Capítulo 02
Primer día de clases... y de todo lo que se me viene encima.
Veintidós días, ocho horas y doce minutos después.
Sí, ese es todo el tiempo que ha pasado desde esa noche. Donde mis vacaciones se arruinaron y mi vida se vino abajo.
Tal vez debí olvidarlo todo a partir del día siguiente, quise hacerlo, pero los videos de mí llorando como ingenua no me permitieron seguir con la tarea.
Eran miles. Mi feed estaba lleno de ellos.
Pasé todo el mes encerrada en mi habitación —más de lo que siempre estoy—, ignorando a todos mis amigos y evitando por completo las redes. Mientras menos me cruzara con ese video todo sería mejor.
August era el único para mí ya que mamá, aunque sabe de la existencia del video, se la pasa viajando por trabajo y no dura en casa mucho tiempo. Y papá… bueno, de él no he vuelto a saber desde hace mucho. No sé si sepa de aquello.
En fin, hoy empiezan las clases. El último año de preparatoria. Puedo decir que comienza de la peor manera.
Así como también puedo decir que odio mi vida desde esa noche, pero ya lo hacía desde hace mucho.
—¡June, apúrate! No tengo todo el día.
August está harto de esperar por mí, ya tiene unos cuantos minutos sentado al otro lado de la puerta rezando por mi salida, pero yo no me decido todavía.
¿Esta camisa es lo suficiente buena?
¿Mi cabello debería ir recogido?
¿Mis zapatos combinan con el resto?
Sé que me estoy tardando mucho y que pronto August se cansará —mucho más—, de esperarme. Pero esta indecisión parece no querer irse pronto.
Y puedo decir que toda mi vida he sido de esta manera, pero estaría mintiendo.
Desde que el video circuló en redes, las personas empezaron a criticar mi aspecto. Desde mi forma de vestir hasta mis rasgos.
La inseguridad empezó a crecer mucho más en mí y no he podido pararla.
August no sabe de eso. Cree que solo me he tardado un poco en el baño y no tengo mucho tiempo de haber salido.
Él cree que sigo viendo mi rostro igual en el espejo.
En sorpresa para mí, jamás apareció una demanda contra mi hermano, ni siquiera la grabación de la golpiza. Es como si jamás hubiera existido.
No tengo idea de qué ha hecho, pero sé que tuvo que haber pasado algo. Una vez se lo pregunté… pero me esquivó.
—Vas a llegar tarde, Juneee.
—Voooy —me lamento de cómo me veo y termino de ponerme los zapatos.
Entonces salgo, con la mochila en mi espalda y los ojos entornados observando a August.
—Ya. Aquí estoy.
—Por fin. Creí que te quedarías toda la vida ahí.
No respondo, solo sigo mi camino a la salida.
August se graduó de preparatoria el año pasado, por lo que será el primer año en que no lo veré dando vueltas por los pasillos.
No estoy segura de cómo será ahora. Sin mi hermano y siendo la burla de media institución…
No debe de ser nada bueno.
¿Ya todos olvidarían el vídeo o seguirán riéndose cada vez que aparece?
¿Me reconocerán en cuanto pise el lugar?
¿Se reirán en mi cara o lo harán con disimulo?
Estoy empezando a sentir terror de volver. ¿Habría sido mejor haberme cambiado de escuela?
El camino se me hace demasiado rápido, llegamos y me quedo observando al enorme instituto a través de la ventana, sin atreverme a abrir la puerta y bajar.
—Suerte —escucho la voy de mi hermano pero no le presto atención.
Solo veo la cantidad de estudiantes que caminan cerca, son los suficientes como para que alguno de ellos sepa de mí y le diga al resto.
—¿Es demasiado necesario graduarme? —lo digo en voz alta, sin siquiera percatarme.
—Para mamá sí lo es. Para mí… meh, creo que me han pasado cosas mejores —no digo nada y escucho su risa—. Vamos, hermana. Llegarás tarde en tu primer día.
—Pero podría…
—No —me detiene—. Bajarás de este auto e irás a buscar a alguna de tus amiguitas. Ahora sal o yo te sacaré a patadas. Y creo que eso te gustará menos.
La mirada que le brindo solo le hace divertir, una sonrisa adorna su rostro mientras me despido con la mano. Pero solo bajo porque he visto una reconocida cabellera negra acercarse.
—Adiós.
—¡Patea todos los traseros necesarios!
No le presto atención a su último comentario, solo bajo del auto y cierro la puerta para dirigirme a la chica que me espera con los brazos abiertos. Literalmente.
—¡Holaaaa, Juneeee! —no he terminado de llegar hasta ella cuando ya se ha avalanzado sobre mí.
—Clau. —digo. Tal vez habría respondido de la misma forma que ella si no me estuviera aplastando con su cuerpo—. Me estás…
—¡Lo siento! —se aleja un poco de mí—. Es que no te había visto desde hace mucho. Te extrañe.
—Yo también a ti —admito.
Ella sonríe y enreda su brazo con el mío mientras nos adentra a la institución.
Siento un par de miradas sobre mí. Pero solo espero que sean imaginarías y que en realidad nadie se percate de mi sola existencia.
—Vi a Natele hace un rato, pero se perdió con Zachar. Andan raros, creo que empezaron a salir —empieza a hablar de nuestros amigos—. Aunque Natele sigue mal por Coddey —suspira, rodando los ojos—. Sigo sin entender qué le vio a ese chico.
A Clau le gusta hablar mucho, a veces lo hace para rellenar el silencio, pero generalmente es porque siempre tiene algún chisme. Y, a decir verdad, me entretengo con ellos. Gracias a ella me sé la vida de muchos aquí.
Además, es la persona más cercana a mí de todo Parfalt, el instituto. Por lo que se molestó un montón conmigo cuando le dije que no quería ser visitada por nadie, ni siquiera por ella, cuando empezó a circular el video. Por suerte no es de esas personas que guardan rencor, y luego volvió a escribir. Pero hablamos muy poco desde entonces.
Y no tocamos el tema, sabe que no quiero hacerlo y por lo menos lo respeta. Aunque estoy segura que sabe muchas cosas al respecto que le gustaría contarme. Pero no, sigo sin querer que lo haga.
—¡June, Claudin!
Escucho a Clau suspirar antes de voltear a la persona que nos ha llamado. Ella odia su nombre, por lo que no le gusta que la llamen como tal. Así que todos le decimos Clau para aligerar un poco.
Todos excepto…
—Tiempo sin verlas —Gibbson, el chico alto y fornido de cabellera castaña y ojos azules, quarterback del equipo de fútbol americano, se acerca a nosotras.
—No el que hubiera deseado —la escucho murmurar.
Clau y Gibbson empezaron a tener problemas en sexto de primaria, lo recuerdo muy bien, cuando él no quiso compartir el sacapuntas con ella. Han sido peleas constantes desde entonces.
También me entretiene. Por qué no admitirlo.
Entonces él único ser humano que se atreve a decirle a Clau por su nombre es él. Sin importarle lo más mínimo las consecuencias.
Clau acomoda sus lentes mientras trata de ignorar a Gibbson, quien se acerca a nosotras cada vez más. Pero yo solo me dispongo a abrir mi casillero, ignorando la escena que va a hacerse a continuación.
—¿Cómo están mis chicas preferidas?
—¿Cómo estar segura?, no he visto a Madeline ni Shantall en ningún lado.
Sus exnovias, genial.
La carcajada de su parte no se hace esperar y devuelve la vista a Clau.
—¿Es cosa mía o cada año te vuelves más graciosa, Claudin?
—Oh, no lo sé. Pero de lo que sí estoy segura es que te daré un gran golpe en esa hermosa mejilla si no te alejas ya.
Siento otro par de miradas sobre mí. Pero tal vez y sean solo viendo la escena que montan estos dos.
Sí, tiene que ser eso.
—Tranquila, Clau. —habla, más calmado—. Solo quería venir a saludar. A June, sobre todo. Tenía mucho sin verte —dice lo último a mí.
Yo lo observo y dejo que sus palabras lleguen a mi mente por unos segundos, procesando y dándome a entender que tengo que responder a eso.
—Ehh… sí, desde hace un tiempo —una pequeña sonrisa se forma en mi rostro.
Tengo un pequeño problema a la hora de socializar con alguien que no sea de mi entorno social. No puedo decir de Gibbson esté lejos de formar parte, pero no es alguien con quien charlo a menudo. Por lo que, en ocasiones me trabo y no puedo decir nada. A veces corro con la suerte de que mi cerebro funciona a tiempo para pronunciar una palabra o dos. Otras veces… por más que abra la boca para dejar salir algo, solo escapan titubeos.
En esos momentos me siento patética.
—Sí… vi lo que hizo Nathan y…
Oh vamos, eso no.
—Sí. Es pasado —habla Clau—. Por lo que ya nadie tiene por qué seguir mencionado algo que jamás tuvo relevancia.
Anoto mentalmente darle las gracias por intervenir, luego. Ahora solo acomodo los libros que tenía en mi bolso mientras trato de ignorar que los últimos dos minutos han pasado y que Gibbson jamás mencionó aquello.
Pero siento más miradas sobre mí.
Y esta vez Clau y Gibbson no están montando ninguna escena digna de admirar.
Tengo que salir ya.
—Clau… ¿podemos…? —no termino la pregunta, pero ella entiende a lo que me refiero, porque asiente.
—Claro que sí. —observa a Gibbson, quien no le quita la mirada de encima—. Bueno, Gibbs. Si me disculpas… tengo que ir a hacer cualquier otra cosa más importante que estar charlando contigo.
—Tranquila —la sonrisa no desaparece de su rostro—. Sabes que aquí estaré esperando por ti, Claudin.
La veo apretar los dientes, tratando de ignorar su provocación. Entonces le da una sonrisa amarga y me toma del brazo. Caminando lejos.
—Idiota —farfulla cuando estamos a una distancia considerable.
—Parece que le gustas.
—¡No le gusto! Solo es un idiota que le encanta fastidiar —rueda los ojos—. Y ya para de decir eso.
—¡Pero es la verdad! Si no, no lo dijera todos los años.
—Bah. Tonterías.
El sonido de la campana indicando que tenemos que entrar a nuestras aulas casi me hace sobresaltar.
—Tienes historia a esta hora, ¿no es así? —pregunta y asiento—. Genial, ¡yo también!
Vuelve a jalarme del brazo, pero esta vez en dirección contraria, a nuestra aula correspondiente.
—Bien. ¿Pensaste en qué club inscribirte este…? —no termina la pregunta, solo me observa—. Oh, cierto. Tú siempre eliges el de literatura.
—No hay nada mejor que ese club, Clau.
—Si tú lo dices. —pero la veo hacer un gesto resignado con la cabeza—. Este año me decidí por el club de pintura. Estoy segura que será interesante.
Todos los años tenemos la opción de entrar a un club para acumular puntos extras en las evaluaciones. Necesito estar en ellos, no porque no sea buena estudiante, si no porque necesito tener un respaldo por si alguna de mis notas baja.
Además, el club de literatura es lo mejor que podría haberme pasado.
Es lo único que extrañaría de este lugar.
En cambio, Clau, todos los años entra a un club distinto. Música, fotografía, teatro, ahora el de pintura. A ella sí le encanta explorar.
La multitud de personas solo hace que me encoja en mi sitio, pero Clau me sigue jalando, impidiendo que pare. Ahora siento muchas miradas sobre mí. Me voy a volver loca.
Por suerte llegamos a nuestra aula correspondiente. No hay muchas personas en ella, los alumnos apenas están entrando, sin muchas ganas de empezar el año escolar.
En este salón las mesas son compartidas, dos personas por ellas. Así que Clau lo aprovecha para sentarse en la otra esquina del lugar, cerca del escritorio del profesor, y deja el otro puesto para mí.
Para mi suerte, he dejado aún un par de libros en mi bolso, en ellos el de historia. No tendré que escribir en otro cuaderno en la parte trasera para acomodarlo más tarde gracias a mi falta de uso de memoria.
No presto atención a la puerta de entrada mientras saco mis pertenencias, pero el bufido disimulado de Clau me hace levantar la vista.
Es ahí cuando lo veo, a Nathan.
No había sabido de él desde entonces, está igual a la última vez que lo vi. Es decir, no con la sangre manchando toda su cara, si no su forma de ser. De siempre lograr llamar la atención de alguna manera.
Solo camina con desinterés a una de las mesas bastante alejadas de mí, sin percatarse de mi presencia, con una camisa negra y unos pantalones del mismo color. Su cabello negro bien peinado está hacia atrás, sus ojos son cubiertos por unos lentes de sol y su boca se mueve. Está masticando algo.
No puedo despegar mi vista de él. No cuando mi mente está concentrada recordando todos esos momentos en los que creí en sus palabras, en mi ridícula risa cuando él se acercaba, en mi nerviosismo cuando me hablaba. Un escalofrío me recorre.
Qué tonta fui.
Pero otra persona también aparece en mi campo de visión, sentándose frente a Nathan. Jamás lo había visto, puedo apostar que es nuevo en Parfalt.
Decido apartar la vista de él, de ellos, antes de verme un poco acosadora. Pero las palabras de Clau no lo permiten.
—Ese chico es nuevo —afirma lo que ya suponía—. Y es muy, muy lindo.
No digo nada, me decido a verlo otra vez. Solo al nuevo. Y lo detallo con disimulo.
Aunque está sentado, puedo notar que es alto en estatura, su perfil está muy bien dotado. Mandíbula marcada, nariz recta, piel un poco más oscura del bronceo. Su cabello está alborotado, pero igual se le ve muy bien.
Es como si hubiera olvidado toda la presencia de Nathan con el chico de adelante.
—Dime que no es un guapetón.
—Es lindo.
—Es más que eso. Es un Dios griego.
Ruedo los ojos, Clau tiene un leve caso de hormonas alteradas, así que no es nuevo para mí que hable de algún chico de esa manera.
—Ya. ¿Podrías parar de verlo? Vas a parecer una acosadora.
Ella me observa, con las cejas alzadas y las comisuras de sus labios arriba.
—No creas que no me di cuenta que tú también lo hacías.
Mis ojos caen en ella, pero solo hago una mueca, que hace aparecer una pequeña carcajada por su parte.
—Bien, pero tengo que conseguir información de ese chico ahora mismo.
—Dijo la tranquila ciudadana.
—Oh, vamos, June. Estoy segura que a ti también te interesa esa información.
No digo nada, tal vez porque no tenía nada que decir, o tal vez porque en ese momento llega el profesor para empezar la clase.
Pero siento una mirada sobre mí. Y tengo la sospecha de saber de quien se trata.
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