Capítulo 18
Siempre me sorprendió la facilidad de las personas al mentir, pero ¿y la mía?
El resto de la semana transcurre… agotadora. El viernes ni siquiera me molesté en levantarme de cama para ir a clases, tuve que decirle a August que me sentía mal, alguna enfermedad.
Mentí a medias, sí me sentía mal, pero no por ninguna enfermedad.
No pasaría nada con faltar un día, sería lo de menos. Es más, Clau me prometió venir a pasarme los apuntes de las clases que me había perdido.
Es domingo, estoy despierta desde hace dos horas y no me he levantado de cama. No he hecho más que mirar al techo y pensar en todo lo que ha pasado. Sigo sintiéndome patética, lo primero que me había prometido este año era no caer por nadie, ni siquiera confiar.
Pero había una parte buena. Con Nathan me había abierto al respecto de mis pensamientos y emociones, le había dejado saber qué quería y qué me gustaba, mis miedos y angustias. Cosa que no hice con Bradley, por lo menos.
Su farza no llegó a tanto.
Aunque no me sorprendería si me dijeran que hay un vídeo rondando por internet donde yo lloro y me desahogo frente a Bradley.
Creo que lo que más me duele de todo esto es lo ridículo de la situación, cómo me dejé llevar cuando era tan claro que él era un NO, cómo empecé a creerle sus mentiras solo porque era lo que quería. Deseaba que en realidad él pensara todo aquello. Supongo que algo en mí pensaba que no podría ser engañada dos veces.
Estoy tan sumergida en mi ahogo, mis pensamientos, que casi ni me doy cuenta cuando tocan la puerta.
—June. ¿Estás despierta?
—Ay, August. Apártate. —el apático tono de voz de Natele llega a mis oídos—. June, abre. Sé que estás despierta.
¿Qué hace ella aquí?
Se suponía que era Clau la que vendría a pasarme los apuntes de las clases que había perdido el viernes, cosa que quiso venir a hacer esa misma tarde, pero que retrasé todo el tiempo que pude.
Me levanto, sabiendo que Natele insistirá hasta derribar la puerta si no la abro antes, y camino con pesadez hasta la entrada. Abro y lo primero que aparece en mi campo de visión es la cabellera rubia de Nat y su usual expresión de odiar el mundo. Atrás está August, parece estar a punto de replicar, o pelear, con ella, deteniéndose en cuanto me observa.
—¿Te sientes mejor? —pregunta mi hermano, Natele rueda los ojos en cuanto las palabras salen y se adentra en la habitación sin siquiera preguntar.
—August, adiós. Charla de chicas. Anda a seguir viendo tutoriales de cocina en Youtube que no te servirán de nada.
Mi hermano le dedica una mirada asesina a la chica que ni siquiera le está prestando la más mínima atención y, después de darme una más amena a mí, se va.
—¿Qué haces aquí? —es lo primero que pregunto cuando mi hermano se ha marchado.
—Clau vendrá en cualquier momento. Hay que hablar —dice nada más.
En la pelea con Bradley ellas interrumpieron, para mi suerte, me llevaron al auto a pesar de que les había gritado con anterioridad. No hicieron preguntas, ni en el transcurso, ni cuando me llevaron a casa. Tampoco cuando les dije que no asistiría a clases el día siguiente y no lo han hecho hasta ahora. Estoy agradecida por ello. Además de que me sacaron antes de haber seguido haciendo el ridículo. Pero ahora… supongo que no se puede retrasar más y que me lloverán miles de quejas cuando se los diga y se den cuenta que no había mencionado nada al respecto antes. Lo había ocultado para mí y sí que me arrepentía. Tal vez y todo esto nunca habría pasado si ellas hubieran intervenido antes y me hubieran abierto los ojos.
Ahora ya es tarde.
Natele no dijo mucho el resto de minutos. Clau llegó pasada media hora y nos encerramos las tres en mi habitación —después de ambas haberse quejado con mi hermano que no querían que se entrometiera—. Estoy tratando de mostrarme lo más tranquila que puedo, pero se me hace un poco complicado ya que ellas me observan esperando mis palabras.
Clau está sentada en el banco al lado de mi mesa de noche mientras que Natele decidió tirar su cuerpo en el suelo, está de espaldas contra la pared mientras me observa neutra.
—June, somos amigas, ¿lo recuerdas? —Clau toma la iniciativa y se levanta hasta llegar a mi lado, sentándose en la cama—. Las tres lo somos. A veces siento que te excluyes de ello y que no quieres estar con nosotras. A veces ni siquiera hablas y te lo guardas todo. Pero puedes confiar tanto en Natele como en mí, ¿no es lo que piensas?
Hay un pequeño nudo en mi garganta, formandose lenta y tortuoso por ella, como si no quisiera que yo dijera nada.
Tal vez altero un poco las cosas para mostrar una perspectiva dañada de mí. A veces digo muchas palabras para justificarme de mis actos, me miento a mi misma solo para sentirme mejor. Así que sí, Clau tiene razón.
Ellas jamás me han alejado, he sido yo. A veces siento una necesidad horrible por estar sola y, como es mucho más fácil, me voy, me cierro y me miento con que han sido ellas las causantes. Pero no es así.
Clau, Natele y yo nos conocemos desde primaria, empezamos nuestra amistad porque nos sentamos en la misma mesa todos los días. Las tres compaginabamos muy bien. Pero a medida que fuimos creciendo, cada día me sentía más cohibida y rechazada por mí y mis inseguridades, no por ellas. Me miento a mi misma con que a ellas no les intereso y que en cualquier momento me sacarán de su amistad solo para que, si pasara, no me duela tanto. Sé que no es así, sé que nuestra amistad ha durado tanto que es imposible que pase, pero son tantos mis miedos e inseguridades que ni siquiera pienso bien. Prefiero alejarme por mi cuenta, sin importarme que lo único que en realidad logro es hacerme daño a mí misma.
Nunca ha habido "tres son multitud" entre nosotras, solo lo que me obligo a creer para que así mi inseguridad y miedo estén tranquilos.
Tal vez yo soy la mentirosa patológica.
—Oye, sé que nos la pasamos peleando todo el día y que a veces es hasta agotador —escucho la voz de Natele—. Pero creí que te divertías con ello, siempre había sido así… ¿es por eso que ya no quieres estar con nosotras?
La manera tan cautelosa de preguntarlo me hace elevar la vista, observarla, pestañeo un par de veces dándome cuenta que ella jamás había hablado así. Natele es de esas personas que dicen todo directo y sin arrepentimiento ni dudas, esto...no es ella, no es así, y que lo esté haciendo por mí es…
—No queremos que te sientas fuera de lugar, June. Ni Natele ni yo lo hemos querido nunca. Lamentamos si hemos hecho algo que te haya ocasionado sentir…
—No, no son ustedes —la interrumpo, incapaz de fingir que puedo con todo esto y con las lágrimas a punto de salir—. Soy yo. Todo esto es ocasionado por mí y mi estúpida inseguridad. Por sentirme insuficiente hasta para una amistad. Soy solo yo, nadie más.
Y me rompo. Todas las lágrimas retenidas quedan en libertad, mis mejillas se manchan de ellas.
Esto no empezó con Nathan. La inseguridad, el miedo a ser yo misma, la timidez, nada de eso fue por él. Siempre había sido de esta forma, Nathan solo lo empeoró.
Desde que empecé a ver a todas las personas de otra forma, a analizar su actitud, su aspecto —por decirlo de alguna forma—, la inseguridad y el sentido de insuficiencia en mí desbordó. Sé que jamás podré ser la mejor amiga ni la mejor hermana. Hay millones de personas más increíbles e inteligentes que yo. Me siento tanto un cero a la izquierda que es hasta frustrante.
Por eso me dejo llevar cuando alguien me dice algo bonito. Por más que piense haber aprendido la lección sigo cayendo como estúpida porque siento esta necesidad de que alguien diga que le parezco suficiente y no me paro a ver los contras.
—Soy estúpida. Siempre lo voy a seguir siendo. Vi las señales con Nathan, lo hice, y jamás quise creerlo solo por un par de palabras lindas —suelto entre sollozos—. Me dejé llevar porque alguien por fin me quería que no paré a pensar si todo era solo una farza. Ni siquiera lo dudé cuando pasó otra vez, las señales siempre estuvieron ahí y no lo quise ver solo porque me dejé engañar por sus palabras. Soy tan ridícula.
Siento unos brazos rodear mi cuerpo mientras mis manos ocultan mi cara. Sé que ha sido Clau ya que es la que ha estado a mi lado.
—No eres estúpida, mucho menos ridícula.
—Sí lo soy —la interrumpo—. Por eso nunca les dije nada, por eso quería alejarme de ustedes. Lo hice poco a poco para no sentirme mal si terminaba ocurriendo en verdad. No quise hablarles sobre él porque me abrirían los ojos y yo no quería salir de la mentira en que me tenían. Eso solo lo hace alguien estúpido.
Silencio. Eso es lo que escucho, un silencio sepulcral que arrasa toda la habitación. Uno que otro sollozo es lo único que lo interrumpe.
Las manos de Clau acarician mi cabello con lentitud mientras sigo dejando las lágrimas salir.
—Nosotras siempre estaremos para ti, June —la voz de Natele se escucha cercana—. Así como lo estuviste muchas veces para nosotras. Eres nuestra amiga, joder. Y créeme que llamo a muy pocas personas como tal. Estamos juntas desde preescolar, ¿de verdad sientes que ya no te queremos con nosotras? —siento como la cama se hunde a mi lado por su peso—. Y no, no eres estúpida, no eres nada de como te estás describiendo, nunca lo has sido... y sabes que odio las demostraciones de afecto en público y que jamás tengo nada que decir así que, ¿podrías verme de una jodida vez?
Estoy segura que haber sido en otro momento habrías reído por sus palabras, pero ahora… apenas puedo obedecer a su orden.
—Es muy soso esto que tengo por decir —rueda los ojos, pero una sonrisa abarca su expresión, una sincera—. Pero somos nosotras tres, siempre lo hemos sido, siempre lo seremos. Nos componemos a la perfección y así seguirá siendo por mucho tiempo. Nunca dudes en hablar de algo con nosotras, June. Siempre escucharemos.
—Siempre estaremos dispuestas a ayudarte. —asiente Clau, de acuerdo con las palabras de Natele—. No dejes que tu inseguridad dude de nuestra amistad, no dejes que gane alguna batalla. Eres más fuerte que ella y lo sabes, pero tienes miedo y… eso está bien, tienes miedo, todos tenemos miedo muchas veces. Pero no te llames como lo has hecho, es lo único que la vocecita en tu cabeza quiere, hacerte sufrir. No dejes que gane.
Dije que no tenía una mejor amiga, tal vez eso fue en lo único que acerté en todas mis falsas palabras, porque en realidad tengo dos mejores amigas.
Y ahora es que me estoy dando cuenta.
🎼
Una pijamada.
¿Desde cuándo no tenía una? Creo que desde que entramos en preparatoria.
Clau y Natele pidieron permiso para quedarse a dormir junto a mí. No iban a probar nada que hubiera sido cocinado por mi hermano porque, desde siempre, han acostumbrado a ser enemigos. Pelean por todo, cualquier cosa. Siempre me divirtió y claro que me ponía del lado de ellas. Por más que August pudiera ser mi hermano, sí puede pasarse de fastidioso.
En fin, obligaron a August a pedir pizza mientras fuimos a comprar para hacer galletas —tambien después de haber obligado a mi hermano a llevarnos en su auto—. Aquí estamos, Clau nos guía, ya que ella es la que sabe un poco más de repostería, mientras ayuda con una que otra cosa. Mi hermano también está con nosotras, pero solo lanzando comentarios burlones hacia las chicas. Y es que ellas logran contestarle con tanta genialidad que le callan la boca por un rato.
Nos pasamos el resto de la tarde hablando sobre lo que había pasado con Bradley. Como dije, llovieron un montón de quejas e indignaciones por no haberles contado nada, pero al final me dieron varios consejos y comentarios de aliento.
También llegamos a una cosa en común: Bradley Elliat es un idiota.
Sus quejas sobre él no tardaron. Clau se arrepintió cada segundo por haber hablado de lo perfecto que era y se lamentaba de no haber visto más allá. Natele solo asentía con que lo describía demasiado bueno para ser verdad y que nadie podía ser así, y yo… solo me reía de vez en cuando de sus comentarios.
Este día ha sido genial. Me desahogué en todo lo que tenía retenido desde hace muchos. Me disculpé con ellas —a pesar de que rechazaron cualquier intento de perdón—, y siento como si ahora empezaramos de nuevo. Es… increíble.
—¡Para ti no hay galletas! —chilla Clau, sacándome de mis pensamientos.
La escena es algo divertida. Natele tiene la bandeja llena de galletas por encima de su cabeza mientras Clau empuja por el pecho a August, quien alza los brazos tratando de tomar alguna.
—¡Pero yo quiero!
—¡No ayudaste en hacerlas! —concuerda Natele—. ¡No las mereces!
Río, claro que lo hago. Niego con la cabeza mientras observo la pelea entre ellos. Siempre me ha divertido cómo se odian, aunque sé que no es más que una farsa y se pelean solo por diversión.
De pronto escucho el sonido de un celular, bajo la vista para ver de quién se trata y hago una mueca en cuanto veo el número desconocido.
Miles de pensamientos de quién podría ser me ahogan. Entre ellos están personas como: Nathan, Madeline y Bradley, lo sé, es ridículo, pero tiendo a sobre pensar demasiado, creo haberlo comentado.
Mi corazón palpita a una velocidad abrumante en cuanto tomo el aparato en mis manos y, aun con un par de dudas, activo la llamada.
—¿June? —habla la voz al otro lado de la línea.
La reconozco enseguida, mi cuerpo se tensa y corto con tanta rapidez que hasta me sorprendo. No quiero escuchar lo que tenga por decir, mucho menos ahora.
—¿Quien era? —la voz de August llega a mis oídos—. Estás pálida, hermana.
Levanto la vista para ver cómo los tres me miran de forma cautelosa. Paso mis manos por mi cabello mientras trato de inhalar algo de aire. Buscando un poco de calma a los nervios que se han instalado en mí de pronto.
—Papá. Me ha llamado.
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