🦋 Visita 🦋
Paloma llevaba una semana por Brasil y se había mensajeado casi a diario a Ian, le comentaba sus impresiones sobre los distintos lugares que iba conociendo o le preguntaba el significado de algunas palabras en portugués. Se había pasado sus primeros días en San Paulo, en unas jornadas de capacitación a la que había sido enviada por la editorial para la que trabajaba. Además, iba con la tarea de conversar con una editorial local para ver la posibilidad de traducir algunos de los libros más vendidos de la empresa.
Luego, había volado hasta Río de Janeiro, con la idea de conocer esa ciudad tan característica del país. Había ido allí con una amiga que también había participado de la jornada y habían salido a bailar y a divertirse con un grupo de turistas italianos que se encontraron en el hotel. Ian pensaba que aquello era una locura típica de Paloma.
Él le había dicho que se cuidara en Río, pues había zonas peligrosas, que la esperaba al final de la segunda semana y que le mandara la hora en que llegaría al aeropuerto para pasar por ella a buscarla.
El domingo antes de su llegada, aprovechó para ir a hacer algunas compras que entre semana eran más difíciles debido al tráfico pesado y las distancias. Necesitaba conseguir un nuevo juego de sábanas, algunos insumos para el baño y la cocina, una cortina nueva para la habitación en la que dormiría Paloma y alguna que otra cosa más. Ian era un hombre ordenado y organizado, pero su casa era muy simple. Tener a una chica en ella le generaba la necesidad de comprar algunos artículos para que estuviera cómoda.
Ian vivía en un condominio de esos que más bien parecían casas de verano, se había mudado allí para estar más cerca del trabajo y era uno de los motivos por los cuales solía discutir con Isa, ya que ella no había estado de acuerdo pues era lejos de su casa. Además, ella tenía la ilusión de que se mudaran a vivir juntos y él no había estado de acuerdo, puesto que la casa de ella quedaba demasiado lejos de su lugar de trabajo y, con el tráfico pesado de la ciudad, gastaría demasiado tiempo y dinero.
El alquiler que pagaba por su casa no era muy barato, pero el sitio era acogedor y quedaba cerca de la playa. Era una pequeña casa de dos plantas, abajo tenía una cocina, comedor y una sala de estar y en la segunda planta dos habitaciones con el baño común. Una de las habitaciones tenía un pequeño balcón que miraba hacia la playa y el jardín era compartido entre las otras nueve casas del condominio. A él le gustaba su espacio y se había acostumbrado a sus vecinos, que lo hacían sentir menos solo.
Paseó por varios lugares y consiguió lo que deseaba, regresó a su casa y se dedicó a arreglar el sitio donde dormiría Paloma, o sea, la habitación que solía ser su estudio. Liberó espacio arrimando el escritorio hacia una de las esquinas, desplegó la cama portátil que le había prestado Joao, uno de los vecinos, y colocó encima el colchón que había sacado al sol previamente para ventilarlo. Aprovechó también para colgar las cortinas que había comprado en el ventanal que tenía la habitación, eran de color azul marino. Nunca le había puesto cortinas porque no solía pasar allí el día, más bien usaba esa habitación cuando llegaba del trabajo y el sol ya no era un problema. Pero teniendo en cuenta que en esa zona amanecía muy temprano, Paloma tendría el sol encima y no podría descansar.
Luego limpió a fondo la habitación y colocó las sábanas nuevas sobre la cama junto con un par de mullidas almohadas que también había adquirido en su salida de compras. Colocó a los pies una alfombra felpuda con diseño de peces azules y puso encima de ella un par de pantuflas de color violeta como un detalle para su invitada de honor.
Por último, hizo espacio sobre el escritorio para que pudiera colocar allí su maleta, movió un pequeño armario que tenía en su habitación para que pudiese guardar sus cosas y agregó un perchero. Le alegraba recibir a Paloma ya que tenía la sensación de que su presencia refrescaría el ambiente y le sacaría un poco del letargo en el que se encontraba desde hacía unos meses. Paloma parecía de esas personas que se amoldaban a las situaciones y con las que se podía conversar sobre cualquier cosa. De las que siempre le encuentra el lado divertido a la vida, o al menos eso le había dicho Camelia, y a lo mejor, eso era lo que necesitaba en ese momento.
Cuando le contó a Isabella sobre la llegada de Paloma, a su novia no le gustó demasiado la idea, le hizo millones de preguntas acerca de cómo era o qué significaba para él, y él no encontró mejor manera de presentarla que como una prima lejana, lo que no fue suficiente para Isabella y desencadenó una nueva discusión. Ella le dio dos opciones: quedarse también ella en su casa los días que Paloma estuviera, o bien, que le dijera a su hermana mayor que no podría alojarla.
Ian intentó de todas las formas posibles que entendiera que no podía negarle ese favor a su hermana y a su marido, y que no era buena idea que se quedara ella también pues el sitio era pequeño y resultaría incómodo. Isabella se enfadó y lo bloqueó por casi cuatro días, al final de los cuales, decidió que hablarían de nuevo, aunque él pensó que ese era un buen momento para intentar mantener la distancia.
Ian, cansado de esa sensación de siempre hacer mal las cosas, se sintió agobiado una vez más.
Además, le preocupaba que Paloma quisiera salir a bailar y conocer sitios nocturnos. Estaba seguro de que su vecina Carmiña estaría dispuesta a llevarla, pero no quería que fuese sola, y eso supondría nuevas discusiones con Isabella, incluso aunque esta los acompañara, ya que solía querer salir y él era el que se negaba, entonces, ahora le echaría en cara que por Paloma sí saliera y por ella no. Y no se trataba de querer o no, no pensaba acompañarla siempre, pero al menos un par de veces hasta que se aclimatara con la vecina y su grupo de amigos que andaban siempre por el condominio y que tenían la misma edad que Paloma.
Una vez que acabó de preparar el cuarto, le sacó una foto y se la mandó a ella y a Camelia en un grupo que habían armado entre los tres para mantener informada a Mel sobre todo lo que sucedía en aquel viaje.
«Todo listo para recibir a mi invitada». Puso, adjuntó la foto y la envió.
«¡Qué bello ha quedado!». Respondió enseguida Camelia.
«Sé que no es igual que los hoteles en los que se encuentra ahora, pero al menos tendrá un guía turístico gratuito». Añadió y adjuntó una carita que guiñaba un ojo.
«¡Me encanta! Ansiosa por llegar». Respondió Paloma y puso una carita con ojos de corazón.
«Me alegra que te guste».
«Solo quiero acotar que Ian es super ordenado y Paloma es la antítesis del orden». Bromeó Camelia.
«Qué mala eres, yo no soy desordenada, el problema es que tú no entiendes mi orden». Dijo Paloma y adjuntó el emoticono de los ojos en blanco.
«Sí, claro...». Respondió Camelia.
Ian sonreía mientras las leía conversar sobre los sitios que había visitado. Luego, la muchacha adjuntó una foto suya en la playa con una caipiriña en las manos. Agrandó la foto para mirarla mejor, era una selfie, tenía un sombrero enorme que cubría parte de su cabellera, aunque sobresalían las puntas azules que caían desordenadas sobre sus hombros. Traía un bikini de color fucsia chillón que era minúsculo, de esos en forma de triángulo que apenas cubría los pezones. Unos lentes de sol enormes y las mejillas coloradas de haber estado mucho tiempo bajo el sol.
Ian pensó que se veía adorable y que la foto lo había dejado algo desconcertado. Conocía a Paloma desde que tenía doce años y la imagen que tenía de ella siempre había sido como la de la niña pequeña a la que su hermana quería como si fuera una hija. No es que no hubiera sido consciente de que ya había crecido, había visto también sus fotos en las redes sociales de Camelia, pero nunca así, y nunca se había fijado en sus redes pues no mantenían una relación de contacto estrecho y él no era mucho de redes.
«Te está tomando un color de bronceado muy bonito». Le dijo Camelia.
«Sí, al principio parecía un tomate, pero al final el color está quedando mejor. Me encanta lo que el sol le está haciendo a mi piel». Respondió la muchacha.
«Me encantaría estar contigo ahora mismo, por aquí hace frío».
Mientras ellas hablaban, Ian salió de la conversación y fue a buscar las redes sociales de la muchacha, más que nada para conocerla un poco más y saber qué podía esperar de su estadía en su casa. Ian pensaba que ella y él eran como esos parientes lejanos que solo se ven y se saludan en eventos familiares en los que se cruzan de vez en cuando, algún que otro cumpleaños y nada más, porque, además, las distancias no ayudaban y ella también viajaba bastante. Tampoco eran de estar pendientes de las redes del otro, aunque se siguieran y todo eso, y las pocas veces que él se enteraba algo de ella era cuando Camelia se lo comentaba o compartía una foto en su perfil y la etiquetaba.
Hubo una época en la que su hermana se preocupaba mucho por ella, fue entre sus dieciséis y dieciocho años. A Paloma se le daba por salir sin avisar, volver demasiado tarde, hacerse algún piercing o tatuaje sin consultarle a su padre o a Camelia, aparecer con algún que otro chico que no sabían ni de dónde había salido y así. Ian no le daba demasiado importancia porque para él eran berrinches de adolescentes normales, y eso solía decirle a Camelia para intentar calmarla, pero ella tenía miedo de que la niña se le fuera de las manos.
Su hermana y la muchacha siempre se habían llevado bien y Paloma solía contárselo todo, hasta que durante esa etapa pareció alejarse un poco y solían pelear más de la cuenta. Eso afectaba a Mel, que se sentía constantemente preocupada y con miedo a equivocarse. Ian insistía en que el comportamiento de la niña no era preocupante y que solo era una adolescente normal, pero su hermana le decía que con él no había sido igual.
Eso era cierto, Ian nunca le había hecho pasar por esas cosas, pero no porque no quisiera ser un adolescente como cualquier otro, sino porque se reprimía y vivía constantemente pensando muchas veces las cosas con el fin de no cometer ningún error que pudiese lastimar a su hermana. Camelia era su talón de Aquiles y él siempre se he sentido en deuda con respecto a ella. No era capaz de hacer absolutamente nada que pudiera hacerla sufrir o generarle alguna incomodidad, por el contrario, lo único que quería era hacerla sentir orgullosa y feliz, estar para ella como ella había estado siempre para él.
Y ahora Paloma era una mujer, aunque él la siguiera viendo como una niña pequeña y revoltosa que ponía de cabezas la tranquilidad del hogar de su hermana y su marido.
Hola por aquí :)
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