Capítulo 05

A veces nos encontramos... en un lugar oportuno, pero en el momento equivocado.

—Es que no entiendo por qué me habló. —Me remuevo en la cómoda cama y, mientras me termino el chocolate, niego con la cabeza—. ¡A mí! Es decir… ¡No lo sé! ¡Solo no lo entiendo!

—Lo que yo no entiendo es por qué dijo que no había visto el video cuando al final dijo tu nombre. —comenta Clau.

—Y yo no entiendo esta estúpida tarea —habla Natele esta vez—. ¿Alguien podría decirme cómo rayos se traduce "te odio, profesora Mark" a francés?

Estamos las tres en casa de Clau. Después de haber salido de clase, ambas casi me trajeron a rastras ya que me negaba a salir a otro lugar que no fuera la escuela o mi casa. Hasta llamaron a August para que me convenciera, pero ni siquiera dejé que acercaran el teléfono a mi cara. Al final acepté, solo para no escuchar cómo iban a maldecirme al día siguiente.

Así que aquí estamos, comiendo chocolates mientras hacemos la tarea que nos pusieron hoy y hablando de nosotras en general.

Como en los viejos tiempos.

Claro que no pude evitar sacar el tema de Bradley Elliat, el chico nuevo que me habló cuando estaba en mi escondite, y cual voz tuve en mi cabeza por mucho tiempo.

De verdad que no esperé que fuera él ¡Cualquier otra persona! Pero no él.

Je te déteste, professeur Mark —responde Clau a las palabras de Natele, a lo que ambas la observamos, un poco desconcertadas—. ¿Qué? No eres la primera que lo pregunta.

Natele entorna los ojos y sigue con lo suyo, es decir, a maldecir mientras lee los párrafos en francés que dejaron de tarea.

—Y volviendo a lo tuyo —me señala—. El papucho de Elliat de seguro y solo quería ayudarte a no sentirte mal. Es un amor de persona. ¿Sabían?

—¿Ya hablaste con él? —vuelve a observarla Natele, dejando la tarea de lado.

Clau solo asiente con una sonrisa de oreja a oreja, como si hubiera sido uno de sus mayores logros del año.

—Es un chico genial y, además de guapo, súper inteligente —sigue Clau—. En francés dijo las oraciones mejor que cualquiera, hasta que Nathan. El muy estúpido se quejó de él, pero la profesora Mark solo alabó a Bradley por su increíble oratoria.

Observo a Natele, esperando su confirmación, ya que no comparto esa clase con ellas.

—Fue así, sí. La vieja Mark habló maravillas de la inteligencia de Bradley Elliat. Prácticamente lo alabó y eso cabreó a Nathan.

Ojalá hubiera estado ahí para ver la cara de Nathan por no ser el preferido de algún profesor. Sobre todo de Mark.

—Peero, eso no quita el hecho de haberte mentido con respecto a no haber visto el video. —continua Natele, echándole una pequeña mirada a Clau.

—Técnicamente… él jamás dijo que no había visto el video —¿Por qué lo estoy defendiendo?—. Solo que no sabía qué había pasado para que las personas me trataran como lo hacían.

—¿Y cómo te trataron? —Clau hunde las cejas, haciéndome dar cuenta de mis palabras.

Jamás les conté cómo fue que llegamos Bradley y yo a ese momento, sí, les dije que estaba en mi escondite cuando él me habló y jamás le vi la cara, pero no la razón por la que estaba ahí.

No quiero la lástima de nadie, suficiente con la de Elliat ese día.

—Yo… ellos solo me miraron mal y unos cuantos susurros, nada más. —miento, esperando que se lo crean.

Pero parecen hacerlo porque no preguntan nada más.

—Bien, ¿qué me dijeron que se hacía en un club? —agradezco mentalmente el cambio de tema de Natele y me concentro en mi cuaderno, que aguarda en mi regazo.

Clau es la que empieza a narrar todo lo que hacemos en los clubes, sobre todo en el de música ya que ella tiene un poco de experiencia por haber estado en él un año escolar.

—Tendrán que, por lo menos, simular tocar algo a final de año para que puedan aprobar —explica mientras raaya su cuaderno involuntariamente—. Los mejores estudiantes, es decir, los que mejor toquen los instrumentos irán con el señor Carless a una feria donde hacen presentaciones entre escuelas y eso; es divertido, tengo que admitirlo. Aprendí a tocar el chelo tan bien que pude ir y… creo que fue uno de los mejores momentos de mi vida.

—Mhm, ya sé que no iré —comenta Natele.

—Yo igual —me escucho hablar.

Clau ríe, y niega con la cabeza como si nosotras no tuviéramos remedio.

—¿De verdad no saben tocar ningún instrumento?

—Yo sé tocar el triángulo. —espeta Natele.

—¿Quién no sabe tocarlo?

—Fue lo mismo que le dije —no puedo evitar dejar escapar una ridícula risa.

Natele bufa, como si de verdad le hubiera ofendido el comentario, aunque sabemos que no fue así.

—Subestiman a los tocadores de triángulos. —dice antes de voltear su rostro, pareciendo estar dolida.

—¿Qué? —la risa de Clau es más sonora que la mía, pero no se detiene—. No creo que de verdad estés diciendo eso.

La sonrisa de Natele no se hace esperar, a pesar de que trata de ocultarla, no puede evitar que salga. Se ve muy linda cuando deja ver sus brillantes dientes.

—Espera, ¿tú hablaste con Bradley Elliat? —recuerdo sus palabras, volviendo al tema anterior.

—Lo hice —asiente Clau—. Me ofrecí a ayudarlo a integrarse mejor en Parfalt. Hablamos un poco sobre sí, vivió toda su vida en Chicago pero se mudó a Oklahoma hace unas semanas. Es prácticamente nuevo en la ciudad. De hecho, mañana voy a darle un pequeño tour por toda la institución, es un amor de persona…

—Ya lo dijiste —se queja Natele—. ¿Es que te gusta Elliat?

—¿Me vas a decir que no parece un Dios griego? —contraataca Clau.

—Sí es lindo, pero no entiendo por qué exagerarlo.

—Oh claro, como tú tienes a Zachar no hay otro hombre en estos momentos.

Natele abre la boca de inmediato para decir algo, refutar, pero frunce el gesto y pestañea varias veces.

—¿De qué estás hablando?

—¡Ay no te hagas! Sé que Zachar y tú están en algo.

Yo solo me abstengo a observar, ya que no soy de meterme en sus peleas.

—¿Có-cómo demonios sabes eso?

—¡Lo estás aceptando! —Clau se levanta de la cama y empieza a dar saltitos—. ¡Lo sabía! ¡Lo sabíaaaa! ¡Zachar siempre estuvo loquito por ti, ¿estás al tanto?!

Natele alza las cejas, al parecer un poco perdida de sus palabras. La verdad es que Clau ha dicho todo muy rápido, yo casi ni pude entenderla.

—¿Así como lo está Gibbson de ti? —Clau para de pronto ante las palabras de la rubia.

—¿Por qué siempre tienes que arruinarlo con esos comentarios? ¡Gibbson no gusta de mí! —chilla, observandonos a ambas.

—Sí. Sigue diciendolo, así tal vez y algún día te lo creas.

Clau se cruza de brazos y deja caer su cuerpo en la cama, acomoda sus lentes y toma el cuaderno que anteriormente tenía entre sus piernas.

—Gibbson ni siquiera me gusta —la escucho susurrar.

Un toque en la puerta interrumpe en la disputa, la veo abrirse a los segundos para dejar ver cómo una señora de cabello tan negro como el carbón y ojos rayados, iguales a los de su hija, aparece por ella.

—June, ha llegado tu hermano por ti. —habla la mujer con una pequeña sonrisa.

—Oh. —me levanto enseguida de la cama de Clau y empiezo a despedirme de las chicas.

—Recuerda que tienes que hacer la tarea de matemática. —me habla Clau.

—Lo sé, lo sé —acomodo los cuadernos en mi mochila.

En cuanto tomo mis cosas empiezo mi caminata a la puerta de la habitación.

—Me alegro en volver a verte, June —me dice la madre de Clau mientras me acompaña a la salida—. Regresa cuando quieras.

—Gracias. —no digo más ya que mi cerebro no sabe qué más aportar.

Lo mismo de siempre.

Llegamos al lugar en que el auto de mi hermano aguarda. La señora Michels saluda a August en la distancia, no me detengo a ver cómo él se lo devuelve, me monto al auto.

No saludo al chico a mi lado, ni siquiera le doy un vistazo, mi mente ahora solo repite el pequeño e incómodo momento de anoche.

Demonios.

—¿Cómo te fue en clases? —habla él, un poco tenso, en cuanto arranca el auto.

—Bien. —mi cabeza en este momento no se encuentra lo suficientemente acta para formar una oración decente.

—Qué bueno. —él tampoco parece saber qué decir.

Así seguimos todo nuestro camino, en un silencio un tanto tenso. Ninguno habla ni voltea a ver al otro, nos mantenemos con la mirada fija en la carretera.

—¿Hasta cuándo seguiremos así, June? —escucho a August hablar—. No quiero estar peleado contigo.

No digo nada, por lo que escucho un leve suspiro de su parte.

—Estoy al tanto que mis palabras no fueron las correctas. Pero trata de entenderme, jamás quieres hablar conmigo al respecto y te la pasas aparentando estar bien, ¿qué podría pensar? También necesito que pongas de tu parte.

Tiene razón, no he querido hablar con él acerca del tema, no me sentía preparada. Sigo sin sentirme así.

En realidad también estoy empezando a sentir esta pelea absurda, no entiendo ni por qué lo rechazo. Él no tiene la culpa de nada.

—Lo sé, lo siento. Es solo que… creo que estos días han sido un poco complicados.

Él me observa entonces, claro, no por mucho tiempo porque debe volver a ver a la carretera, pero sí el suficiente para poder notar su expresivo entendimiento.

—¿Quieres hablar sobre eso?

—No —contesto segura, con mi vista perdida en la nada—. Hoy no quiero recordar más.

—Está bien. —él parece dispuesto a darme mi tiempo y se lo agradezco.

¿Qué puedo decir? Amo a mi hermano.

Entonces volvemos al silencio, pero no uno como el anterior, aquel era tenso y para nada necesitado. En este me dispuse a observar por la ventana a todas las personas fuera, los paisajes. El sol a tan solo minutos de esconderse dejando una vista digna de admirar, los árboles moviéndose gracias a la gran cantidad de viento y haciendo caer una cuantas hojas.

La zona por la que vamos es mayormente poblada por casas lindas hogareñas, la mayoría de distintos colores que hacen al lugar darle un poco de vida.

—¿Sabías que si todas las casas, techos y autos fueran pintados de blanco se evitaría el calentamiento global? —hablo con mis ojos fijos en la ventana.

—¿De dónde sabes eso? —no lo observo, pero me puedo imaginar su expresión de desconcierto y mi sonrisa aparece ante lo gracioso de la escena en mi cabeza.

—Internet, curiosidades que aparecen de pronto y captan mi atención. Últimamente he visto muchas son… curiosas.

Es verdad, al no tener más nada que hacer en casa estando de vacaciones, mi vida se basaba en ver programas de televisión, leer o entrar a redes solo para buscar curiosidades. Era mi forma de entretenerme.

Él no dice nada ya que estaciona en una de las tiendas de comida de los alrededores. En cuanto veo sus intenciones lo observo, sin poder creer que está a punto de comprar algo para cocinar ya que, como había dicho antes, es pésimo en el campo.

—¿Qué hacemos aquí?

Es ahí cuando me observa, parece perdido entre sus pensamientos, con la vista fija en la nada, cosa que me ha parecido por completo extraña.

—Comprar para comer.

—¿Desde cuándo compras algo que no esté hecho?

—Quiero… probarme a mí mismo que sí puedo con esto.

La sonrisa rápida que forma en su rostro me hace ver que no dirá más, solo se dispone a bajar del auto. Yo, aún desconcertada por su actitud, dejo caer mi espalda contra el espaldar de mi puesto. Resignada a tener que esperar el tiempo que necesitara ya que estoy más que segura que no me bajaré del vehículo hasta llegar a casa.

Mi vista vuelve a admirar el paisaje, esta vez ahora en un solo sitio, puedo dejar que mis ojos se deleiten ante lo bello que puede ponerse el atardecer, el sol está un poco oculto contra los enormes árboles, perfecto para sacarle una buena fotografía.

Las personas pasan, obsortos a la hermosa escena que la naturaleza está creando. Apuesto que si Clau y Natele estuvieran conmigo tampoco prestarían la más mínima atención a los árboles. Mientras una parlotearía de su día y de todo lo que pudo haber ocurrido en él, la otra estaría con la cabeza metida en su celular pero con sus oídos atentos por si necesita aportar algo.

Mis ojos siguen fijos en el paisaje, pero hay algo, unas figuras, que me hacen bajarlos un poco. Mi curiosidad ha aparecido, y eso ocurre gracias a que conozco a las dos figuras cercanas.

Estoy lo suficientemente alejada como para que ellos no me vean, pero yo sí puedo verlos a la perfección. Aun así pego mi cuerpo para que se oculte bajo la ventanilla y solo queden mis ojos al descubierto, para poder captar mejor.

Una enorme cabellera roja se hace presente. Es del mismo tono que la de mi hermano, mi cabello es un poco más oscuro, parece vinotinto, o cómo sea. En fin, la cabellera hasta la pequeña cintura está a la vista ya que la chica se ve de espaldas, pero sé de quién se trata.

Madeline Sprouse. Una de las chicas más insoportables del instituto, con un cuerpo envidiable pero una actitud basura. Y exnovia de Gibbson.

Está con un chico… que lamentablemente también conozco.

Bradley Elliat. El chico nuevo, el mismo que me habló —aún no sé por qué—, y qué, además, ahora también asistirá al club de música.

Parecen estar muy juntos, en un momento demasiado íntimo como para yo estar curiosiando. Ni siquiera debería seguir en ello, es un momento en que… mis pensamientos quedan en blanco en cuanto veo a la insoportable pelirroja ponerse de puntillas para llegar al rostro de Elliat y juntar sus labios.

Se están besando.

Okey, ahora sí es momento de separar mis ojos de la escena.

Entonces mi hermano entra al auto, absorto a lo que acababa de ver y sin prestar la más mínima atención a mi estado de shock, por suerte.

—Ahora sí, vámonos.

No me atrevo a ver de nuevo en donde se encuentran, no sé el porqué, pero también siento mi estómago revolverse por la escena, fue hasta… no lo sé, pero no quiero volver a ver eso en mi vida.

Y tampoco quiero saber la razón.

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