Capítulo 14

Volver a verlo después de tanto tiempo no fue como esperé. Mucho menos al saber...

¿Eso había sido una pregunta a la que tenía que darle respuesta?

Mejor interrogante. ¿Estuvo bien haberme ido corriendo en cuanto comprendí que todo aquello lo decía en serio?

Lo hice, él parecía dispuesto a seguir acercándose y yo a alejarlo. No quería que lo hiciera, mucho menos que me besara. No cuando ni siquiera había pasado media hora de su apasionado beso con Madeline, no iba a dejar que lo intentara.

A pesar de que había algo en mí… algo que lo quería.

Pero no, esto es solo los malos síntomas de una atracción que estoy empezando a sentir, así como por muchos lo hice, esa que desaparece a las semanas. No hay por qué llevarlo más allá, mucho menos cuando me he prometido no hacerlo con nadie más en esta estúpida preparatoria.

Porque sí, luego de la exposición de Nathan en mi contra, me dije que sería la última vez que confiaría en alguien de aquí. No puedo romper esa pequeña regla de oro, mucho menos con alguien que parece ser un mentiroso patológico como Bradley Elliat.

El chico me sigue mintiendo, eso es obvio. No importa lo sincero que suene con sus palabras, me miente. Yo lo sé.

Me mintió con el vídeo, también lo hizo con Madeline. ¿Lo estará haciendo igual con su «atracción» hacía mí? No me extrañaría, pero, ¿por qué?

¿Por qué decir todo eso cuando no tenemos casi tiempo de hablar? ¿Acaso se habrá juntado con Madeline para hacerme otra broma?

Sí, tiene que ser eso. Él… él se la pasa junto a Madeline y Jansen, típicos mediocres de toda la institución. Es obvio que no se quedarían de brazos cruzados y jugarían con Nathan para ver quién podría hundirme más.

¿De verdad te crees tan importante?

O no… la voz en mi cabeza tiene razón. Ellos no se molestarían en hacer nada en mi contra porque no soy importante, no soy alguien a quien todos quieran fastidiar.

Ya ni sé qué me ocurre.

Pero hay unos puntos claros. Eso de Bradley… no es genuino y yo, a partir de este momento tomaré toda la distancia posible contra él.

No quiero nada que tenga que ver con Bradley Elliat a partir de ahora.

—June, abre. —la voz de Ausgut se escucha desesperada.

Sí, estoy en mi habitación, lugar donde puedo pensar —o sobrepensar todo—, mejor. He llegado hace poco y no tardé en encerrarme aquí para tirarme en mi cama y desahogarme conmigo misma.

Me levanto en cuanto escucho el tono de mi hermano, parece ansioso, apresurado. Algo no normal en él.

En el momento en que abro la puerta lo primero que capta mi vista es la alta figura de August frente a mí, carga su celular en mano y sus ojos parecen brillantes, chispeantes. Preocupados.

—¿Se puede saber qué te pasa?

—June… —abre la boca pero no sale nada más de ella. Niega con la cabeza una y otra vez, su desesperación me está preocupando—. June, maldición.

Entonces, sin siquiera preguntar, entra a mi habitación. Cae en mi cama provocando que esta se hunda por su enorme peso.

Abatido, es la única palabra con la que puedo describirlo.

—¡August, me estás asustando!

Me planto frente a él, donde sus ojos puedan observarme, y le dedico una mirada desconcertada, con los brazos en jarra.

—¿Qué pasa?

Él vuelve a abrir la boca, pero, de nuevo, nada sale. No falta decir que es todo un dramático cuando se lo propone, pero no puedo evitar sentirme con tal desconcierto.

—Papá está viniendo. —susurra, con la cara pegada al colchón.

—¿Qué? —suelto, a pesar de que lo he escuchado a la perfección.

Él se levanta de un brinco, sin quitarme la vista de encima pasa su mano por su cabellera naranja. De verdad que parece que me está dando la peor noticia de todas.

Y… bueno, no es para menos.

—¿Cómo que papá está viviendo?

—¡Llamó de un número desconocido, atendí porque no pensé que podía tratarse de él! ¡¿Cómo iba a pensar de que podría tratarse de él?! —se lamenta—. ¡A pesar de que le insistí un millón de veces que no tenía nada que hacer aquí, dijo que estaba en camino!

Papá. Frenner Casey. La persona que nos había abandonado cuando yo apenas tenía ocho y August nueve años.

Recuerdo el día de su despedida, llegó a casa, nos llamó a mi hermano y a mí y, a pesar de las insistencias de mamá por que no lo hiciera, él se agachó frente a ambos y nos habló:

«—Ustedes son mis hijos, siempre los tendré en estima, siempre estarán en mi corazón… pero no puedo seguir aquí cerca de todo esto. No vendrán conmigo, quedarán con mamá, yo estaré bien, se los prometo. No quiero que lloren por mi ausencia, tampoco que peleen con su madre por la misma. Quiero que sean buenos niños, ¿bien? Yo siempre los llevaré en mi corazón, lo saben ¿no? Los amo»

Jamás olvidaría esas palabras. Ese día solo… desapareció, nunca nos dijo paradero, ni si algún día lo íbamos a volver a ver. Solo se fue, tanto como si hubiera muerto.

Pero luego, cuando crecimos, mi hermano y yo descubrimos que en realidad iba a empezar su nueva vida junto con su nueva familia y no quería nada que tuviera que ver con nosotros. Mamá había hecho todo lo posible por acultarnoslo pero no lo logró, ella sabía que tarde o temprano iba a llegar esa información hasta nosotros. Pero trató de evitarnos el dolor… aunque no puedo hacerlo tan bien.

No supe más de él desde ese día, ninguno lo hizo. Había cumplido su palabra de desaparecer, así que nos habíamos tenido que adaptar a ya no tenerlo con nosotros. Costó, al principio sí que lo hizo, pero después… ni siquiera recordaba que alguna vez estuvo.

Pero ahora está a punto de llegar a casa, después de nueve años sin verlo a la cara.

—Aún tenemos tiempo de escapar —eso lo dice August. Claro que lo único que hago es regalarle una incrédula mirada.

—No, August. Lo esperaremos.

—¿Lo quieres ver? —parece, de verdad, indignado.

¿Que si quiero? La verdad no me importa, al fin y al cabo, he aprendido a no necesitarlo. No lo haré jamás, pero tenerlo frente a mí de nuevo… sería bueno, tengo que admitirlo.

—No, pero alguno de los dos tiene que mantener la calma y tú no pareces el indicado para ello.

Es verdad, August parece que está por hiperventilar. Pero es solo un exagerado.

Entonces suena el timbre de la puerta principal, avisándonos que alguien está frente a ella.

Papá ha llegado.

—Lo echaré a patadas.

—¡August, no! —tomo su brazo antes de que pueda salir por la puerta—. ¿Estás loco? No, le abriremos.

—¡¿Tú estás loca?!

Suspiro. De verdad que me está empezando a molestar su actitud. Tampoco es para tanto.

¿Segura?

Bueno, no. Pero no quiero pensar en los contras. Ya está aquí, ya no se puede hacer nada más. Echarlo no será lo mejor para ninguno.

—Ay, August. Deja tu drama y anda a abrir.

—¡Anda tú si tanto lo quieres aquí! —se sienta en la esquina de mi cama y se cruza de brazos, parece dispuesto a no moverse de su lugar.

No puedo creer que él sea el mayor de los dos.

El timbre vuelve a sonar, y yo me estoy desesperando.

—Bien, lo haré yo. ¡Pero eso no quitará el hecho de que te comportas como un inmaduro!

Salgo de mi habitación sin esperar su respuesta, bajo las escaleras mientras pienso en lo que va a pasar a continuación. No tuve tiempo de prepararme mentalmente gracias a estar peleando con mi hermano por su ridícula inmadurez. ¡Parece un crío!

Bien, solo tomo una pequeña bocana de aire mientras mi mano se cierra en la manilla. Exhalo, mis ojos se mantienen cerrados hasta que abro la puerta. Preparada para lo que ocurrirá a continuación.

La enorme figura frente a mí me observa de arriba a abajo, en silencio, así que yo me atrevo a hacer lo mismo. Cabellera amarillenta, ojos cafés, barba poco pronunciada. Alto y corpulento. Con un par de arrugas en su rostro que me hacen ver que sí ha cambiado algo.

Mi padre.

—June, casi no pude reconocerte.

No digo nada, ni siquiera me muevo, no puedo. Mi boca parece volver a quedarse sin habla mientras lo contemplo.

—¿Cómo estás, hija mía?

Pero sus palabras me hacen salir del pequeño hechizo. ¿Ahora me trata como hija mía? ¿Después de su abandonó? ¿De verdad pretende llegar como si nada?

Vaya, estoy empezando a entender la furia de August.

—¿Qué haces aquí? —pregunto en cambio, mi voz suena demasiado tajante. De la misma manera que uso para lanzarle comentarios a Bradley.

¿De verdad sigo pensando en él en este momento?

Niego con la cabeza, tengo que alejar todos esos pensamientos ridículos y concentrarme en quien tengo frente a mí.

—¡Te dije que no te quería aquí! —el grito furioso de mi hermano detiene la respuesta de el hombre a centímetros.

Y August aparece en mi campo de visión, como el ridículo sobreprotector que es, se interpone entre él y yo. Dejándome ver solo su espalda.

—Y yo te dije que igual vendría —papá parece tan calmado… a comparación de mi hermano—. Tengo el derecho, y lo sabes, August —él no dice nada, pero se tensa al escuchar su nombre—. Mírate, has crecido un montón.

—Nos dejaste cuando a penas y empezábamos a saber lo que era dividir entre tres, claro que debimos haber cambiado un poco —el tono hosco está siempre en su voz.

No puedo ver a papá, solo la enorme y obstaculosa espalda de mi hermano, es asfixiante. Por eso decido en hacerme a un lado y llegar hasta la misma altura que él. Ambos codo a codo.

Papá permanece impausible, no le dice nada a August, solo se permite negar con la cabeza mientras una sonrisa aparece en su rostro.

—Está bien. Hijos, sé que hice mal con dejarlos y ahora pensaran que…

—Nada —interrumpe el chico a mi lado—. Lárgate.

Pierdo el hilo de la pelea entre ambos en cuanto diviso el auto, que supongo le pertenece, aparcado justo al frente de casa. Hay una puerta abierta, la trasera, y una figura se mueve en ella. Inquieto... una cabellera caoba que reconozco por poco.

No puede estar pasando.

—¿Es tu hijo? —me escucho preguntar, aún demasiado estupefacta para poder verlo a la cara.

No sé si alguno de los dos me ha escuchado, pero las palabras han parado. Siento el peso de un par de miradas y entiendo que sí lo han hecho.

Pasan segundos, unos que siento como minutos, en los que no puedo apartar mi vista del vehículo, del chico dentro de él, en realidad. Siento un pequeño nudo en mi garganta.

«—¿Estuviste antes en el club?

—No, es la primera vez. Pero practiqué un par de veces en casa, papá me ha enseñado, lo hace de vez en cuando. Supongo que es buen maestro»

Siento algo incómodo atravesar mi estómago, otro nudo. Parece desenvolverse en él porque el dolor es intenso.

—Sí, es… es mi hijo. Roman.

La vista del chico cae en mí, como si yo lo hubiera llamado. Apuesto a que él sabe por qué su... padre ha venido para acá y, por eso mismo, ahora nos observamos en un silencio tenso.

No puede estar pasando.

Estoy segura que vomitaré en cualquier momento.

Ese chico ha estado tan cerca de mí todos los días de aquella exhaustiva semana… todos. Y jamás pensé nada sobre él, sobre su vida. Sus padres… demonios, demonios.

—¿Y lo trajiste para…? —obviamente a August no le afecta, no lo conoce.

—Quería pasar un rato en familia…

Pero no puede terminar la oración porque mi hermano ya se está riendo, una carcajada un tanto amargada.

—Tú ya no eres nuestra familia, Renner.

Y cuando trata de cerrarle la puerta en la cara, papá no se lo permite.

—Lo habías visto, ¿verdad? —se dirige a mí. Yo, que aún siento mi corazón bombear frenéticamente.

No entiendo al principio a lo que se refiere, hasta que caigo en cuenta que habla de Roman.

—Vine justo por eso. Cuando me dijo que había entrado al club de música y que había una chica con el mismo apellido de él tuve que investigar para ver si en realidad se trataba de ti. Me di cuenta de que ya no sabía nada de ustedes, de lo mal padre que había sido. Quiero enmendarlo. De verdad.

—Perdiste tu oportunidad hace nueve años. —brama August, he notado que se acercó a mí un poco en cuanto papá me habló—. No lo diré de nuevo, lar-ga-te. Ninguno de los dos te queremos ahora, mucho menos aquí.

Papá toma una profunda bocana de aire, nos observa por un momento y, para sorpresa tanto de August como mía, cede. Da un paso atrás, pero sin quitarnos la vista.

—Supe que su madre no ha estado por aquí desde hace mucho tiempo. June aún es menor de edad, la está dejando a su suerte.

—Está conmigo.

Pero él niega.

—No tienes una prueba legal para aprobarte como tutor temporal, hijo.

—¿Y que harás? ¿Pedir la tutela de June cuando no faltan más de diez meses para que cumpla la mayoría de edad? Solo perderías el tiempo.

—Ya lo veremos.

Y así, se retira. Sin despedirse, solo da media vuelta y sigue su camino.

—Idiota. —brama mi hermano.

Pero yo solo me permito inhalar con calma. Se ha marchado, también Roman… es, es... demonios.

August se da cuenta de mi estado porque me abraza de inmediato, dejando reposar su mentón en mi cabeza.

—Tranquila, hermana. Hemos vuelto a ser solo tú y yo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top