Capítulo 26

No puedo tener la culpa de todo, ¿no es así?

¿...verdad?

No puedo creer que en verdad he aceptado.

No aceptaste, Clau te ha tendido una emboscada con mamá.

Trato de no hacer alguna tonta expresión que pueda delatarme en cuanto lo recuerdo. Ayer Clau llamó a mamá cuando me colgó y le pidió permiso para salir —obvio que solo fue una ridícula excusa para obligarme a ir—, y mamá, claro, aceptó encantada.

Así que aquí estoy, en el centro comercial con Clau... y Natele quien parece igual de emocionada que yo por estar aquí.

—Sigo sin ver el punto de todo esto —se queja Nat en un susurro, Clau está en los vestidores probandose casi toda la tienda —, ¿se supone que somos la clase de chicas de salen de compras?, ¡pero si jamás lo hemos hecho!

—¡Te estoy escuchando, Nutella! —chilla Clau aún desde el probador.

Natele hace una mueca al escuchar su nombre mal dicho, pero no comenta nada.

Pues tiene razón, no somos la clase de chicas que salen de compras cada fin de semana, en realidad preferimos hacer pijamadas mientras vemos películas de terror, o qué se yo.

—Y, para responder tu duda —vuelve a hablar Clau, ahora saliendo del probador con un vestido plateado ceñido—, a veces hay que salir de nuestra zona de confort.

—Eso no responde nada —vuelve a quejarse.

—June, ¿cómo me queda? —se dirige a mí, ignorando a la chica a mi lado.

—De maravilla —me sincero—. Pero..., ¿es lo que llevarás a la fiesta?

—¿Qué tiene de malo?

—¿Además de todo? —esta ha sido Natele.

Clau suspira y da media vuelta para verse en el espejo. El vestido le llega mucho más arriba de las rodillas y tiene un escote súper pronunciado que..., bueno, no deja mucho a la imaginación.

No creo que quiera ir así a una fiesta de adolescentes hormonales.

—Dios, parece que tienen ochenta años, qué exageradas —dice sin quitar la vista del espejo—. Yo lo veo de maravilla.

Natele me observa de reojo y yo solo puedo hundirme de hombros, pero no decimos nada más.

—Bien, ¡ahora ustedes!

En cuanto empiezo a negar, la risa de la chica a mi lado se hace más fuerte.

—Clau, no voy a hacer eso. —la señala

—¿Qué cosa? —brama ella, a la defensiva.

—No voy a fingir que estoy de acuerdo con esta salida solo para no hacerte sentir mal. Mucho menos dejar que me pongas todo lo que se te cruce. Ni siquiera iré a la tonta fiesta.

—Oh, ya lo creo que irás. —Clau se cruza de brazos.

—¿Tú me obligarás?

—Y Zach.

Esas dos palabras son suficientes para que a Natele parezca palidecer.

—Él no siquiera irá a la estúpida fiesta.

—¿Segura?

—A-además, si así fuera, igual no podría obligarme a asistir.

—Ajammm. —Clau no parece prestarle mucha atención a sus excusas ya que se observa en el espejo de nuevo—. Vas a ir, amiga. Me encargaré de eso.

Natele parece querer protestar, pero para mi sorpresa, no lo hace.

Yo niego con la cabeza un poco y saco mi celular. En cuanto lo desbloqueo siento un pequeño escalofrío al darme cuenta que está abierto el chat de Bradley.

Cierto que no le he reprochado a Clau al respecto.

Pienso en hacerlo justo cuando llega un mensaje. De él, de Bradley.

Sí, bien. Anoche no pude hacer más que contestarle. No iba a ignorar el mensaje, por más que hubiera querido.

La realidad es que sí quería hablar con él.

Bradley Elliat:
¿Entonces irás?

Me muerdo el labio inferior mientras leo el mensaje y pienso en una respuesta. Estamos hablando del partido de mañana, al cual aún no sé si quiera aparecer.

Llevo mis pulgares al teclado, lista para dar una patética respuesta, pero un chillido a mi lado me detiene.

—¡Sabía que había sido una grandiosa idea!

En cuanto levanto la vista observo a Clau a mi lado intercalando la mirada entre mi teléfono y yo.

Siento mi frente arrugarse algo confusa.

—¿Cuál? ¿La de darle mi número, sin mi permiso, a Bradley Elliat y, por si no fuera poco, obligarle a escribirme? —suelto a la defensiva.

—Oh, eso no lo sabía. —escucho la voz de Natele, pero estoy demasiado concentrada en asesinar con la mirada a mi amiga como para verla.

Parece que ha llegado el momento.

La enorme sonrisa de Clau se evapora de a poco hasta convertirse en una incómoda mueca.

—Sí..., sé que no fue la mejor idea... Pero juraba que ambos tenían el número del otro.

—¿Y si no era así qué?

De un momento me levanto del asiento en el que estaba tan cómoda hace tan solo segundos y la observo.

—Pues..., ¿no era algo... raro?

Siento mis labios curvarse en algo como una sonrisa amarga y, aunque trato de evitarlo, mi boca se apresura en soltar:

—No, Clau. No lo era. Por si lo olvidas Bradley posiblemente me ha estado soltando mentiras desde que me conoció y tal vez ha querido hacer algo igual a Nathan —tengo que tomar algo de aire para no dejar que la rabia que empiezo a sentir me domine—. No le tengo la suficiente confianza como para compartirle siquiera mi número de teléfono, ¿acaso no pensaste en ello? ¿eh?

—Bueno... —ella busca cómo defenderse, pero parece costarle.

Por primera vez la he dejado sin palabras.

—¿Qué pensabas que iba a pasar? —sigo yo, ya que ella parece muda—, ¿que de pronto Bradley y yo volvamos a estar bien de un día para otro solo porque le obligaste a escribir?

—¡Pues ayer parecían...!

—¡Ayer! —la interrumpo—, ayer estaba distraída y desmotivada por la pelea que tuve con mamá, y si cualquiera me hablaba, hasta el mismísimo Diablo, le iba a contestar delicadamente. Se supone que eso lo sabes porque... porque me conoces.

Esta vez ella no hace ademán de abrir la boca, solo me observa con algo que no puedo explicar.

—Pero solo estás enfocada en hacer que hagamos lo que quieras. Natele no quiere ir a la fiesta, yo tampoco, ¿por qué tendrías que obligarnos?

—June... —solo escucho el llamado de Natele a mi lado gracias a la mano que pone en mi hombro.

Muy pocas veces se pone así de "comprensiva" y es solo cuando sabe que alguien ha pasado el límite.

Y esa he sido yo.

Pestañeo un par de veces, como si saliera de un trance, y observo apenas la mano de Natele en mi hombro.

Eso solo provoca un montón de lágrimas llegar a mis ojos.

Casi no veo la expresión de sorpresa de Clau ya que salgo con tanta velocidad del salón para evitar que puedan verme llorar.

He llorado suficiente en mi vida.

Solo había aceptado salir por mamá, porque no quería seguir creando peleas...

Y al parecer es todo lo que atraigo.

Trato de tomar aire tantas veces como pueda. Lo hago, una y otra vez hasta sentir que el nudo de mi garganta ha bajado.

No puedo llorar, no puedo, no puedo. No quiero seguir pareciendo débil.

Y no quiero que todos crean tener decisión sobre mí, tener que callarme para que todos estén contentos. Estoy cansada de ello. De que todos se burlen de mí, de estarme escondiendo.

Amo mi soledad y en la escuela no puedo tenerla... ni en casa, ni en ninguna parte.

Me hace sentir tan harta.

Casi corro al baño. En cuanto entro, si no estuviera tan ocupada por contener las lágrimas penosamente, me habría alegrado por ver que no hay nadie. Pero lo único que hago es encerrarme en un baño, bajar la tapa y sentarme encima del retrete.

No puedo contenerlas más, es poco el tiempo en que siento mis mejillas mojadas. Vuelvo a sentirme tan patética que es me imposible no odiarme.

Estoy tan ocupada dejando salir las lágrimas a montón que apenas siento mi teléfono vibrar en mi estómago.

Casi dejo que suene lo que quiera, ignorarlo hasta que se calle, pero me decido en tomarlo solo para ver de quién se trata.

Mi nariz está congestionada y mis ojos ven algo borroso. Tengo que enfocar la vista para ver la pantalla, intento una, dos y tres veces hasta que veo... Y se me corta la respiración en cuanto leo el nombre de Bradley Elliat en pantalla.

¿Por qué me estará llamando?

Decido contestar. Claro que lo hago después de respirar profundo hasta sentir que mi voz podría disimular lo mal que me siento.

—¿Hola? —me escucho soltar, con un muy bien finjido tono.

—¿Estás bien, June? —escuchar su voz me hace un pequeño revuelto en el estómago, pero aun así me quedo algo atónita por sus palabras.

¿Se habrá dado cuenta de mi lamentable estado?

—Ehm... lo estoy. —decido mentir, como de costumbre.

—¿Segura?, ¿y ese mensaje que has enviado? Me he preocupado.

¿Mensaje?

Estoy confundida cuando llevo el teléfono de vuelta a mis ojos y busco.

Y sí, efectivamente hay un mensaje:

"Ayuda"

La confusión se evaporada de una manera tan veloz que hasta me saca una pequeña sonrisa.

Sí, he escrito eso. Pero lo hice cuando iba a contestarle su mensaje anterior. Que debía decir: "ayuda, ya no sé si ir, jajaja"

Debió de haberse enviado sin querer en medio de mi escape.

—Oh —no puedo evitar soltar—. Lo siento.

La carcajada que viene a mí debe de sorprenderme más que a Bradley, quien parece bastante confuso cuando dice:

—¿June...?

—No era lo que iba a enviar —empiezo a explicar—. Bien, es decir, sí lo era, pero no está terminando. Lo siento —hablo mientras sigo riendo.

—Oh. —le escucho gesticular y yo solo puedo seguir riendo como tonta.

—Oh Dios, qué vergüenza.

—Me alegra que estés bien.

La risa acaba poco a poco luego de escucharle, recordando que prácticamente le estoy mintiendo sobre mi estado.

—Sí...

Estás hablando con Bradley Elliat, creo que lo mejor sería que cuelgues

Le doy la razón a la voz en mi cabeza, en serio no debería estar hablando con él justo ahora. Y, sin embargo...

—Es que estoy en el centro comercial con mis amigas y me... distraje del teléfono. —intento explicar.

—Oh, no te preocupes, June. En serio me alegra que no haya sido nada. No sabría qué hacer si no.

Pasan unos segundos en que ninguno dice nada. Yo observo al suelo mientras por mi mente empiezan a pasar muchas cosas.

—Sí, estoy bien. —digo, aunque más para mí que para él.

Tomo una disimulada bocana de aire y me levanto del retrete, aún con el teléfono en mi oído, y abro la puerta.

—Sabes que si en realidad llega a ocurrir algo puedes hablar conmigo, ¿verdad?

—Gracias. —gesticulo, aunque sonó más frío de lo que quise—. Tengo que colgar.

—Claro, claro, ten un buen día, June.

Sigo respirando poco a poco mientras siento mis músculos relajarse.

—Igual tú, Bradley. —cuelgo, sin esperar a que pueda decir algo más.

Observo mi penoso aspecto en el espejo y doy dos pasos más para estar más cerca de él.

—Estoy bien. —repito las mismas palabras que le he dicho a Bradley para mentirle.

Ahora no quiero que sean una farsa.

Abro el regadero y echo agua en mis manos mientras sigo observándome atentamente al espejo.

—Estoy bien. —sigo susurrando.

El agua empapa por completo mi rostro en cuanto llevo mis manos a él. Limpio cada lágrima que pueda permanecer mientras lleno lo más que puedo mis pulmones de aire.

Vuelvo a observarme en el espejo, mis ojos parecen algo rojos, pero fuera de ello, no hay rastros de lágrimas ni nada que pudiera indicar lo contrario a mi mantra.

Sigo respirando profundo. Inhalo, exhalo, una y otra y otra vez.

Cuando por fin siento mis pulmones funcionar con normalidad, sonrío.

Sí. Dejo que las comisuras de mis labios se eleven y que mis dientes se abran paso.

Pero se nota lo falsa que es.

Bien, esto puede tomar tiempo.

Tomo otra bocana de aire y lo expulso pocos segundos luego. Preparada para salir del baño.

Cuando me doy media vuelta para escapar me doy cuenta de que no estaba sola y que hay unas chicas en una esquina.

Es la primera vez desde el video que no reparo en la presencia de alguien a pocos metros de mí.

Ellas parecen no estar al tanto de lo que estoy haciendo y, aunque no deberías, estoy feliz de ello.

Ahora sí me dispongo a huir, salgo por el pequeño pasillo mientras me concentro en mantener a mis pulmones trabajando. No observo a mi alrededor hasta que escucho mi nombre salir de la boca de alguien.

Me doy media vuelta, conociendo la voz de inmediato, y observo a Natele sin saber si sentirme feliz o anonada.

—Hey —me obligo a decir, a pesar de que lo que quiero es escapar de esta conversación.

No tengo ni la menor idea de qué es lo que tenga por decir.

Ella me observa y no sé qué puede tener en mente, cosa no tan rara cuando de Natele se trata.

—Bueno, tienes agallas para enfrentarte así a alguien que ha logrado que nadie, ni siquiera los profesores, le llamen por su nombre completo.

Siento mi boca abrirse, tal vez con algo en la punta de la lengua, pero ella sigue:

—Pero, y no puedo creer que lo diga, estoy de acuerdo con ella.

—¿En qué? —suelto un poco a la defensiva.

—No en que viva queriendo que nosotras hagamos lo que ella quiera, en eso tienes razón —se apresura a aclarar mientras se acerca a mí—, pero, amiga, con lo de el chico... ese...

—¿Bradley? —digo, sabiendo que ella sabe su nombre a la perfección.

—Sí, bueno, él —carraspea y toma algo de aire—. Sí, tampoco estuvo bien que le diera tu número y todo aquello... pero tú hacías parecer que todo estaba de maravilla. Que todo había pasado y que volvían a estar bien.

—Yo no... —niego, decidida a defenderme,  mientras observo a mi alrededor esperando a que nadie esté escuchando, pero ella me interrumpe:

—June. ¿Quién fue la que dijo que todo estaba nuevamente bien entre Bradley y tú?

Estoy a punto de negar y decir que es imposible, hasta que recuerdo una pequeña conversación de hace unos días.

«—Pero ustedes... ¿Arreglaron las cosas? Dime que están bien y que no tengo que volver a insultarlo, por favor»

Y yo, por voluntad propia y sin obligación dije:

«—Estamos bien»

Pero eso no pudo haber sido cosa suficiente para que lo creyeran... ¿o sí?

Ya no sé qué decir, observo a Natele, que parece esperar una respuesta de mi parte, y me lamento.

De nuevo arruinándolo todo por voluntad propia, June. Felicidades.

Pero de repente una sonrisa que parece ser comprensiva, de Natale, aparece.

—Ven, Clau nos está esperando.

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