientras el durazno aparece poco después.
Bien, esto está divino.
—Mamá va a matarte si se entera de esto.
—Ay, August. ¿Pero qué quieres que haga? —devuelvo el vaso a la mesa y lo observo.
—Dejar que yo me encargue.
Siento cómo se fruncen mis labios, lo veo limpiar la mesa de Benny Shop's mientras tomo otro sorbo. Le he dicho que quiero ayudar de alguna forma con mamá y todo lo que está pasando y su respuesta fue un rotundo y absoluto no.
—Mira, si con el solo sueldo de ella sobrevivíamos los tres, ¿Quién dice que con el mío no?
—August, mamá tenía trabajando veinte años en ese crucero, obviamente su sueldo era mucho más mejorado que el tuyo.
—June, no vas a hacer nada, tienes diecisiete años, no puedes trabajar aún. —concluye y se dirige a unos chicos que acaban de llegar—. Bienvenidos a Benny Shop's, ¿en qué puedo servirles?
Resignada, vuelvo a tomar del delicioso batido de fresa y durazno mientras saco mi celular para escribirle a Clau.
No he sabido nada de ella desde ayer que se fue de Parfalt tan mal. Hoy no se presentó a clases y no ha respondido a mis mensajes.
Alguien que tampoco estuvo hoy en Parfalt fue Bradley, van dos días seguidos y creo que estoy preocupada...
Sé que tengo su número de teléfono, pero no me atrevo a escribirle. Además, él tampoco lo ha hecho, así que supongo que no quiere hablar conmigo por texto.
Veo los mensajes que le he dejado a Clau en las últimas veinticuatro horas, no ha contestado a ninguno y estoy preocupada.
De pronto mi teléfono suena y el nombre de Natele aparece en pantalla. Contesto de inmediato.
—¿Sí? ¿Has sabido algo de Clau?
—Pues, llamé a la señora Michels y me dijo que Clau no ha querido salir del cuarto desde ayer.
De pronto la tan increíble bebida de fresa y durazno me revuelve el estómago.
—¿Iremos, no?
—Claro que sí. Pasaré por ti. —finaliza Natele—. ¿Dónde estás?
—En el centro comercial de August —ahora le digo así, solo para fastidiar a mi hermano—. ¿Ya vienes?
—Dame diez minutos. Tomaré el auto de papá.
Nos despedimos enseguida y corto la llamada. La premura está en mí cuando me levanto de la silla y busco a August con la mirada.
—Iré a casa de Clau con Natele. Si llegas primero a casa avísale a mamá.
—Bien, bien. Pero no llegues tan tarde.
En cuanto asiento me doy media vuelta, pero choco con un cuerpo antes de siquiera dar un paso. Llevo una mano a mi frente, masajeando donde he sufrido el mayor impacto, y levanto la cabeza para disculparme, pero cuando veo su rostro me quedo de piedra.
—Hola, June. —Bradley me sonríe, sus perfectos dientes brillan de un blanco hermoso.
—Bradley... —digo su nombre, aún estupefacta por verlo aquí cuando no lo he hecho en Parfalt.
Parece saber a qué se debe mi asombro cuando deja escapar una pequeña risa. Pero cuando alza la vista su sonrisa se desvanece de a poco, algo en sus ojos cambia. Sus cejas se hunden y fuerza a las comisuras de sus labios a elevarse de nuevo, pero ahora hay incomodidad en ellos.
Creo saber la razón de su reacción. Me doy media vuelta y me encuentro a mi hermano observando a Bradley como perro rabioso.
Cuando mis ojos vuelven a caer sobre Bradley veo que tiene la boca abierta, como si estuviera buscando las palabras para preguntar por qué August lo asesina con la mirada.
—Bueno, esto es incómodo —susurra. De un momento decide dejar de observar a mi hermano y centrar sus ojos en mí—. Creo que nunca alguien me había deseado la muerte con la mirada de esta forma.
Cierro los ojos y niego con la cabeza una y otra vez.
—No le prestes atención, es mi hermano.
La expresión de Bradley cambia a entendimiento. Sus cejas se alzan y su boca forma una pequeña ‹O› que se deshace pronto.
—Ya veo. Muchas cosas empiezan a cobrar sentido así.
—June —escucho la voz de August a mi espalda, escéptica—. ¿No ibas a casa de Clau?
De pronto lo recuerdo. He olvidado que Natele está por venir en unos pocos minutos y que debo ir por mi amiga.
Creo que Bradley causa eso, aunque no quiera admitirlo.
—Sí, yo... de hecho, lo haré. —asiento compulsivamente sin despegar mis ojos de Bradley—. ¿Nos vemos luego?
Él asiente, pero antes de que pueda marchar me habla:
—June, tengo algo que contarte —menciona algo dudoso—. ¿Podemos salir mañana después de clase?
Lo observo por unos cuantos segundos mientras mi cerebro procesa la información.
Pero al final asiento, tal vez porque quiero alejarme de él lo más rápido posible ya que si no olvidaré de nuevo que tengo algo más por hacer. Acepto la salida y me despido de él para ir camino a mi destino.
Y así, sin darme cuenta, he dejado a Bradley y a mi hermano en un mismo espacio.
🎼
—Señor Michels, tiempo sin saber de usted. —dice Natele y yo solo asiento con una pequeña sonrisa.
El padre de Clau nos ha abierto la puerta, Natele se adelanta y yo camino después de ella mientras él cierra tras nosotras.
—Y yo de ustedes, ¿cómo se encuentran, niñas? —nos brinda una pequeña sonrisa y empieza a caminar—. ¿Quieren algo de tomar?
—De hecho... solo hemos venido por Clau.
Él asiente poco a poco mientras sus labios hacen una mueca no tan feliz.
—No ha querido hablar en todo el día con nadie, Cathie tuvo que entrar a la fuerza para asegurarse de que no estuviera enferma. —antes de dar media vuelta y darnos pase libre, nos dice, con una pequeña sonrisa—: pero sé que ustedes podrán ayudarla.
Yo asiento mientras siento las comisuras de mis labios elevarse en una sonrisa comprensiva. En verdad espero que podamos hacer algo, ayer se veía muy mal.
Natele hace una señal con su cabeza para caminar hasta la habitación de Clau. Nos ponemos en marcha y, en cuanto Natele se pone frente a la puerta, en vez de siquiera tocar, le da vuelta a la manilla.
Claro que está cerrada.
—Claudin Michels, abre la puerta ahora mismo.
Pasa un segundo de silencio hasta que escuchamos su voz.
—No vuelvas a decir mi nombre completo. —pero no hace nada más.
Natele me dedica una mirada de incredulidad y yo no puedo evitar dejar salir una pequeña risa.
—Clau... por favor. Solo queremos hablar. —esta he sido yo, esperando que este método sea mejor que el que Nat ha querido emplear.
Y, por suerte, no tarda mucho desde mis palabras hasta que la puerta es abierta y la cabeza de Clau aparece en el espacio pequeño.
—Hola... —dice en un hilo, sin apartar la vista de nosotras.
—¿Podemos pasar?
Su boca se frunce un segundo en que estoy a punto de creer que dirá que no y nos cerrará la puerta en la cara. En vez de eso, se limita a abrir hasta darnos espacio para nosotras adentrarnos.
Natele lo hace primero que yo, en cuanto ya nos encontramos en la habitación de Clau ella cierra la puerta y se fuerza por darnos una sonrisa, la cual no sirve de mucho porque se desmorona en segundos.
—Sé que estoy siendo dramática, pero, en mi defensa, ayer sí me sentía muy mal. Creo que jamás he tenido una resaca como tal —se deja caer en la cama—, hoy..., solo desperté y pensé que volvería a toparme con Gibbson y él volvería a verme con odio y no lo iba a soportar.
Natele es la primera de las dos en sentarse al lado de Clau, uno de sus brazos se desliza por los hombros de nuestra amiga y deja caer la cabeza a su lado.
Siento las comisuras de mis labios elevadas cuando repito la acción de Natele. En cuanto ambas estamos a cada lado de Clau ella deja caer el rostro sobre sus manos.
—¿Qué hago ahora? —solloza ella aún entre sus manos.
Ninguna dice nada por un rato, tal vez las tres estamos pensando qué podría ser lo mejor.
—Creo que... hay algo que sería primordial.
Clau me observa de inmediato, esperando por mis palabras, esperanzada.
—Aceptar tus sentimientos.
De un segundo a otro se desploma en la cama y chilla.
—¡Pero es tan complicado!
—Complicado o no, es lo correcto.
Natele se remueve en su puesto para observarla.
—Es la verdad, amiga. No puedes seguir mintiéndote a ti misma, menos cuando dañas a otros con tus falsas palabras.
—Es que... —Clau se vuelve a sentar, sus ojos caídos y la pequeña expresión en sus labios hacen ver lo arrepentida que está—. Tengo miedo.
—¿De qué?
Busca las palabras, abre y cierra la boca una y otra vez, pero niega con la cabeza al no saber qué decir.
—Supongo que de mí. —apenas y puedo escuchar cuando susurra.
—Clau...
—Es que... lastimo a las personas, ¿bien? sé que lo hago, a veces soy una persona muy dura, y otras les obligo a hacer cosas que detestan solo por complacía. Cuando Gibbson se me acerca..., es peor, puedo decirle tantas malas cosas que, a pesar de que siempre sonría y me responda con la mejor y más increíble respuesta de todas, no sé si lo que he dicho le ha disgustado. Es... a veces me odio tanto —su voz se quiebra y no puedo evitar volver a abalanzarme sobre ella.
El silencio que hay en la habitación solo es interrumpido por nuestras respiraciones, los minutos pasan y nosotras seguimos aquí, sin hablar ni movernos. Solo existiendo y dándole apoyo a nuestra amiga.
—Tal vez a veces podemos lastimar a las personas sin darnos cuenta, pero para eso existe el perdón, amiga. —Clau observa a Natele, tal vez sin entender muy bien a qué se refiere, por lo que ella vuelve a hablar—: el punto es: estás arrepentida por lo que le has dicho a Gibbson. Déjaselo saber. Así como también tus verdaderos sentimientos hacia él. Si saldrá mal..., no lo sabemos, pero si ambos se quieren no hay nada que perder.
Clau no aparta sus ojos de ella mientras parece pensar, moviendo sus pensamientos a lugares recónditos que tal vez no quiera tocar, pero que no le quede opción.
—Tienes razón. —Susurra, aun así, podemos escucharla por completo.
🎼
Esto es increíble.
Y no del increíble bueno, sino del increíble "¿Es en serio?"
—Bradley Elliat.
No puedo evitar observarlo de reojo, mi expresión debe de ser amenazante, aun así, August ni siquiera se inmuta.
—Tuvimos una conversación..., interesante.
Sigo sin creer que me fui y dejé a Bradley bajo los ojos asesinos de mi hermano. Es decir, sé que tenía que irme ya que Natele estaba en camino, pero al menos podía advertirle a él sobre a quién iba a tener que enfrentar.
Pobre Bradley, debería escribirle para saber que se encuentra bien después de tal momento que ya puedo imaginarme.
Deja de buscar excusas para hablar con él.
Demonios.
—¿Acaso averiguaste su vida?
—Más que eso, querida hermana. —sonríe con malicia, sin apartar su vista de la carretera—. Siendo sincero, parece un buen chico.
No digo nada, me dispongo a ver a la ventana, solo para que August deje de hablar de Bradley de una vez.
Si ve que me importa lo que diga de él estaré perdida.
—¿No dirás nada?
—No tengo nada que decir —me limito a comentar.
Noto que me está observando de reojo, pero no puedo ver su expresión ya que estoy más concentrada en ver el paisaje, el cielo rosa y un par de aves volando a la fuerza del viento.
—June, vamos, ¿por qué no me quieres contar nada?
Lo observo, la expresión de sorpresa en mi rostro es falsa y tonta, pero aun así está aquí.
—¿Acerca de qué, hermano?
La rudeza con la que arruga las cejas me hace ver que no le ha gustado mi comentario, ni actitud. Igual, no es que me importe mucho.
—¿Sabes qué me dijo cuando le pregunté si se conocían?
Sin siquiera darme cuenta, me he tensado. Mis huesos de pronto se han vuelto más fuertes de lo que deberían y mis labios se han fruncido. Pero trato de que esta tensión repentina desaparezca, no quiero que August me note así, no, no, no...
Ya lo hizo. Se está riendo.
Mis ojos vuelven a caer sobre él, y solo pienso en las ganas de querer darle un buen golpe en el hombro. Si tan solo no estuviera manejando...
—¿De qué te ríes? —la queja sale sin tapujos de mi boca, irritada, muy molesta ahora.
—Solo el ver cómo te has puesto con mis palabras, hermanita, dice mucho de tu relación con él.
No preguntes, June. No preguntes, mantén tu boca cerrada.
Él, por suerte (o desgracia), parece leer mi mente, porque se apresura en decir, aún entré risas.
—Cuando le pregunté me quedó observando demasiado, como si no me hubiera escuchado o simplemente no supiera qué decir. Al final solo dijo que eras una «muy, muy buena amiga», eso mismo dijo.
Una muy, muy buena amiga... usó dos «muy» ¿eso significa... algo?
Creo que August ha interpretado mi silencio como señal de que no quiero seguir con la conversación, a pesar de que, por dentro, mi corazón y mente solo tenga grabado el nombre de Bradley sin saber ya qué hacer.
Y tampoco sé si eso significa algo.
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