Capítulo 28

Un día bastante interesante a mi parecer. Es increíble cómo siempre es que pasa algo.

—¡Touchdown!

La gente grita y vitorea a mi alrededor. Por instinto llevo mis manos a los oídos, el ruido que causan es insoportable al punto de poder quedarme sorda, o tal vez solo estoy exagerando.

En fin, el punto es que los Creeks han hecho un touchdown, proclamándose como los ganadores del día y la gente está como loca.

De reojo observo a mi lado y noto a Clau con una sonrisa demasiado grande como para no ser lo que creo.

—¿Y esa felicidad? —hablo cerca de su oído para que pueda escucharme.

Rápidamente ella se voltea hacia mí y resopla, desapareciendo la sonrisa de un segundo a otro.

—Pues ha ganado nuestro equipo, June. Como verás, todos estamos muy ansiosos por ello.

—Pero si nunca te había gustado el fútbol.

—Sigue sin gustarme. —se limita a decir.

—¡Exacto! ¡Ahora su interés es por el mariscal de campo! —brama Natele al otro lado de Clau.

Noto que ella la observa de reojo, pero Natele solo se ríe.

Escucho la voz del locutor proclamando a los Creeks como los orgullosos ganadores mientras observo a los jugadores tirarse encima de otros... al parecer siendo su manera de celebrar.

Miro la escena de reojo pensando en lo fuerte que deben ser sus huesos por soportar tantos huesos más encima.

Mi cara debe expresar lo sorprendida e incomoda que estoy al ver la escena ya que siento el momento en que Clau pasa sus brazos sobre mis hombros.

Apenas escucho el «¿Qué ocurre?» proveniente de sus labios y yo solo señalo a los jugadores encima de otros, tal vez esperando el momento en que se aparten y quede alguien abajo completamente aplastado como en las caricaturas.

—¿Te gusta alguno? —se apresura en preguntar.

Yo la observo de reojo, escéptica. Siento mis labios crisparse y mis cejas juntas. Sé que lo dice en broma, así que por eso no le contesto.

—Tú y Omar harían una buena pareja, ¿sabes?

—¿Así como tú y Gibbson?

Sé a la perfección qué decir para que aleje su brazo de mí y me observe con mala cara. Abre la boca para seguro quejarse de mis palabras, pero no llega a hacerlo.

—¡Clau, mira! —grita Natele.

Clau se da media vuelta al campo, lugar en el que Natele está señalando, y con ella, una expresión interrogativa, paralizada de pronto.

Al ver también, me doy cuenta de por qué la reacción de Clau.

Gibbson ha sido cargado por todos los chicos del equipo. Tiene la medalla en una mano, alzada para que todos puedan verla, y con otra mano apunta a Clau.

Hay un montón de personas a este lado de las gradas y aún así todos sabemos que está señalando a mi amiga.

Clau está de piedra observando a Gibbson y su enorme sonrisa. Natele la zarandea con una emoción que no es tan normal en ella y yo... estoy tan impresionada como Clau.

Gibbson es devuelto al suelo y él junto a su equipo caminan a la salida con una emoción increíble.

Y aun así, Clau no ha podido despegar sus ojos de él.

🎼

—¡Adiós, mamá!

Después de despedirse de sus padres, Clau por fin sube al auto y, en cuanto cierra la puerta, suelta un chillido demasiado emocionado para la ocasión.

—¡Esta será la mejor noche!

Por el retrovisor observo cómo toma a Natele de los hombros y la apretuja.

—Wow, alguien está emocionada por ver a Gibbson —claro, esta ha sido Natele.

Clau la suelta de improvisto y se deja caer sobre el puesto.

—Ni me hables de ese idiota. ¡Aún no puedo creer lo que hizo!

—¿Qué hizo? —pregunta August, quien es nuestro chófer a la fiesta del equipo.

—¡Me dedicó la estúpida medalla que ganaron los Creeks! ¡Como si yo fuera su estúpida novia! —chilla, ahora bastante enojada—. E-es que, ¡¿Qué le ocurre?!

August ríe y la observa por el retrovisor. Clau en serio parece muy enojada, en cualquier momento podría empezar a echar humo por las orejas.

Esta mañana, en el juego, cuando Clau logró salir de su estupefacción su rostro se volvió color tomate, y estuvo a punto de ir a donde Gibbson para, sus palabras, dejarlo sin sus bellos dientes.

Por suerte, junto con Natele pudimos calmarla y, en vez de hacer nada, simplemente nos fuimos.

Ahora estamos aquí, en el auto de mi hermano mientras nos dirigimos a la fiesta de celebración de los Creeks en la enorme casa de Omar.

—Eso es... —August busca las palabras para lo que Clau le ha dicho, pero parece no encontrarlas—. ¿Pero él te gusta?

—¡No me gusta Gibbson! —ofendida, se cruza de brazos y se dispone a ver por la ventana.

Pero por el retrovisor observo el guiño que Natele le dedica a August, para hacerle saber que lo que nuestra amiga ha dicho no es del todo cierto.

—¡Súbele, August! —chilla Clau de pronto, volviendo otra vez a esa energía que tanto nos asombró al entrar al auto.

Natele la observa de reojo, con las cejas juntas, seguro sin entender por qué la canción que ha empezado a sonar por la radio ha hecho tan feliz a nuestra amiga de nuevo.

Y Clau se da cuenta, porque se apresura en explicar.

—¡Vamos, chicas! Es Grownd, ¿no lo recuerdan? —nos chilla a Natele y a mí, pero cuando nosotras solo nos vemos las caras, algo confundidas, ella grita—: ¡El del show de talentos de Parfalt! ¡El gran Grownd! ¡Vamos!

Vuelve a tirarse contra el asiento, pero esta vez no vuelve a emitir palabra hasta llegar a la fiesta.

Mientras que yo... me quedo escuchando la voz de Grownd, la cual me termina cautivando por completo.

Desde entonces no tardamos tanto en llegar. Las tres bajamos del auto mientras observamos lo que es la fiesta. El lugar está prendido en luces de colores. La casa que antes era blanca ahora brilla en decenas de tonos distintos. La luz brilla y se apaga, brilla y se apaga, y así hasta el fin.

Ya hay muchas personas afuera, ni me imagino cómo estará dentro.

—Bueno, las fiestas del año pasado no eran nada como esto. —August llega a mi lado.

Aún sorprendida por lo distinto que se mira el lugar a penas gesticulo un «lo sé», y ni siquiera me doy cuenta de lo que ocurre, sino hasta que Natele habla.

—Sí, gracias por traernos, August. Ya te puedes marchar, buena vida.

—Ah, de hecho...

Salgo de mi estupefacción por sus palabras y lo observo de a poco, dándome cuenta de su tono.

—¿Qué?

—Me quedaré aquí hasta que se vayan.

Siento mis cejas hundidas al verlo sonreír con más fuerza.

—¿Que tú qué?

—Me quedaré, June —afirma—. Así lo han querido todos sus padres —nos señala a las tres—. Seré su niñero.

Clau gira la cabeza de un segundo a otro al oír las palabras de mi hermano y resopla.

—Eso sonó tan patético.

—Patético o no, me darán una buena cantidad de dinero por llevarles a sus princesas completitas a casa. —brama orgulloso.

Natele rueda los ojos y empieza su caminata a la fiesta.

—¡Ni se te ocurra inventar algo bajo mi mando! —se apresura mi hermano antes de que ella pueda perderse en la multitud.

Natele solo hace una pequeña seña de que lo ha escuchado y desaparece en el gentío.

—Bueno, este trabajo se ha complicado —se queja él antes de empezar a caminar. No sin antes voltearnos a ver—. Ustedes, por favor, pasen una tranquila noche. Sobretodo tú, June. Estaré más pendiente de ti de lo que imaginas.

—Dios, lárgate, August. —se queja Clau y August solo le saca la lengua como niño pequeño.

Cuando pierdo de vista a mi hermano siento el brazo de Clau rodearse sobre el mío y jalarme a la enorme cantidad de personas.

—Bueno, ¿qué podemos hacer? —habla ahora un poco fuerte gracias a la música que, mientras más nos adentramos, más fuerte es—. Podríamos sentarnos en el enorme mueble de Omar hasta que aparezca alguien para invitarnos a bailar.

—Invitarte —le corrijo—. No bailaré, con un desconocido menos.

Ella me observa de reojo, pero no dice nada. Tal vez acaba de recordar que hay un video rondando por internet que toda la escuela usa para tenerme como blanco de burla.

Bueno, de no haber pasado nada tampoco es como si quisiera hacerlo igual.

Y como Clau ha dicho, nos lleva al sillón de la sala de la casa de Omar, al cual siempre es el primer lugar que visitamos al venir acá.

Claro, cuando no hay nadie más que nuestro grupo.

Hay muchas personas a mi alrededor que no reconozco, pero muchas más que sé que son de la escuela, sobre todo por, aunque pocas, existentes miradas que me brindan.

Pero en vez de hacerme chiquita en mi lugar ni siquiera me permito apartarles la mirada. Eso de pronto me hace sentir más... fuerte.

Sí, hacerles ver que no me causan nada, cuando en realidad quiero huir y dejar de sentir sus miradas oscas, me hace sentir mucho mejor.

Estoy mejor.

Cuando llegamos al sofá Clau me suelta y se deja caer, solo hay una pareja en él y están bastante alejados de donde nosotras nos hemos sentado.

—Dios, creo que voy a tomarme una botella completa. —escucho la voz de mi amiga mientras deja caer su cuello sobre el sofá.

—Si es que mi hermano te deja. —no puedo evitar soltar con una pequeña sonrisa amarga. Aliso un poco el vestido azul mientras observo a las personas pasando.

—August no me prohibirá nada, aun cuando mi madre se lo haya dicho.

No digo nada, mayormente porque sé que Clau hará lo que quiera y que, por más que trate, mi hermano no logrará mucho.

—¡Allá están sirviendo copas! —chilla de pronto—. Ya vuelvo.

Y se va tan rápido que apenas lo noto.

Bien, ahora estoy sola. No tengo mucho que hacer y... creo que es la primera vez desde hace mucho que quedo sola alrededor de estudiantes de Parfalt.

Bueno..., no sé bien qué hacer a continuación, así que solo me siento a esperar porque Clau regrese... Si es que lo hace.

Pero no es ella quien aparece de pronto.

—Hey, creí que no vendrías.

Bradley Elliat aparece frente a mí de pronto, tardo un poco en reaccionar a la enorme sonrisa que muestra sus labios.

Le devuelvo la sonrisa a penas, no esperaba encontrarme con él.

—Y yo no creí que tú lo hicieras.

Esta mañana, cuando hablamos, me dijo que no se quedaría para el partido y que solamente había ido para ayudar a Carless con unos instrumentos que la escuela le había pedido llevar para el evento, por lo que no esperé que viniera esta noche.

—¿Sinceramente? solo vine con la esperanza de que tú también lo hicieras.

Me remuevo en mi lugar, pero ni yo misma sé si es por incomodidad, o porque trato de que no se note que me han gustado un poco sus palabras.

—Ya... —busco algo más para decir, recorro entre todas las palabras que he conocido alrededor de mis diecisiete años, pero no hay nada.

Él ni se sienta, ni se mueve de su lugar. Me observa por unos segundos hasta que vuelve a hablar.

—¿Quieres acompañarme? —parece ver la duda en mi expresión, porque se apresura en agregar—. Solo para dar una vuelta al lugar.

Yo lo pienso un poco, pienso en que no debería aceptar, pero de pronto me encuentro tomando de la mano que me ha tendido para levantarme.

Bradley sonríe. No parecía que en su rostro hubiera mucha seguridad sobre que yo fuera a aceptar, así que hay un poco de alivio en su expresión.

—¿Cómo has estado? —empieza a preguntar.

Así que me esfuerzo por dar más que un solo "bien".

—De hecho, estoy genial. Estos días han sido... ¿buenos? Pues, han sido interesantes.

Él sonríe. Caminamos por alrededor de la sala hasta llegar a la puerta de vidrio que lleva al patio.

—Escuché que el partido estuvo... interesante.

Yo asiento, observando cómo aquí hay varias personas bebiendo demasiado.

—Sobretodo cuando Gibbson Kanigan se lo dedicó a Claudin.

Mis labios se fruncen al escucharlo. Estoy segura que todos hablarán de ese momento mañana.

—Sí, fue interesante ver la cara de asombro total de Clau.

—¿Cómo sería la tuya si te dedicaran un partido?

Me detengo de pronto y lo observo, buscando alguna señal de que me lo esté diciendo en broma.

—Ehm... jamás lo he pensado.

—¿No? ¿Y si te dedicaran una canción? —voy a hablar, pero Bradley sigue—: encima de un escenario, con una cantidad considerable de personas escuchando. ¿Cómo lo tomarías?

De pronto no sé qué decir, lo único que no me dice que está hablando por completo en serio es la sonrisa que sigue en su rostro.

—Nunca he pensado en la posibilidad de que alguien pueda dedicarme algo. —admito con sinceridad.

La sonrisa de Bradley se apaga poco a poco, su expresión cambia, no despega sus ojos de mí cuando abre la boca.

—¡Qué grata sorpresa! —pero no puede hablar ya que es interrumpido.

Creo reconocer la voz, pero solo pido en silencio que no sea quien ha llegado a mi mente.

Para mí desgracia, y la suerte que jamás está de mi lado, sí se trata de él. Nathan.

Después de tanto sin verlo creería que su presencia no me causaría el mismo impacto, pero estoy equivocada.

Su cabellera negra está un poco más larga desde que lo vi por última vez, su piel parece más pálida, aunque supongo que es por las luces que reflejan en él. Su expresión es lo distinto. Si lo conociera, si alguna vez lo hubiera hecho..., diría que está borracho.

—Sí, pues, si no te importa, estamos ocupados. Puedes ir a molestar en otra parte. —la voz de Bradley se ha vuelto fría y distante al dirigirse a él.

Nathan —quien ha tenido sus ojos sobre mí todo el rato—, por fin voltea a ver a Bradley y, cuando lo hace, su expresión cambia.

No pasa un segundo en que sucede todo. Siento ser empujada con un brazo, Bradley me ha alejado antes de que Nathan se lance contra él, y, en su camino, me lleve consigo.

Nathan lo pega contra la pared más cercana y lo toma por su camisa que parece ser chanel. Bradley alza los brazos en cuanto ve sus intenciones. Parece a punto de decir algo, pero Nathan se apresura.

—¡Tú eres el maldito culpable de que me hayan expulsado! ¡El culpable de que tenga que soportar la mirada desaprobatoria de papá porque no me quieren aceptar y ninguna parte!

—El único culpable de eso eres tú, amigo. —resopla Bradley, no parece para nada asustado de tener a alguien alcoholizado a punto de noquearlo.

Creo que estoy lo suficiente asustada por ambos.

Observo a mi alrededor, buscando a alguien para pedir ayuda, pero todos están expectando sin la menor señal de querer hacerlo.

Cuando estoy a nada de salir corriendo a casa por alguien, aparece Omar.

Creo que he vuelto a respirar. Cuando él y otros que reconozco como del equipo de fútbol se van contra Nathan y lo alejan de Bradley.

—En mi casa no. —le escupe Omar a Nathan, sabiéndole el desprecio que le tiene—. Ni siquiera deberías estar en esta fiesta, te corrieron de Palfart como la rata que eres. Ahora yo te sacaré a patadas de mi hogar con tanto gusto como del que no tienes idea.

Nathan ríe, en serio está borracho, y no puedo evitar sentir repulsión por su actitud. Más.

—Como quieras. —suelta él en un fuerte bramido. Pero la sonrisa de Omar ni se inmuta.

Cuando me doy cuenta, se llevan a Nathan a rastras del patio y, hasta que no se pierden de mi vista, voy en busca de Bradley.

Él también observa el lugar por el que se han llevado a Nathan, pero me observa en cuanto me nota acercarme.

—¿Estás bien? —una de sus manos cae sobre mi hombro, siento su caliente tacto sobre mí, uno que no me permite pensar bien por completo.

Es decir, ehm.

—Lo estoy, aunque no fue a mí al que le iban a golpear hasta desmayarse.

Él sonríe y niega un poco.

—El idiota te iba a llevar con él en su pérdida de cordura, no me preocupo por mí.

No digo nada, él pasa una de sus manos por su cara y vuelve a observarme.

—¿Y si nos alejamos de esta dolorosa pared?

Yo sonrío, no puedo evitarlo.

—Sería todo un placer.

Y así lo hacemos, empezamos a caminar, a alejarnos del lugar del que no quiero recordar, y nos movemos a unas pequeñas sillas ubicadas al final del patio que están vacías.

Ahí pasamos un bastante rato. A pesar de que empezamos a hablar con tensión, nuestra conversación se vuelve fluida con el paso del tiempo. Ambos estamos animados el uno con el otro y..., me hace sentir bien.

Le había preguntado el porqué no había tomado un solo trago desde que estaba conmigo y su respuesta no me ha sorprendido nada.

—¿Y dejar que el etanol vuelva loco a mi cerebro y termine siendo una versión deplorable como Nathan Hart? No, gracias.

Creo que hemos pasado una hora aquí, charlando sobre la vida, sobre lo que hemos hecho últimamente, sobre muchas cosas. Pero jamás sobre nosotros.

Todo va muy bien hasta que parece ocurrir algo más.

Los gritos se escuchan en la lejanía, Bradley de prisa se pone de pie para ver qué ocurre y yo voy tras él.

Pero cuando llegamos... no puedo creer lo que escucho.

—¡Nadie te lo pidió! ¡NADIE! —Clau empuja a Gibbson tan débilmente que este ni se mueve.

Dios, está ebria.

—Dime, ¿Cuántas malditas veces te he rechazado, Gibbson? ¡¿Cuántas?! —él está tratando de calmarla, no parece borracho..., o no como ella—. ¡Millones! Así que, ¿Por qué sigues intentándolo? ¡No estoy interesada en ti! ¡No me gustas!

No puedo dejar que esto siga ocurriendo.

Se un segundo a otro me encuentro al lado de Clau, la tomo por sus mejillas y ella me reconoce. De pronto la lágrimas aparecen en su rostro y se apretuja contra mí.

Bradley se ha puesto a mi lado, tal vez pensando que Clau podría ponerse agresiva, pero él no la conoce como yo.

—¡Por Dios, Clau! —aparece Natele de un segundo a otro, también se lanza contra ella, Clau solo la toma y se aferra a ambas.

—¡Eres demasiado creído y en serio crees que cualquier chica caería a tus pies, pero yo no soy cualquier chica! —vuelve a hablar Clau—. Tú jamás, Gibbson, jamás me tendrás. Jamás. Así que nunca en tu vida vuelvas a acercarte a mí, ¡Nunca!

Sus lágrimas no cesan, parecen desbordarse sin fin. Yo observo de reojo a Gibbson y... Vamos, se ve muy herido.

Abro la boca para disculparme por mi amiga, estoy a nada de hacerlo hasta que otra figura aparece.

Es August. Quien en vez de hacer algo por Clau solo observa lo cerca que está Bradley de mí. Pero ni siquiera dejo que se permita decir algo.

—Vámonos. —insto.

Natele asiente enseguida y nos abrimos paso entre la multitud, veo cómo August nos sigue, pero no sin antes darle una última mirada a Bradley de reojo.

Y yo también lo hago. Nos decimos adiós con la mirada, él no aparta sus ojos de mí hasta que ya nos alejamos lo suficiente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top