Cap.1 POR LAS TRAVESURAS


— ¡Elvira...! — llamó mi padre furioso y con voz fuerte.

Mi madre entró a la oficina del Barón muy agitada.

— Baronesa, debe hacer algo con su hijo — señaló el Barón hacia la ventana que se encontraba a su derecha, y que daba a un gran patio — el último de nuestros hijos.

Estaba yo trepado en el árbol que daba a la ventana.

— Querido, me he agotado por tratar de corregir a ese muchacho — responde mi madre mientras yo veo la escena curioso y colgado de una rama — la institutriz ya no puede con él, se escapa a ratos y le juega bromas.

Mi padre se toca las sienes con ambas manos, con sus dedos índices y corazón — ¡entonces busca algo que lo mantenga ocupado, algo que le interese! — le reclama el Barón a su esposa — uno de estos días hará que me dé un ataque al corazón.

Mientras mi padre pronuncia esas últimas palabras, me mira con desdén, esa mirada profunda e intimidante hace que quiera bajar apresuradamente del árbol, pero trastabillo un poco cuando una pequeña rama se rompe. Mi madre da un salto al tratar de sostenerme, aunque el vidrio de la ventana no deja que sus manos se acerquen a mi cuerpo. Un suspiro sale de la humanidad de la Baronesa, cuando vio que logré bajar de la rama sin lastimarme.

—¿Ves lo que te digo mujer? — mi padre vuelve a reclamar inmediatamente — Cualquier día se me detendrá el corazón.

Trato de correr hacia los establos, pero la institutriz me captura antes de lograr mi cometido. Me dirige sosteniendo con una mano mi muñeca y otra apretando mi oreja, llegando así hasta la oficina del Barón. Entro con la cabeza gacha, mis manos detrás de la espalda y caminando a paso de tortuga, me doy cuenta de que Madre y Padre me miran con los ojos afilados, y como si estuvieran imitándose, ambos tenían sus manos en sus caderas simulando la postura de un par de jarras.

—Padre... Madre... — Digo con voz baja y dubitativa esperando el regaño de mis progenitores.

El Barón se sienta en su escritorio y con voz pausada me dice:

—Braulio, ya tienes dieciséis años, ¿por qué no obedeces a tu institutriz? ¿por qué la haces pasar por tantas penurias para que tú puedas aprender?

—Padre... — miro de soslayo a la institutriz que se encuentra en un rincón de la oficina — Es que ya sé todo lo que me quiere enseñar, es aburrido...

—¿Y qué quieres aprender? ¿qué te interesa?

—La magia padre — digo con picardía en el tono de mi voz.

Padre se levanta furioso dando un golpe fuerte a su escritorio, su mirada expresaba decepción, miedo e ira.

—¡¡Herejía!! — Grita fuertemente — ¿cómo puedes siquiera pensar en tal aberración?

Bajo mi cabeza tratando de contener la risa, mientras veo a mi madre pasar un pañuelo por su frente secando así el sudor frio que le ha provocado mi sugerencia.

—Ciencia, eso es lo más cercano a la locura que ha salido de esos cochinos labios.

Levanto mi cara con una sonrisa desenvainada y mostrando júbilo en la mirada, había logrado mi cometido. Padre me despidió agitando los dedos de su mano, como quien despacha a un animal, con su rostro tornándose amarillo.

—Ya, vete de aquí, te conseguiré un buen maestro, pero espero que no existan más travesuras de tu parte en este hogar, o juro que será el último día que veas el sol.

—Tenlo por seguro, Padre... — le respondo, y me voy dando pasos hacia atrás hasta que me doy la vuelta sobre el marco de la puerta.

Una semana después, a mediados del verano, llegó a nuestra vivienda un hombre alto y de apariencia desaliñada, con una barba prominente y larga. Este señor era extremadamente delgado, muy alto, podía medir un metro con noventa y su extrema flacura lo hacía parecer un esqueleto, traía bajo su brazo un libro que se miraba muy antiguo y dentro de sus páginas, sobresaliendo notablemente, una regla de madera.

El sirviente principal lo dirige hasta el salón donde iba a impartirme las clases, al darme cuenta de que pronto llegaría, me senté acomedidamente en mi escritorio.

El salón era notablemente pequeño, allí habían estudiado todos mis hermanos mayores, se pintaba de un color crema y en las esquinas sobresalían ladrillos de color rojo. Un tablero grande al lado de la puerta, en donde la institutriz regularmente escribía con tiza y luego sacudía con una escobilla; su verdor se tornaba pálido. Una mesa corta con una silla de madera con el espaldar estirado, y dos pequeñas mesas con cajonera al lado en donde nos sentábamos a escuchar y aprender. La ventana quedaba a un lado, pero solo podíamos ver un pasillo por donde entraba la claridad. Allí no estaban permitidas las distracciones.

—Buenos días, joven Braulio, mi nombre es Pelayo, su maestro.

—Buenos días, señor Pelayo, un gusto. — Me levanto y extiendo la mano para saludar — Espero poder aprender mucho sobre ciencia.

El maestro se acerca a mi asiento y a mi humanidad, mas no me estrecha la mano — Me ha dicho su padre que le interesa la magia — me dice susurrando mientras que me impresiono un poco al ver que la broma hacia mi padre se me salió de control — Pero no le enseñaré eso, los libros y su práctica están prohibidos, por el contrario, aprenderá sobre la ejecución de la ciencia con elementos de la naturaleza, le hemos llamado: Alquimia.

Mis ojos destellaron emoción, era algo nuevo, algo que nunca había escuchado. Tenía recelo sobre lo que la sociedad dictamina, creerán que soy un brujo si se enteran y encenderán una hoguera en la plaza principal y me quemarán vivo. No estaba seguro si mi padre me consentía o me odiaba, a tal punto de enviar a una persona con tales conocimientos a enseñarme. Pero la curiosidad y las ansias por aprender eran tantas, que no me importó en absoluto la opinión de la sociedad retrasada y afirmé con la cabeza frente al maestro.

—Estoy listo para aprender.

El maestro Pelayo se retiró de mi lado, tomo asiento, recostó su espalda, cruzó sus largas piernas cual par de varillas y dijo:

—Braulio, levántate y ve a traer un balde con agua, el día de hoy será interesante.



Continuara...

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Hola queridos lectores, este es el primer capítulo de esta nueva historia, empezamos por el primera parte del libro, el cual se llama "Magia", el cual comprende la precuela de Úrsula y el mundo de Leviv.

Este capitulo es un poco corto, pero a medida que nos vayamos adentrando a la historia, se irá extendiendo, aunque no pienso ponerlos a leer mas de 10 minutos cada capitulo, eso sería demasiado...

Gracias por apoyar mis historias.

Sin más que decir...

Pizzas virtuales para todos...

Y hasta la próxima actualización.

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