🦋 Vulnerabilidad 🦋
Ian despertó y la miró desde la cama.
—¿Qué demonios es esto? —inquirió.
—Una cueva antimosquitos —respondió ella.
—¿De dónde lo sacaste?
—Me la prestó Carmiña, dijo que había que poner para evitar más contagios...
—Ya... ¿Qué haces?
—Leo. ¿Tienes hambre? He cocinado algo.
—Sí... ¿Puedo ir a comer al comedor?
—No, quédate aquí y yo te traigo...
—Estoy aburrido...
—Déjate cuidar, vamos... voy por la comida —añadió.
Un rato después cuando él terminó de comer, Paloma recogió todo y se sentó con él en la cama. Los dos estaban recostados por la cabecera envueltos por el tul blanco del mosquitero.
—Eres una buena enfermera...
—Solo hago lo que me pidió Mel: que te cuidara —respondió ella con una sonrisa divertida.
—Claro... ¿Qué más te dijo?
—Estaba preocupada, ya la conoces... le aseguré que te cuidaría y que le avisaría cualquier cosa...
Él solo negó.
—Me dijo que era un milagro que hubiera conseguido llevarte a un hospital...
—Sí, probablemente aún estaba medio dormido...
Ella lo miró con dulzura.
—No te gustan... —afirmó y él se encogió de hombros.
—Demasiados recuerdos malos...
—Comprendo...
Entonces él la observó en silencio y la vio perderse en sus recuerdos, por lo que luego de un buen rato decidió que era momento de preguntar.
—Cuéntame tu versión de los hechos...
—¿Qué?
—Dijiste que podíamos conocer una historia desde un punto de vista, pero que siempre era bueno conocer la de los otros también, quiero saber la versión de Paloma...
—Ni siquiera sé qué sabes en realidad...
—Cuéntame lo que quieras que sepa...
Ella lo miró con curiosidad tras aquella afirmación mientras meditaba si debía contárselo o no. Esa versión, su versión, no la conocía nadie en realidad, pero quería que él la supiera, incluso aunque le diera temor.
Bajó las manos y jugueteó con un hilo que sobresalía de su short.
—Nadie conoce la versión de Paloma —murmuró.
—¿Nadie? ¿Ni siquiera Mel?
—No... no por completo —admitió—. Decírselo a Mel es mostrarle partes de mi padre que no estoy segura de que sea bueno que ella vea... —comentó y luego lo miró—. Me gusta que se amen así como lo hacen...
—No comprendo...
Ella tomó aire y comenzó.
—Bueno, mi madre enfermó y se preparó para partir. Nos preparó a todos, a mi abuela, a mi tía, a mí y a papá. Pero él estaba enfadado, no lo podía aceptar... yo creo que él deseaba salvarla y no pudo hacerlo y en algún punto se enojó consigo mismo por no lograrlo —explicó—, claro que eso no lo comprendía en aquel entonces, solo tenía ocho años.
—Lo entiendo...
—Mis padres se amaban, Ian, y teníamos una familia hermosa... y lo que más me duele es que yo era tan pequeña que guardo muy pocos recuerdos de aquella etapa, la mayoría de lo que sé son historias que he escuchado... —comentó con tristeza—. Y aunque mamá me hablaba de la muerte y de lo que sucedería cuando ella no estuviera, yo no lo comprendí hasta que...
—Hasta que ya no estuvo —completó él.
Ella asintió.
—Mi mundo se derrumbó cuando mamá murió. Fui a casa con papá y lo vi perderse, intenté de todo por rescatarlo... Me aferraba a él porque era todo lo que me quedaba, pero él no quería vivir, Ian... Dejó de cuidarme, dejó de verme... se olvidó de mí. —Le costó tanto decir aquello que la voz se le quebró al final—. No reconocerías a mi padre...
—Lo siento tanto...
—Mi casa apestaba a suciedad, a alcohol, a muerte... Él dormía horas y yo... ¿sabes lo que hacía? —inquirió mirándolo con dolor—, iba a tocarle la nariz para ver si seguía vivo...
—Dios...
—Tenía pesadillas en las que él también moría... Un día llegó la abuela a salvarme, yo tenía hambre y llevaba días sin ropa limpia... Ella se enfadó y me llevó a su casa, le dijo a papá que no me regresaría hasta que él estuviera mejor.
—Eso es lo mejor que pudo hacer...
—Lo sé, pero en ese momento yo solo quería estar con papá y que él me ayudara a superar la muerte de mamá —susurró—. Me sentía tan desamparada, Ian, dolía tanto que a veces pensaba que iba a partirme en dos y que nunca lograría superar aquello... Me enojé con mamá por haberse enfermado, con papá por haberse olvidado de mí, con los dos por haberme abandonado, con mi abuela por haberme alejado de papá... Ella decía que él estaba enfermo y que regresaría con él cuando se curara, pero yo pensaba que iba a morir al igual que mamá y yo me quedaría sola por siempre... Pensé que... pensé que no era buena y por eso me abandonaban todos.
Paloma dejó entonces salir a aquella niña del sitio en donde la tenía retenida y lloró como si volviera a tener ocho años, Ian la abrazó y dejó que lo hiciera, él más que nadie sabía que lo necesitaba.
—Pasaron años... Papá quería recuperarme, pero yo estaba tan enfadada con él, tenía tanto rencor... lo hacía todo más difícil —sollozó—. Entonces me invitó a esa fiesta en el hotel donde trabajaba tu hermana, y al verla supe que tenían algo... Me enfadé, por un instante, hasta que supe que era ella...
—Camelia me contó que tu madre te había dicho que un día tu padre volvería a amar y te había pedido que fueras buena con esa mujer —comentó él recordando aquella historia.
—Sí, y yo le pregunté cómo la reconocería —explicó—, me dijo que vendría vestida con sus flores favoritas...
—Las camelias —sonrió Ian secándole una lágrima.
—Sí, cuando ella me dijo su nombre yo lo supe... Estaba tan triste, tenía tanto miedo, necesitaba un abrazo, Ian... y la dejé entrar a nuestras vidas, le abrí las puertas de par en par.
—Y te lo agradezco porque mi hermana también lo necesitaba y encontró la felicidad que tanto merecía en ti y en tu padre —comentó él.
—Volvimos a ser una familia... —sonrió—, y papá regresó...
—¿Le guardas rencor?
—No, lo hablamos muchas veces, con el tiempo lo comprendí... Amar de esa manera y perder a quien amas tiene que ser desgarrador... Lo perdoné, y ha sido el mejor padre que alguien pudiera pedir, no lo cambiaría por nada del mundo. Todos cometemos errores —añadió—, podemos perdonar y seguir, pero la cicatriz queda... y a mí me ha tocado lidiar con ella.
—Ahora te entiendo un poco más —susurró él—, ese es tu miedo. El abandono. Tienes miedo de enamorarte porque no quieres amar tanto a alguien y luego sentir su pérdida...
Ella lo miró confundida y asintió, nunca había ordenado de esa forma tan sencilla sus temores.
—Somos un par de adultos que han sido heridos demasiado pronto —susurró él y la besó en la frente.
Ella cerró los ojos y asintió, él esperó que se calmara del todo mientras le hacía caricias tiernas en la espalda.
—Gracias por contarme esto —susurró él.
Se quedaron un buen rato en silencio disfrutando del contacto hasta que ella volvió a hablar.
—No quisiera que cambiara tu manera de ver a mi padre...
Él negó.
—¿Por qué lo haría? Mira, Paloma, yo más que nadie sé que las personas no somos blanco o negro, tenemos matices, somos buenos y malos, hacemos bien y mal... Él se equivocó, pero estaba enfermo, la depresión es una enfermedad terrible... Lo bueno es que logró salir adelante y te guio para que te convirtieras en la mujer fuerte y valiente que eres hoy. Además, él vio a mi hermana, la vio, Paloma... la encontró escondida tras esa armadura en la que ella se encerraba y la sacó de allí con respeto, amor y mucha paciencia. Yo nunca me he enamorado como él, pero no quiero imaginar lo doloroso que debe ser haber vivido algo así... ¿Es por este miedo por lo que no le has dicho esto a Mel?
—Ella sabe todo de mí, y supongo que lo sabe también, pero no se lo he dicho con detalles... no quiero que nada cambie entre ellos...
—Pajarito —dijo y se movió para mirarla a los ojos—, el amor real que ellos se tienen consiste justo en que ambos supieron verse con sus luces y sus sombras, se aman así... Podría arriesgarme incluso a decir que lo que más ama mi hermana de tu padre es su vulnerabilidad...
—¿Cómo podría alguien amar eso? —inquirió pensando en lo mucho que odiaba ella esa faceta de su personalidad.
—Porque es lo primero que le entregas a la persona que amas, a veces incluso sin darte cuenta de que lo haces. Todos somos vulnerables, pajarito, eso es lo que nos hace humanos. Lo escondemos de los demás para que no nos juzguen, o por vergüenza... pero nos abrimos a esa persona y le damos nuestra vulnerabilidad con la esperanza de que la cuide y la respete...
—Odio que la gente me vea vulnerable...
—Lo sé, pero eres hermosa cuando te sacas la coraza un rato.
Ella lo miró, consciente de lo que aquello implicaba. Ian dijo que era lo primero que se le entregaba a la persona que se amaba y ella no había sido nunca tan vulnerable con nadie que no fuera de su familia, mucho menos un chico. Pero ahí estaba él, rodeándola en sus brazos, secándole las lágrimas y conociendo sus secretos más íntimos, cuidándola, respetándola.
Cerró los ojos y suspiró, tenía que sacarse esas ideas de la cabeza en ese momento, Ian bostezó.
—Tienes sueño, descansa... —amagó moverse, pero él la aferró en sus brazos, ella volteó a mirarlo.
—No puedo si te vas... —susurró.
—Ian... —dijo ella con un hilo de voz.
—Quédate conmigo, duerme a mi lado... —pidió.
Y ella quiso negarse, pero no encontró fuerza suficiente para hacerlo.
Este capítulo era el de ayer, les traigo otro más de regalo de Navidad.
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