24. Un día especial.
Tras aquel suceso en el jardín donde por primera vez Chrom, Robin y yo habíamos estado juntos, las cosas habían cambiado un poco en el castillo, pero no para mal.
Robin ya nos acompañaba en la mesa desayuno, comida y cena. Acompañaba a Chrom por todas partes y le ayudaba con los pendientes que para eso él si estaba capacitado y en más de una ocasión habiamos vuelto a sostener una conversación entre los tres.
Claro que a Chrom se le veía más que contento por tener a su mejor amigo de vuelta al ruedo, ya que era muy notorio su estado de ánimo cuando los dos hablaban de cualquier cosa. Y Robin, él también se veía muy feliz.
No sucedió nada interesante en ese tiempo, hasta que el día de la boda por fin arribó a nuestras vidas.
Me ví a mi misma en el gran espejo de la habitación y por primera vez me sentí una mujer bonita al llevar ese majestuoso vestido blanco de novia que habían hecho solo para mí, más cuando ví a Chrom en el altar adornado de blanco, me pregunte si era posible que él fuera una deidad por tanta belleza.
Su atuendo blanco de Príncipe le quedaba a la perfección remarcando las áreas de su cuerpo que más atraían a las mujeres; su cabello azul resaltaba y esos ojos con mirada amable parecían verse más profundos que de costumbre.
No era broma decir que casi caía sobre mis rodillas.
El Venerable se hizo cargo de llevarme al altar en donde mi prometido esperaba y mientras más avanzabamos, los nervios me acechaban tal como la maleza en mis jardines. De una manera interna.
— Se que es tarde para decirte esto, Caroline... — Alfonse-sama comenzó a hablarme en bajo y yo le presté toda la atención que tenía — Pero en verdad lamento haberme opuesto en primera a que mi hijo y tú tuvieran una relación. Ha pasado tiempo y con ello me di cuenta de porque Chrom te ha elegido. Ahora lo único que les deseo es felicidad para ambos. Te amo, hija mía.
Escuchar decir aquello al Venerable hizo que pequeñas lágrimas salieran de su escondite.
— Gracias, de verdad — contesté soportando las ganas que tenía de llorar por tanta felicidad acumulada en mi interior.
Estaba a segundos de casarme con Chrom; el Venerable había dicho palabras que jamás pensé que me dirigiría; Emmeryn-sama ya estaba a lágrima suelta desde que me vio en la primera fila de las butacas... no creí necesitar nada más por ese momento, pero nuevamente estaba equivocada.
Mientras más avanzaba, las personas que me esperaban en el altar por fin podían ser vistas por mis ojos. Personas de quienes ya tenía conocimiento estarían ahí para Chrom y para mí en ese momento tan importante.
Marsella, nuestra madrina de bodas, a quien se le veía encantada con la situación. Al final, yo me encargué de conseguir su asistencia muy a pesar de haber dicho que no tenía a nadie en mente.
E inevitablemente, por un lado del novio, nuestro padrino de bodas mantenía la mirada baja. Robin no se veía contento y eso me hacía quitar la sonrisa que llevaba hasta ese momento.
Decidí que no era necesario pensar en él justo ahí, y de esa manera llegué por fin al altar.
— Estás mucho más hermosa que de costumbre — Chrom me halagó y mis mejillas no tardaron en encenderse en color carmesí.
Cuando levanté la mirada, note sus bonitos ojos cristalizados recorrerme entera. ¿Iba a llorar? Por qué yo estaba a nada de hacerlo y me lo ponía mucho más difícil.
— Mira quién habla, señor perfecto — halagé como pude debido a la situación haciendo que riera a consecuencia.
— Ahora que estamos todos presentes, es hora de comenzar.
A la voz del sacerdote, la unión por fin comenzó.
Los recuerdos que tengo de la ceremonia son realmente confusos e incluso algunos borrosos, pero no cabía duda de que en ese momento me encontraba emocionada y un poco más que dichosa.
Las palabras del sacerdote eran escuchadas con atención por Chrom, los padrinos, toda las personas en esa iglesia y yo. Las acciones que se llevaron a cabo como las palabras que nos dedicamos, la puesta de anillo, el lazo con el que los padrinos nos unieron aún más... todo fue de extrema importancia.
— Yo, Chrom, Príncipe del Sacro Reino de Ylisse, te acepto a ti Tachibana Caroline, como mi esposa y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y amarte y respetarte todos los días de mi vida.
Después de que yo mencionara algunas palabras similares, la hora de sellar nuestro compromiso con un beso se hizo presente y así lo hicimos. Los presentes no tardaron en aplaudir, el lugar se llenó de palabras de ánimo y nos separamos, más yo ya estaba llorando así que Chrom no tardó en refugiarme entre sus brazos.
— No habrá nada ni nadie que pueda separamos ahora — me dijo contento y yo solo asentí.
La ceremonia concluyó y todos nos dirigimos al castillo, que por ese día estuvo de fiesta celebrando el himeneo entre el Príncipe y yo.
Realmente me divertí con la celebración, no puedo negarlo recordando a todo mundo rebosar de alegría con un poco de ayuda del licor más fino que los organizadores pidieron encontrar.
Incluso Chrom y yo también bebimos solo un poco, pero odié el sabor y mejor desistí enseguida; en cambio el ahora mi esposo, parecía un profesional en cuanto a beber de trataba.
Todo fue viento en popa. Me encontraba feliz, más no duró mucho.
Al recorrer el lugar desde mi asiento en la mesa central, no tarde en reconocer una cabellera albina en una de las partes menos transitadas por ese momento y al igual que eso, una cabellera pelirroja junto a él también se hizo presente.
Robin y Marsella estaban compartiendo una conversación, él joven tenía una copa en sus manos de la que bebía constantemente y un semblante ebrio; mientras Marsella, estaba con las manos juntas en su regazo y los cachetes colorados.
No habría que ser adivino para saber que sucedía entre esos dos.
— ¿Quieres bailar? — Chrom interrumpió mi mirada y asentí contenta volviendo a mi realidad.
— Claro — respondí.
A pesar de ya haber bailado como se hace por costumbre, está vez nos unimos a muchas de las parejas que disfrutaban ya en el centro del gran salón.
Bailar entre los brazos de Chrom me hacía sentir una dicha incomparable. Su porte y sonrisa me hacían sentir segura.
Reímos y jugamos hasta que alguien tocó mi hombro suave.
— ¿Me permite bailar con el novio, Princesa? — los ojos carmesí de la muchacha tenían buenas intenciones y no tarde mucho en cederle el lugar.
Marsella había resultado ser bastante confiable y amigable, pero a pesar de eso, cuando la veía, recordaba esa mirada brillosa que le regalaba al joven mago.
— Pero... — Chrom me llamó cuando ya se habían tomado de las manos — No irás a sentarte otra vez, ¿verdad?
— Está bien, yo...
— No te preocupes, amigo, yo me encargo — mencionaron detrás de mí y lo único que pude hacer fue quedarme quieta.
— Gracias, Robin, te la encargo mucho — le respondio agradecido a pesar de escucharle hablar con aquel tono ebrio — Caroline, te dejo en buenas manos — se dirigió a mí está vez y tras sonreírme los dos, pronto se habían unido de nuevo al baile.
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