Capítulo 16

¿Me decepciono... o no me decepciono? ¿Lo acepto o no lo acepto? Ya no sé qué hacer.

Roman Casey… ¿Cómo es que no había escuchado su apellido antes?

—No quiero parecer extraño, pero estuviste toda la hora observando a Roman de reojo —la voz de Bradley llega a mis oídos. Estamos caminando por los pasillos del instituto—. ¿Hay algo de lo que deba preocuparme?

Puedo entender un poco del doble sentido y sé que él lo ha hecho con esa intención. 

Lo observo entonces, con una pequeña mueca en mi expresión. Bradley ríe abiertamente y niega.

—Es broma —admite—. A menos que te vayan los menores.

Y tan solo pensar que él es mi medio hermano hace que los comentarios de Bradley sean… raros.

—No, claro que no. —suelto, un poco incómoda.

Él parece notarlo porque deja el tema pasar.

—¿Qué clase tienes ahora? Filosofía, ¿no?

—¿Te sabes mis horarios?

—Estamos en la misma clase, June. —ríe por lo bajo.

Estoy más que segura que si el comentario lo hubiera soltado con cualquier otra persona, mi cara justo en este momento estuviera ardiendo en vergüenza. Pero con Bradley… con él no puedo sentir bochorno, solo diversión.

Me gusta eso.

—Oh, lo siento. Es que notar tu presencia en el salón de clases es algo complicada, jamás te haces notar. —el tono de mi voz está lleno de sarcasmo.

Vuelve a reír. Ha recuperado su sonrisa un rato después de empezar con la hora del club. Luego de yo haberle lanzado otro de mis comentarios para nada agradables. Volver a escucharlo reír se sintió como todo un alivio.

—Sobre todo con filosofía —asiente, siguiéndome el ritmo.

A Bradley le encanta opinar en esa clase, siempre tiene algo que aportar con el profesor Duyn, siempre. He empezando a notar las miradas recelosas que le envía Nathan cada vez que él abre la boca. Debo admitir que me llena de satisfacción verlo sin nada que aportar y molesto por eso.

Llegamos a nuestros casilleros, casi parece una casualidad que estén al lado del otro. Busco mi libro y lo cierro mientras observo de reojo los movimientos de Bradley. Él solo se dispone a observar un momento lo que tiene dentro del suyo, saca un libro y lo cierra.

—¿Quieres que te acompañe al salón?

—Oh, no, no. No hace falta. No quiero causar molestias. —admito con sinceridad—. Anda con tus amigos, estoy segura que ya encontraré a los míos. No te preocupes.

La sonrisa en su rostro solo aumentó con mis palabras.

—¿Amigos? Mhmm, podría decir que mis únicos amigos aquí son Carless, Exar y tú —¿Por qué he sentido una pequeña punzada en mi pecho cuando me nombró como su amiga?—. A Jansen solo me acercó porque mis padre son amigos de los suyos y pues… Madeline que parece no separarse de él, pero no, a ellos no los consideraría… amigos.

—Oh. —no encuentro qué más decir, espero no haberme visto patética.

—Sí, oh —ríe entre dientes—. Es lo que pasa cuando eres nuevo. ¿Sabes?

—Suenas acostumbrado. ¿Has estado en muchas instituciones anteriormente?

—No —ni siquiera se detiene a dudar—. Solo en una..., pero nos mudamos a Oklahoma y no tuve elección.

Busco qué decir, dejando el peso caer en mi otra pierna.

—Debe de haber sido difícil despedirte de tus amigos. Si estudiaste por tanto tiempo…

—Para nada. ¿Te puedo confesar algo? —se toma mi silencio como una afirmación—. No sabes cuánto me alegré cuando mis padres dijeron que nos mudariamos. Creo que fui la persona más feliz en todo un radio de dos mil kilómetros.

Un pequeño silencio se arma alrededor, interrumpiendolo los pasos apresurados de el resto de estudiantes a nuestro lado.

—¿Recuerdas cuando te dije…? El primer día que «hablamos» —hace comillas en la última palabra—. Te dije que sabía más de lo que aparentaba al respecto de lo que te pasaba —lo recuerdo, no le presté atención a esa frase en su momento, ahora me parece… intrigante—. En eso tampoco mentía. En nada, en realidad, pero estás empeñada en hacer que así sea.

—Yo no…

—¿Vamos? —pregunta, en cuanto nota que no sigo con la oración.

Mis labios dejan escapar un suspiro y sus ojos verdes manzana bajan a mi boca ante tal acto. Un pequeño nudo de nervios se empieza a crear en mí por esa pequeña acción.

—Vamos —digo, solo para que devuelva la vista a mis ojos.

Él parece recordar sus palabras anteriores, aunque le cuesta un par de segundos, y niega precipitadamente.

—Sí…

Así empezamos otra pequeña caminata, una un poco más tensa en el que ninguno dice nada. Estoy tan nerviosa por el chico a mi lado que me olvido por completo del resto, quienes nos observan de reojo.

—Yo..., June, estoy empezando a desesperarme. —el sonido de su voz me hace voltear y observarlo, sin entender bien sus palabras.

—¿Y eso por…?

—Porque aún no me das permiso de dejarme caer sobre tus labios.

Así, sin redeos, sin indirectas ni vacilación. Solo lo ha dicho, y mi estómago se empezó a sentir como si cayera en picada.

Trago saliva, hago todo lo posible para evitar hacer llegar el momento en que tenga que contestar.

¿Quiero besar a Bradley Elliat? Creo que ninguna chica pueda negarse ante tal petición, pero yo…

¿Y si no lo hago bien? ¿Y si cometo algún error? ¿Y si me cree demasiado novata?

Podría no gustarle y no querer hacerlo nunca más. Podría simplemente seguir con un plan de gastarme una broma justo como Nathan lo había hecho. Podría…

Demonios, odio ser tan insegura conmigo misma.

Me detengo, no por algo en sí, si no por el lugar en que nos encontramos. Bradley se detiene casi de inmediato y lleva su vista hasta mi rostro.

—Si te molesta este tipo de comentarios solo dímelo —habla, parece ahora algo serio… o nervioso—. Como te dije, tiendo a ser…

Pero no lo dejo terminar. Con una pequeña pizca de valentía poca acumulada en mí, tomo su brazo y lo jalo para adentrarnos al único lugar en que puedo ser invisible por completo.

Mi lindo escondite.

Desde que yo sé, nadie además de mí ha entrado jamás. Ni siquiera Clau o Natele. Pero cuando Bradley apareció ayer por esa puerta… supe que no sería la última vez que lo haría.

Y ahora, lo he hecho pasar por mi cuenta.

Parece un tanto sorprendido de estar de nuevo aquí, observa con la boca semi-abierta alrededor, pero por muy poco tiempo porque devuelve su vista a mi rostro, mis ojos.

—Dime por favor que eso es un sí. —suplica, aunque con la misma y enorme sonrisa de siempre.

No soy de tomar iniciativas, prefiero dejarme llevar por las circunstancias. Pero creo que mi mente y todos los "y si" en ella se han cerrado para que mi corazón sea el que tome la decisión.

Solo espero no arrepentirme de esto.

—Lo es. —afirmo, logrando ver la emoción en sus ojos verdes.

—No tienes idea de cuánto deseé escucharlo.

Y así, siento sus grandes manos acunar mi rostro. Un pequeño revoltijo de nervios se apodera de mí pero me obligo a olvidar todo tipo de pensamientos que puedan hacer retractarme de mi decisión.

Nos miramos por segundos, sus ojos verdes chispean felicidad genuina, lo parece de verdad. Acerca su rostro hasta el mío, lentamente mientras mi corazón me amenaza con salirse, estoy segura que Bradley sabe lo acelerado que está.

Y es por él.

Por fin siento el tacto de sus labios contra los míos, parece notar mis nervios porque se mueve lento, permitiendo que pueda seguirle el ritmo con facilidad. Trato de dejarme llevar mientras siento sus suaves labios sobre mí, se siente tan condenadamente bien.

No soy una experta en besar, aunque lo he hecho un par de veces, pero creo que aún no he aprendido a hacerlo bien, si es que hay una manera de ello. Al principio temo que Bradley se aleje porque al final resultó no ser tan bueno como pensaba, pero trato de dejar mis inseguridades de lado mientras sigo con sus labios sobre los míos.

Poco a poco va agarrando rapidez, él profundiza el beso poniendo una de sus manos en mi nuca. Me dejo llevar, seguirle el ritmo ha sido muy fácil hasta ahora. Él se mueve un poco, pegando su cuerpo al mío, todo lo contrario a lo que pensé que haría. Me encuentro mareada por su varonil perfume y sus labios firmes sobre los míos, no nos tomamos tiempo en agarrar aire. Siento de pronto el frío de la pared contra mi espalda, ni siquiera he notado el momento en que mis piernas se han movido, pero ahora estoy acorralada, no me molesta, lo único que quiero es seguir sintiendo su toque.

—Dije que sería el hombre más feliz del mundo cuando esto pasara —se aleja un poco, con su respiración entrecortada tratando de tomar aire—. Y estuve en lo correcto.

🎼

—Oh, rayos —sin darme cuenta, siento sus fríos dedos sobre mi mejilla, haciéndome voltear la cabeza—. Mira allá.

No entiendo a lo que se refiere, hasta que diviso la cabellera amarilla de Natele moverse por el viento, tapando un poco la escena que mis ojos presencian.

Escucho la pequeña risita de Clau a mi lado, observando cómo nuestra amiga parece perder el control de sus emociones agarrando por la nuca a Zachar. Se están besando, en un sitio público.

Estoy empezando a creer que Natele no es consciente de dónde está. Es decir, ella odia el contacto en público, y ahora… parece haber olvidado ese pequeño dato.

—¿De verdad sabe dónde se encuentra? —me escucho preguntar. Sin poder despegar mis ojos de la escena, a pesar de lo incómodo que me resulta—. Es decir, parecen que se están comiendo entre ambos.

—Y tanto que se quejó de «la escena» de la cafetería de Madeline y Bradley el otro día —ríe Clau—. Ahora está haciendo justo eso.

Claro que Clau no sabe nada lo que ha pasado con Bradley y yo estos últimos días, mucho menos que hace no más de dos horas estuvimos ocupados entre las paredes desoladas besándonos como si de verdad no hubiera existido el mañana.

Se me revuelve el estómago tan solo recordarlo.

No puedo decírselo, no me atrevo. Ni siquiera puedo imaginar cómo podría reaccionar. Sí, es mi amiga, y la más cercana que jamás he tenido… pero no mi mejor amiga.

Creo que nunca llegaré a tener a alguien como tal.

Así que no, no quiero ni siquiera pensarlo. Sobre todo cuando hace tan solo un día Madeline le estaba comiendo la boca frente a toda una cafetería.

Demonios. Me estoy empezando a arrepentir de lo que ocurrió.

Qué tonta he sido.

Salgo de mis pensamientos en cuanto siento otra presencia frente a mí. Natele. Ni siquiera sé en qué momento se ha acercado.

—¿Nos vamos? —pregunta tranquila, como si no hubiera montado tremendo espectáculo hace segundos.

—¿Irnos? —Clau parecía pensar lo mismo que yo—. ¡¿Cómo que irnos?! ¡Necesito los detalles!

—¡Shhhhh! —se queja la rubia, rodando los ojos—. En el camino. Ahora vámonos.

Clau la observa con los ojos entrecerrados, pero no tarda en aceptar y comienza a andar. Ellas empiezan el camino mientras hablan de lo que ha pasado, yo me esfuerzo por seguirles el paso sin obsevar a los lados. Aún estamos en plena preparatoria y tengo cientas de miradas sobre mí. O, por lo menos, así lo siento.

—Quería despedirse —se hunde de hombros—. No es para tanto.

—Sabes que al menos la mitad del instituto te vio, ¿verdad?

Natele resopla, como si de verdad no le hubiera importado aquello, pero tanto Clau como yo sabemos que no es así. Ella es tan cerrada como yo.

—No importa.

—¡Viva el amor!

—¡Clau, baja la voz, joder! —chilla Natele, alzando un poco los brazos.

—¿Y tú, June? —me observa Clau—. Estás muy callada, mujer. Dime que estás tan feliz como yo que nuestra amiga haya encontrado a su alma gemela.

—Primero: no es mi alma gemela, es solo Zachar. Segundo: ¿es que no puedo tener un poco de diversión alguna vez? Y tercero: entiendo que te guste ser vivaz, Clau. Pero, por lo que más quieras, baja la voz. —suplica lo último, ya cansada de los chillidos de Clau.

Ella ríe, sin prestarle atención a Nat.

—Claro. —niega y, sin despegar la vista de la calle frente a ella, se dirige a mí—. June. De verdad estás muy callada, ¿seguro que no te pasa algo?

Natele me observa de reojo. Aunque no dice nada sé que carga la misma pregunta de Clau en mente. Pero yo niego con la cabeza un par de veces.

—Claro que no. Nada… d-de verdad. —trato de no vacilar, aunque es un poco complicado.

En realidad no tengo ni idea de lo que me pasa. Tal vez porque he pensado bastante lo que ocurrió con Bradley en mi pequeño escondite y le he dado tantas vueltas que siento que no fue lo correcto.

No puedo dejarme llevar por nadie, eso me he dicho antes de empezar mi último año de instituto y no ha pasado un mes cuando mandé la orden al demonio.

¿Y si resulta no ser lo que estoy esperando?

¿Acaso estoy esperando algo?

Tengo miedo con volver a caer en alguna trampa. De volver a decepcionarme. Y no sé por qué siento que es justo lo que haré con Bradley.

Decepcionarme.

—Ay, no jodan.

Levanto mi rostro, llevando mis ojos al lugar en que Natele se ha quejado. Ve a lo que parece un punto al azar, Clau también lo hace y niega con la cabeza.

La curiosidad puede conmigo así que llevo mis ojos a enfocar el sitio en que… diablos. Paro en seco, mis piernas quedan frías en su sitio mientras mis ojos detallan la escena donde… Bradley y Madeline son protagonistas.

Ella descansa su brazo de forma descuidada por los hombros de Bradley. Parecen muy comprometidos con lo que se están diciendo. Madeline dice algo y él sonríe de inmediato, respondiendole. Sus rostros están tan cerca que con tan solo moverse unos tres centímetros, tal vez, lograrían unir sus labios.

De pronto siento mis ojos cristalizarse y mi garganta formar un nudo.

—Eso sí que no es una escena digna de admiración. —escucho a Natele quejarse, pero parece en la lejanía.

Madeline mueve la cabeza, de pronto da una pequeña vuelta y me observa de reojo. No sé por qué, pero estoy segura que es a mí. Una pequeña sonrisa cruza por su rostro para volver a ver a Bradley de inmediato. Él parece no darse cuenta, solo la detalla, la observa a ella, como si no existiera o no le importara más nadie en el mundo.

Esto es a lo que me refiero cuando hablo de que pueda decepcionarme. Y de las mil y un maneras en que puede hacerlo siempre elige la que trata de negar.

La mentira.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top