🦋 Consulta 🦋

Paloma salió de la habitación una vez que Ian se quedó dormido y marcó el número de su padre.

—Paloma, ¿cómo estás? —la saludó.

—Papá, escucha, ¿está Mel contigo?

—No, hija, estoy en el consultorio —respondió él—. ¿Pasa algo?

—No quiero que le digas nada a Mel, ¿está bien?

—¿De qué se trata? —inquirió.

—Ian lleva tres días con fiebre muy alta, no quiere ir al hospital para que lo inspeccionen y no sé qué hacer, le baja un rato y le vuelve a subir, está muy cansado y no lo veo bien, papá, dime qué hacer.

—Paloma, debes llevarlo al médico —indicó—. ¿Qué otro síntoma ha tenido?

—El primer día ha vomitado un par de veces, tenía malestar general, pero eso ha pasado, ahora solo dice que le duele la cabeza, el cuerpo y está demasiado cansado.

—Bueno, lo llevas al hospital ahora mismo, ¿está bien? Y si no quiere ir le dices que llamarás a Camelia y se lo contarás —informó—. Avísame cuando sepas algo, porque no puedo ocultarle algo así, ya lo sabes.

—Lo sé, papá, gracias... Ahora veo cómo lo llevo —agregó antes de cortar.

Entonces aspiró hondo y trató de serenarse, luego ingresó a la habitación y lo despertó.

—Ian, despierta, vamos a ir al hospital.

—¿Mmm? ¿Qué? Te dije que no es necesario, pajarito —se quejó apenas.

—No te veo bien y no me gusta... Vamos, yo manejaré.

—Ni siquiera sabes a dónde ir —dijo levantándose pesadamente.

—Me dirás el nombre y pondré en el GPS. Ponte esto —dijo pasándole un pantalón de algodón que encontró en una silla al lado de la cama—, y esto —añadió pasándole una camiseta negra.

Esperó que él se terminara de vestir y buscara sus documentos y salieron con rumbo al hospital que él le había indicado.

Paloma estaba nerviosa, no conocía las calles y el tráfico era de locos, pero no era eso lo que la alteraba, sino que pudiera ser algo serio.

Una vez que llegaron, los atendió un médico de guardia que le preguntó una vez más los síntomas que había tenido. Le revisaron los signos vitales y le hicieron un análisis de sangre.

—Lo vamos a dejar en observación —explicó el médico—, vamos a esperar los resultados de los análisis y vamos a ponerle una vía para hidratarlo, porque está un poco deshidratado.

Paloma no comprendía bien lo que decía, pero Ian le traducía y ella asentía.

Un buen rato después, el resultado de los análisis arrojó que tenía Dengue. El médico les dio indicaciones y signos de alarma y los mandó de nuevo casa con algunos medicamentos, la orden de tomar mucho líquido y reposar.

—¿Estás bien? —preguntó la muchacha una vez que regresaron a la casa y lo ayudó a acomodarse de nuevo en su habitación.

—Sí...

—Voy a avisarle a papá que estamos de regreso.

—¿Lo llamaste?

—Sí, no sabía qué hacer y estaba preocupada por ti —admitió.

Ian no dijo nada, solo asintió y la vio marcar a su padre.

—Paloma... ¿Cómo están? —preguntó Ferrán.

—Bien, de regreso en la casa, es dengue, papá.

—Me parecía, es común en esa zona, tiene que tomar mucho líquido...

—Sí, nos explicaron... —afirmó ella—. Estará bien, ¿verdad? —susurró para que Ian no la escuchara.

—Sí, cariño, no te preocupes... Le avisaré a Camelia cuando llegue, seguro les hará una llamada.

—Bien...

Cortó la llamada y se recostó a su lado.

—¿Crees que me voy a morir? —preguntó Ian, ella lo miró asustada, pero entonces se dio cuenta de que reía.

—No hagas bromas con eso —zanjó—, no me da risa...

Él la tomó de la mano e hizo círculos con su pulgar sobre el dorso de su mano.

—Estoy bien, Paloma, es una enfermedad común por acá, no va a pasar nada...

—No es lo que dice internet —se quejó.

—¿No te han dicho que nunca debes mirar síntomas en internet?

Ella sonrió y volteó a mirarlo.

— No quiero que te pase nada... —susurró.

A Ian aquella confesión le dio mucha ternura y la atrajo hacia sí para abrazarla. Paloma colocó su cabeza en el hueco entre su hombro y su cuello y suspiró, se estaba muy bien allí.

—¿No podrías vivir sin mí? —preguntó y la besó en la frente con dulzura.

—No... Mel no podría —bromeó la muchacha.

—Ah... Mel, claro... —añadió él con diversión—. A ti te daría igual...

—Sí... aunque me pondría mal ver mal a Camelia...

—Sí... comprendo...

Paloma quería levantar la cabeza y mirarlo, pero sabía que era peligroso, la situación los había orillado a un momento demasiado íntimo y estaban muy cerca, si lo miraba, quizá no podría resistirse a la tentación de besarlo, por lo que no hizo nada y se quedó allí, envuelta en sus brazos y aspirando el aroma de su piel, que tanto le agradaba.

Un rato después, cuando él se durmió de nuevo, ella se separó y luego de besarlo en la frente fue a la cocina a preparar algo para comer. Le había avisado a Carmiña lo que sucedía, por lo que ella llegó cargada con algunas cosas que creyó que podía necesitar.

—¿Agua de coco? ¿Mosquitero? —inquirió Paloma.

—Coloca el mosquitero sobre su cama, si un mosquito lo pica en lo que se le pasa la fiebre, podría picarte y contagiarte... Y el agua de coco es buena para reponer los líquidos corporales, asegúrate de que tome mucho... —indicó—. ¿Quieres que me quede contigo?

—No es necesario, lo tengo bajo control, cualquier cosa te escribo o te llamo.

—Sin problemas —añadió la muchacha y le regaló una sonrisa antes de marcharse.

Un rato después sonó el teléfono.

—Ferrán me contó —comentó Camelia a modo de saludo—. ¿Cómo está?

—Bien, mejor, creo que el suero que le pusieron lo animó un poco, no ha vuelto a tener fiebre desde que volvimos del hospital. Lo estoy cuidando, Mel, no te preocupes.

—Gracias, Paloma, de verdad...

—No tienes que dármelas.

Habló un rato con Mel sobre todo lo que había sucedido y luego regresó a la habitación, colocó el mosquitero y se sentó a leer un libro en el sillón que estaba frente a la cama.


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