🦋 Regalo 🦋
Eran las doce de la noche cuando Paloma se apareció en el cuarto de Ian completamente desnuda con un pastel en las manos y una vela encendida. Él pensaba que ella se había quedado dormida, pues antes le había dicho que tenía que trabajar y se había encerrado en su habitación.
Le cantó el cumpleaños feliz en español y en portugués y luego sacó un tarro de crema y le dijo que podía decorar su cuerpo y comerla cuánto y cómo quisiera, que ella era su mejor regalo de cumpleaños. Esa noche fue memorable para Ian, aquella chica lo volvía loco de todas las formas posibles y le encantaban sus ocurrencias y su desparpajo.
—Es el mejor cumpleaños de toda mi vida —susurró en su oído mientras metidos en la bañera se sacaban el resto de la crema que les quedaba en el cuerpo, Paloma rio con diversión.
—Me imagino que nunca has tenido una novia tan loca como yo...
Ian negó y obvió la palabra que ella utilizó, Paloma lo notó recién cuando lo dijo todo, pero tampoco dijo más.
—No, nunca he salido con alguien tan especial como tú —admitió—, pero me gusta, porque eres única y me sacas de mi zona de confort... me liberas, me haces hacer locuras y también me siento libre.
Paloma volvió a recordar las palabras de Camelia y lo que deseaba para él.
—Me gusta ser distinta a todo lo que has probado antes —admitió—, me gusta que conmigo puedas sentirte libre... Sobre todo, me gusta que seas tú mismo, porque cuando te conocí era lo único que me molestaba, que te convertías en todo lo que esa muchacha deseaba y pasabas por encima de tus propios deseos solo para agradarle...
—Lo sé, y tú me aceptas como soy y eso se siente perfecto. Además, me das sin esperar, me sorprendes, me deleitas. ¡Claro que eres única y especial para mí, pajarito! Pero debo admitir que también me gustaría saber que no soy igual a los chicos con los que has estado.
—¿Bromeas? Nunca he estado con nadie más de un par de noches, Ian, creo que desde ahí ya eres distinto y lo sabes. Si soy sincera, a tu lado siento que todo es nuevo y desconocido... Estoy tan muerta de miedo como de ganas, tan asustada como encantada con esto que tenemos, sea lo que sea...
—¿No vas a huir?
Ella suspiró.
—Por el momento no... pero no puedo prometerte algo que sabes que no puedo dar...
—Lo sé, no pido nada que no nazca de aquí —dijo y se tocó el pecho.
***
Por la mañana siguiente el teléfono los despertó. Era una videollamada de Camelia, por lo que Paloma salió de un brinco de la cama cuando él, aún adormilado, atendió.
—¡Qué los cumplas feliz! —gritó la muchacha—. ¿Todavía duermes?
—Sí... me acosté tarde.
—¿Festejaste?
—Fiesta privada —sonrió él mirando a Paloma que se había sentado en el sofá y dormitaba.
—¿Estás con alguien? —inquirió Camelia.
—Eh... no...
—¿Y Paloma? ¿Está ahí? —quiso saber.
—¿Qué podría hacer Paloma en mi habitación? —cuestionó con más fuerza de la que debía.
—No dije eso, tonto, pregunto si está en la casa, si ya se despertó, si se acordó de tu cumpleaños —mencionó.
—Eh, sí, claro... me saludó anoche... pero estará dormida aún —respondió nervioso.
—Ya... Seguro que te hará algún regalo creativo, Paloma es especialista en eso —sonrió.
—Sí, ya lo creo —dijo con una sonrisa que Paloma ya era capaz de identificar por lo que rio por lo bajo.
—Estás con alguien y estás distraído —añadió Camelia—, voy a llamarte luego, ¿sí?
—Eh... sí... te quiero, Mel.
—Yo a ti...
Paloma regresó a la cama cuando cortaron la llamada.
—No me gusta mentirle —susurró—. Nunca lo he hecho...
—No le estamos mintiendo, solo estamos ocultando algo, por el momento.
—Eso es mentir, Ian. ¿Crees que reaccionará bien? —preguntó la muchacha.
—No lo sé, pero creo que sí... ¿Cómo se lo diremos? ¿Cuándo?
Paloma suspiró.
—No lo sé, aún no estoy lista, Ian...
—Cuando tú lo estés, pajarito.
Ese día fueron a almorzar con algunos amigos de Ian que Paloma conoció, la presentó como su pareja y pasaron un buen rato, por la tarde, hicieron una barbacoa en el jardín con los vecinos para celebrar y luego regresaron a la casa y se acostaron.
—¿Estás cansado? —inquirió Paloma recostada en sus brazos y con la vista fija en el techo.
—No, ha sido un cumpleaños especial, ¿sabes?
—¿Por?
—Porque estás tú, y eso lo hace único.
Paloma sonrió y le besó el pecho con dulzura antes de subir y besarlo en la boca.
—Ian, cuéntame una fantasía tuya y déjame que te la cumpla, quiero darte algo que nadie antes te ha dado.
Paloma no entendía esa necesidad de marcarlo, de ser para él alguien especial, única... y le parecía hasta tonto, un poco infantil, pero aquello era más fuerte que ella. Él la miró a los ojos y supo que aquel brillo no era solo por el deseo, era vulnerabilidad. Lo que ella deseaba era brindarle alguna experiencia que hiciera que él la viera por encima de todo lo demás, y lo que no se daba cuenta era de que ya lo hacía, y no necesitaba sexo para eso, lo hizo el día en que apareció en el aeropuerto.
Él la besó en la frente.
—Puedo contarte fantasías, podemos hacer lo que tú quieras, Paloma... Podemos probar todo lo que quieras, me encanta que seas tan abierta en el ámbito sexual y me encanta poder serlo contigo, pero debes saber que no necesitas nada de eso para que yo te vea, pajarito... Mi mejor regalo es que estés aquí en mis brazos y que me mires de esa forma.
—¿Cuál forma? —preguntó ella sintiendo el abismo que el miedo abría bajo sus pies, pero no deseando entregarse al terror, sino permanecer ahí, en sus brazos.
—Así, con ese mar de emociones que sé que estás sintiendo. Sé que tienes miedo, Paloma, y aún así te quedas aquí... No voy a soltarte, pajarito, no mientras tú no quieras que lo haga.
Una lágrima cayó inevitablemente de los ojos de la muchacha y se la limpió con premura.
—¿Tú no tienes miedo? —preguntó ella.
—Claro, ya te lo he dicho, estoy aterrado —susurró—, pero es como el miedo de las montañas rusas, igual te subes y te arrojas al vacío y sientes que vas a morir y luego vuelves a respirar...
Ella sonrió.
—Me gusta...
Él cerró los ojos y la besó en la frente.
—Ian...
—Dime...
—No quiero huir, no esta vez...
—No lo hagas entonces, pajarito...
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