Capítulo 11
A este punto ya estoy lo suficiente preocupada por mí y mis "sentimientos".
Semanas, días, horas. No tengo ni idea de cuánto ha pasado.
Las clases siempre causan eso, pierdo la noción del tiempo gracias a los estudios y las enormes y aburridas charlas de los profesores. Sé nada más cuando ha culminado el día porque el sol desaparece y la oscuridad me crea un sueño extremista. Y también cuando llega el fin de semana ya que son los únicos días en los que puedo seguir en cama pasadas las ocho.
Así que, de acuerdo a ello, ha pasado una semana y dos días desde que empezó el club.
Dos semanas y dos días desde que las clases empezaron, y siento que llevo toda la vida en esto.
Los dedos de mis manos se tocan nerviosamente, apenas siento los latidos de mi corazón y estoy al tanto que me romperé el labio inferior si no dejo de morderlo ahora mismo. La ansiedad me consume mientras la profesora Mark nos entrega las notas de su primer examen del año escolar.
Estoy nerviosa. Mucho.
Francés no es mi fuerte, prefiero las clases como Lengua, historia o filosofía. Pero no idiomas, apenas y puedo hablar el mío. Por eso mismo estuve todo el fin de semana estudiando porque, aunque no me importen en absoluto las clases y nada que tenga que ver con tareas, me gusta sacar buenas notas.
Entonces la hoja cae en mi puesto, volteada.
Genial, para crear más espectativa. La profesora Mark ni siquiera me mira, solo sigue repartiendo sin hablar con nadie, como si ninguno existiera.
Es tan insoportable como su hijo.
Mi corazón parece haber despertado porque golpea mi caja torácica como si tuviera ganas de salir de ella. Dejo escapar todo el aire retenido en mis pulmones y cierro los ojos.
Parezco dramática, pero es que no puedo permitirme sacar menos de un 6, sería mi ruina.
9
très bien!
¡Un nueve!
Demonios, tengo ganas de gritar y saltar por todo el salón. ¡He sacado un nueve!
Me trago mi emoción mientras observo con los ojos demasiado abiertos ese nueve, sin poder creer que de verdad me pertenece.
Las clases terminan un rato después y me encuentro buscando a mis amigas por cualquier lugar. No las veo. Creo que era un tanto probable ya que ambas tenían clase al otro lado del instituto.
Oh no.
Bueno, no puede haber problema. Ya es la hora de salida y puedo largarme de una vez, no es para tanto.
Tomo una bocana de aire y me encamino a la salida, trato de ver al frente e ignorar a cualquier persona que pase a mi alrededor, lo menos que quisiera ahora es toparme con alguien con ganas de molestar.
Siento demasiados ojos sobre mí, aunque tal vez solo sean alucinaciones mías apresuro el paso, doblando cuando es necesario y mis ojos viendo nada más que al frente. La puerta de salida está a tan solo metros.
Hay muchas personas en este pasillo, tal vez porque es el de salida del instituto. Trato de prestarles la menor atención posible mientras sigo sintiendo varias miradas puestas en mí.
Estoy tan concentrada en mi tarea de huir y solo ver a la puerta, que ni siquiera me doy cuenta el momento en que alguien choca conmigo, llegando por mi lado derecho.
—¡Mira por donde…! —la maldición de la voz masculina contra mí llega a mis oídos, pero no termina—. June.
Levanto la vista en cuanto escucho mi nombre y trato en que mi reacción no me delate cuando me encuentro con Nathan observandome con las cejas alzadas.
Él no, vamos.
Me muevo a un lado, dispuesta a huir de él y sus palabras. Pero toma mi brazo, reteniéndome.
—¿A dónde tanta prisa? —esboza una sonrisa, dejando ver sus perfectos y blancos dientes—. Tenemos algo de tiempo que no hablamos, June.
—Yo… tengo que irme. —mis palabras salen algo atropelladas, ahora quiero golpearme, nada más que por mostrar lo nerviosa que estoy frente a él.
—¿Tu novio te espera?
Lo observo, incrédula. Sé que solo lo dice para amargar más mi existencia. Pero me encuentro furiosa por esa ridícula pregunta.
—Sueltame, Nathan. —logro safarme de su agarre con un movimiento brusco.
—¿Te han molestado mis palabras?
Ahora entorno los ojos, doy media vuelta y busco salir de una vez, dispuesta a no seguir escuchando sus palabras.
La carcajada que produce antes de yo pasar por la puerta de salida me pone la piel de gallina.
Mi corazón, quien se encontraba a punto de salir por mi boca, ha empezado a relajarse en el momento que atravieso la salida, alejándome de Nathan… y de todos.
Por fin estoy al aire libre. Puedo inhalar con todas las ganas y huir. Camino con grandes zancadas hasta salir del gran patio que separa la institución de la calle.
Casi todas las tardes me voy con Natele y Clau, nos separamos cuando llegamos a casa de mi amiga de lentes, que está solo a un par de kilómetros. Natele se queda con ella a veces, y yo llamo a August para que me busque. En ocasiones me jalan hasta la casa para pasar un rato juntas.
No pienso estar un segundo más aquí con todas las miradas —imaginarias y no imaginarias—, sobre mí. Prefiero caminar un poco, a un parque que está a unos cuantos metros, y llamarlo desde ahí.
Es lo que hago, mi mente se pierde en lo hermoso que se ve el cielo con todas las franjas rosas y amarillas. Pensando en lo lindos que son los atardeceres.
Me gusta creer que es un lienzo, al cual toman todas las tardes para crear hermosas pinturas y deleitarnos.
No tardo tanto en llegar al parque, hay un par de personas caminando y una que otra sentada, tan metidos en sus pensamientos como yo. Saco mi celular de el bolsillo de mi pantalón y busco el número de mi hermano, no está tan lejos, claro, así que le doy a marcar.
Mientras la llamada está en espera levanto la vista, para ver si no estoy a punto de estrellarme de nuevo contra alguien, pero quedo fría en mi lugar cuando noto a una persona que conozco, a metros de mí. Quien también me observa, y también tiene un teléfono en su mano.
Sus ojos verdes manzana me escudriñan con sorpresa, su boca está semi abierta, pero cambia rápidamente la expresión por una sonrisa. Guarda su celular y se mueve en su lugar, para todo su cuerpo quedar justo frente a mí.
—June, un gusto volver a verte. —la enorme y brillante sonrisa de Bradley me da un gran saludo mientras me sigue observando.
Y yo debo de seguir con la cara perpleja. Es que… ay vamos, lo menos que esperé fue encontrarlo a él aquí.
—¿Ya voy por ti? —la voz de mi hermano, tras la línea, me hace volver en sí. Bajo mi vista al celular, recordando que estaba marcando a él. Pero ahora me encuentro incapaz de contestar—. ¿June?
Bradley me sigue observando, la sonrisa en su rostro ahora parece un poco divertida. Debo verme como una completa tonta ahora mismo.
—Yo… aún no. —y cuelgo.
Sí, he colgado. Y tampoco sé por qué lo hice.
Guardo mi celular, tratando de ganar tiempo para no levantar la vista de nuevo y encontrarme con su profunda mirada. Ni siquiera sé por qué he colgado, pude seguir con la llamada y tenerlo como excusa para alejarme de él. Pero no.
Estos días conociendo a Bradley han sido… muy buenos. Pero no lo sé, ahora siento demasiados nervios cuando caminamos a solas por los pasillos de la institución para llegar a nuestros casilleros, es algo que no entiendo. Cuando sus ojos caen sobre mí o su perfume llega a mis fosas nasales es algo… demonios.
No puede ser lo que estoy pensando, claro que no. Es imposible, nada más tenemos una semana de conocernos, desde que hablamos y…
Vale, tengo que dejar mis pensamientos a un lado.
—Hola, June.
—Hey. —digo pateticamente.
Observo de reojo a los alrededores, esperando encontrarme con Jansen, o cualquier persona que pueda estar acompañando a Bradley hasta acá. Pero no. No parece haber nadie más que él.
—¿Qué haces por aquí?
¿Que haga la pregunta es porque significa que sabe que no frecuento este sitio?
—Yo… no lo sé.
Una pequeña carcajada brota de él. Su risa es algo linda, ahora que puedo darme cuenta.
—Ya somos dos.
En el club ya no practicamos solo nosotros dos, ahora estamos los cinco reunidos en el circulo mientras Bradley escucha y toca. Admito que he aprendido algo de ello, es… divertido.
Desde aquel día, no lo he visto más tan desanimado. Siempre llega con la misma sonrisa brillante de todo el tiempo, ríe, echa chistes, mantiene la cabeza en alto, es directo… sigo sin saber qué pasó ese día.
—Estaba a punto de dar un solitario paseo. Pero creo que no me gusta la parte de solitario.
¿Me está invitando a acompañarlo? ¿Es eso? O no lo sé, no soy de captar indirectas.
Parece notar mis dudas porque ladea la cabeza, indicándome que sí me lo ha propuesto.
Entonces doy un paso adelante, dándole a entender que acepto la propuesta. Su sonrisa se incrementa pero trato de prestarle la más mínima atención a ello porque solo causará que los nervios aumenten.
—¿Cómo has estado? —pregunta. Tomo una pequeña y disimulada bocana de aire, tratando de recobrar la vida en mi mente y poder contestar.
—Bien, de hecho.
Hoy estuvimos en el club, también me acompañó como todos los días hasta los casilleros y fue normal. No entiendo mis nervios ahora.
Tal vez es la razón de que jamás había estado con él al aire libre.
Su cabellera marrón se mueve con el viento, dejando solo un poco de cabello sobre su frente. Su piel oscura parece brillar con el sol, sus brazos ahora se ven fuertes, noto el par de venas que se muestran en ellos, la manzana de Adam que se mueve en su garganta cuando traga…
Okey, me estoy pasando.
Trago saliva y observo al suelo. Me doy cuenta que él está caminando lento ya que yo lo estoy haciendo sin siquiera quererlo. Cuando levanto la vista, tratando de no verme más nerviosa, y lo observo de reojo, veo que está haciendo lo mismo conmigo.
Él ríe, la armoniosa carcajada resuena en mis oídos.
—Lo siento, estaba viendo… —toma silencio por unos segundos, como si se hubiera arrepentido de lo que estaba por decir—. Ahora que lo veo con más claridad… tu cabello…
No termina la pregunta, como si no supiera si podría incomodarme el hacerlo, pero entiendo a qué se refiere. Y no me importa decirlo en voz alta.
—Sí, es teñido. —acepto, asintiendo poco a poco.
Mi cabello natural es algo entre rubio y platino, al igual que el de papá. Me enteré lo de su nueva familia cuando tenía quince, me enojó tanto que odié cualquier cosa que nos mostrara como padre e hija, y después de miles de insistencias logré que mamá cediera en que mi cabello tuviera otro aspecto.
De ahí nació este color, quería que fuera algo como mi hermano y mamá, quienes tienen un color naranja. Después quedó esto, rojo vino que me encanta.
Me lo teñí antes de el comienzo de clases, el día del video tenía algunos mechones amarillentos, pero claro que eso no evitaría que nadie supiera quién era.
—Es lindo. —comenta Bradley, sacándome de mis pensamientos—. Te queda muy bien.
—Gracias…
Damos unos cuantos pasos, yo trato de observar cualquier cosa que no sea el chico a mi lado mientras siento como él no piensa lo mismo.
—¿Cómo van los estudios?
Debe de ser desesperante tratar de sacar conversación con alguien que no logra decir más de tres frases sin olvidar lo que son las palabras. Y aún así, Bradley lo intenta.
—Bien, de hecho… —por eso mismo trato de decir algo más que una respuesta corta—, justo hoy me entregaron la prueba de francés… bien.
—¿Cuánto obtuviste? A mí me la dieron ayer. La profesora Mark casi osa de ponerme un nueve. —se queja, como si tan solo el hecho de pensarlo fuera ridículo, teniendo aún la vista fija al frente.
No puedo evitar sentir mi querido nueve algo insignificante.
—Yo… obtuve un nueve.
Él me observa, la sonrisa que, al parecer, había desaparecido de sus labios, vuelve.
—Waoh. Eres todo un cerebrito, June Casey. —parece de verdad contento con la noticia.
Y yo no tengo idea de cómo reaccionar.
—No, claro que no —la risa nerviosa que sale de mí no ayuda—. Solo fue suerte.
—Muchas personas desmeritan su esfuerzo por la suerte, pero, ¿qué es ella? Nada más que una palabra —aporta casi de inmediato—. Si lograste pasar ese examen fue por tu esmero y tu dedicación, no por algo que se basa en ser una casualidad. Así que no dejes que nadie se atreva a decir que es la suerte lo que te ha llevado a donde estás, ni siquiera tú misma.
Yo sonrío, sus palabras son lindas y algo alentadoras. Así que me sorprendo cuando de mi boca sale, sin previo aviso, un:
—Tampoco creo que la suerte esté mucho de mi lado. —susurro, esperando que él no haya escuchado.
Pero parece sí hacerlo porque me observa de reojo, sin frenar. Solo sus lindos ojos verdes sobre mí, sabiendo dónde pisar.
—Te subestimas demasiado, June. —niega con la cabeza un par de veces—. Pareces no tener idea de todo lo que hay en ti.
—¿Por qué lo dices? —me encuentro curiosa por sus palabras.
Él solo se hunde de hombros, y no tarda en contestar.
—Eres inteligente, astuta. Sabes hacer divertir, tienes carisma. Eres muy atractiva. —sus últimas palabras me ponen de los nervios. Más—. Puedo apostar todo a que tienes muchas cualidades que aún no veo, y tan solo con eso que he dicho basta para decir que eres lo suficiente grandiosa para adorarte a ti misma.
No digo nada. Bradley se ve tan seguro de sí que ni siquiera puedo encontrar qué decir o cómo responder.
¿De verdad piensa eso de mí?
¿De verdad me ve atractiva?
Eso no ayudará en nada a mis deseos de quitar todo pensamiento sobre él al respecto.
—Adorarme. —repito sus palabras con un tanto de ironía.
Él parece entender la forma en que lo he dicho porque agrega, con algo parecido a incredulidad:
—Es que eres maravillosa, ¿por qué sigue pareciendo que no te has dado cuenta?
«Porque no lo soy» mi mente lo grita, pero sabe que no lo diré en voz alta, mucho menos a él luego de decirme todo esto.
Nadie me ha dicho nada parecido jamás.
No sé cómo sentirme.
—Quisiera verme como tú lo haces. —termino susurrando, pero sé que ha escuchado.
—Puedo enseñarte si así lo quieres.
Él parece tan tranquilo mientras todo eso sale de su boca y yo soy solo un manejo de nervios.
Trato de prepararme para decir algo, tratando de buscar las palabras adecuadas, pero el sonido de un celular me interrumpe.
Mi celular.
Lo saco de mi bolsillo y evito observar a Bradley mientras llevo mi vista a la pantalla. Es Clau, rayos. No quiero ser maleducada y contestar cuando se supone que estamos hablando, pero…
—No te preocupes por mí. Puedes contestar. —comenta Bradley, como si estuviera leyendo mis pensamientos.
Le doy una pequeña mirada de agradecimiento y contesto, para saber qué es lo que quiere de una vez.
—¿Dónde estás? Natele y yo estamos como locas buscándote. —es lo primero que escucho en cuanto llevo el teléfono a mi oído.
—Yo… —trato de excusarme, pero ella contesta primero.
—Estamos llegando a Roaw Cost, ¿ya te fuiste?
Demonios, demonios, demonios, demonios.
Ese es el lugar en donde está el parque. Donde estamos Bradley y yo. Donde seguro nos verán si pasan.
Demonios.
—No, estoy cerca, voy para allá. —respondo con rapidez.
—Bien. Te esperamos.
Cuelgo enseguida. Observando a Bradley en el proceso, quien parece ver a un punto vacío al lado contrario de donde yo estoy.
—Tengo que irme. —por desgracia, o para mí suerte, no lo sé.
Él voltea y me observa, la sonrisa cruza su rostro y asiente.
—Tranquila. Fue un placer tenerte como compañía estos minutos.
—Lo mismo digo.
Doy media vuelta y camino de prisa, antes de que Natele o Clau puedan aparecer.
—Ah. June. —freno ante el llamado de Bradley, se escucha ya un poco lejos.
Giro mi cabeza, esperando por sus palabras. Él me observa, con la misma sonrisa de antes.
—Cualquier cosa que quieras o pienses… estoy aquí para ti.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top